Si pasea por el centro de Rangún o Mandalay en un futuro no muy lejano, se puede sorprender viendo pasar a un monje budista en un Mercedes o en un Bentley último modelo. Pero no se sorprenda. Esto es el Myanmar tras el golpe de estado. Los altos cargos religiosos que apoyan al régimen han visto aumentar su flujo de dinero junto con su influencia, ya que los generales hacen alarde de abrazar el budismo y reparten suculentas recompensas a los monjes que les ayudan a hacerlo.
Sin embargo, estos mendigos oportunistas son cada vez más criticados por la opinión pública, que los califica de «monjes compinches» y los boicotea.
La ciudadanía oprimida del país, las personas activistas y las figuras políticas en la oposición han tomado nota de los conocidos religiosos que apoyan públicamente el golpe mientras guardan silencio sobre la violencia y las atrocidades del régimen en toda la nación. Los monjes budistas de Myanmar fueron conocidos en su día por su activismo político, primero como agitadores que desafiaban el dominio colonial británico y más tarde plantando cara a los regímenes que precedieron a la actual junta militar. En la actualidad, muchos monjes, sobre todo los más influyentes y de mayor rango, se enfrentan a interrogantes sobre sus posturas políticas, su riqueza inexplicable y los florecientes negocios que han creado en las últimas décadas.
Es un matrimonio de conveniencia. Los líderes militares ofrecen riqueza y protección a los monjes que cooperan con ellos. A cambio, adquieren cierta legitimidad, presentándose como protectores del budismo mayoritario en el país, salvaguardándolo de lo que afirman es la amenaza de la expansión del islamismo.
La facción de monjes conservadores y ultranacionalistas de Myanmar, que tanto se hace oír, ofreció todo su apoyo a los militares mucho antes de que dieran el golpe de estado de 2021.Para jugar la carta de la religión con mayor eficacia, los militares han cultivado durante años una fuerte conexión con el grupo ultranacionalista Asociación para la Protección de la Raza y la Religión, conocido como Ma Ba Tha.
Fundada en 2012, la organización, dirigida por monjes ultranacionalistas, ha sido acusada de avivar las tensiones sectarias en Myanmar y contribuir a brotes de violencia religiosa.
Durante el gobierno de 2011 a 2016 del presidente y antiguo general Thein Sein, dirigentes militares y civiles, incluidos los llamados «reformistas», apoyaron a Ma Ba Tha mediante donaciones, protección y respaldo político.
Desde que tomaron el poder en 2021, los militares han seguido jugando la carta de la religión.
En concreto, dos destacados monjes han resultado ser los favoritos de la junta desde el golpe: Sitagu Sayadaw Ashin Nyanissara y Dhammaduta Ashin Chekinda.
Sitagu Sayadaw, de 87 años, dirige la secta Shwe Kyin, una de las nueve sectas monásticas budistas de Myanmar. Antes del golpe de 2021, era uno de los monjes más venerados e influyentes del país, con cientos de miles de seguidores tanto nacionales como extranjeros.
Dhammaduta Ashin Chekinda se ha labrado su reputación creando programas budistas para adolescentes durante las vacaciones de verano y que atraen a cientos de jóvenes cada año. Dirige la Universidad Internacional Misionera Budista Theravada de Rangún y cuenta con decenas de miles de seguidores en todo el país, incluidos muchos en círculos militares.
Ambos monjes han estrechado sus lazos con el líder golpista Min Aung Hlaing desde la toma del poder en 2021, lo que no es de extrañar, a posteriori, dado que instaron a los militares a tomar el poder meses antes del golpe. Ambos han sido criticados por su hermetismo ante las atrocidades cometidas por la junta.
En 2022, Sitagu Sayadaw elogió al líder de la junta Min Aung Hlaing como «rey» o «jefe de estado» de «gran generosidad y sabiduría», después de que el golpista confiriera el título budista más importante de Myanmar a un antiguo presidente de Ma Ba Tha. Sus elogios a Min Aung Hlaing como «rey» se produjeron cuando ya habían muerto miles de personas en las medidas de represión, redadas, ataques aéreos y de artillería del régimen.
Otro de los seguidores más acérrimos de Min Aung Hlaing es U Kovida, del estado oriental Shan, conocido como Vasipake Sayadaw, famoso por sus predicciones astrológicas y sus votos de silencio. De hecho, sus prácticas no están relacionadas con el budismo sino con creencias hindúes. El monje ha sido acusado de aconsejar al general para que ordenara a las fuerzas de seguridad a disparar a las personas manifestantes en la cabeza durante las primeras manifestaciones callejeras posteriores al golpe.
A cambio de respaldar a los criminales de Naypyitaw, estos monjes han recibido donaciones, vehículos caros, viajes al extranjero y títulos de alto rango, tanto por parte de la junta como de terceros asociados al régimen.
Los estrechos vínculos del régimen con Sitagu Sayadaw Ashin Nyanissara y Dhammaduta Ashin Chekinda se pusieron de manifiesto cuando éstos acompañaron a los dirigentes militares a Rusia, con el propósito de consagrar una réplica de la pagoda Shwezigon en Moscú.
