Según el gobierno indio, “fuerzas antinacionales” habrían sido las responsables del ataque del pasado lunes 10, en cercanías del Fuerte Rojo, uno de los monumentos más visitados de toda India, en pleno centro de Nueva Delhi, que dejó unos quince muertos y al menos una treintena de heridos.
El atentado se convirtió en uno de los más letales sucedidos en la capital india en más de una década, ya que se ejecutó al atardecer, cuando es usual que ese sector de la ciudad se encuentre densamente transitado.
El coche bomba que estalló en medio de una gran congestión de tránsito haciendo que varios cuerpos salieran lanzados de los autos vecinos, provocando además el incendio de los vehículos más cercanos al epicentro de la explosión.
Más allá de las declaraciones de fórmula por parte del Gobierno del primer ministro Narendra Modi respecto a que el hecho fue “un acto vil y cobarde que ha provocado la pérdida de vidas inocentes”, se conoció que la agencia nacional de investigación, la unidad antiterrorista de la India, fue puesta a cargo de la investigación.
El incidente, al ser catalogado como ataque terrorista, según la legislación india otorga a los agentes amplios poderes para realizar las operaciones de búsquedas y detenciones.
Si bien todavía no ha habido declaraciones por parte del Gobierno acerca del origen del grupo terrorista que perpetró este último ataque, la policía, unas horas antes, había informado acerca de la detención de cinco personas vinculadas a actividades terroristas en el siempre candente distrito de Pulwama en Cachemira, una región en disputa entre India y Pakistán desde 1947, a unos ochocientos kilómetros al norte de Delhi, donde en abril de 2019 se registró un ataque en que murieron unos cincuenta oficiales de la Fuerza de Policía de la Reserva Central (CRPF). (Ver: Cachemira, más fuego a la caldera).
Más allá de que los investigadores todavía establecieron los vínculos entre los detenidos en Pulwama y los responsables del ataque en cercanías del Fuerte Rojo, las autoridades han informado del descubrimiento de una célula de “terrorismo interestatal y transnacional” supuestamente relacionada con el grupo islamista Jaish-e-Mohammad o JeM (El ejército de Mahoma) que históricamente ha operado en cercanías de Delhi y sospechado por la inteligencia india de tener fuertes lazos con el servicio de inteligencia pakistaní Inter-Services Intelligence (ISI).
En el marco de las investigaciones por el ataque del pasado martes, las autoridades informaron que en diversos operativos habrían incautado cerca de tres mil kilos de explosivos y productos químicos, además de detonadores y armas de fuego. En la redada también se produjeron unas siete detenciones, entre ellas dos médicos cachemires.
Todavía no está claro si el conductor del automóvil que causó la explosión era parte de la misma célula terrorista y si el ataque no fue más que una respuesta a los arrestos y allanamientos que se habían realizado días antes.
Este ha sido el primer ataque significativo desde abril pasado, cuando veinte turistas hindúes fueron asesinados en el valle de Pahalgam (Cachemira), según se cree, por militantes de un desconocido Frente de Resistencia de Cachemira (FRT), lo que finalmente derivó en una de las escaladas militares más graves de los últimos años. (Ver: India, Pakistán, humo y niebla), en la que se estima murieron unas setenta personas.
Tras el ataque en el Fuerte Rojo, el Gobierno prometió seguir ejecutando sus políticas de tolerancia cero hacia el terrorismo en cualquiera de sus formas, por lo que se teme que esto de pie a una nueva escalada con Pakistán.
Con un fuerte dispositivo de seguridad la Policía de Delhi, este jueves 13, emitió una recomendación instando a todos los ciudadanos próximos a viajar a llegar a las estaciones tanto de tren, metro, buses y al aeropuerto, con el tiempo suficiente para superar las demoras por los controles establecidos en el marco de la emergencia antiterrorista.
Al otro lado del espejo
Si bien sabemos que India y Pakistán habían sido una unidad hasta 1947, aquella gran colonia británica, al partirse, dejó heridas que a casi ochenta años de haber sucedido todavía sangran.
