Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Lo peor que le puede pasar al pueblo de Libia es la intervención de EE.UU.
Lo peor que le puede pasar al recrudecimiento revolucionario que estremece al mundo árabe es la intervención de EE.UU. en Libia.
La Casa Blanca se reúne con sus aliados imperialistas europeos de la OTAN para discutir la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia, el bloqueo de todas las comunicaciones del presidente Muamar Gadafi dentro de Libia y el establecimiento de corredores militares hacia Libia desde Egipto y Túnez, supuestamente para «ayudar a los refugiados». (New York Times, 27 de febrero)
Esto significa posicionar tropas de EE.UU. y de la OTAN en Egipto y Túnez cerca de los dos campos petrolíferos más ricos de Libia, en el este y el oeste. Significa que el Pentágono coordine maniobras con los militares egipcios y tunecinos. ¿Qué podría ser más peligroso para las revoluciones egipcia y tunecina?
Italia, otrora colonizadora de Libia, ha suspendido un tratado de 2008 con Libia que incluye una cláusula de no agresión, una acción que podría permitir que forme parte de futuras operaciones de «mantenimiento de la paz» en ese país, y posibilitaría el uso de sus bases militares en cualquier posible intervención. Varias bases de EE.UU. y de la OTAN en Italia, incluida la base de la Sexta Flota de EE.UU. cerca de Nápoles, podrían ser áreas de escenificación de una acción contra Libia.
El presidente Barack Obama ha anunciado que «toda la gama de opciones» se está considerando. Es el lenguaje de Washington para las operaciones militares.
La secretaria de Estado Hillary Clinton se reunió en Ginebra el 28 de febrero con ministros de exteriores del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para discutir posibles acciones multilaterales.
Mientras tanto, se suma al tamborileo por la intervención militar la publicación de una carta pública de la Iniciativa de Política Exterior, un think tank derechista visto como sucesor del Proyecto por el Nuevo Siglo Estadounidense, que llama a que EE.UU. y la OTAN preparen «inmediatamente» una acción militar para ayudar a derribar el régimen de Gadafi.
Los firmantes del llamado público incluyen a William Kristol, Richard Perle, Paul Wolfowitz, Elliott Abrams, Douglas Feith y más de una docena de antiguos altos responsables del gobierno de Bush, más varios destacados demócratas liberales, como Neil Hicks de Human Rights First y el jefe de «derechos humanos» de Bill Clinton, John Shattuck.
La carta pide sanciones económicas y acción militar: el despliegue de aviones de guerra de la OTAN y de una armada naval para imponer zonas de exclusión aérea y que tenga la capacidad de neutralizar a las embarcaciones navales libias.
Los senadores John McCain y Joseph Lieberman, mientras estaban en Tel Aviv el 25 de febrero, llamaron a que Washington suministre armas a los rebeldes libios y que establezca una zona de exclusión aérea sobre el país.
No hay que pasar por alto los llamados a que contingentes de trabajadores médicos y humanitarios, inspectores de derechos humanos e investigadores de la Corte Penal Internacional sean enviados a Libia, con «escolta armada».
El suministro de ayuda humanitaria no tiene que incluir a los militares. Turquía ha evacuado a 7.000 de sus ciudadanos en ferries y vuelos fletados. Unos 29.000 trabajadores chinos han partido en ferries, vuelos fletados y transporte terrestre.
Sin embargo, la manera en la que las potencias europeas están evacuando a sus ciudadanos de Libia durante la crisis incluye una amenaza militar y forma parte de las maniobras imperialistas para posicionarse con respecto al futuro de Libia.
Alemania envió tres barcos de guerra con 600 soldados y dos aviones militares para sacar a 200 empleados alemanes de la compañía de exploración petrolera Wintershall de un campo en el desierto a 1.000 kilómetros al sudeste de Trípoli. Los británicos enviaron el barco de guerra HMS Cumberland para evacuar a 200 británicos y anunciaron que el destructor York está en camino desde Gibraltar.
EE.UU. anunció el 28 de febrero que está enviando el inmenso portaaviones USS Enterprise y el barco de ataque anfibio USS Kearsarge del Mar Rojo a las aguas frente a Libia, donde se unirá al USS Mount Whitney y a otros barcos de guerra de la Sexta Flota. Los funcionarios lo calificaron de «posicionamiento previo de recursos militares».
VOTACIÓN EN LA ONU SOBRE SANCIONES
El Consejo de Seguridad de la ONU -bajo presión de EE.UU.- votó el 26 de febrero por la imposición de sanciones a Libia. Según estudios de las propias agencias de la ONU, más de un millón de niños de Iraq murieron como resultado de las sanciones impuestas por EE.UU. y la ONU a ese país que allanaron el camino para la invasión de EE.UU. Las sanciones son criminales y confirman que esta intervención no se debe a preocupación humanitaria.
