En el programa de esta semana Chris Hedges habla con Gabriel Rockhill sobre las corrientes subyacentes del fascismo en el ADN de Estados Unidos y el papel de Estados Unidos en la internacionalización del fascismo después de la Segunda Guerra Mundial a través de actividades clandestinas como la Operación “Paperclip” y la “Operación Gladio”.
Chris Hedges: Bienvenido a On Contact. Hoy conversamos con el autor Gabriel Rockhill sobre cómo el fascismo está y ha estado siempre arraigado en nuestra sociedad.
Gabriel Rockhill: La batalla del siglo XXI en gran medida está apareciendo como formas emergentes o re-emergentes de fascismo confrontadas con movimientos sociales desde abajo que están ganando poder. Al mismo tiempo, quizás lo último que diría, es que cuando el fascismo subió al poder en el período de entreguerras, también fue en gran parte en respuesta a la Unión Soviética y los estados comunistas. En la situación mundial actual, la dinámica es obviamente muy, muy diferente. Así que una cosa importante para las y los progresistas es que reconozcan que tenemos que generar poder rápidamente. Tenemos que consolidar organizaciones. Tenemos que trabajar a través de mecanismos de partido porque esa es la única forma real de derrotar al fascismo.
CH: Durante la Segunda Guerra Mundial, a mi mentor en Harvard Divinity School, el teólogo James Luther Adams –que era bilingüe en alemán y vivía y estudió en Alemania en 1935 y 1936– se le pidió que diera una conferencia a los oficiales del ejército de los Estados Unidos que se preparaban para prestar servicio militar en la Alemania ocupada. El profesor Adams enumeró secamente los elementos centrales de la ideología racista de los nazis. Luego preguntó a los oficiales blancos si había alguna diferencia entre su actitud racial hacia los negros y la actitud racial de los nazis hacia los judíos. Observó que no la había. ¿Cómo –preguntó a los oficiales– podían distinguirse de los fascistas? Adams comprendió las fuertes corrientes subterráneas del fascismo que son parte del ADN de Estados Unidos. En lugar de derrotar al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, Gabriel Rockhill escribe que Estados Unidos lo internacionalizó. El profesor Rockhill se reúne hoy conmigo para discutir la naturaleza del fascismo en nuestro estado corporativo. Es un filósofo franco-americano, director fundador del Taller de Teoría Crítica y profesor de Filosofía en la Universidad de Villanova. Entre sus libros se encuentran Counter-History of the Present: Untimely Interrogations into Globalization, Technology, Democracy; Interventions in Contemporary Thought: History, Politics, Aesthetics; Radical History & the Politics of Art y Logique de l’histoire. Entonces, comencemos con cómo definimos el fascismo. Male Fantasies lo define, en esencia, como un estado emocional. Pero antes de hablar sobre sus corrientes subterráneas, que siempre han existido en la sociedad estadounidense, hablemos de lo que es el fascismo.
GR: El fascismo a menudo se define en términos de lo que podríamos llamar sus aspectos super-estructurales, es decir, las formas en que movilizó una ideología particular impulsada por el militarismo, el ultranacionalismo con raíces étnicas. La supremacía blanca es a menudo parte de ella. Pero creo que es importante reconocer que esos componentes super-estructurales están, en última instancia, enraizados en relaciones materiales de acumulación capitalista profundas. Entonces, si hablamos específicamente del fascismo de entreguerras en Europa y cómo éste llegó al poder, es fundamental reconocer que en ese momento el sistema mundial capitalista estaba entrando en crisis. Por supuesto, esa crisis total se produciría con la Gran Depresión. Y esto fue también en el momento que siguió a la primera revolución obrera exitosa, en la Unión Soviética. Y así, algunas de las fuerzas impulsoras centrales detrás de los aspectos súperestructurales o ideológicos del fascismo que debemos discutir y destacar son: el deseo de hacer dos cosas, una es imponer, mantener e intensificar las relaciones sociales capitalistas; y la segunda es hacer retroceder la amenaza de las organizaciones de trabajadores y, más específicamente, el comunismo y el socialismo.
