Ante el declive de la influencia regional de los Estados Unidos, países de Sudamérica fortalecen lazos estratégicos con la República Popular China, posicionando a esta nación de Asia Oriental en los terrenos económico, político y cultural. En el último lustro es evidente el fracaso de los proyectos de integración-subordinación promovidos por Washington como los Tratados […]
Ante el declive de la influencia regional de los Estados Unidos, países de Sudamérica fortalecen lazos estratégicos con la República Popular China, posicionando a esta nación de Asia Oriental en los terrenos económico, político y cultural.
En el último lustro es evidente el fracaso de los proyectos de integración-subordinación promovidos por Washington como los Tratados de Libre Comercio, el ALCA y ahora la Alianza del Pacífico. Ninguno de ellos ha logrado edificar un proceso neomonroísta ni doctrinario Big Stick para el ventilado y publicitado New American Century.
La crisis financiera de Wall Street de 2008, su profundización en 2009, y la subsecuente recesión económica ha debilitado de igual forma los circuitos comerciales, económicos y diplomáticos de la otrora potencia americana, en los países del llamado Cono Sur. Mientras la integración alcanza con saldos sociales y geopolíticos negativos a Norteamérica y Centroamérica, el Sur parece desorbitarse a pasos agigantados de los designios imperiales en el hemisferio.
Además, las derrotas político militares de los Estados Unidos en Irak y Afganistán representan un revés para los intentos de contener la influencia china y rusa en Euroasia, abriendo una posibilidad holística de la cultura y el comercio basada en varios epicentros de poder, más allá de una unipolaridad de la post guerra fría que muestra el declive del G-7 occidental y la OTAN.
En este contexto, China irrumpe elevando la integración entre regiones, Asia y Sudamérica, dinamizando las rutas comerciales del Pacífico y abriendo un nuevo escenario en el Atlántico con rutas directas entre África y Sudamérica a través del llamado consenso de Beijing que ha potenciado a las naciones del tercer continente más grande en extensión a raíz del Foro Estratégico para la Cooperación China-África que se viene desarrollando regularmente.
En el caso de Sudamérica, los alcances se han dado con base en la nueva geopolítica china de respeto entre culturas, crecimiento mutuo y zonas de paz bajo una visión de universalidad entre diversidad, desafiando la globalización en boga promovida desde los circuitos comerciales de Occidente. La multipolaridad se opone a la unipolaridad. La Universalidad-Diversidad a la mundialización económica.
Brasil y China han llegado a un acuerdo histórico monetario que ancla economías fuertes de hemisferios diferentes. El intercambio asciende a 30, 000 millones de dólares para dinamizar el comercio entre ambos países con monedas locales. Con ello se busca evitar turbulencias externas provocadas por los mercados financieros internacionales dominados por Estados Unidos y Europa bajo la hegemonía del dólar como moneda de cambio internacional.
Los centros financieros globales de Wall Street y City London pierden poder que se está trasladando a Hong Kong, bajo la visión china de «dos modelos, un solo país». China y Hong Kong, integradas, construyen acuerdos financieros con el resto del mundo poniendo en evidencia la inestabilidad del sistema dólar céntrico. En Sudamérica van abriendo brecha con Brasil, Venezuela y Bolivia.
China se ha convertido en el principal socio del gigante latinoamericano, puesto que además de los acuerdos financieros suscritos recientemente es el principal consumidor del mineral hierro y soja, así como alimentos elaborados y productos petroleros que alcanzan un superávit de 7, 000 millones de dólares a favor de Brasil.
Los países emergentes del BRICS van consolidando una ruta hacia la multipolaridad donde China y Brasil despliegan un arco económico que debilita aún más la influencia de los Estados Unidos en el mundo.
Por otro lado, China y Venezuela consolidaron en septiembre de este año acuerdos de cooperación e inversiones que el Presidente Chávez y líderes chinos dejaron delineados en la ruta hacia la alianza estratégica binacional, por un valor de 20, 000 millones de dólares. El actual presidente chino Xi Jinping enarbola los preceptos de complementariedad en el ámbito económico.
Figura la concesión de un crédito de 5,000 millones de dólares por parte del Banco Estatal de Crédito Chino que será canalizado a la construcción de vivienda, transporte, sector agrícola, industria, vialidad, electricidad, minería, salud, ciencia y tecnología venezolanos.
