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¿Prepara Estados Unidos una guerra contra Venezuela?

Fuentes: Rebelión

Traducido del neerlandés por el autor

Estados Unidos ha desplegado una enorme flota de guerra frente a la costa de Venezuela y ha llevado a cabo ya ataques mortales bajo el pretexto de la «guerra contra las drogas». La verdadera apuesta es tanto el cambio de régimen para hacerse con las gigantescas reservas de petróleo de Venezuela como su política soberana.

Tambores de guerra en el Caribe

Supongamos que una flota rusa o china se estacionara frente a nuestras costas en Europa y torpedeara barcos. Estaríamos en el más alto estado de alarma y prepararíamos todo para rechazar un ataque militar.

Esto no es ficción, sino exactamente lo que ocurre actualmente frente a las costas de Venezuela, donde Estados Unidos ha desplegado en las últimas semanas una flota de guerra formada por destructores, buques de guerra con instalaciones de misiles, cazas F-35, aviones de reconocimiento, un submarino de ataque, más de 4.000 infantes de Marina e incluso un submarino nuclear.

Además, se calcula que 10.000 militares estadounidenses se encuentran en la región, sobre todo en Puerto Rico y en buques anfibios.

Esta flota de guerra no es un desfile. En las últimas semanas el gobierno de Trump ordenó al menos cinco ataques mortales contra barcos que, sin pruebas, llama «barcos de la droga». Hubo 27 muertos. En estos ataques no hay detención ni juicio. El New York City Bar Association [Colegio de Abogados de la Ciudad de Nueva York] condena estos actos de guerra como «ejecuciones extrajudiciales ilegales – asesinatos».

Por si los ataques marítimos no fueran suficientes, se avistaron bombarderos B-52 cerca del espacio aéreo venezolano. Al mismo tiempo el presidente Trump admitió abiertamente que había dado luz verde a la CIA para operaciones secretas en Venezuela, según fuentes estadounidenses con un mandato amplio que va desde la colaboración con grupos opositores locales hasta acciones letales en territorio venezolano.

El despliegue bélico y los ataques contra las embarcaciones se venden como una «guerra contra las drogas», pero esa excusa no es válida por dos razones. En primer lugar, Colombia y Ecuador constituyen las principales rutas de la cocaína hacia Estados Unidos. Como mucho, Venezuela desempeña un papel secundario en este tráfico de drogas.

En segundo lugar, es evidente que un despliegue militar de tal envergadura es totalmente inapropiado para una operación contra el narcotráfico. Aquí se persigue un objetivo mucho más agresivo. El gobierno de Trump no lo dice abiertamente, pero está claro que mantiene abierta la opción de ataques terrestres con el objetivo de un cambio de régimen.

Motivos declarados

A ojos de Washington Venezuela combina tres «pecados»: las mayores reservas de petróleo del mundo sobre las que Estados Unidos no tiene control, una política exterior soberana —con alianzas con China, Rusia, Irán, la OPEP y redes Sur-Sur— y un proyecto social que destina las riquezas naturales a fines públicos.

Por eso, desde 1998, cuando Hugo Chávez fue elegido presidente, Estados Unidos ha hecho todo lo posible para llevar a cabo un cambio de régimen e instalar un gobierno títere, lo que incluye sanciones económicas, guerra diplomática, intentos de golpe de Estado, influencia y manipulación de elecciones, incluso operaciones secretas.

Recientemente, la general Laura Richardson, la antigua comandante del Comando Sur estadounidense, que dirige las operaciones militares estadounidenses en el Caribe y alrededor de Venezuela, admitió abiertamente lo que Washington suele ocultar tras palabras como «democracia» y «derechos humanos». Según ella, la política de Estados Unidos en América Latina en realidad trata de controlar las enormes riquezas naturales de la región —petróleo, litio, oro y tierras raras— necesarias para el poder militar y tecnológico occidental.

Asimismo, señaló especialmente que las enormes reservas de recursos de Venezuela es la verdadera razón detrás de los intentos desde hace décadas de producir un cambio de régimen y de las sanciones económicas contra el país.

La «paloma de la paz» como tapadera de la guerra

Mientras tanto, en el teatro político aparece un rostro «aceptable» para Estados Unidos para sustituir al actual presidente Maduro: la líder opositora de extrema derecha María Corina Machado.