Cuesta equiparar la pura hipocresía de la resolución sobre Libia con la preocupación por los «derechos humanos». Sólo cuatro días antes de la votación, EE.UU. utilizó su veto para bloquear una resolución insípida que criticaba los asentamientos israelíes en tierra palestina en Cisjordania.
El gobierno de EE.UU. impidió que el Consejo de Seguridad emprendiera alguna acción durante la masacre israelí en Gaza en 2008, que llevó a la muerte de más de 1.500 palestinos. Esos organismos internacionales, así como la Corte Penal Internacional, han guardado silencio respecto a las matanzas israelíes, sobre los ataques de drones estadounidenses contra civiles indefensos en Pakistán y sobre las criminales invasiones y ocupación de Iraq y Afganistán.
El que China haya estado de acuerdo con la votación de sanciones es un ejemplo desafortunado de cómo el gobierno de Pekín deja que su interés por el comercio y por continuos embarques de petróleo prevalezca sobre su pasada oposición a las sanciones que claramente afectan a las poblaciones civiles.
¿QUIÉN DIRIGE LA OPOSICIÓN?
Es importante analizar el movimiento de oposición, especialmente a quienes citan tan ampliamente todos los medios internacionales. Tenemos que suponer que participa la gente con quejas y agravios genuinos. ¿Pero quién dirige realmente el movimiento?
Un artículo de primera plana en el New York Times del 25 de febrero describió la diferencia entre Libia y las otras luchas que han estallado en todo el mundo árabe. «A diferencia de las rebeliones juveniles posibilitadas por Facebook, la insurrección en este caso ha sido dirigida por gente más madura y que se ha estado oponiendo activamente al régimen dese hace cierto tiempo». El artículo describe el contrabando de armas a través de la frontera egipcia durante semanas, permitiendo que la rebelión «escale rápida y violentamente en poco más de una semana».
El grupo opositor que más se cita es el Frente Nacional por la Salvación de Libia [NFSL por sus siglas en inglés]. Se sabe que el NFSL, fundado en 1981, es una organización financiada por la CIA, con oficinas en Washington, D.C. Ha mantenido una fuerza militar, llamada el Ejército Nacional Libio, en Egipto cerca de la frontera libia. Una búsqueda en Google del Frente Nacional por la Salvación de Libia y la CIA confirmará rápidamente cientos de referencias.
También se cita ampliamente a la Conferencia Nacional de la Oposición Libia. Es una coalición formada por el NFSL que también incluye a la Unión Constitucional Libia [LCU], dirigida por Muhamad as-Senussi, pretendiente al trono libio. La web de la LCU llama al pueblo libio a reiterar un juramento de lealtad al rey Idris el-Senusi como líder histórico del pueblo libio. La bandera utilizada por la coalición es la bandera del antiguo Reino de Libia.
Evidentemente esas fuerzas financiadas por la CIA y los antiguos monárquicos son política y socialmente diferentes de la juventud privada de derechos y de los trabajadores que han marchado por millones contra los dictadores respaldados por EE.UU. en Egipto y Túnez y que hoy se manifiestan en Bahrein, Yemen y Omán.
Según el artículo del Times, el ala militar del NFSL, utilizando armas de contrabando, capturó rápidamente puestos policiales y militares en la ciudad portuaria mediterránea de Bengasi y áreas cercanas al norte de los campos petroleros más ricos de Libia, donde se encuentran la mayoría de sus gasoductos y oleoductos, las refinerías y su puerto de gas natural licuado. El Times y otros medios occidentales afirman que esa área, ahora bajo «control de la oposición», incluye un 80% de las instalaciones petroleras de Libia.
La oposición libia, a diferencia de los movimientos de otros lugares en el mundo árabe, pidió ayuda internacional desde el principio. Y los imperialistas respondieron rápidamente.
Por ejemplo Mohamed Ali Abdallah, secretario general adjunto del NFSL, envió un llamado desesperado: «Esperamos una masacre». «Estamos enviando un SOS a la comunidad internacional para que intervenga». Sin esfuerzos internacionales por contener a Gadafi, «habrá un baño de sangre en Libia en las próximas 48 horas».
El Wall Street Journal, voz del gran capital, escribió en un editorial del 23 de febrero que «EE.UU. y Europa deberían ayudar a los libios a derrocar el régimen de Gadafi».
