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Ambiciones contenidas

Fuentes: IPS

A pesar del débil crecimiento de la economía en 2018, la nación caribeña mantiene una intensa actividad inversionista

Por tercer año consecutivo, la economía cubana cerró con un crecimiento más que discreto, pero insiste igualmente en un despliegue de inversiones aparentemente contradictorio con el débil avance general. Las autoridades anticipan un nuevo año con similares tendencias en ambas líneas. Las tensiones que se derivan de tal conjunción amenazan con ser mayores por la declarada intención del gobierno de acudir menos a los créditos externos.

El producto interno bruto (PIB) aumentó un 1,2 por ciento en 2018, con lo cual quedó por debajo del plan nacional que preveía un 2 por ciento. Ese indicador también perdió fuerzas en relación con el año anterior, ya débil, que cerró con un 1,6 por ciento. En 2016 había quedado prácticamente estancado con 0,5 por ciento de crecimiento.

Entre las actividades que impactaron negativamente en el avance general, el ministro de Economía, Alejandro Gil, mencionó la zafra azucarera, con resultados pésimos por el daño combinado del huracán Irma e inundaciones por precipitaciones fuera de temporada en los meses finales de 2017. De acuerdo con reportes del Grupo Empresarial Azcuba, produjo apenas algo más de un millón de toneladas de azúcar en la zafra 2017-2018.

La agricultura fue otra actividad con pérdidas, por iguales daños del clima, agravados por la tormenta subtropical Alberto, aunque el ministro reconoció cumplimientos del plan en tres rubros importantes en el balance de alimentos de los cubanos: arroz, frijoles y carne de cerdo.

Con mejor pie anduvieron en 2018 la actividad de comunicación, (creció un 5,7 por ciento), la industria manufacturera (3,7 por ciento) y el comercio (2 por ciento). Otras con alzas son las exportaciones de tabaco, langosta, camarón y ron.

Aunque también creció levemente el número de visitantes internacionales, el turismo no contribuyó en la medida de lo previsto por el gobierno. En el primer semestre las llegadas desde el exterior se desplomaron por el daño del huracán Irma a los cayos y otros destinos de la costa norte y por el recrudecimiento de medidas del bloqueo económico de Estados Unidos para impedir viajes de ciudadanos de ese país a Cuba. La combinación de tormentas meteorológicas y políticas enfrió la impetuosa entrada de turistas, que había dado un salto de 55,2 por ciento, o más de 1,7 millones, del 2015 al 2017.

El Ministerio de Turismo, sin embargo, todavía confiaba en los primeros meses de 2018 en alcanzar 5 millones de visitantes, pero terminó con unos 4.750.000, un crecimiento anual mínimo, en torno a 1,3 por ciento, de acuerdo con datos preliminares de ese organismo.

Sin inquietarse por el temprano enfriamiento de la entrada de turistas a Cuba, la actividad inversionista y de construcción de hoteles mantuvo la máxima aceleración en el país en 2018. Más de 5.300 habitaciones -cifra superior a los planes- se incorporaron a la planta hotelera este año, incluido el segundo hotel de lujo del país, el Grand Packard, en La Habana Vieja, administrado por la cadena española Iberostar.

Evidentemente, la intensidad inversionista se ha convertido en un eje fundamental en la estrategia económica cubana, a la que no renuncia el gobierno a pesar del débil crecimiento del PIB y otros tropiezos y trabas.

En 2018 la actividad de inversiones se mantuvo en alza sobre el resultado de 8.823 millones de pesos ejecutado un año antes. Pero el gobierno no está contento, pues volvió a incumplir lo programado: solo alcanzó el 85 por ciento del plan, de acuerdo con el informe del ministro de Economía a los diputados al cierre del año. Dificultades financieras del país impidieron la importación de recursos necesarios para implementarlo totalmente.

A pesar de las insatisfacciones, el gobierno reserva un salto aún mayor para el nuevo año. Gil informó que el plan de inversiones se propone crecer hasta 11.300 millones de pesos, un 20,5 por ciento, con lo cual acelerarían el paso que tomaron a partir de 2017 después de sellar el año anterior con un pálido resultado de 6.510 millones de pesos.

Varios de los programas tienen altos costos para el país, como la recuperación y desarrollo del sistema ferroviario nacional, la terminal multipropósito de Santiago de Cuba y la ampliación de las líneas telefónicas y los servicios de acceso a internet a la población, pero, en opinión del ministro de Economía, tributan al crecimiento económico y el desarrollo.

La complicación mayor de esta apuesta quizás proviene de la capacidad -o incapacidad- financiera de Cuba para sostener las inversiones y demás planes de la economía. El gobierno se propone estas metas en momentos en que ha comenzado a implementar una política para reducir el endeudamiento externo del país.

«El nivel de endeudamiento que enfrentamos nos genera tensiones financieras con las que estamos trabajando para ir pagando gradualmente», dijo Gil a la Asamblea Nacional del Poder Popular. «Con ello se garantiza la continuidad de los suministros. Pero, evidentemente, esto ha tenido un impacto en el funcionamiento de la economía, porque no hemos podido respaldar todos los niveles de importación que estaban inicialmente previstos en el plan».

El gobierno rechaza la idea de una tasa de crecimiento económico superior, si se basa en un mayor nivel de endeudamiento externo que resulte después difícil de pagar. «Terminaría por hipotecar el futuro de la nación», declaró Gil.

Como alternativa, las autoridades están exigiendo a las empresas y otros actores de la economía que hagan un empleo más eficiente de sus inventarios a fin de garantizar los principales niveles de actividad del plan, además de insistir en otras líneas tradicionales ya en el pensamiento económico oficial: ampliar exportaciones y buscar suministradores internos para importaciones que se realizan hoy.

Bajo tales principios, el plan nacional de la economía aspira a un crecimiento igual de moderado en 2019, en torno a 1,5 por ciento, aunque persiste en estrategias inversionistas, que apuestan también a fundamentos más novedosos en el discurso político: una participación cada vez mayor de la inversión extranjera directa y una alianza más eficaz con el sector no estatal de la economía.