Todo es tiniebla en al-Qaeda desde que se conoció la ahora supuesta muerte de su emir Ayman al-Zawahiri, sucesor de Osama bin Laden, el pasado 31 de julio, sorprendido en un piso céntrico de la ciudad de Kabul por un dron norteamericano que había despegado desde algún lugar de Pakistán (Ver Al-Qaeda más allá de Ayman al-Zawahiri).
De manera casi inmediata la inteligencia norteamericana comenzó a especular que su sucesor sería Saif al-Adel, un exoficial de las fuerzas especiales egipcias con una extensa pero poca conocida carrera dentro de la organización integrista y por quien Estados Unidos ofrece una recompensa de 10 millones de dólares a quien dé información que pueda llevar a su detención.
Se sabe que al-Adel ingresó en los años 80 a la Yihad Islámica de Egipto, donde también se formó al-Zawahiri. La organización fue protagonista de importantes acciones terroristas, quizás la más relevante el asesinato del presidente egipcio Anwar al-Sadat en octubre de 1981.
Pero pasados más de cinco meses de la supuesta muerte de al-Zawahiri, nada se ha revelado sobre la sucesión e incluso se ha comenzado a conjeturar que el socio fundador de al-Qaeda e ideólogo de los ataques de septiembre del 2001 continúa con vida.
Todavía al-Qaeda no informó ni comunicó nada sobre la muerte de su emir, y mucho menos acerca de la sucesión. Todo lo contrario de lo que hizo tras la muerte de bin Laden, sorprendido en una casa de Abbottabad (Pakistán) en mayo de 2011, cuando la organización demoró solo unos pocos días para admitir la muerte de su líder y ya en junio anunció el nombre de su sucesor Ayman al-Zawahiri.
Igualmente actuó el Dáesh tras la ejecución de Abu Bakr al-Baghdadi, localizado por fuerzas norteamericanas en Barisha, al noroeste de Siria, en octubre de 2019.
La razón más lógica de dicho silencio quizás sea que reconocer la muerte de al-Zawahiri en la capital afgana es acusar de manera directa al gobierno de los talibanes de estar faltando a uno de los puntos claves de los acuerdos de Doha firmados con los Estados Unidos a finales de la presidencia de Donald Trump, que era no albergar organizaciones terroristas en su territorio. Aunque los mullah podrían alegar que Joe Biden modificó unilateralmente dichos acuerdos, esencialmente respecto a la fecha del repliegue de los militares norteamericanos, lo que finalmente terminó disparando la gran ofensiva del los talibanes que terminó con la toma de Kabul el 15 de agosto de 2021, por lo que nada quedaría por cumplir.
Otra de las posibilidades del no reconocimiento de dicha muerte podría ser un cisma interno por quién debería sucederlo. Tanto al-Zawahiri como Saif al-Adel son egipcios y quizás exista una tendencia a que el nuevo emir pudiera ser de otro origen, como sirio, iraquí o incluso saudita, como era bin Laden.
Aunque existe una tercera posible razón tal vez un tanto descabellada, aunque ya la inteligencia norteamericana la está evaluando y es que al-Zawahiri no haya muerto en el bombardeo contra el piso franco de Kabul o bien pudo haber resultado solo herido y se esté componiendo, incluso en un error de análisis que Ayman al-Zawahiri, de quien se sabe que permaneció por años en las áreas tribales de la frontera entre Pakistán y Afganistán, sectores casi impenetrables para las autoridades de Islamabad y de máximo riesgo para cualquier espía, quizás nunca haya salido de allí.
De confirmarse que al-Zawahiri sigue con vida se podría producir, más allá del descrédito de la inteligencia norteamericana lo que a esta altura sería lo de menos, un pequeño terremoto en la Casa Blanca, ya que el presidente Biden informó públicamente del “éxito” de la misión sobre Kabul y afirmó haber visto evidencia y detalles específicos sobre el hecho, igual que lo hizo Barack Obama con la ejecución de Osama bin Laden, donde tampoco se mostraron pruebas como fotografías o filmaciones, por lo que aquello de que su cuerpo fue arrojado en algún lugar del Mar Arábigo o sus cenizas en las alturas del Hindu Kush dejará dudas para siempre.
