La administración Obama se ha anotado un nuevo éxito al lograr los consensos necesarios para firmar el acuerdo de libre comercio más ambicioso de los negociados hasta ahora. El Acuerdo Transpacífico liberaliza normas comerciales, laborales y ambientales, pero sobre todo está orientado por el ajedrez geopolítico entre EEUU y China. Justo cuando se están por […]
La administración Obama se ha anotado un nuevo éxito al lograr los consensos necesarios para firmar el acuerdo de libre comercio más ambicioso de los negociados hasta ahora. El Acuerdo Transpacífico liberaliza normas comerciales, laborales y ambientales, pero sobre todo está orientado por el ajedrez geopolítico entre EEUU y China.
Justo cuando se están por cumplir diez años de que el ALCA fuera derrotado en la histórica reunión de Mar del Plata, EEUU logró los acuerdos necesarios para firmar con once países de la cuenca del Pacífico (Japón, Australia, Brunei, Canadá, Malasia, Chile, México, Perú, Nueva Zelandia, Singapur y Vietnam) el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés). El acuerdo debe ser refrendado por los parlamentos de cada país miembro.
El presidente Barack Obama cuenta con que el Congreso de su país aceptará el trámite rápido para pactos comerciales. Esto es: se aprueba o se rechaza, pero no hay posibilidad de enmiendas.
Antecedentes
Fue en la década de 1950 del siglo pasado en que, como contrapartida al keynesianismo en ascenso, comenzaron a circular las ideas que años después darían forma al neoliberalismo. La «libertad de comercio» impulsada por los teóricos neoclásicos y las grandes corporaciones multinacionales fue el centro de esas elaboraciones.
El nuevo escenario político abierto con la implosión de la URSS y la caída del Muro de Berlín -que pusieron fin a la política de enfrentamiento entre el campo socialista y el campo capitalista- facilitó la generalización de las ideas del libre comercio y le dio forma a una nueva matriz de relaciones internacionales en la que la apertura de los mercados, la interdependencia creciente y la conformación de bloques económicos regionales son los componentes determinantes de esta nueva fase de la mundialización del capital que conocemos como globalización.
En 1994 nació el TLCAN, acuerdo de libre comercio entre EEUU, Canadá y México (Nafta) e inmediatamente se comenzó a negociar el ALCA. En 1995 se crea la Organización Mundial de Comercio (OMC), institución emergente de la hegemonía neoliberal, que reemplazó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) creado 40 años antes.
Se colocaban así las reglas que regirían el mercado mundial. Definir una política exportadora permanente se convierte desde entonces en una necesidad impuesta para las naciones y adquiere cada vez mayor importancia la competitividad internacional. Las ventajas comparativas van siendo gradualmente reemplazadas por las ventajas competitivas; del Estado Nacional del Bienestar se pasa a lo que algunos autores llamaron el Estado Nacional de Competencia. Son los grandes países y las multinacionales los principales impulsores de estos cambios estructurales que colocan en el centro el libre movimiento de mercancías y capitales.
Nueva ofensiva neoliberal
La caída del ALCA y la aún inconclusa crisis mundial abierta en 2008 llevaron al estancamiento de las negociaciones en la OMC y abrieron un período de transición en el que algunos países, entre ellos Argentina, aprovecharon para intentar proteger sus mercados, claro que siempre dentro de los límites impuestos por la OMC. Mientras tanto EEUU imponía acuerdos bilaterales, los TLC, a varios países de América latina.
Pero desde mediados del año pasado todo se aceleró y una nueva ofensiva cobró formas concretas. Los Estados miembros de la UE cedieron a las presiones de EEUU por reflotar el proyecto de Acuerdo Transatlántico (TTIP) e instruyeron a la CE para que retomara las negociaciones, desde entonces el dinamismo fue creciente y se espera firmarlo antes que el presidente Barack Obama termine su mandato. También conocido como la OTAN de la economía el tratado tiene un valor geoestratégico en sí mismo para EEUU, la UE es el mercado de mayor poder adquisitivo del mundo y el principal destino de las exportaciones norteamericanas.
Los contenidos del TTIP son conocidos por nosotros: rebaja de aranceles hasta su eliminación; apertura de los mercados de servicios e inversión; libre acceso a las contrataciones públicas; desregulación de mercados laborales, ambientales y sanitarios.
Imposición de derechos jurídicos favorables a las corporaciones frente a Estados soberanos (protección de inversiones). Nada distinto de lo que pretendía el ALCA.
Ahora es el tiempo del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP) que abarca a doce naciones (China se autoexcluyó, pero puede ser provisoria, tiene firmados TLC’s con varios países de la región), que implica el 40 por ciento de la economía mundial (30 por ciento de las exportaciones y 25 de las importaciones). Sumados el TPP y el TTIP explican más del 60 por ciento de la economía mundial y el 75 del comercio internacional.
Por si algo faltara más de 50 países están negociando un acuerdo sobre el comercio de servicios (TISA). Como todos estos acuerdos las negociaciones son secretas, sin ninguna transparencia y solo se presentan como hechos consumados.
Los avances logrados por EEUU tienen un efecto contradictorio sobre nuestra región. Por un lado aisla a Brasil, Argentina y Venezuela que se negaron a firmar TLC’s, pero al mismo tiempo pone presión para que se concrete el demorado acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE. Claro que este tampoco es una panacea.
Lo que está en juego es la equiparación de las condiciones de concurrencia entre EEUU, la UE y los países del Pacífico. Por lo tanto se trata de las relaciones capital/trabajo (salarios, condiciones laborales, nivel de empleo); los restos del Estado del Bienestar (recortes sociales); las normativas para la comercialización de bienes y servicios (regulaciones
ambientales y fitosanitarias), la protección de las inversiones (de las multinacionales) y hasta ciertos aspectos de la propiedad intelectual y la privacidad de los ciudadanos.
La dimensión geopolítica
No deja de parecer contradictorio que cuando el comercio internacional está estancado y ha dejado de traccionar las economías de los países industrializados y emergentes reaparezcan con fuerza las tendencias liberalizadoras. Es que en todos estos acuerdos, y en la velocidad de concreción que le está imprimiendo EEUU, está la dimensión geopolítica y la disputa interimperialista que lleva implícita.
China va camino a ser la primera potencia económica, ya desplazó a EEUU del podio de primera potencia comercial del mundo (es el primer exportador y el segundo importador) y avanza en sus inversiones en África y América latina. Se trata entonces de trazar una raya al avance y consolidación de la potencia asiática en el escenario internacional. El imperio americano busca recuperar hegemonía en lo económico y también aportan en ese sentido la reanudación de relaciones con Cuba y el acuerdo nuclear con Irán, previsibles nuevas fuentes de acumulación de capitales en un futuro no muy lejano.
En este contexto es que también debe analizarse la creación de la Alianza del Pacífico integrada por México, Chile, Colombia y Perú que tienen firmados TLC’s con EEUU, que comparten la lógica económica del neoliberalismo y que tienen las llaves de futuras salidas exportadoras por el Pacífico.
En términos geopolíticos EEUU anuda relaciones con la UE, antes su competidor y ahora su aliado, para aislar a Rusia, condiciona los avances de la China, limita a los Brics y de paso debilita al Mercosur, al ALBA y la Celac.
Todo esto va configurando un nuevo escenario mundial con nuevos peligros y desafíos para nuestros países, y especialmente para los trabajadores y los sectores populares.
Eduardo Lucita es Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda .
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-a_prop_sito_del_tratado_de_asociaci_n_transpac_fico-148359-111.html