Con el apoyo de figuras de primer nivel en Washington y un Premio Nobel de la Paz en el bolsillo, se la pule internacionalmente como alternativa democrática, a pesar de su papel en el intento de golpe de 2002, su apoyo abierto a las sanciones y a las protestas callejeras violentas de 2014 y 2017.

La postura de Machado es clara desde hace años: no negociar, aumentar la presión, endurecer las sanciones y, si es necesario, intervención militar. Su Premio Nobel llega precisamente en un momento en que Washington prepara la guerra contra Venezuela. ¿Será casualidad?

En todo caso, es francamente cínico que en Occidente se la utilice como icono de la paz en el momento en que Trump habla abiertamente de ataques terrestres que ella aprueba y alienta.

Enérgica condena

El gobierno venezolano solicitó una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debido a esta amenaza militar. Allí se hizo un llamado a la desescalada y al respeto del derecho internacional. El subsecretario general de la ONU señaló que los Estados miembros deben llevar a cabo sus operaciones antidroga en conformidad con el derecho internacional.

El presidente Nicolás Maduro responde en el propio país con ejercicios de defensa nacional, el plan “Independencia 200″ y, al mismo tiempo, subraya el llamado al diálogo. En Caracas y en el estado Miranda, milicias civiles, policía y ejército entrenan conjuntamente para proteger infraestructuras estratégicas, como la electricidad, el abastecimiento de agua y los hospitales.

Entretanto, en América Latina se trabaja en la formación de brigadas internacionalistas para apoyar a Venezuela. Según João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, organizaciones sociales de distintos países de América Latina coordinan sus esfuerzos para enviar activistas que se pongan a disposición para ayudar a Venezuela a defenderse de la agresión de Estados Unidos. Se inspira en las Brigadas Internacionales de la guerra civil española, cuando voluntarios de muchos países acudieron a defender a la República española.

Varios presidentes de la región se han pronunciado contra la amenaza de guerra de Washington. Gustavo Petro, presidente de Colombia, advirtió que cualquier ataque a Venezuela sería considerado una agresión contra toda América Latina y el Caribe. «América Latina y del Sur, y el Caribe debe unirse ya para rechazar y reaccionar, más allá del discurso, contra cualquier agresión a la patria de Bolívar y al territorio latinoamericano y caribeño. Venezuela es de los venezolanos», afirmó Petro.

También el presidente brasileño Lula se pronunció con firmeza contra la agresión de Estados Unidos: “El pueblo venezolano es dueño de su destino. Y no es ningún presidente de otro país quién debe opinar cómo será Venezuela”.

China condenó toda amenaza o uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Beijing rechaza rotundamente toda injerencia extranjera en los asuntos internos de Venezuela, bajo cualquier pretexto. Condena toda acción que ponga en peligro la paz y la estabilidad en la zona.

En Estados Unidos un grupo de senadores de ambos partidos presentó una resolución para impedir que el presidente Trump lleve a cabo acciones militares contra Venezuela sin la aprobación del Congreso. Buscan así restablecer la competencia constitucional del Congreso para declarar la guerra y detener la expansión del poder militar de Trump en el Caribe bajo el pretexto de la «guerra contra las drogas».

También es muy llamativo que el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur estadounidense, haya presentado su renuncia. Según The New York Times, Holsey se opone al despliegue masivo de tropas en la región y al bombardeo de cinco embarcaciones venezolanas, ataques para los cuales no se aportó ninguna prueba de que se tratara de barcos de la droga. Dentro del Pentágono habrían surgido graves discrepancias entre Holsey y el ministro de Guerra Pete Hegseth, y según Reuters el almirante dimitió justo antes de un posible despido.

Petróleo, ideología y mentiras

Quien recuerda 2003 ve fácilmente paralelos. En aquel momento las armas de destrucción masiva debían justificar la invasión de Irak. El objetivo real era rediseñar geopolíticamente la región y controlar del petróleo.

El «narcoterrorismo» y una «amenaza para Estados Unidos» sirven hoy de pretexto retórico. El objetivo final sigue siendo el mismo: cambiar de régimen y desmantelar la Revolución Bolivariana, un importante referente anticolonial en América Latina.

La historia enseña que las intervenciones militares tienen un alto coste: miles y miles de personas muertas, países devastados y una región en permanente inestabilidad. Basta recordar Irak y Libia. Por lo tanto, el actual despliegue bélico frente a las costas de Venezuela es extremadamente inquietante y se debe rechazar de la manera más enérgica posible.

Texto original: https://www.dewereldmorgen.be/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor y traductor, y Rebelión como fuente de la traducción.