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Escenarios para Afganistán

Así está cambiando el mapa político de Asia–mundo

Fuentes: Rebelión

El triunfo Talibán introduce reconfiguraciones mundiales que es necesario observar con precisión. Además del impacto en EEUU, tanto interno como externo, los aliados incondicionales del Imperio en el proyecto invasivo han quedado a la deriva y resienten de muchas formas el impacto que los cobija al quedar confinados en la derrota, para la nueva configuración regional.

No serán actores presenciales ni importantes en el nuevo Gran Juego, no decidirán en las múltiples reuniones multisectoriales que buscan el mejor acomodo en este realineamiento de las fuerzas políticas en Asia.

En síntesis, la credibilidad y la influencia de Estados Unidos y la OTAN se han desmoronado en la región, mientras que las tendencias centrífugas dentro de la alianza occidental se han exacerbado después de la caótica retirada de Washington de Kabul en agosto. Los aliados de Estados Unidos apenas están digiriendo su furia y su disgusto. Y el estruendo por el rompimiento de las placas tectónicas que ha desencadenado la huida de Afganistán se han sentido con mucha intensidad en New Delhi, Rijad, Tel Aviv, Abu Dhabi, y en toda Asia Central. Pero es el continente euroasiático el que más se reconfigura, centrándose en la interconexión progresiva de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la Organización de Cooperación de Shanghai y la Unión Económica de Eurasia (UEEA), lideradas por China y Rusia.

Por lo tanto veamos el escenario de los aliados de EEUU en este gran ajedrez político impactado por la nueva situación afgana.

India, que apoyó incondicionalmente la intrusión occidental y al expresidente -hoy prófugo- Ashrif Ghani en Afganistán, ha perdido presencia política en el entorno y Asia, y su canciller solo se refiere marginalmente a los negocios que tenía su país con el fugitivo, en Afganistán. Esto y el pulso permanente que mantiene con Pakistán la ha dejado mal parada en el entorno asiático.

Además, la controversial política hindú del gobierno de Modi de perseguir y legislar contra los musulmanes en India, es alarmante porque ha desatado una islamofobia nacional que en nada encuadra con el triunfo talibán; al contrario, profundiza la polarización interna y externa en el país. La grave crisis que soporta el pueblo indio por el pésimo manejo de la Covid-19, los problemas económicos, etc., hacen que el gobierno de Modi haya disminuido su papel en la región pues la estrategia india hasta ahora ha estado estrechamente alineada con la de Estados Unidos, por eso éste, no ha contado activamente con su alfil en esta coyuntura.

Esas leyes “mayoristas” hinduistas y de “ciudadanía rápida” excluyendo a los musulmanes provocaron protestas no solo en toda la India, sino que también afectaron al gobierno amigo de la primera ministra Sheikh Hasina en Bangladesh. La política ultranacionalista hindú de Modi desestabiliza el sur de Asia y está en contravía de la política externa de larga data de India que se basaba en el hecho de que su tamaño casi continental, la hacía el centro de gravedad de la región. Modi parecería empeñado en revocar esa condición, pero India es asiática ante todo y Delhi debe desarrollar otras expectativas con respecto a su papel en los esfuerzos continentales para estabilizar la situación en Afganistán.

Israel que está estrenando al ultraderechista Naftali Bennett como primer ministro, que tiene un tono mas discreto que el alharacoso y fundamentalista Netanyahu, tampoco disimula el telón de la obsesión militar que el estado sionista tiene contra Irán, con quien compite por la predominancia en el Medio Oriente. El estado sionista fue muy activo en la financiación de los mujaidines y en los aportes de inteligencia dentro de la alianza invasora. Actualmente resiente la derrota en Afganistán que también es suya y le obliga a repensar su política en una correlación de fuerzas desfavorable, cuando Irán se reubica ventajosamente en el nuevo mapa geopolítico.

Su pulso contra Irán lo realiza con atentados terroristas recurrentes del Mossad, asesinando a científicos y personajes iraníes. Interviene en los conflictos de Siria, Yemen e Iraq, países donde éste tiene influencia política, con la realización de un plan de acoso militar sustentado en que el país persa no puede construir armas nucleares, aunque el estado judío las tenga, pero sin reconocerlo públicamente.

