¿Una propiedad refinada en el londinense barrio de Bath? Sí. ¿Compras en los negocios de marca de la calle Bond? Sí. ¿Un asiento en los remates de obras de arte? Sí. La lista de deseos de los turistas chinos en Gran Bretaña es interminable y moldea el mercado a su antojo. Mientras a los compradores […]
¿Una propiedad refinada en el londinense barrio de Bath? Sí. ¿Compras en los negocios de marca de la calle Bond? Sí. ¿Un asiento en los remates de obras de arte? Sí. La lista de deseos de los turistas chinos en Gran Bretaña es interminable y moldea el mercado a su antojo.
Mientras a los compradores chinos les brindan un trato preferencial en cualquier salón de ventas británico, en su propio país aumentan las críticas en cuanto a que el turismo que gasta mucho dinero en el exterior perjudica la economía nacional, impidiendo el crecimiento del consumo interno y privando a las arcas chinas de unos 50.000 millones de dólares.
«¡No deje que los extranjeros se queden con grandes sumas de dinero de China!», exigió un editorial publicado este mes en el Economic Observer.
El periódico sugirió que China debería reducir sus elevados aranceles a las lujosas mercaderías importadas para revertir la salida de dinero y fomentar el consumo interno. A diferencia de Estados Unidos, donde el consumo representa alrededor de 60 por ciento del producto interno bruto (PIB), el año pasado el consumo privado en China fue de apenas 37 por ciento del PIB.
Pero para Luo Xinmiao, que se considera a sí misma una «adicta a las marcas», comprar bienes de lujo es algo que solamente debería hacerse en sus lugares de origen.
«Yo no confío en los Burberry y Gucci de China», dijo.
«Dudo de los comercios de marca en Beijing y Shanghai, porque pienso que muchas de sus mercaderías ahora se hacen en China. Y son mucho más caros que en Londres», añadió.
Miles de compradores chinos como Luo afluyen a las capitales europeas a la caza de sus marcas favoritas. El año pasado, unos 57 millones de turistas chinos viajaron al exterior y gastaron 48.000 millones de dólares en ciudades como Londres, París y Milán, según cifras de la Administración Nacional de Turismo.
En sus primeros años de viajes a Europa, los turistas chinos eran un poco tímidos, optando por comprar perfumes en Francia, relojes en Suiza y zapatos en Italia. Pero ahora sus hábitos de compra cambiaron. Son más conscientes sobre el valor de las marcas y más ricos que hace unos años. Y ahora se los ve como los grandes gastadores, que compran con confianza y en grandes cantidades.
Según la Asociación Mundial de Artículos de Lujo, el año pasado los consumidores chinos gastaron cuatro veces más en productos de marcas importantes en mercados extranjeros que en el interno, principalmente debido a las grandes diferencias de precios entre ambos.
Si bien pueden ser mucho más costosos que todo lo anterior, los bienes raíces también son un punto fuerte en su lista de adquisiciones.
El aumento del valor del yuan en el último quinquenio dio a los consumidores de China continental más poder adquisitivo. Esto, aparejado con la aguda depreciación de la libra, convirtió a las propiedades británicas en una de las opciones favoritas en materia de inversiones.
Mi Wenxia, estudiante de arquitectura en la Universidad de Bath, en el sudoccidente de Inglaterra, relató que su padre le encomendó hallar una propiedad adecuada en la que invertir una parte de la fortuna familiar, por lo que recorre la ciudad con agentes inmobiliarios.
«Hay más estudiantes chinos que vienen aquí, y mi padre piensa que comprar una propiedad para alquilar puede ser una inversión realmente buena. Eso ayudaría a pagar mis estudios y también podría viajar», dijo a IPS.
La combinación de una buena universidad con una gran arquitectura de la era Jorgiana, y los baños termales nombrados Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ubicaron a Bath en el mapa de los compradores chinos de propiedades, según los expertos.
«Hemos visto más inversores de China en los últimos dos años», dijo Vicky Collins, quien dirige una agencia de bienes raíces en la ciudad.
Aunque la mayoría buscan estudiantes como inquilinos, su empresa tiene clientes que «quieren comprar casas jorgianas preservadas» por cifras exorbitantes, agregó.
Los compradores de China continental representarán este año entre cinco y 10 por ciento de las ventas de residencias en Londres, según la consultora CBRE. También abundan en los remates que se realizan en Gran Bretaña, apostando fervientemente por las obras de arte y superando a menudo las estimaciones previas a las ventas.
Pero en la misma medida que este frenesí comprador chino es un alivio bienvenido en medio del clima de austeridad que vive Gran Bretaña, también es mal visto dentro de las propias fronteras chinas.
A los economistas les preocupa que exportar las especulaciones inmobiliarias chinas pueda alterar los mercados de bienes raíces en el exterior, volviendo a despertar el fantasma de la «amenaza china».
Funcionarios del Ministerio de Comercio empiezan a tomarse en serio los pedidos de bajar los aranceles a las importaciones de bienes lujosos, otrora considerados ostentosos y agravantes de la brecha de ingresos.
Piensan en las ventajas de redirigir los 50.000 millones de dólares que los consumidores chinos gastaron el año pasado en el exterior hacia el mercado interno y que impulsar un crecimiento en el consumo dentro del país es mucho más importante que recaudar los impuestos que se perderían. A los funcionarios de Finanzas les preocupa el impacto que esto pueda tener en las arcas nacionales.
El Diario del Pueblo, buque insignia del Partido Comunista, describió cómo los ministerios de Finanzas y Comercio de China se esfuerzan por decidir qué dirección tomarán los consumidores chinos.
Al proyectarse que el mercado de viajes internacionales llegará a 230.000 millones de dólares para 2020, los agentes europeos retienen el aliento.