INTERESES DE EE.UU. -EL PETRÓLEO
¿Por qué están dispuestos y ansiosos Washington y las potencias europeas a actuar en Libia?
Cuando sucede algo nuevo es importante pasar revista a lo que sabemos del pasado y preguntar siempre, ¿cuáles son los intereses de las corporaciones estadounidenses en la región?
Libia es un país rico en petróleo -uno de los 10 más ricos del mundo-. Libia tiene las mayores reservas probadas de petróleo en África, por lo menos 44.000 millones de barriles. Ha estado produciendo 1,8 millones de barriles de petróleo por día -crudo ligero considerado de máxima calidad y que necesita menos refinación que la mayor parte del petróleo-. Libia también tiene grandes depósitos de gas natural fácil de canalizar a los mercados europeos. Es un país de gran superficie con una pequeña población de 6,4 millones de personas.
Así ven a Libia las poderosas corporaciones petroleras y militares, los bancos y las instituciones financieras de EE.UU. que dominan los mercados globales.
Actualmente el petróleo y el gas son las materias primas más valiosas y la mayor fuente de beneficios del mundo. Conseguir el control de campos petrolíferos, oleoductos, refinerías y mercados impulsa una gran parte de la política imperialista de EE.UU.
Durante dos decenios de sanciones de EE.UU. contra Libia, que Washington esperaba que derribaran al régimen, los intereses corporativos europeos invirtieron fuertemente en el desarrollo de «ductos» e infraestructuras en ese país. Cerca de un 85% de las exportaciones de energía de Libia van a Europa.
Las transnacionales europeas -en particular BP, Royal Dutch Shell, Total, Eni, BASF, Statoil y Repsol- han dominado el mercado petrolero de Libia. Las gigantescas corporaciones petroleras de EE.UU. están excluidas de esos lucrativos acuerdos. China ha estado comprando una cantidad creciente de petróleo producido por la Corporación Nacional de Petróleo de Libia y construyó un corto oleoducto en Libia.
Los inmensos beneficios que se podrían obtener con el control del petróleo y del gas natural de Libia son el motivo del creciente tamboreo del llamado de los medios corporativos de EE.UU. a la «intervención humanitaria para salvar vidas».
Manlio Dinucci, periodista italiano que escribe para Il Manifesto de Italia, explicó el 25 de febrero [Rebelión, del 1 de marzo] que «Si se derroca a Gadafi EE.UU. podría derribar todo el marco de las relaciones económicas con Libia y abrir el camino a las multinacionales basadas en EE.UU. que hasta ahora están casi totalmente excluidas de la explotación de reservas de energía en Libia. Por lo tanto, EE.UU. podría controlar el grifo de las fuentes de energía de las que depende en gran parte Europa y que también provee a China.»
ANTECEDENTES DE LIBIA
Libia fue una colonia italiana desde 1911 hasta la derrota de Italia en la Segunda Guerra Mundial. Las potencias imperialistas occidentales establecieron después de la guerra regímenes en la región que fueron llamados Estados independientes pero que estaban dirigidos por monarcas nombrados sin el voto democrático de los pueblos. Libia se convirtió en un país soberano sólo de nombre, pero estaba firmemente vinculado a EE.UU. y a Gran Bretaña bajo un nuevo monarca, el rey Idris.
En 1969, mientras una ola de luchas anticoloniales movilizaba al mundo colonizado, jóvenes oficiales militares nacionalistas de mentalidad panárabe derrocaron a Idris mientras estaba de vacaciones en Europa. El líder del golpe fue Muamar Gadafi, de 27 años.
Libia cambió su nombre de Reino de Libia a República Árabe Libia y después a Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista.
Los jóvenes oficiales ordenaron el cierre de las bases de EE.UU. y Gran Bretaña en Libia, incluida la gran Base Aérea Wheelus del Pentágono. Nacionalizaron la industria petrolera y muchos intereses comerciales que estaban bajo control imperialista estadounidense y británico.
Esos oficiales militares no llegaron al poder mediante un levantamiento revolucionario de las masas. No fue una revolución socialista. Seguía siendo una sociedad clasista. Pero Libia ya no estaba bajo la dominación extranjera.
Se realizaron numerosos cambios progresistas. La nueva Libia hizo muchos progresos económicos y sociales. Las condiciones de vida de las masas mejoraron radicalmente. La mayoría de las necesidades básicas -alimentos, vivienda, combustible, atención sanitaria y educación- se subvencionaron fuertemente e incluso llegaron a ser enteramente gratuitas. Se utilizaron los subsidios como la mejor manera de redistribuir la riqueza nacional.