Israel busca eliminar cualquier rival a su hegemonía en Oriente Medio y sostenerse con su poder atómico, el único existente en la región. Por el contrario, Estados Unidos, como policía del mundo, no alienta una guerra contra Irán porque sabe que podría derivar en un conflicto con alcances globales. Por eso trata de suavizar la obsesión israelí contra Irán.

Biden ha anunciado que retomará en noviembre las negociaciones con Irán para la recomposición del JCPOA, el acuerdo nuclear firmado en 2015 entre Irán y las seis grandes potencias (EEUU, Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania) que limitaba el programa atómico iraní a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales. Otro dislate para Israel.

Palestina sigue siendo castigada por Israel inmisericordemente ante los ojos indolentes de un Occidente que prefiere ignorar los graves acontecimientos.

El régimen sionista mantiene el sistema de represión, colonización, limpieza étnica y estado de apartheid imperante, es decir, sostiene una política de apropiación de todo el territorio de Palestina, impunemente.

Pero la resistencia de los palestinos no tiene límite y aprovecharán la derrota del agresor mayor para recuperar fuerzas.

Arabia Saudí fue muy importante, inicialmente, en la creación de los mujaidines y el Talibán a fines del siglo pasado, a quienes apoyó y sirvió de modelo para gobernar y con ellos quiso aumentar su influencia en la región. Pero se han presentado diferencias fundamentales frente a la yihad, pues los talibán no son salafistas y no comparten la idea de una yihad (Guerra Santa) global. Se pretende mostrar ahora a los Talibán como la reencarnación del modelo wahabí saudita, y eso es una manipulación ignorante, pues tienen diferencias no solo de credo sino también políticas.

La toma de poder por el Talibán ha inquietado a todos los países árabes del golfo Pérsico y, en concreto, a Arabia Saudí, que dicen temer a que esa victoria estimule al resurgimiento de grupos terroristas en la región, pero se muestran expectantes ante el cambio de Gobierno en Kabul. Eso dentro del marco que Arabia Saudí está siendo derrotada en Yemen y ha sido apoyada por EEUU e Israel contra el pueblo de los hutíes.

Arabia Saudí reconoció que la guerra “fácil” que previó contra Yemen se ha convertido en un difícil enredo militar, con un alto costo material y de una baja reputación mundial, a causa de tanto horror y error.

Mohamed bin Salmán, príncipe heredero saudí está empeñado en subsanar su posición seriamente agrietada ante el mundo, como resultado del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul y la brutal campaña en Yemen. Esa guerra es trágica para su pueblo, una fuente de inestabilidad regional y una llaga que Estados Unidos tiene que compartir con su sumiso aliado. No es la mejor hora para los saudíes.

El 23 de agosto se celebró en la ciudad saudí de Yeda una reunión de la Organización de la Cooperación Islámica (OCI), integrada por 57 países, que pidió a los talibán trabajar por la «reconciliación» y un gobierno de unidad y que Afganistán «no sea utilizado como plataforma o refugio para el terrorismo y el extremismo».

Aunque Emiratos Árabes Unidos acogió al prófugo expresidente afgano Ashraf Ghani,las autoridades están atentas ante los desarrollos de la situación en Afganistán, en su deseo de ser un actor internacional más influyente.

Giorgio Cafiero, director de Gulf State Analytics, experto en el mundo árabe dijo que los países del golfo están actuando de forma «cautelosa y bastante pragmática» ante la crisis afgana y «que la inestabilidad en Afganistán puede salpicar al golfo, por lo que la situación en este país asiático es muy importante para los seis Estados árabes».

Las relaciones entre los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita no han sido buenas desde que el primero se retiró de la expedición militar conjunta a Yemen en 2019. También habían hecho frente con Arabia Saudí contra Qatar y se encontraron en lados opuestos en Libia contra Turquía. Ante las dudas del repliegue de EEUU en la región, EAU busca nuevo aires que le permitan participación y reconocimiento.

El asesor de seguridad nacional de EAU Sheikh Tahnoon ha tratado con Qatar, Turquía y Arabia Saudita últimamente, para limar diferencias dada la animosidad existente acumulada con esos países por el manejo del príncipe heredero Mohammed bin Zayed Al Nahyan;hasta el punto de que las relaciones se han logrado suavizar. En esto, los acercamientos de los Emiratos Árabes Unidos con las potencias regionales y el cortejo a los socios occidentales más antiguos, Reino Unido y Francia, pueden ser una táctica viable, mientras que los antiguos rivales continúan dando vueltas a la espera del interrogante Kabul.