Otras versiones mencionan que la larga vida del egipcio como máximo dirigente de la organización es haber encontrado refugio seguro en la ciudad pakistaní de Karachi, desde donde la poderosa Red Haqqani -socia fundamental de los talibanes y cuyos más importantes dirigentes ocupan cargos claves en el gobierno de Kabul, como Sirajuddin Haqqani, nada menos que Ministro de Interior- se encargó de trasladar a al-Zawahiri, vía el paso fronterizo de Chaman en la provincia del Baluchistán pakistaní, a Afganistán.
Otro factor de duda acerca de la muerte de al-Zawahiri es que a principios de diciembre pasado al-Qaeda dio a conocer un video de 35 minutos, sin fecha, en el que se escuchaba la voz de su líder con conceptos referidos a otras cuestiones, sin que se pudiera deducir la razón de dicha publicación: negar su muerte o tan solo ignorar la noticia.
Emir se busca
Fuera la razón que fuera, lo concreto es que al-Qaeda parece encontrarse sin conducción desde septiembre último y aunque las dos franquicias más importantes de las que continúan siéndoles leales: el Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin o JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes), que acaba de atribuirse dos sangrientos ataques en cercanías de Bamako, la capital de Mali y es la khatiba más letal que opera en el Sahel junto a Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), y los siempre virulentos muyahidines de al-Shabaab, que no detienen sus sangrientas operaciones en Somalia alcanzado a operar en Etiopia y Kenia cada vez con más frecuencia.
Más allá de estas dos organizaciones, en los últimos meses el resto de los grupos asociados no han protagonizado acciones relevantes, lo que podría reforzar la teoría de que al-Qaeda pueda estar perdiendo fuerza por falta de un liderazgo claro, un elemento fundamental para este tipo de agrupaciones. Incluso se puede considerar que la decisión de al-Qaeda en el subcontinente indio (AQIS), que opera en Pakistán e India, de dar apoyo al Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP) podría no ser más que un intento publicitario con el que mostrar que la organización sigue activa, aunque con esta decisión incluso incomoden a los mullahs de Kabul, que viven una situación extremadamente tensa con Islamabad y han tenido ya algún encontronazo fronterizo que ha dejado muertos y heridos.
Son muchos los rumores que corren acerca de la suerte de Saif al-Adel y su desaparición en el contexto de la orfandad de al-Qaeda. Uno de ellos es que el potencial nuevo emir habría encontrado refugio en la República Islámica de Irán, algo particularmente confuso, ya que al-Qaeda, como cualquier organización wahabita tiene al chiismo -e Irán es el centro del mundo chií- como el enemigo jurado incluso antes que a los sionistas y norteamericanos por tener la condición de takfiríes (apóstatas).
No deja de ser altamente improbable que los ayatolas de Teherán mantengan relaciones con cualquier tipo de estas organizaciones terroristas y cualquier personaje que responda a ellas, ya que más allá de desacuerdos teológicos Irán ha sufrido en carne propia acciones de terrorismo wahabita, en este caso por parte del Dáesh, en lo que se conoce como la masacre de la mezquita de Shah Cheragh, en la ciudad de Shiraz el pasado 26 de octubre, que dejó cerca de una veintena de peregrinos muertos. La información de que un candidato a emir de al-Qaeda pueda estar refugiado en Irán, responde a la intención de Estados Unidos de vincular a la República Islámica con el terrorismo internacional.
Algunos analistas coinciden en que Saif al-Adel donde pueda estar oculto, si no está muerto, intentaría buscar el modo de encontrarse con la cúpula de al-Qaeda, que como todo el mundo sabe un mal movimiento podría dejar expuestos a los dirigentes y provocar la muerte o detención de todos ellos, lo que en este momento de extrema debilidad podría significar la desaparición de toda la estructura.
Mientras se desvela el misterio acerca de la muerte o no de Ayman al-Zawahiri y el nombre definitivo de su potencial sucesor, solo queda esperar una reacción profundamente violenta de al-Qaeda con la que pueda mostrar que todavía sigue viva la organización que llegó a golpear con fiereza el corazón del imperio.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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