CH: Y a menudo hay una alianza incómoda entre las élites empresariales y el autoidentificado fascista en el caso de los nazis o, yo diría el tipo que corresponde a los fascistas cristianos de los Estados Unidos. No es como el capitalismo de estado impuesto –o que fue impuesto– por la Unión Soviética. Tiene una relación diferente con el capital, a veces una relación incómoda con el capital. ¿Puedes hablar de esa alianza?
GR: Bueno, la clase dominante mundial, si hablamos solo específicamente del surgimiento del fascismo europeo y lo que algunas personas llaman un “modelo clásico de fascismo”. Así que, en Italia y Alemania, la clase capitalista global y, más específicamente, la clase capitalista estadounidense de General Motors, Rockefeller, etcétera, financiaron el ascenso del fascismo, particularmente en la Alemania nazi. Y esto se debió, al menos, a dos razones. Una fue que Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, fue considerada un sitio viable para invertir en el rearme y particularmente para las grandes industrias. De modo tal que se invirtió capital de forma masiva en Alemania. De hecho, fue uno de los sitios centrales de la inversión extranjera estadounidense en Europa en ese momento. Al mismo tiempo, había interés por parte de la clase dominante capitalista en aplastar las organizaciones de trabajadores y asegurarse de que no hubiera piquetes, huelgas y mano de obra organizada que les causara problemas en las negociaciones entre el gran capital y el trabajo. En ese sentido, el ascenso nazi al poder –así como el ascenso del fascismo italiano, que comenzó antes el de los nazis– fue financiado por el gran capital. Y se da un gran esfuerzo, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Y cuando llegaron al poder –y lo hicieron a través de la democracia liberal-parlamentaria, una democracia burguesa– una parte muy importante de esta historia fue el que el liberalismo y el parlamentarismo no fueron un baluarte contra el ascenso del fascismo. Al contrario, proporcionaron un marco dentro del cual los fascistas pudieron llegar al poder financiados por la capital. Así que tenemos una democracia burguesa, muy parecida a la que tenemos en este país donde el dinero es el que gana. Una vez en el poder, sin embargo –y tienes toda la razón en que en el caso de Italia fue un poco más lento, en el caso de Alemania fue más rápido– se da un cambio. De ser una movilización fascista de ciertos sectores de la sociedad civil –en particular, la pequeña burguesía– a una forma más autoritaria, impulsada por el estado, de poder consolidado de arriba hacia abajo. Y lo que la clase inversora del gran capital estaba interesada en que sucediera, particularmente en el caso de la Alemania nazi porque su poder excedía con creces al de Italia, era destruir la amenaza real que era la Unión Soviética y participar en el reparto colonial hacia el este. Eso se reflejó de manera bastante explícita en la expansión colonial de los Estados Unidos hacia el oeste y la frontera occidental. Y una de las complicaciones, y supongo que a esto es a lo que te refieres, es que una vez que Hitler en particular, pero Mussolini también, consolidó su poder en el aparato estatal, fue muy difícil para el gran capital tomar las decisiones relacionadas con las políticas particulares que se estaban implementando. Entonces, una forma de entender lo que sucedió fue que el gran capital respaldó este proyecto por razones muy explícitas. Y luego, como que el proyecto enloqueció y se salió un poco de control. Así que una de las grandes preguntas era cómo podían ahorrar inversiones y, a pesar de eso, cerrar o permitir –debería decir– que se apagara la máquina de guerra nazi porque, en última instancia, era el Ejército Rojo el que se encontraba el eje central de la derrota del nazismo, no en la intervención estadounidense que era muy pequeña en comparación con lo que estaban haciendo los soviéticos. Y es en ese momento, cuando queda claro que los soviéticos estaban marchando hacia el oeste es que se da un esfuerzo por parte de EE. UU., en particular por parte del Estado de Seguridad Nacional de EE. UU., la OSS que se convirtió en la CIA, para proteger los activos y para asegurarse de que se protegieran las inversiones comerciales del gran capital, en particular el gran capital estadounidense, pero de manera más general, del gran capital internacional. Y así, por supuesto, no hubo enjuiciamientos corporativos a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Y muchos activos e inversiones estaban protegidos por el Estado de Seguridad Nacional, así como también muchos de los nazis con los que trabajaron muy de cerca.
