La cumbre del G-20 que se celebra en San Petersburgo está siendo monopolizada por el conflicto sirio. Obama busca apoyos a su guerra entre los líderes de los paises industrializados y emergentes más importantes, y Putin todo lo contrario. Juega en casa e intenta que el G-20 sea una plataforma en la que se fuerce […]
La cumbre del G-20 que se celebra en San Petersburgo está siendo monopolizada por el conflicto sirio. Obama busca apoyos a su guerra entre los líderes de los paises industrializados y emergentes más importantes, y Putin todo lo contrario. Juega en casa e intenta que el G-20 sea una plataforma en la que se fuerce una especie de «referéndum internacional» que aísle más a Obama y su posición. Una posición que muchos analistas y defensores de la guerra han tildado de «medio embarazo» y lo han acusado de «no tener colmillos» y haber perdido todo credibilidad.
Pero dicha guerra -eufemísticamente presentada como «un ataque limitado»- tiene un aliado crucial: Israel. Aunque la posición israelí sea de bajo perfil público, mueve los hilos para que el resultado final de la guerra en Siria sea la falta de resultado final. Necesita que los dos bandos pierdan o, al menos, que no gane ninguno de ellos. Y mientra tanto prefiere que Siria sangre y sufra una hemorragia mortal. Su interés en ese «ataque limitado» se dirige más bien hacia su archienemigo Irán. La retórica sobre las «líneas rojas» en Siria la utiliza para apuntar a Irán y a sus «ambiciones nucleares».