Las condiciones de las mujeres cambiaron drásticamente. En 20 años, Libia logró el puesto más alto de África en el Índice de Desarrollo Humano -una medida de las Naciones Unidas de la expectativa de vida, los logros educacionales y el ingreso real ajustado-. Durante los años setenta y ochenta, Libia fue conocida internacionalmente por la adopción de fuertes posiciones antiimperialistas y el apoyo a otras luchas revolucionarias, del Congreso Nacional Africano en Sudáfrica a la Organización por la Liberación de Palestina y el Ejército Republicano Irlandés.
EE.UU. realizó numerosos intentos de asesinato y golpes contra el régimen de Gadafi y financió grupos armados de oposición, como el NFSL. Algunos ataques estadounidenses fueron flagrantes y abiertos. Por ejemplo, 66 cazabombarderos estadounidenses bombardearon sin advertencia previa la capital libia de Trípoli y su segunda ciudad, Bengasi, el 15 de abril de 1986. La casa de Gadafi fue bombardeada y su hija pequeña murió en el ataque, junto con cientos de personas más.
Durante los años ochenta y noventa EE.UU. logró aislar a Libia mediante estrictas sanciones económicas. Se hizo todo esfuerzo posible por sabotear la economía y desestabilizar al gobierno.
SATANIZACIÓN DE GADAFI
Es el pueblo de Libia, de África y del Mundo árabe el que tiene que evaluar el papel contradictorio de Gadafi, presidente del Consejo de Comando Revolucionario de Libia. La gente de EE.UU., en el centro de un imperio basado en la explotación global, no debería unirse a las caracterizaciones racistas, ridiculización y satanización de Gadafi que saturan los medios corporativos.
Incluso si Gadafi fueran tan tranquilo y austero como un monje y tan cuidadoso como un diplomático todavía sería, como presidente de un país africano rico en petróleo, previamente subdesarrollado, odiado, ridiculizado y satanizado por el imperialismo de EE.UU. si ofreciera resistencia a la dominación corporativa estadounidense. Fue su verdadero crimen y por eso no lo han perdonado jamás.
Es importante señalar que nunca se utilizan términos degradantes y racistas contra peones fiables de EE.UU. o dictadores, no importa cuán corruptos o implacables sean con su propio pueblo.
LAS AMENAZAS DE EE.UU. IMPONEN CONCESIONES
Después del crimen de guerra estadounidense anunciado como «conmoción y pavor», con su masivo bombardeo aéreo de Iraq seguido por una invasión por tierra y ocupación, Libia finalmente sucumbió a las exigencias de EE.UU. Después de décadas de solidaridad militante antiimperialista, Libia cambió de rumbo drásticamente. Gadafi ofreció ayuda a EE.UU. en su «guerra contra el terror».
Las exigencias de Washington eran onerosas y humillantes. Libia fue obligada a aceptar la responsabilidad total por el atentado del avión de Lockerbie y a pagar 2.700 millones de dólares de indemnización. Fue solo el comienzo. Para que se levantaran las sanciones de EE.UU., Libia tuvo que abrir sus mercados y «reestructurar» su economía. Todo formaba parte del paquete.
A pesar de las numerosas concesiones de Gadafi y las subsiguientes grandiosas recepciones por parte de jefes de Estado europeos, el imperialismo estadounidense estaba planeando su humillación total y su caída. Los think tanks estadounidenses realizaron numerosos estudios sobre cómo subvertir y debilitar el apoyo popular de Gadafi.
Los estrategas del FMI aparecieron en Libia con programas. Los nuevos consejeros económicos prescribieron las mismas medidas que imponen a cualquier país en desarrollo. Pero Libia no tenía una deuda externa; tiene una balanza comercial positiva de 27.000 millones de dólares anuales. La única razón por la cual el FMI exigió un fin de los subsidios de necesidades básicas fue debilitar la base social del apoyo al régimen.
La «liberalización del mercado» de Libia significó un recorte de 5.000 millones de dólares en subsidios al año. Durante decenios, el Estado había estado subvencionando un 93% del valor de varios productos básicos, en particular el combustible. Después de aceptar el programa del FMI, el gobierno duplicó el precio de la electricidad a los consumidores. Hubo un repentino aumento de 30% en los precios del combustible. Esto provocó aumentos de precio en muchos otros bienes y servicios.
Dijeron a Libia que tenía que privatizar 360 compañías y empresas de propiedad estatal, incluyendo usinas siderúrgicas, fábricas de cemento, firmas de ingeniería, fábricas de alimentos, líneas de montaje de camiones y autobuses y granjas estatales. Eso llevó a que miles de trabajadores perdieran sus puestos de trabajo.