Qatar, donde los Talibán establecieron su primera oficina extraterritorial hace seis años y se desarrollaron las negociaciones con Trump y Biden, mantiene una relación cercana con la cúpula y el mullah Baradar; apoya a los talibán y va a colaborar en la formación de un gobierno inclusivo y una gobernanza para sortear la crisis humanitaria en que está sumergido ese país.

En otro sentido, Estados Unidos le atribuye importancia no solo logística a Qatar, sino también en términos políticos y diplomáticos para elaborar sus estrategias futuras hacia Afganistán, con la mira en la relación Qatar-Talibán. Desde la gran base aérea en Al-Udeid que Washington mantiene en Qatar, fue que bombardeó con drones a los diez afganos que mató “equivocadamente” como represalia por los atentados de ISIS en el aeropuerto de Kabul.

La hospitalidad de Qatar con los talibán no es un capricho reciente.  En realidad es una relación de una década y se remonta al alejamiento de los talibán con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Varios representantes de los talibán llegaron en secreto a Qatar en 2011 para tener contacto con enviados occidentales.

Cafiero también expresó que «Qatar trabajará duro para seguir jugando el papel de mediador entre los talibán y Occidente, principalmente EEUU» y puede convertirse en un actor muy «útil» para Washington en este sentido.

Pero la postura más inusual en el Medio Oriente ha sido la de Omán, cuyo mufti o máxima autoridad religiosa suní, Ahmad Bin Hamad al Jalili, felicitó «al pueblo afgano y a la nación islámica por la clara victoria sobre los invasores agresores».

Otro actor importante en la región es Turquía, que siendo miembro de la OTAN y etiquetándolos como terroristas, mantiene buena sintonía con los talibán. Erdogán, quien aspira a ser el vocero del Islam para el mundo, intenta tender lazos y reconocimientos al nuevo gobierno. Turquía como Socio de Dialogo en la Organización de Cooperación de Shanghai, acoge la iniciativa de propender por un gobierno inclusivo que pueda garantizar una gobernanza y una estabilidad, ante la crisis humanitaria que viven los afganos.

Turquía, como corredor de paso hacia Europa de todo tipo de refugiados por los conflictos del Medio Oriente, utiliza esa condición para negociar a dos bandas las condiciones de su presencia en territorio turco.

Créditos y Ganancias

Pasando al lado de los países que de diversas formas han dialogado o apoyado a los talibán, hay que reconocer que Pakistán es uno de los principales ganadores con el retiro de EEUU y la OTAN y por ese hecho obtiene una mayor profundidad y presencia estratégica de la que carecía frente a su sempiterna disputa con la India. Mientras tanto, sirve de mediador en la construcción de apoyos a un gobierno inclusivo en Afganistán, ya que fue el protector y consejero político de los Talibán desde su origen en las madrasas de su país.

Otro ingrediente que aporta a la primacía de Pakistán, es que China ha diseñado su salida estratégica al mar Arábigo con su política de La Franja y la Ruta, a través de Pakistán por la imposibilidad de hacerlo por Afganistán dada la invasión estadounidense y la inestabilidad reinante. Entonces se hizo la conexión a través del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), éste va desde la ciudad china de Kashgar -en la sensible provincia autónoma islámica de Xinjiang-, hasta el puerto de Gwadar en el mar Arábigo paquistaní. Pero sería más eficiente si se aprovecha el nuevo marco geopolítico que se amplía con Afganistán sin invasores, para que la Nueva Ruta de la Seda y sus ferrocarriles atraviesen expeditamente ese tapón e integren a Afganistán en el proyecto euroasiático.

El escenario asiático ha cambiado drásticamente con el triunfo Talibán. La creciente rivalidad entre Estados Unidos y China en la región es otro desafío que involucra a Pakistán, pues EEUU quiere sabotear la Iniciativa de la Franja y la Ruta e impedir el acceso terrestre directo de China al mar Arábigo. China necesita completar su salida al océano Indico pues sus intercambios comerciales dependían únicamente del muy estratégico y conflictivo estrecho marítimo de Malaca. En estas circunstancias, Pakistán tendrá que enfrentar múltiples presiones de EEUU, India y otros aliados de la región por su favoritismo hacia el plan chino.

