Recomiendo:
0

India, la hora de los oportunistas

Fuentes: Rebelión

A la hora que todos seguimos aturdidos por las primeras salvas del conflicto entre Irán e Israel y nos confunde la posibilidad, hasta ahora distópica, de una guerra civil en los Estados Unidos. Mientras que lejos están de callar los múltiples frentes cada vez más activos en África y en Asia, continúa la hoguera birmana al tiempo que sigue pendiente la cuestión por Cachemira, entre India y Pakistán, y los roces fronterizos entre Camboya y Tailandia van en creciente. En Europa no se extingue el ya aburrido juego del gato y el ratón en Ucrania.

Como un ladrón crepuscular Narendra Modi, alentado por su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP), aprovecha para profundizar su eterna campaña contra los musulmanes de la India.

Bangladesh acaba de denunciar a India por la deportación ilegal de centenares de ciudadanos indios, mayoritariamente musulmanes, acusados por Nueva Delhi de inmigrantes ilegales procedentes de Bangladesh.

Las múltiples razzias practicadas por la policía india, que tuvieron como epicentro el estado nororiental de Assam, han violado sus derechos privándolos de defensa legal al ser enviados de inmediato a Bangladesh obligándoles a cruzar la frontera en plena noche.

Desde Dhaka se denunció que Nueva Delhi no realizó el obligatorio debido proceso legal, expulsando especialmente a musulmanes y miembros de las castas más desprotegidas en su país. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Bangladesh dijo haber reclamado a las autoridades indias que abandonaran las deportaciones, sin consulta ni investigación previas, sin que hasta ahora desde India tuvieran ninguna respuesta.

Se conoció que durante las deportaciones compulsivas, en las que se incluían muchos ciudadanos indios “cazados” selectivamente, al intentar resistirse fueron amenazados con armas de fuego para que accedieran a los transportes por las Fuerzas de Seguridad Fronteriza de la India (BSF).

En respuesta, las autoridades fronterizas de Bangladesh ya han devuelto a India a doscientos ciudadanos indios, los que debieron retornar a pie, sin ningún amparo legal ni sanitario dada la descoordinación fronteriza. Obligados a atravesar bosques y cruzar ríos, al tiempo que debían esconderse de las BSF, temiendo ser nuevamente deportados o directamente asesinados. Más tarde se conoció que algunos de los musulmanes detenidos por la policía en Bombay y deportados eran ciudadanos indios originarios del estado de Bengala Occidental.

Se conoce que en el contexto de las persecuciones al menos cien personas que habían sido detenidas se encuentran desaparecidas.

Los retornados dicen que las autoridades bangladesís los detuvieron en un campamento improvisado. Desde allí, en pocas horas, los cargaron en camiones y los condujeron hasta la frontera, dejándolos allí sin ningún papeleo ni control.

La cada vez más activa represión contra los que el Gobierno indio denomina “bangladesíes ilegales” tiene como excusa la reciente escalada armada por Cachemira entre Nueva Delhi e Islamabad, a partir de los ataques contra turistas indios en mayo pasado (Ver. Cachemira, otra vez tormentas).

Las detenciones se incrementaron al tiempo que el ejército indio lanzaba la operación Sindhoor contra posiciones pakistaníes.

Toda esta persecución se encuadra en la discutida Ley de Ciudadanía (CAA) de 2019, por la que solo los musulmanes deben demostrar que nacieron en la India o llegaron antes de 1971. Mientras que hindúes, sijs y miembros de otras religiones fueron eximidos de esa obligación.

En este contexto, el Ministro Principal (Gobernador) de Assam, miembro del partido de Modi, el BJP, informó que: “Se intensificará y agilizará la política estatal de la expulsión automática de extranjeros ilegales”.

Mientras que de la capital, Nueva Delhi, y estados como los de Gujarat, Rajastán y Maharashtra, se reporta que más musulmanes han sido deportados. Solo en Gujarat, donde Modi ha sido Ministro Principal entre 2001 y 2014, detuvieron a cerca de siete mil presuntos bangladesíes. Después de que miles de ellos fueron exhibidos por las calles, para su degradación pública, se conoció que menos de quinientos estaban en situación irregular.