Libia tuvo que vender una participación del 60% en la compañía petrolera estatal Tamoil Group y privatizar su Compañía General Nacional para Fábricas de Harina y Forraje.
El Fondo de la Fundación Carnegie ya estaba controlando el impacto de las reformas económicas. Un informe de Eman Wahby de 2005 titulado «Reformas económicas enojan a ciudadanos libios» decía que «otro aspecto de la reforma estructural fue el fin de las restricciones de importaciones. Otorgaron licencias a compañías extranjeras para exportar a Libia a través de agentes locales. Como resultado, productos de todo el mundo inundaron el mercado libio, previamente aislado.» Fue un desastre para los trabajadores de las fábricas de Libia, que no están equipadas para enfrentar la competencia.
Más de 4.000 millones de dólares ingresaron a Libia, que se convirtió en el principal receptor de inversión extranjera en África. Como saben sobradamente los banqueros y sus think tanks, esto no benefició a las masas libias, las empobreció.
Pero no importaba lo que hiciera Gadafi, nunca fue bastante para el poder corporativo de EE.UU. Los banqueros y financieros querían más. No había confianza. Gadafi se había opuesto a EE.UU. durante decenios y se le seguía considerando muy poco «fiable».
La revista US Banker publicó en mayo de 2005 un artículo titulado «Mercados emergentes: ¿Es Libia la próxima frontera de los bancos estadounidenses?» Decía que «Mientras la nación aprueba reformas, los beneficios atraen. Pero el caos abunda.» Entrevistó a Robert Armao, presidente del Consejo Comercial y Económico EE.UU.-Libia basado en Nueva York: «Todos los grandes bancos occidentales están ahora explorando oportunidades en ese país», dijo Armao. «La situación política con Gadafi sigue siendo muy sospechosa». El potencial «parece maravilloso para los bancos. Libia es un país que no se ha tocado y una tierra de oportunidad. Sucederá, pero puede tardar un poco.»
Libia nunca ha sido un país socialista. Siempre ha habido amplia riqueza heredada y viejos privilegios. Es una sociedad clasista con millones de trabajadores, muchos de ellos inmigrantes.
La reestructuración de la economía para maximizar los beneficios de los banqueros occidentales desestabilizó las relaciones, incluso en los círculos gobernantes. ¿Quién participa en los acuerdos para privatizar industrias clave, qué familias, qué tribus? ¿Quién se queda afuera? Aparecieron viejas rivalidades y competencias.
Se puede ver hasta qué punto el gobierno de EE.UU. estaba observando esos cambios impuestos en cables recientemente publicados, provenientes de WikiLeaks, de la embajada de EE.UU. en Trípoli, reproducidos en el Telegraph británico del 31 de enero. Un cable titulado «Inflación aumenta en Libia» y enviado el 4 de enero de 2009, describió el impacto de «un programa radical de privatización y de reestructuración del gobierno».
«Se vieron aumentos excepcionaes», dijo el cable, «en precios de alimentos, productos previamente subvencionados como azúcar, arroz, y harina, aumentaron en un 85% en los dos años desde la eliminación de los subsidios. Los materiales de construcción también han tenido un fuerte aumento: los precios del cemento, conglomerado, y ladrillos, han aumentado en un 65% durante el pasado año. El cemento ha aumentado en un año de 5 dinares libios por saco de 50 kilos a 17 dinares; el precio de las barras de acero se ha multiplicado por diez.
«La terminación [por el gobierno libio] de los subsidios y controles de precios como parte de un programa más amplio de reforma económica y privatización ha contribuido ciertamente a presiones inflacionarias y ha causado algunas quejas…
«La combinación de la alta inflación y la disminución de subsidios y controles de precios es preocupante para un público libio acostumbrado a mayor protección del gobierno ante las fuerzas del mercado.»
Estos cables de la embajada de EE.UU. confirman que mientras seguían manteniendo a grupos libios de oposición en Egipto, Washington y Londres también medían constantemente la temperatura del descontento masivo causado por sus políticas.
Actualmente, millones de personas en EE.UU. y en todo el mundo son inspiradas por las acciones de millones de jóvenes en las calles de Egipto, Túnez, Bahrein, Yemen y ahora Omán. El impacto se siente incluso en la ocupación en Wisconsin.
Es vital que el movimiento político y la conciencia de clase estadounidense resistan la enorme presión de la campaña orquestada por EE.UU. a favor de la intervención militar en Libia. Hay que oponerse a una nueva aventura imperialista. ¡Solidaridad con los movimientos populares! ¡Fuera las manos, EE.UU.!
© Copyright Sara Flounders, Global Research, 2011
Fuente: http://www.globalresearch.ca/
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