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Afganistán, el violento camino a la paz

Fuentes: Rebelión

El inicio de las negociaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano el pasado 12 de septiembre en Doha, no ha repercutido en la violenta realidad afgana, ya que en todos estos días las discusiones no han podido sobrepasar la etapa de establecer las normas para la mecánica de las discusiones. Sin lograr […]

El inicio de las negociaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano el pasado 12 de septiembre en Doha, no ha repercutido en la violenta realidad afgana, ya que en todos estos días las discusiones no han podido sobrepasar la etapa de establecer las normas para la mecánica de las discusiones. Sin lograr hasta ahora ninguna coincidencia para el proceso inicial. Se prevé que todo será más duro a la hora de discutir sobre: el lugar de la mujer, un tema verdaderamente central, además de otros como: las relaciones regionales en comercio y tránsito, infraestructuras, la circulación de personas, además de las posibilidades de la explotación de los ricos recursos naturales como el gas y el petróleo con que cuenta el país. Y un renglón aparte la lucha contra las drogas, por ser Afganistán el mayor productor mundial de opio. Un ataque a esta “industria” afectara a muchos y variados intereses, ya no solo los del talibán, que prácticamente ha financiado su guerra con los beneficios que ha dejado los frutos de las adormideras, sino miles de campesinos y sus diferentes tribus, que viven de los beneficios que les deja el narcotráfico.

Tanto Washington como los negociadores de Kabul, habían pedido a la organización comandada por el mullah Hibatullah Akhundzada, una disminución de las acciones militares, mientras se llevan a cabo las conversaciones, cuestión a los que los integristas se negaron hasta que se arribe a los términos de un alto el fuego concreto.

Quizás con el fin de presionar a la delegación que representa al gobierno del presidente Ashraf Gani, al tiempo de serenar los ánimos, algo revueltos, de los mandos medios el talibán comenzó una dura campaña militar en todas las provincias del país centro asiático.

Según fuentes oficiales al menos 57 hombres de las fuerzas de seguridad afganas murieron y decenas resultaron heridos en los diferentes enfrentamientos con combatientes de Talibán que de desarrollaron a lo largo de todo el país, en la noche del pasado domingo 20, convirtiéndose en el día más sangriento desde que se iniciaron las conversaciones intraafganas en Qatar, que sin su hoja de ruta irresuelta, amagan a detener las conversaciones tanto, cómo lo que significó llegar al acuerdo por la liberación de prisioneros de ambos bandos que demoró el encuentro de Doha, durante meses.

El enfrentamiento más sangriento se produjo en la provincia de Uruzgan, en el centro del país, donde 24 hombres de las fuerzas de seguridad murieron cuando milicianos del Talibán, asaltaron varios puestos de seguridad, también se produjeron ataques con bajas en las provincias de Baghlan, Takhar, Helmand, Kapisa, Balkh, Maidan Wardak y Khunduz.

Si bien los Talibanes no han reconocido sus propias bajas, como es su estilo, diferentes fuentes gubernamentales indicaron que 54 muyahidines murieron en los diferentes enfrentamientos de Khunduz, Takhar y Baghlan, mientras que fuentes de la gobernación de Maidan Wardak, informaron que 26 terroristas fueron abatidos en esa provincia.

El ministerio del Interior, afgano dijo que en las últimas dos semanas los diferentes ataques del Talibán produjeron la muerte de 98 civiles, mientras que otros 230 resultaron heridos. También el sábado, seis cohetes fueron disparados contra la base Resolute Support de la OTAN en el sur de Kandahar. Hecho que no se ha adjudicado ninguna organización y de que tampoco se sabe si produjo víctimas.

Durante la noche del miércoles 23, en la provincia de Uruzgan, una treintena de policías locales fueron asesinados y despojados de sus armadas en diferentes hechos. La mayoría fueron sorprendidos volviendo a sus domicilios.

También se conoció que el sábado 19 tras una serie de ataques aéreos de las fuerzas regulares, contra una base talibán en la en la provincia norteña de Khunduz, habrían dejado al menos 24 civiles muertos entre los que se incluyen varios niños, mientras otros seis resultaron heridos de la aldea de Sayed Ramazan, del distrito de Khanabad, controlado por los insurgentes. El Ministerio de Defensa desde Kabul, respecto a ese ataque informó que habían muerto treinta milicianos, sin hacer referencia a bajas civiles, sobre lo que agregó que se estaba investigando si había realmente algún civil había muerto en el ataque.