CH: Antes de que le pregunte sobre cómo la naturaleza proteica del fascismo y sobre cómo –como usted plantea en sus textos–, éste no desapareció con el fin de la Segunda Guerra Mundial, sino que de hecho el complejo industrial militar fue abrazado por Estados Unidos, ciertamente por grandes sectores de las élites gobernantes, hablemos del fascismo dentro de Estados Unidos. Robert Paxton en su libro Anatomía del fascismo sostiene, por ejemplo, que el Ku Klux Klan fue el movimiento más auténticamente fascista de Estados Unidos y que los movimientos que pueden describirse como fascistas son anteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta el presente. ¿Puede hablar sobre esa corriente subterránea de movimientos que describiríamos como fascistas dentro de Estados Unidos y luego hablaremos de lo que sucedió después de la Segunda Guerra Mundial?
GR: Sí. Eso es absolutamente esencial porque el fascismo surgió ante todo como un conjunto de movimientos. Y fue solo más tarde que se conceptualizó y finalmente se convirtió en una doctrina, incluso en el caso de Italia, donde el término apareció por primera vez. Pero si miramos los movimientos en sí y no nos obsesionamos con cuándo se etiquetó y cómo se etiquetó, es obvio que las similitudes estructurales entre lo que estaba sucediendo en Europa en el período de entreguerras y lo que estaba sucediendo en los Estados Unidos, no solo en el período de entreguerras sino antes de eso, no solo se parece al fascismo, sino que muchos lo reconocen como fascismo una vez que se acuñó el término en sí. Entonces, en el caso de Estados Unidos es importante reconocer que cuando Estados Unidos entraron a la Primera Guerra Mundial, la idea era, según Woodrow Wilson, que libraríamos una guerra para hacer que el mundo fuera seguro para la democracia. Pero especificó que lo que eso significaba era «Mantener fuerte a la raza blanca» y para preservar, «La civilización blanca y su dominio del planeta». Entonces, dentro de este contexto, se da la supremacía blanca de EE. UU. que se remonta a la profunda historia de la colonizacion, pero realmente también surgió con fuerza en el período de entreguerras y fue reconocida directamente por los nazis como el mejor modelo para apartheid racial y artesanía estatal racial. Y estudiaron los ejemplos estadounidenses precisamente por esta razón. Hitler escribió en Mein Kampf que había un modelo de estado que había desarrollado los aspectos de la manufactura estatal racista que debía llevarse a su siguiente nivel en el Tercer Reich nazi, y ese era Estados Unidos. Entonces, en el caso de organizaciones como el Ku Klux Klan, tenemos cinco millones de justicieros que orquestaron la violencia paraestatal que era racista, supremacista blanca, pro-cristiana, pro-capitalista y que se le permitió actuar con impunidad. Por tanto, es un muy buen ejemplo de precisamente los mecanismos estructurales que estaban operativos en el caso del fascismo de entreguerras o el surgimiento del fascismo en el caso europeo. De hecho, tan es así que cuando el fascismo italiano apareció por primera vez en la escena internacional, hubo muchos artículos en la prensa estadounidense que reconocieron que lo que era el fascismo en Europa era el modelo europeo del Ku Klux Klan. Además, no es solo el Klan. Hubo toda una serie de otras organizaciones parapoliciales, organizaciones fascistas, organizaciones explícitamente nazis, así como formas de violencia parapoliciales respaldadas por las empresas que se implementaron para proteger el dominio del gran capital. Solo destacaré dos ejemplos en ese sentido. Uno es el gobierno de la Legión Americana. La Legión Americana, no debemos olvidar, uno de sus comandantes está registrado diciendo que los fascistas son para Italia lo que la Legión Americana es para los Estados Unidos. Y la Legión Americana estuvo involucrada en el intento de 1934 de orquestar un golpe fascista dentro de los Estados Unidos. Hay un ejemplo que es extremadamente