El ex Primer Ministro de Pakistán, Imran Khan, fue atacado con “una ráfaga de un arma automática” que no solo alcanzó a herir a Khan en una pierna, sino también a varios acompañantes. En la refriega murió un hombre de su escolta y el atacante fue detenido por la multitud que acompañaba a Khan.
El hecho se produjo en la ciudad de Wazirabad, en el este de la provincia de Punjab, donde el partido de Khan, fundado por él mismo en 1996 -el Pakistan Tehreek-e-Insaaf o PTI (Movimiento pakistaní por la justicia)- concentra su gran base electoral. Se conoció que Khan de 70 años, fue trasladado de urgencia a un hospital de Lahore y que se encuentra fuera de peligro.
El ex primer ministro de Pakistán, derrocado en abril pasado, en una componenda según el mismo lo denunció entre el Departamento de Estado norteamericano, partidos opositores a su Gobierno y el ejército, fue sorprendido por el atacante el último día de la marcha que bajo el lema haqeeqi azaadi (verdadera libertad) había partido desde Lahore hacia Islamabad el pasado 28, una distancia que no alcanza los 400 kilómetros, y que se puede cubrir en algo más de tres horas, aunque Khan demoraría una semana pasando por diferentes ciudades, pueblos y centros urbanos de su provincia, Punjab.
Este tipo de marchas ha sido frecuente en la historia política de Pakistán, y cada una de las que se realizó, siempre con sentido opositor al obierno de turno, estuvo rodeada de rumores de ley marcial, tensiones y amenazas de violencia y desmanes que por lo general no se han dado.
Con esta marcha, Khan pretendía forzar a las autoridades que asaltaron el poder el pasado 10 de abril, a adelantar las elecciones, previstas para octubre del año próximo, y que el ejército -un verdadero estado independiente dentro de Pakistán- acepte a un candidato de consenso como su jefe. Este había sido el punto que precipitó la crisis que terminó con el derrocamiento de Khan, a quien tras perder el apoyo de los militares se le “fabricó” una moción de censura en el Parlamento acusándolo de corrupción y vínculos con el terrorismo (Ver: Pakistán: Los males perpetuos del colonialismo). Además, la comisión electoral de Pakistán inhabilitó a Khan para postularse a cargos públicos durante cinco años.
Tras conocerse el intento de magnicidio, las protestas surgieron de manera espontánea a lo largo de todo el país, reproduciéndose bloqueos en las principales rutas y multitudinarias manifestaciones en muchas ciudades, incluida Islamabad.
Según comunicó el equipo de asesores de Khan, para este viernes se preparaban más marchas y protestas que finalmente estallaron después de la oración del mediodía en Karachi, Lahore, Faisalabad, Rawalpindi, Khyber Pakhtunkhawa, Multan, Gujranwala, Peshawar, Quetta, Swat, la ciudad natal de Khan, Mianwali, mientras comercios, mercados y escuelas permanecieron cerradas en varios de estos distritos, donde también se han producido heridos y detenciones.
Se esperaba que a la llegada de la columna encabezada por Khan a Islamabad se produjeran importantes disturbios, por lo que el Gobierno del actual Primer Ministro, Shehbaz Sharif, organizó la “recepción” con más de 20.000 hombres de la policía, el Frontier Corps o FC (Cuerpo de Frontera) y Rangers, armados con pistolas de gas lacrimógeno, balas de goma, armas de fuego, pistolas de pimienta, pinturas en aerosol, unos 374 vehículos de transportes y equipos especializados en detenciones, desplegados en diferentes zonas de la ciudad, aunque el grueso de las fuerzas permanecía apostado sobre la New Margalla Road, la avenida principal de la capital.
Por su parte los organizadores de la marcha habían pedido a sus acompañantes que fueran provistos de máscaras antigás, sábanas, frazadas, toallas, ropa extra, carpas, hondas, bolas metálicas y machetes para responder al recibimiento que les daría la policía a su llegada.
Tras la abrupta finalización de su mandato, Imran ha incrementado de manera notoria su popularidad, especialmente después de que se evidencie la burda maniobra de los Estados Unidos, opositores y el ejército.
Voceros del Khan revelaron que horas después del atentado que su jefe les había confesado que tenía información acerca de la posibilidad de un ataque y que acusaba abiertamente al Primer Ministro Shehbaz Sharif, al Ministro del Interior Rana Sanaullah y al mayor general Faisal Naseer como responsables intelectuales del hecho, por lo que, de no ser removidos, se lanzaría una ola de protestas a nivel nacional. Además se informó de que el PTI no detendría la marcha y reanudaría Wazirabad hacia Islamabad, por lo que en las primeras horas de este viernes ya se reunían en el lugar del ataque para seguir la marcha hacia la capital a pesar de que el ministro Sanaullah lo negó en declaraciones de última hora del jueves.