En un hecho similar a principios de julio, durante un ataque con morteros por parte del Ejército Nacional Afgano (ENA) en el sur de la provincia de Helmand, murieron 23 civiles que asistía a un mercado el Ministerio de Defensa todavía investiga el “incidente”.

Los talibanes no están cansados

Desde el 2004, los más alto funcionarios de la administración norteamericana pasando por Barack Obama, Hilary Clinton, incluso León Panetta, ex director de la CIA, y recientemente Donald Trump han repetido el sonsonete de que “los talibanes están cansados” y que ya después de una guerra que está cumpliendo 19 años quieren volver a sus lugares, aunque la realidad demuestre todo lo contrario. Sin duda sobre los talibanes se podrán decir muchas cosas negativas, quizás rodeas, pero hay algo incontrastable quizás sean los guerreros más extraordinarios de la historia no por talibanes, sino por afganos, quienes han logrado someter a los tres grandes imperios que osaron invadirlos: Reino Unido, la Unión Soviética y por último los Estados Unidos.

Por lo que quizás habría que confiar poco tanto en la continuidad de los acuerdos con Estados Unidos firmados en febrero pasado y el éxito de las negociaciones que ahora se están llevando a cabo en Doha, entre los representantes del presidente Gani y el mullah, Hibatullah.

Abdullah Abdullah, quien funge como el hombre fuerte del régimen afgano, detrás del presidente Gani y preside el Alto Consejo para la Reconciliación Nacional de Afganistán que supervisa las negociaciones de paz, denunció que algunos de los 5 mil prisioneros talibanes recientemente liberados en razón de los acuerdos entre los integristas y los Estados Unidos, han vuelto a tomar las armas, y que esto viola lo ya firmado. Por su parte el jefe negociador de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, desde Doha, advirtió que la retirada de las tropas estadounidenses, tal como se describe en el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes de febrero último podría ser detenido mientras se evalúa si el grupo wahabita estaba cumpliendo su parte del acuerdo.

Otro de los delicados puntos del acuerdo es la desvinculación del grupo insurgente afgano, con su más antiguo aliado nada menos que al-Qaeda, que en el país centro asiático opera bajo las órdenes del talibán.

Siempre se ha considerado como una fuerza menor a la sombra de los talibanes, incluso León Panetta dijo que no eran más de 100 sus hombres en ese país a pesar de que la CIA conocía que el grupo fundado por Osama bin Laden, operaba en 62 distritos diferentes en 19 de las 34 provincias afganas.

En octubre de 2015, caería esa fantasía y quedaría en claro que al-Qaeda, era mucho más importante. En una operación conjunta entre fuerzas norteamericanas y afganas fueron asaltados dos campos de entrenamiento de al-Qaeda en Shorabak, provincia de Kandahar, que ocupaban casi 8 mil hectáreas, el más grande descubierto desde la invasión de 2001. En ese operativo al-Qaeda sufrió la baja de 150 combatientes entre muertos y detenidos. Después de la operación en el campo de entrenamiento de Shorabak, la CIA modificó su percepción y subió el número a 300 combatientes.

Este intento de subestimar la fuerza de al-Qaeda, se enmascara en la necesidad de los Estados Unidos para justificar la retirada, por su parte los hombres del emir Ayman al-Zawahiri, ocultan intencionalmente su presencia en Afganistán para no entorpecer las políticas del Talibán.

De alguna manera resolver la cuestión de al-Qaeda en Afganistán, significa resolver una gran parte de la violencia en Pakistán, India y también en Cachemira, ya que este grupo se ha establecido desde el 2014 en el subcontinente indio, conformándose e integrándose a grupos preexistentes como: Lashkar-e-Taiba, Jaish-e-Mohmmad, Harakat-ul-Mujahideen y Harakat-ul-Jihad-I-Islami, que se convirtieron en grandes animadores de la violencia regional, sin olvidar obviamente la presencia del Daesh, que corre por cuerda diferente pero que sin duda, al igual que el Talibán y al-Qaeda conforman tramos de la violencia que impera en esa región desde hace más de cuarenta años.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.