importante pero que también es significativo –al igual que en los casos de Italia y Alemania– que muestra que el fascismo opera principalmente a partir de la violencia paraestatal o de la violencia que se subcontrata a la sociedad civil en varias formas pero que también moviliza al estado. Y así, en el período de entreguerras, no debemos olvidarnos de las redadas de Palmer y las formas en que en 1919 y 1920 la División de Inteligencia General del Departamento de Justicia de Estados Unidos orquestó redadas en más de 30 ciudades de Estados Unidos, arrestando entre 5,000 y 10,000 activistas anti-capitalistas. Así que hubo una enorme represión tanto por parte del estado y de estas formas paraestatales de violencia de autodefensa, que no solo fueron paralelas a lo que estaba sucediendo en Europa, sino que se reconocieron, en gran medida, como una fuente de alimentación y un modelo para mucho de lo que se desarrolló allí.
CH: Genial. Cuando regresemos, continuaremos nuestra conversación sobre la naturaleza del fascismo en nuestro estado corporativo con el profesor Gabriel Rockhill. Bienvenido de nuevo a On Contact. Continuamos nuestra conversación sobre el fascismo en nuestro estado corporativo con el profesor Gabriel Rockhill. Así que hablemos de lo que pasó después de la guerra. Y no fue solo Wernher von Braun y unos 200 científicos nazis que vinieron a trabajar para la industria de defensa y en el programa espacial, sino que hubo una gran incorporación de algunos de los peores criminales de guerra del aparato de inteligencia nazi que se fusionaron en el aparato de inteligencia estadounidense. Entonces, por un lado, hubo denuncias públicas del fascismo, pero internamente, dentro de las estructuras de poder, hubo un abrazo no solo de fervientes fascistas, sino que creo que se puede plantear, incluso de la ideología del fascismo en sí.
GR: Absolutamente. Una de las cosas que es importante reconocer es que gran parte de la historia que se nos ha enseñado con respecto a la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, es una historia ideológica que se enfoca en el gobierno visible –o en lo que estaba pasando en la punta del iceberg– es decir en el ámbito político alimentado por lo que el estado capitalista presenta a través de la idea corporativa que controla. Pero el gobierno invisible, es decir el Estado de Seguridad Nacional de los EE. UU. –que realmente se formó en su arquitectura básica en la Segunda Guerra Mundial con el OSS, que luego se convertiría en la CIA– este gobierno invisible trabajó muy de cerca para garantizar que los nazis y fascistas que habían sido reconocidos antes de la Segunda Guerra Mundial como grandes aliados porque eran anticomunistas y eran muy buenos organizándose militarmente para aplastar los movimientos obreros –y esto no solo contra el comunismo sino también contra varias formas de socialismo, anarquismo o contra cualquier movimiento progresista realmente impulsado por el poder popular. Y así, ya durante la Segunda Guerra Mundial, una de las partes importantes de esta historia es que Allen Dulles, que estaba en Suiza en ese momento con la OSS y luego se convertiría en el jefe de la CIA, estaba trabajando para tratar de negociar un acuerdo de paz con los nazis para que los nazis firmaran un acuerdo con Occidente y con Estados Unidos y pudieran desatar toda la fuerza de la maquinaria de guerra nazi contra los soviéticos. No pudo negociar eso con éxito, pero cuando la guerra comenzó a llegar a su fin, él –con otros– se convertirían en importantes arquitectos en el Estado de Seguridad Nacional como James Angleton, que estaba trabajando en Italia, y emprendió la Operación Amanecer. La Operación Amanecer fue un esfuerzo por reutilizar a los nazis y fascistas para hacer lo que mejor sabían hacer desde antes de la Segunda Guerra Mundial y la razón por la que recibieron apoyo antes de la Segunda Guerra Mundial, y eso fue luchar contra los comunistas. Y hay varios ejemplos de esto. Ya he