También está la creación de una empresa mixta con la estatal china Sinopec para la exploración petrolera del bloque Junín 10, en la faja del Orinoco, que obtendrá inversiones de hasta 14, 000 millones de dólares con lo cual se colectarán 200, 000 barriles de crudo diarios abriendo una perspectiva energética para China, país con necesidades urgentes de petróleo y gas, y una oportunidad para Venezuela en la diversificación de la demanda internacional de productos petroleros.
Con Chile, China estrechó la cooperación en los ámbitos de la agricultura, tecnología e innovación. Se trata de diez acuerdos bilaterales en el marco del Acuerdo Suplementario de Inversiones con una proyección para 2015 que busca la meta de duplicar el intercambio comercial alcanzando los 60, 000 millones de dólares.
Chile es otro de los países con balanza comercial positiva respecto a sus relaciones con China. Mientras Chile mantiene inversiones por 200 millones en China, ésta lo hace por 100 millones en Chile.
Con la experiencia china de 60 años en la construcción de embalses para riego, el país asiático construirá en Chile infraestructura para tratamiento de aguas, así como la construcción del puente Canal de Chacao.
En ese marco se busca garantizar la soberanía alimentaria chilena con la visión de largo plazo que mantiene China Popular, país que ha desarrollado en 60 años la construcción de 98, 000 embalses para el riego de 70 millones de hectáreas de producción alimentaria que hoy suministra bienes naturales a 1, 300 millones de chinos.
Con Bolivia, la nación asiática ha firmado convenios de cooperación económica, técnica, agrícola, en telecomunicaciones y desarrollo financiero entre los bancos estatales, el banco de Desarrollo Chino y el Banco Unión boliviano.
Los técnicos chinos además están trabajando en el diseño e implementación de la industrialización de las reservas de litio con base en acuerdos estatales de inversión mineral con protección medioambiental, que se suma a la proyección de inversiones en exploración de yacimientos y explotación de gas.
Ecuador ha suscrito también convenios de implementación de productos acuáticos a gran escala con el fin de proveer de alimento marino a las poblaciones chinas en el marco del llamado paradigma del «Buen Vivir», que buscaría la complementariedad entre ambas naciones con base en el comercio justo que promueve el Presidente Rafael Correa.
Asimismo Quito suscribió con China acuerdos de tributación, que estarían diseñados para evitar pagar doble impuestos, que redunde en inversiones tanto en los ramos energéticos como alimentarios.
Los acuerdos incluyen desplegar acciones de fortalecimiento educativo, cultural y tecnológico con la visión de culturas milenarias.
Por su parte, China y Cuba profundizan acuerdos e implementan proyectos en las áreas de energía renovable, transporte e industria, además de la cooperación ininterrumpida sobre investigación sanitaria y lucha por ejemplo contra el cáncer de mama.
En este sentido, los alcances delinean actores emergentes hacia una Sudamérica con desafíos de integración y complementariedad. Se marcan nuevas relaciones con el resto del mundo, especialmente con China que emerge como potencia mundial.
En el ámbito multilateral los países sudamericanos comparten las experiencias y conocimientos adquiridos en los procesos de integración latinoamericana, sobre todo en lo que respecta a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad Andina.
Este escenario geopolítico refleja un orden mundial en construcción que supera el orden (desorden) mundial después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría que en los últimos años mostró sus límites y sus peligros puesto que aún marca la pauta de inestabilidad planetaria, guerras locales, intervenciones militares por parte de Estados Unidos y sus aliados.
China ha mostrado su auge sin intervenciones militares ni con el uso de la fuerza. Su fuerza radica en la milenaria historia que la ha hecho crecer con valores espirituales y culturales que son la fuerza mayor, más que lo material económico o militar. Están orgullosos de su pasado y tradición. La practican. El resultado se visualiza a largo plazo. Se trata de un poder cultural que se erige como la mayor amenaza de los antiguos imperios de Occidente.
En este escenario, el reto es que los pueblos de ambas regiones salgan beneficiados de la integración complementaria, que el bienestar social se masifique, el respeto entre naciones se solidifique y sirva de alternativa al sistema de desigualdades imperante. En este proceso, los pueblos tienen la última palabra con sus luchas, acciones y movilizaciones.
La historia de Latinoamérica y China cuenta con milenios. Su fuerza se enlaza en las luchas históricas y un buen punto de partida es la fuerza cultural y política de sus ancestros, de la memoria que los precede. Son dos hemisferios que comparten también luchas antiimperialistas de las que han salido avante.
Este artículo fue originalmente publicado en RT en el siguiente link: http://actualidad.rt.com/blogueros/ricardo-martinez/view/110676-china-aumenta-influencia-sudamerica
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