China ha puesto en marcha una de las
agendas de transformación territorial más ambiciosas de su historia
reciente. El XV Plan Quinquenal -la hoja de ruta que guiará el rumbo
económico y social del país en los próximos años- coloca el
desarrollo urbano, la planificación del suelo y la integración
regional en el corazón del proyecto de modernización. En un momento
marcado por la transición hacia una economía más tecnológica, por
la presión de la urbanización acelerada y por la necesidad de
corregir desequilibrios históricos, las autoridades chinas han
trazado una visión urbana ambiciosa y de largo alcance, con ciudades
más eficientes, verdes, innovadoras y capaces de trabajar como un
sistema coordinado.
Desde finales del siglo XX, China ha
vivido uno de los procesos de urbanización más intensos de la
historia de la humanidad. Sin embargo, ese crecimiento ha sido
desigual. La franja costera oriental -desde el delta del río Perla
hasta el delta del Yangtsé- se ha convertido en la gran locomotora
económica, dejando rezagadas a muchas zonas del interior. Este
contraste ha generado diferencias que se mantienen en
infraestructura, empleo y oportunidades.
El XV Plan
Quinquenal busca revertir esa tendencia mediante un mejor reparto de
las fuerzas productivas y la activación del potencial de regiones
que hasta ahora han tenido un papel secundario. La palabra clave en
los documentos oficiales es “complementariedad”, que viene a
representar la idea de que cada región aporte lo mejor que tiene al
conjunto nacional y se beneficie de la conectividad con las
demás.
Las ciudades son el eje de esta reorganización.
Actúan como polos de crecimiento, centros logísticos, plataformas
de innovación y puntos de contacto entre las dinámicas nacionales y
globales.
Movimientos estratégicos para cada gran región
El plan detalla una serie de propuestas regionales. El Oeste, rico en recursos pero retrasado en infraestructura, será objeto de grandes inversiones. El Noreste, antiguo corazón industrial, se moverá hacia una profunda reconversión tecnológica. El Centro, por su posición estratégica, se impulsará como puente entre la costa dinámica y el interior. Y el Este, motor histórico del país, avanzará hacia actividades de mayor valor añadido con un perfil más sostenible.
Junto a ello, el Gobierno chino quiere reforzar tres grandes zonas urbanas que ya actúan como locomotoras nacionales:
1. Beijing-Tianjin-Hebei, donde se busca equilibrar el peso de la capital y potenciar los servicios avanzados.
2. El delta del Yangtsé, con Shanghái como punta de lanza económica y tecnológica.
3. La Gran Área de la Bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao, llamada a ser un laboratorio de innovación y cooperación internacional.
Otros proyectos también ganan protagonismo, como el de la Nueva Zona de Xiong’an, diseñada como nueva ciudad futurista y ecológica, o el anillo económico Chengdu-Chongqing, que aspira a convertirse en un nuevo polo de crecimiento en el oeste.
Límites a la expansión urbana
China no solo quiere expandir su desarrollo urbano, sino ordenarlo mejor. La planificación territorial del nuevo plan impone límites muy estrictos a la ocupación del suelo: se protegen tierras agrícolas, se restringe la expansión descontrolada de las ciudades y se preservan áreas ecológicas esenciales.
Los objetivos son poner freno a la urbanización extensiva que caracterizó las décadas anteriores y promover un crecimiento más compacto y eficiente. Para ello, el gobierno central permitirá que las provincias tengan más autonomía en la gestión del suelo, lo que facilitará una toma de decisiones más rápida y ajustada a las necesidades locales.
Este planteamiento responde también a la preocupación creciente en torno al equilibrio entre urbanización, industria y medio ambiente.
Una urbanización centrada en las personas
Uno de los ejes más innovadores del plan es la apuesta por una urbanización de nuevo tipo, que busca que las ciudades crezcan, pero sobre todo mejoren la vida de quienes las habitan.
La reforma del sistema de empadronamiento (hukou) es crucial. Durante años, miles de migrantes rurales que trabajan en las ciudades han carecido de acceso pleno a determinados servicios básicos. El plan promete integrarlos de manera completa en la vida urbana, con acceso a educación, vivienda, salud y seguridad social en la ciudad de residencia efectiva.
Las megaciudades -como Beijing, Shanghái o Shenzhen- también deberán modernizar su gestión para reducir la congestión, mejorar la movilidad, gestionar la vivienda y reforzar la sostenibilidad. Paralelamente, se quiere impulsar a las ciudades medianas, pequeñas y a los núcleos urbanos distritales para equilibrar la red urbana y evitar la concentración excesiva de población en pocos puntos.
El énfasis está en la regeneración urbana, en renovar los barrios, mejorar las infraestructuras, modernizar los servicios y promover las innovaciones tecnológicas que permitan una gestión más inteligente del espacio. La expansión extensiva deja paso a un modelo más intensivo, que busca recuperar la escala humana de las ciudades.
En conjunto, el XV Plan Quinquenal plantea una visión integral de las ciudades chinas como elementos clave de un país más equilibrado, más justo y más sostenible. Y trata de gestionar el mayor proceso de urbanización de la historia convirtiéndolo en una palanca para la prosperidad a largo plazo.
China apuesta por un futuro en el que las ciudades sean motores económicos, pero también espacios habitables, innovadores y respetuosos con el medio ambiente. Una modernización que quiere ser inclusiva, inteligente y armónica, y que pretende redefinir el mapa urbano del país para las próximas décadas.
Pedro Barragán es economista y asesor de la Fundación Cátedra China. Autor del libro “Por qué China está ganando”.
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