aludido a los científicos que fueron traídos a Estados Unidos a través de la Operación Paperclip. Es importante señalar que se trajeron 1.600 científicos a los que se hacía referencia como los Ángeles de la Muerte de Hitler. Se les asignó laboratorios. Se les dio una vivienda para que las familias pudieran venir. Se les prometió la ciudadanía si su trabajo daba frutos. Y el dar frutos significaba desarrollar, como lo hicieron, armas químicas, armas biológicas que luego podrían ser utilizadas por el imperio estadounidense en su hegemonía global de posguerra. Pero esto es solo una parte de la historia. También están los servicios de inteligencia dentro de Alemania e Italia que luego fueron reutilizados. El caso de Alemania es bastante flagrante porque Reinhard Gehlen fue el jefe de la inteligencia alemana bajo el Tercer Reich nazi contra la Unión Soviética. Y en el período de la posguerra, el CIC que trabajaba para el ejército y era una rama de inteligencia del ejército y que luego, finalmente, se convirtió en la CIA, entonces el Estado de Seguridad Nacional de EE. UU., llevó a cabo un examen de Gehlen y su organización y decidió que lo mejor que podía hacer con él, en lugar de encarcelarlo y acusarlo de cargos en Núremberg u otras cosas por el estilo, era reutilizarlo como jefe del servicio de inteligencia en Alemania. Trabajó muy de cerca con el Estado de Seguridad Nacional de Estados Unidos y se estima que su organización, la Organización Gehlen, reunió a unos 4.000 agentes nazis para trabajar dentro de Alemania. Y esto se convirtió en el núcleo del servicio de inteligencia alemán contemporáneo. Lo mismo sucedió en Italia y también hubo, para cualquiera de los nazis y fascistas con los que el Estado de Seguridad Nacional de EE. UU. quería trabajar y que no pudieran quedarse en Europa, establecieron ratlines. Los ratlines son básicamente formas de exfiltración, cómo llevar a los nazis y fascistas de Europa a otras partes del mundo donde podrían usarse productivamente en la guerra internacional de la CIA contra el socialismo y el comunismo. Y entonces hay miles, si no decenas de miles, a los que se les permitió ir a América Latina. De hecho, fueron 10,000 nazis a los que se les permitió inmigrar a los Estados Unidos en el período de posguerra. Entonces, creo que toda esta historia es importante para comprender eso, y en realidad hay otro aspecto que me gustaría abordar y es la red de ejércitos que se quedan atrás, en Europa. Los ejércitos de permanencia fueron establecidos en todos los países de la OTAN a raíz de la Segunda Guerra Mundial por el Estado de Seguridad Nacional de EE. UU. y la idea era que EE. UU. debería contratar fascistas, nazis y colaboradores en organizaciones subRosa, organizaciones tan clandestinas. que eran organizaciones terroristas militantes que podrían, si los rusos se desplazaban hacia el oeste, funcionar como un ejército que en la retaguardia tras las líneas enemigas que luego emprendieran actos terroristas, exfiltración, sabotaje y otras cosas por el estilo. Y, en realidad, estos ejércitos se movilizaron de manera muy explícita en la década de 1960 siguiendo lo que se conoce como “atención estratégica” en la que hubo una serie de ataques terroristas en Italia, Alemania y Bélgica que se atribuyeron a la extrema izquierda y en particular a los comunistas, pero que en realidad fueron supervisados por los ejércitos que se quedaron en esos territorios y que fueron financiados y supervisados por la CIA y el MI6, que es, por supuesto, la versión británica de la CIA con el respaldo de la OTAN y de Inteligencia. Entonces, cuando todas estas piezas se juntan, y también hay algunas otras, lo que se ve no es una derrota del fascismo en la era de la posguerra, sino una internacionalización del fascismo europeo bajo la cobertura liberal de la pseudo democracia de los Estados Unidos y que esa internacionalización realmente estableció la arquitectura de la política global en la era de la posguerra.