La explotación de una nación caritativa
En 2013 y 2019, Myanmar se situó cerca de los primeros puestos de un índice, publicado por una organización benéfica británica, que mide la generosidad mundial. La mentalidad profundamente kármica del país se considera el probable motivador.
Esto es en parte un reflejo de la fuerte influencia del budismo Theravada en Myanmar. Muchos fieles creen que lo que se hace en esta vida tendrá consecuencias en la siguiente, y los monjes desempeñan un papel importante en la transmisión de esa creencia.
Un tema habitual de los sermones de los monjes es el saṃsāra, palabra Pali y del Sánscrito que significa «vagar o correr en círculos», en referencia al ciclo kármico de la vida, la muerte y el renacimiento en el sufrimiento en el que creen las personas budistas. Los monjes suelen terminar sus charlas insistiendo en la importancia de la dana o donación.
De hecho, hacer méritos es una de las actividades religiosas más comunes y populares entre los budistas de Myanmar. La mayoría se esfuerza por cumplir los Cinco Preceptos (abstenerse de matar, robar, mantener malas conductas sexuales, mentir y consumir drogas) y acumular méritos mediante donaciones, a menudo a monjes y pagodas, y realizando buenas acciones para obtener un renacimiento favorable.
Lamentablemente, esto genera una enorme fuente de ingresos para monjes influyentes como Sitagu Sayadaw, que ha amasado una flota de coches de lujo con, entre otras marcas, Mercedes, Lincolns y Bentleys. Aunque se desconoce el alcance de la «economía» general que rodea a los monasterios de Myanmar, que incluye no solo vehículos llamativos y riqueza inusual, sino también cuantiosas donaciones públicas periódicas a templos y monasterios de todo el país, realizadas especialmente en días festivos, se puede suponer que ésta asciende a cientos de millones de dólares anuales. Los monjes hacen una fortuna en Myanmar, donde casi la mitad de sus 54 millones de habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza.
Dana – la fuente de ingresos espirituales
Aun así, los templos y monasterios budistas de Myanmar siguen estando concurridos y los monjes continúan prosperando.
Pero las críticas a su avaricia van en aumento.
Cuando la edición birmana de esta publicación publicó un reportaje del medio tailandés Khaosod sobre un monje tailandés que aceptó la donación de un BMW 750 valorado en casi 7 millones de bahts (unos 200.000 dólares), los lectores de Myanmar se burlaron, afirmando que los monjes de su país no se impresionarían. Uno dijo: «Nuestros monjes famosos se reirían…».
Otra persona escribió: «Pero esto no es un Bentley. Tenemos un budismo próspero, y tu BMW no es nada aquí en Myanmar. Nuestros monjes no tienen ningún deseo, pero prefieren conducir coches más caros que los tailandeses… ¡¡¡No tenemos ningún problema!!!». Cualquier persona de Myanmar leyendo esto sabe que «nuestros monjes» se refiere a los «monjes famosos» como Sitagu Sayadaw.
No siempre fue así. Desde la época colonial hasta el régimen anterior, a principios de la década del 2000, el monacato fue un foco de agitación política en Myanmar.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Hoy en día, la comunidad monástica está dividida. Los monjes contrarios al régimen son castigados o marginados, mientras que a los que promueven activamente el nacionalismo, o simplemente se mantienen neutrales, se les permite actuar libremente y prosperar. En particular, la junta ha demostrado ser experta en explotar a los monjes que tienen muchos seguidores.
Los ricos y poderosos generales de Myanmar, quienes violan a diario el precepto de no matar supervisando la matanza de civiles, invitan regularmente a sus lujosas residencias a conocidos monjes de alto rango, o visitan sus templos para colmarlos de grandes donativos. Algunas de las figuras más ricas y poderosas de Myanmar han adquirido su riqueza durante su propia vida. ¿Se debe, entonces, a méritos anteriores? Al mismo tiempo, millones de personas siguen en la pobreza mientras continúan donando devotamente dinero o cualquier cosa que puedan a monjes y templos.
Los monjes que aceptan los Mercedes, los Bentleys y los últimos modelos de teléfonos inteligentes parecen no tener problemas para mantener vínculos con ricos y poderosos. ¿Le dirán estos monjes a los generales que detengan la matanza?
El rayo de esperanza que ha surgido de todo esto es la disposición de la juventud de Myanmar, que incluye a los jóvenes monjes progresistas, para cuestionar el comportamiento de los monjes budistas que exhiben, con audacia y desvergüenza, sus coches extranjeros, en un momento en que millones de sus compatriotas se hunden cada vez más en la pobreza.
¿Se les ocurre, alguna vez, a estos monjes que tal comportamiento podría ser inapropiado, por no decir espiritualmente dudoso, en un país gobernado por una junta brutal cuyas fuerzas se dedican a violar, a bombardear objetivos civiles e incendiar hogares?
Los monjes ancianos de Myanmar se están forrando, cómodos en su lugar entre la tierra y el cielo.
Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/commentary/unholy-alliance-myanmars-mercedes-monks-and-the-men-in-green.html