El martes tendrán lugar las elecciones de medio término en los Estados Unidos. Se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio de las 100 bancas del Senado. Es muy probable que Obama sufra una nueva derrota, que se agrega a las que viene experimentando desde que llegó a la […]
El martes tendrán lugar las elecciones de medio término en los Estados Unidos. Se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio de las 100 bancas del Senado. Es muy probable que Obama sufra una nueva derrota, que se agrega a las que viene experimentando desde que llegó a la Casa Blanca y que, por lo tanto, se quede sin mayoría en ambas ramas del Congreso. Aún cuando contó con una leve mayoría los hechos demostraron su previsible incapacidad para tomar decisiones que no contaban con el aval de sus mandantes efectivos, no de la ciudadanía. Como lo he repetido en innumerables ocasiones, muchas veces ante la mirada socarrona del público, nada puede ser más insignificante que una elección en los Estados Unidos porque su gobierno verdadero y permanente -formado por el complejo militar-industrial-financiero- es un poder de facto que no lo elige nadie, no rinde cuentas ante nadie y hace lo que conviene a sus intereses sin importarle en lo más mínimo la reacción de -o las consecuencias sobre- la ciudadanía. El presidente es un simple mascarón de proa, un artilugio propagandístico para mostrar en el caso de Barack Obama las bondades del imperio que de tan democrático que es hizo posible que un afroamericano llegue a la Casa Blanca, no en calidad de mesero o jardinero sino como presidente. Por eso las elecciones son apenas un simulacro carnavalesco para distraer a una parte de la opinión pública (recordar que la mitad o más de quienes podrían votar ni se molestan en registrarse para hacerlo), que se realizan en un día laborable (para desalentar la participación de los trabajadores) y en donde ninguna decisión importante brotará de los resultados que arrojen las urnas.
Para colocar en perspectiva y contrarrestar el previsible e insoportable andanada de notas de dizque analistas y especialistas en política norteamericana, convenientemente colonizados por el imperio, con sus consabidas alabanzas a este nuevo ejemplo de comportamiento cívico en la mayor democracia del planeta es que invito leer dos notas de Noam Chomsky, una de las voces críticas más resonantes de la escena internacional, en donde denuncia el carácter terrorista -¡sí, terrorista!- de la «democracia» estadounidense. [1] Para leer y recordar, siempre, cada minuto; para no dejarse embaucar por los publicistas del imperio que cantan himnos a una democracia que no es tal sino, como lo ha sentenciado un notable filósofo político estadounidense, Sheldon Wolin, un «totalitarismo invertido» que con astucia y malas artes se viste con los ropajes de una democracia que se postula como un ejemplo para todo el mundo.
Para este profesor emérito de Princeton el «totalitarismo invertido» que hoy está destruyendo a la democracia en Estados Unidos «representa fundamentalmente la madurez política del poder corporativo y la desmovilización política de la ciudadanía», anestesiada mediante una amnesia colectiva que la condena a un estado de permanente sometimiento e impotencia que las periódicas convocatorias bianuales a elecciones de congreso o presidenciales ni remotamente alcanzan a revertir. [2] Para prevenir ese improbable despertar del demos adormecido están las dieciséis agencias de espionaje con que cuenta la clase dominante de Estados Unidos para monitorear en tiempo real el estado de ánimo y el comportamiento de los dominados. Y si surgen voces y movimientos de protesta, cuando aparece algún atisbo de organización «desde abajo», la represión del sistema no se hace esperar. Lo ocurrido con las grandes manifestaciones del «Ocupemos Wall Street» el año pasado son didácticas lecciones de lo que los grupos dominantes entienden por «democracia.» Otro notable estudioso del tema, el diplomático canadiense Peter D. Scott ha demostrado como la parafernalia democrática de Estados Unidos no alcanza para disimular la presencia decisiva de lo que él llama «el estado americano profundo». Según este autor las grandes decisiones de ese país se toman en el subsuelo del sistema político, sitio donde se entrelazan los intereses financieros y los del complejo militar-industrial y se fija el rumbo que habrá de seguir la gestión de la cosa pública, que luego será comunicada y puesta en práctica por los impotentes actores que ocupan la escena política formal y que la ciudadanía ha sido habituada a considerar como sus gobernantes. [3] Por eso, ¿elecciones de medio término en Estados Unidos? So what?
Notas
[1] Se trata de» EEUU, el Estado terrorista número uno» aparecida en La Jornada, de México: : http://www.jornada.unam.mx/2014/11/01/index.php?section=opinion&article=022a1mun
… y de una nota anterior, titulada «EEUU, líder mundial en crímenes internacionales» publicada en el mismo periódico mexicano el 21 de Julio del corriente año y disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2014/07/20/index.php?section=opinion&article=024a1mun
[2] Cf. su Democracia S. A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido (Buenos Aires: Katz Editores, 2008) , pg.12
[3] Ver su The American Deep State Wall Street, Big Oil, and the Attack on U.S. Democracy (Washington, D.C. : Rowman & Littlefield Publishers, 2014)
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