CH: Viví un tiempo en Cochabamba, Bolivia. Allí estudié español cuando Klaus Barbie, lo vi en el Prado con sus guardaespaldas, El Carnicero de Lyon, el hombre que mató a Jean Moulin, y que ciertamente durante el golpe de García Meza en Bolivia, estaba dirigiendo las operaciones de inteligencia, de modo que fue solo un pequeño ejemplo. Finalmente fue extraditado a Francia cuando el gobierno boliviano se convirtió en una democracia. Quiero preguntarle ¿dónde estamos ahora? Tenemos estas corrientes subterráneas que acaba de describir no solo ideológicamente sino también estructuralmente que aún permanecen en su lugar. Ahora nos enfrentamos al mismo tipo de desigualdad social que vimos en la década de 1930, a la separación de grandes sectores de la población en lo que llamamos trumpismo, pero que ciertamente no es un universo basado en la realidad, pero que está lleno de rabia y está centrado en chivos expiatorios. Creo que siempre debería decirse que el racismo, el antisemitismo, son irracionales. Encuentro historiadores que retroceden y se preguntan por qué Hitler era antisemita haciendo referencia a que su madre fue tratada por un médico judío y murió de manera ridícula, porque el racismo no es un sistema racional de creencias racional y si lo entiendes puramente desde un punto de vista cartesiano, dicen que no se entiende. Estamos viendo un período muy similar y siempre recordaré a Fritz Stern, el gran historiador quien, que fue un refugiado de la Alemania nazi de la cual se fue cuando tenía 18 años, enseñó en la Universidad de Columbia, pero quien me dijo que, en Weimar, Alemania, había un anhelo de fascismo antes de que se inventara la palabra fascismo. Y creo que hoy estamos viendo ese anhelo. Quiero que hable sobre el hecho de que la ideología fascista y las estructuras que han abrazado el fascismo permanecen dentro del país y lo que eso significa para la crisis actual, sin duda dentro de los Estados Unidos pero que lo estamos viendo en Hungría y en otros lugares también.
GR: Sí. Esa es una excelente pregunta y muy importante para el momento contemporáneo. Yo diría dos cosas. La primera es que es muy importante resistir lo que yo llamo “el paradigma de un estado-un gobierno”, es decir, la idea de que, si los medios corporativos nos dicen que estamos viviendo en una democracia liberal, ésa es la última palabra y que esa democracia liberal supervisa a la totalidad de la población, lo que significa que todos tenemos derechos, que hay un estado que los protegerá y otras cosas por el estilo. Frente a esto, planteo una especie de modelo de múltiples modos de gobernanza y esto significa que hay diferentes sectores de la población que se gobiernan de manera diferente en función de las necesidades particulares de las relaciones sociales capitalistas. Entonces, si los fascistas no están directamente en el poder y no tienen el poder estatal consolidado, esto no significa en lo más mínimo que no haya movimientos fascistas, al contrario. Por lo tanto, el análisis del fascismo debe expandirse más allá del aparato estatal y reconocer que incluso en el período de entreguerras del que acabamos de hablar, hubo movimientos fascistas en todos los estados capitalistas a raíz de la Gran Depresión. Y así, en segundo lugar, solo resaltando y volviendo a algunas de las cosas que usted señaló, se ve claramente que hay muchas similitudes estructurales notables entre el período de entreguerras hace cien años y lo que estamos viviendo ahora. Estamos atravesando una grave crisis económica que rivaliza, si no supera, a la Gran Depresión. Tenemos una enorme crisis política en la que la legitimidad de las llamadas democracias representativas después de 40 o 50 años de neoliberalismo se está desvaneciendo y la gente lo ve muy claramente. Si no lo ven ideológicamente, lo ven materialmente, lo que significa que lo reconocen. No tienen acceso a atención médica asequible, educación asequible, vivienda asequible y todo lo demás que era al menos