Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino
No hay región en el mundo que no sea mayor víctima de la naturalización de la miseria que Africa. En la concepción eurocéntrica, basta cruzar el Mediterráneo para pasar de la «civilización» a la «barbarie». Como si Africa no tuviera historia, como si sus problemas fuesen naturales y no hubiesen sido el resultado del colonialismo, de la esclavitud y del neocolonialismo.
Continente más pobre, más destacado por conflictos que aparecen como conflictos étnicos, región que exporta más mano de obra, Africa reúne todas las características para sufrir el estigma de continente marcado por el destino para la miseria, el sufrimiento, el abandono.
Después de siglos de despojo colonial y de esclavitud, los países africanos accedieron a la independencia política a mediados del siglo pasado en la cima de la decadencia definitiva de las potencias coloniales europeas. Algunos países consiguieron generar liderazgos políticos nacionales, construir estados con proyectos propios, lograr ciertos niveles de desarrollo económico en el marco de un mundo bipolar de la segunda posguerra.
Pero esas circunstancias terminaron y el neocolonialismo volvió a abatirse sobre el continente africano, víctima del nuevo pillaje de las potencias capitalistas. La globalización neoliberal retrotrajo al continente a lo que había sido secularmente: proveedor de materias primas de potencias centrales con la única novedad de que ahora también China participa del proceso.
Pero el continente que nunca fue resarcido por el colonialismo y por la esclavitud a los que le sometieron está pagando el precio de esos fenómenos y esa es la raíz de sus problemas. Los mismos enfrentamientos sangrientos calificados como enfrentamientos étnicos como los de los tutsis con los hutus, solo reflejan los conflictos de las multinacionales francesas y belgas, con el acuerdo de los propios gobiernos de esos países.
Hoy África ha quedado reducida a eso, en el marco del capitalismo global. Salvo algunos países como Sudáfrica, por su desarrollo industrial y algunos países que poseen materias primas o recursos energéticos estratégicos tienen algún papel secundario o complementario, sin la menor capacidad para definir estrategias de desarrollo propias ni de superación de sus problemas sociales.
La globalización neoliberal acentuó la concentración del poder y de la renta del centro en detrimento de la periferia. Los países emergentes -en particular latinoamericanos y algunos asiáticos- consiguieron romper esta tendencia, pero los africanos no, porque no han logrado elegir gobiernos que rompiesen con la lógica neoliberal predominante.
Emir Sader es sociólogo brasileño. Secretario ejecutivo de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias sociales)
rCR