La semana pasada la guardia fronteriza de Bangladesh devolvió a cuatro hombres musulmanes detenidos por la policía en Bombay y deportados, tras descubrirse que eran trabajadores migrantes indios del estado de Bengala Occidental.

Otra frontera caliente

Podríamos decir que, por lo menos en la era moderna, Birmania e India tienen un origen común. Ambas naciones fueron parte del Imperio Británico y se independizaron de él con pocos meses de diferencia: agosto de 1947 India, enero de 1948 Birmania. Después de una intensa lucha anticolonial, esa experiencia fraguó intensas relaciones políticas y económicas entre las jóvenes repúblicas.

Relaciones que se han alterado a partir del nuevo escenario birmano por la guerra civil entre el Tatmadaw (ejército) y un amplio espectro de guerrillas étnicas, religiosas y políticas, que se extiende a lo largo de todo el país desde hace ya casi cuatro años y que ha repercutido también en la frontera con India.

Una región montañosa de difícil acceso, habitada por múltiples etnias y tribus montadas a uno y otro lado de la línea, con más de mil seiscientos kilómetros, que atraviesa los estados Arunachal Pradesh, Nagaland, Manipur y Mizoram.

Esta característica hace que los grupos rebeldes que se recuestan contra esa frontera india en los estados birmanos de Chin, Sagaing, Kachin puedan contar con apoyo de sus hermanos indios, lo que también ha generado tensiones entre Naypyidaw y Nueva Delhi.

Lo que ha obligado a Modi a realizar ajustes en sus políticas con la junta militar birmana, intentando cierta aproximación a los grupos rebeldes, al tiempo que ha incrementado los controles fronterizos, particularmente en el comercio y la ayuda india a poblaciones cercanas a la frontera, además de contener el flujo de refugiados birmanos que escapan de la guerra.

Los nuevos diseños de Nueva Delhi, respecto a la actual situación fronteriza con Birmania, la obligan a repensar qué hacer con el comercio informal que sostiene la economía de miles de pequeños productores a uno y otro lado de la frontera, al tiempo que, además de evitar repercusiones en su propia seguridad, necesita continuar con los objetivos trazados por Modi en 2014 de convertir a India en foco de influencia del sudeste asiático, a través de la Act East Policy (Política de Actuar hacia el Este), con foco en la diplomacia, la económica y la geopolítica en la que Myanmar opera como puerta de entrada a esa región.

Tras el golpe del primero de febrero del 2021, India se esforzó en atraer la atención del general Min Aung Hlaing, quien emergió como nuevo presidente, teniendo en cuenta la fuerte influencia china, política y comercial, con el Gobierno derrocado del presidente Win Myint, que en verdad desde las sombras controlaba Aung San Suu Kyi. Se estima que Beijing ha invertido en el Corredor Económico China-Birmania unos veinte mil millones de dólares para conectar el sudoeste del país con la costa del estado de Rakhine, la única ruta terrestre posible desde China al océano Índico.

India, históricamente, ha buscado injerencia en Birmania, apoyando operaciones de contrainsurgencia contra los grupos separatistas en sus estados del noreste, contando con que algunos tenían bases en su territorio.

Narendra Modi cometió un error de cálculo al apostar a favor de los golpistas de Naypyidaw, sin considerar la reacción de las fuerzas políticas expulsadas del poder y su alianza inmediata con los grupos insurgentes. Con esta nueva realidad, Delhi busca una mayor aproximación con las fuerzas rebeldes, al tiempo que, como también lo hace Beijing, busca mantener equilibrada su relación con los militares. Los generosos aportes indios tras el terremoto de pasado marzo son una prueba de esto.

Torpemente, el Gobierno indio, enceguecido por los principios fundamentalistas de la Hindutva y en previsión de lo que pudiera suceder, estableció una serie de restricciones a lo largo de la frontera birmana, incluyendo la posibilidad de cercar la frontera, acotar el Régimen de Libre Circulación que permitía el tránsito a los residentes de ambos lados y el establecimiento de un registro biométrico de los refugiados con el objetivo posterior de su repatriación.

En el nuevo contexto internacional en que se puede llegar a reconfigurar de manera absoluta el mundo musulmán tras la guerra Irán-Israel, que también traerá consecuencias al resto del planeta, Modi espera tener mucho que ganar a la hora de los oportunistas.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.