parte del estado de bienestar, que no es hacer del estado de bienestar un ideal, sino reconocer que una de las cosas que ha hecho el capitalismo neoliberal es marchitar lenta pero seguramente las protecciones sociales que estaban garantizadas bajo el estado de bienestar. Y lo que esto significa es que la población en general se enfrenta a una situación en la que hay una grave crisis del capitalismo global que se combina con una crisis de legitimidad política y a eso podemos agregar, por supuesto, una crisis social de tipo extremo como hemos visto con la violencia policial racista que continúa sin cesar dentro de los Estados Unidos. Tenemos una crisis sanitaria mundial en nuestras manos. Todo eso pone en tela de juicio la viabilidad política de las pseudo-democracias que han intentado establecer alguna forma de dominio hegemónico dentro del mundo capitalista. Y lo que quiero decir con gobierno hegemónico es gobierno por consenso. Si se mantiene la base material para una atención médica asequible, educación asequible, otras cosas similares, salarios de supervivencia y cosas como éstas, entonces algunas personas tendrán la base material para dar su consentimiento al gobierno. Pero dada la desaparición de esa base material, cada vez hay más crisis de estos modos de gobernanza. Y en respuesta a eso, hay diferentes reacciones y lo que vemos, no podría estar más de acuerdo, es una polarización radical. Y así, a nivel mundial, ha habido un aumento muy claro en los modos de gobierno fascistas autoritarios. Hay un millón de ejemplos que estoy seguro de que todos ustedes, oyentes y espectadores, están familiarizados. Y mucho de eso es una respuesta por parte del capital internacional a la crisis del capitalismo y la necesidad de apuntalarlo. Y una forma de apuntalarlo es mediante la acumulación militarizada a través de la inversión en formas de violencia represiva que son simultáneamente formas de acumulación capitalista. Son muy rentables y sirven para sofocar el malestar social que es inevitable cuando la gente no tiene la base material para sobrevivir. Al mismo tiempo, en el frente esperanzador, hay un resurgimiento, diría yo, de movimientos de clase trabajadora impulsados por jóvenes, impulsados por proletarios en los Estados Unidos. Está muy claro, como hemos visto durante el verano y el otoño, que existe la sensación de que, si es el Partido Demócrata o incluso la campaña de Sanders. Hay mucha organización política en movimientos, partidos, organizaciones, etcétera, que están a la izquierda del consenso consolidado de estos partidos neoliberales, sean demócratas o republicanos. Y así, en ese sentido, la batalla del siglo XXI está apareciendo como formas emergentes o re-emergentes de fascismo confrontadas con movimientos sociales de abajo que están ganando poder. Al mismo tiempo, quizás lo último que diría, es que cuando el fascismo subió al poder en el período de entreguerras, también fue en gran parte en respuesta a la Unión Soviética y los estados comunistas. Y en la situación mundial actual, la dinámica es obviamente muy, muy diferente, por una cosa que es importante que los progresistas reconozcan es que tenemos que construir poder rápidamente. Tenemos que consolidar organizaciones. Tenemos que trabajar a través de los mecanismos del partido porque esa es la única forma real de derrotar al fascismo.
CH: Genial. Muchas gracias. Ese era el profesor Gabriel Rockhill, director del taller de teoría crítica y profesor de filosofía en la Universidad de Villanova.
Rockhill es un filósofo franco-estadounidense y director fundador del Taller de Teoría Crítica y profesor de Filosofía de la Universidad de Villanova. Entre sus libros se incluyen Counter-History of the Present: Untimely Interrogations into Globalization, Technology, Democracy; Interventions in Contemporary Thought: History, Politics, Aesthetics; Radical History & the Politics of Art y Logique de l’histoire.
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