Desde entonces, ambos países se reflejan uno en el otro y jamás un movimiento, por imperceptible que sea, deja de reflejarse en el otro. Y mucho más cuando hablamos de violencia y muertos. Por lo que quizás no haya que tomar como una cuestión interna el ataque en Nueva Delhi ni tampoco lo que sucedió en Islamabad el pasado día miércoles, a horas no más del atentado en cercanías del emblemático Fuerte Rojo de Nueva Delhi.
El primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, responsabilizó a India por el ataque suicida frente a la entrada del Complejo Judicial del Distrito en la autopista de Srinagar, una de las principales arterias de Islamabad. Dicho organismo, inaugurado hace tres años, atrae a un gran número de personas cada día, por lo que se calcula que a la hora de la explosión en el área había cerca de dos mil personas. El ataque dejó una docena de muertos, treinta heridos, cinco en estado crítico, convirtiéndose en el ataque más mortífero en la capital pakistaní en cerca de veinte años, por lo que desde el Ministerio de Defensa se informó que se encontraba en “estado de guerra”.
La explosión se produjo en momentos en que la capital pakistaní celebraba varias conferencias internacionales y en el que la selección nacional de críquet de Sri Lanka, que ya en 2009 había sufrido otro ataque en Pakistán, disputaba un partido en Rawalpindi, a unos quince kilómetros de Islamabad.
El ataque encontró a las autoridades concentradas en una operación de rescate de unos quinientos alumnos del Colegio Wana de Cadetes de Waziristán del Sur (Khyber Pakhtunkhwa), próxima a la frontera con Afganistán.
Los cadetes fueron retenidos por muyahidines el lunes, en una operación que se inició con un coche bomba que se estrelló contra la entrada al predio del colegio. Al día siguiente, un explosivo hirió a catorce hombres de las fuerzas de seguridad en la ciudad de Dera Ismail Khan, también en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa.
Sharif también responsabilizó a Nueva Delhi de esa toma del colegio, a pesar de no haber presentado ninguna prueba, dijo: “Estos dos ataques son los peores ejemplos de terrorismo de Estado indio en la región. Es hora de que el mundo condene estas nefastas conspiraciones de India”, abriendo la posibilidad de una respuesta a uno y otro lado de la frontera, lo suficientemente contundente, que reinicie el conflicto congelado desde el mes de abril.
En la misma dirección se refirió a estas dos últimas acciones el Ministro de Defensa pakistaní, afirmando que ambos ataques fueron articulados desde Kabul a requerimiento de Nueva Delhi.
Ya hemos visto cómo unas semanas atrás Pakistán y el Talibán se involucraron en la escalada armada más importante desde que los mullahs volvieron al poder en agosto del 2021. Debido a que Islamabad acusa a Kabul de dar albergue y cobertura en su territorio al Tehrik-e-Talibán Pakistán o TTP, el principal grupo insurgente de Pakistán, por lo que atacó posiciones del TTP en territorio afgano, llegando a bombardear Kabul. (Ver: Pakistán, Afganistán: ¿De qué lado están los fundamentalistas?) Así como también a la insurgencia separatista de la provincia de Baluchistán, cuya su última gran operación fue el ataque al expreso Jaffar en marzo último. (Ver: Pakistán, el asalto al Jaffar Express), que más allá del tenso alto el fuego y las conversaciones en Estambul, alentadas por Turquía y Catar, hasta ahora no han llegado a nada.
En el caso del ataque al complejo judicial, se atribuyó la operación a un grupo recientemente escindido del TTP, conocido como Jamaa-ul-Ahrar (Asamblea de los libres). Mientras que el TTP, negó cualquier responsabilidad en el hecho.
Más allá de todo, Islamabad advirtió que no descarta reiniciar los ataques contra posiciones terroristas en territorio afgano, más allá de la insistencia de altos funcionarios pakistaníes de que el ataque contra la sede judicial había sido digitado desde Nueva Delhi.
A lo largo de la historia, nada de lo que ha sucedido en ese rincón clave del mundo, más allá de los terremotos, ha sido un accidente, ni mucho menos, por haber sido dejados a su libre albedrío por las potencias mundiales.
Desde que los británicos llegaron a Afganistán en 1839, después de siglos de la ocupación de India y Pakistán, no hay duda de que en este contexto histórico, lo que allí suceda no es por coincidencia ni de casualidad, sino acción del enemigo de siempre.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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