Las culpas de Imran Khan
Pakistán tiene una población cercana a los 230 millones de habitantes de absoluta mayoría musulmana, posee armamento nuclear y un ejército prácticamente autónomo que a lo largo de los 75 años de existencia de la nación ha marcado el ritmo político del país con sucesivos golpes de estado. Cuando Khan asumió el cargo de Primer Ministro se convirtió en el segundo, desde 1947, en recibir el mando de un Gobierno civil.
Por otra parte, el servicio de inteligencia Inter-Services Intelligence (ISI), como brazo fundamental del ejército, ha penetrado en todas las instituciones del país controlando medios informativos, empresas privadas y además de contar con fluidas relaciones con agencia occidentales como la CIA y el británico MI6 tiene aceitados contactos con diferentes grupos terroristas vinculados a al-Qaeda y el Dáesh, e incluso los talibanes, con los que desde siempre ha mantenido una relación de amor u odio según quien mande en Kabul y en Islamabad.
Sus fronteras son particularmente calientes como por el norte con Afganistán, con quien comparte 2.700 kilómetros, por el oeste Irán con 900 kilómetros y por el sur con India, también potencia nuclear, con quien además de tener un largo conflicto por Cachemira, que lo llevó a mantener tres guerras e incontables escaladas bélicas, cuenta con una frontera de 3.000 kilómetros. En el interior del país las cuestiones clánicas y tribales tampoco son sencillas e incluso existen varias provincias con intenciones separatistas que mantienen guerras larvadas con picos de extrema violencia, como en la provincia de Baluchistán, aunque además Islamabad mantiene relaciones tensas con las provincias de Sindhudesh, Cachemira, Gilgit-Baltistan y Jinnahpur y la extensa región conocida como áreas tribales bajo administración federal en la frontera con Afganistán, cuyos límites son tan cambiantes como el clima de las montañas donde se asientan.
El país, además de tener índices de pobreza que alcanzan el 30 por ciento, en estos últimos años está sufriendo, como pocos, las consecuencias de la crisis climática, que ha producido oleadas de calor extremo, sequías e inundaciones jamás vistas. La última de estas inundaciones produjo daños por 30.000 millones de dólares a la economía y ha dejado a 11 millones de personas frente a la inseguridad alimentaria.
De haberse concretado el asesinato de Khan no habría sido el primero de semejante relevancia, ya que en 2007 la ex Primera Ministra Benazir Bhutto fue asesinada tras un mitin electoral en la ciudad de Rawalpindi. Su padre también Primer Ministro, Zulfikar Ali Bhutto, fue ahorcado en 1979 después de haber sido derrocado por un golpe militar. Aunque si de magnicidio hablamos, el primero se remonta a 1951, apenas cuatro años después de la partición con India, cuando fue asesinado Liaquat Ali Khan, primer jefe de Gobierno y fundador del Pakistán moderno. Aunque la lista de políticos asesinados desde que se creó Pakistán en 1947, entre los que aparecen ministros y gobernadores provinciales, es mucho más extensa.
La inestabilidad política no es casualidad, sino un destino para Pakistán. Khan, intentó, desde que asumió el cargo de Primer Ministro, revertir ese trágico destino. Tras imponerse en las elecciones de 2018, habiendo sido uno de los personajes más populares de su país, por ser una estrella internacional como jugador de cricket, tras asumir el cargo condenó a su Gobierno por distanciarse de Washington y acercarse a Beijing y Moscú. El inicio de la contraofensiva rusa en Ucrania lo encontró de viaje oficial a ese país.
Entre otras culpas de Khan también se computa haber mantenido a su Gobierno lejos de las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), y a pesar de que después debió aceptarlas dada la inercia financiera y las presiones políticas internacionales y locales, aumentando los precios del petróleo y las tarifas eléctricas, poco tiempo después consiguió volverlas a subvencionar llevando algo de alivio al sufrido pueblo pakistaní. Es importante señalar para descubrir quién se encontraba en de abril tras el nuevo Gobierno que volvió a restablecer las medidas ordenadas por el Fondo.
Es interesarte hacer un paragón del golpe parlamentario y el atentado sufrido por Khan con sus colegas latinoamericanos que han desarrollado políticas similares respecto a los Estados Unidos y el FMI, como el hondureño Manuel Celaya en 2009, el presidente de Paraguay Fernando Lugo en 2012, la persecución sufrida por el ecuatoriano Rafael Correa tras la finalización de su mandato en 2017, al igual que la sufrida por Lula, al que consiguieron encarcelar tras el proceso de destitución de Dilma Vana Rousseff en 2016, y la persecución judicial que todavía no acaba contra la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, quien al igual que Khan sufrió un intento asesinato a manos de un lumpen subnormal, alentado y financiado por el poder real.
Las consecuencias que deberá afrontar el país centroasiático, tras este intento de magnicidio, son todavía desconocidas por lo que es imposible presagiar hacia dónde marcha Pakistán.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.