Irán, que comparte cultura, lengua y creencia chiíta con las minorías hazara y tayika frente a los sunitas pashtún, no quiere verse arrastrado a un conflicto regional, pues tiene una amplia frontera y millones de refugiados en su territorio. También le interesa aprovechar el reacomodo geopolítico que deriva de la salida de las cercanas bases militares de Afganistán, para atenuar las tensiones de EEUU contra su país, retomando su papel relevante en la región. Admitido en la Organización de Cooperación de Shanghai y aprovechando la derrota de EEUU, puede amortiguar las sanciones económicas y apurar la negociación del acuerdo nuclear roto por Trump, exigiendo el levantamiento total de sanciones.

La gran diferencia entre una república chií y el nuevo poder sunnita en Afganistán, el Talibán; podría llevar a pensar en el gran abismo existente entre esas doctrinas enfrentadas. Pero la derrota occidental impone cambios e Irán se comporta de acuerdo a ellos. El nuevo presidente iraní, Ebrahim Raisi, ha celebrado “la vergonzante derrota de EE UU” en ese país y ha declarado que la nueva situación “debe convertirse en una nueva oportunidad para recuperar la vida, la seguridad y la paz”.

La estrategia iraní está definida: ser un país influyente junto a China y Rusia para lograr un gobierno estable e inclusivo que tranquilice las fronteras y apoyarse en quien se oponga a la presencia de fuerzas extranjeras, sobre todo de EEUU, tratándolo como un potencial aliado que ayuda a su causa. ¡Y mirar hacia el Este!

Rusia a pesar de considerar a los talibán un grupo terrorista, es consciente de que deberá enfrentarse a los problemas que crea el nuevo régimen, satisfecho además por la salida vergonzosa de EEUU. Por ello, ha mantenido contactos con los talibán desde meses atrás y condiciona su apoyo ante el cataclismo de una estampida en su frontera, pues teme una desestabilización que afecte a Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, siendo este último el país mas aislado de Asia Central, pues requiere pasar sus hidrocarburos a través de Afganistán.Las exrepúblicas soviéticas siguen teniendo nexos muy fuertes con Rusia y ésta es consciente de los millones de musulmanes en su interior, con muchos de los cuales no ha tenido una relación corriente, como Chechenia.

Asimilando sus errores pasados, Rusia ha mostrado cautela sobre la forma en que actúa frente a los talibán en el poder y si algo ha dejado claro el Gobierno ruso en boca de su ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, es que no tienen prisa en reconocer a los talibán como el nuevo gobierno de Afganistán, pero comparten el mandato de la OCS de auspiciar su mediación en busca de un gobierno inclusivo para enfrentar la crisis humanitaria. No cerraron la embajada rusa en Kabul y el ministro Lavrov ha visitado el país. Para Rusia la protección de la periferia exsoviética es parte de su ABC político internacional.

Y China quiere estabilidad en la región y evitar que surja de nuevo el terrorismo islamista en Xinjiang, también se regocija con la derrota militar de EEUU y tiende a llenar el vacío político dejado por las fuerzas occidentales sin falsos protagonismos de superpotencia.

En términos generales, la influencia y la credibilidad de Estados Unidos se han desplomado en la región, mientras que, por otro lado, las tendencias centrífugas dentro de la alianza occidental se han exacerbado después de la caótica retirada de Washington de Kabul en agosto. Los aliados de Estados Unidos apenas están reprimiendo su furia y disgusto. 

Las repúblicas de Asia Central buscan su puesto en el nuevo Gran Juego

La excepcionalidad geoestratégica de Afganistán o “Estado Tapón” se comprende a partir de sus 938 km de frontera con Irán, 2640 km con Pakistán y sus 75 km de colindancia con China. En otro momento histórico compartió una frontera de 2.100 km con la Unión Soviética, en lo que ahora son los territorios de Tayikistán (1.206 km), Turkmenistán (744 km) y Uzbekistán (137 km).

No es posible entender el futuro de Afganistán y sus disyuntivas sin la última pieza clave del puzle centroasiático, al que se encuentra vinculado por lazos históricos, políticos, culturales y étnicos. La disolución de la URSS en 1991 derivó en la independencia de las cinco ex repúblicas soviéticas de Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán. Las tres últimas tienen fronteras y comparten pueblos con Afganistán.

Todas estas repúblicas continúan buscando su espacio geopolítico internacional, no quieren ser solo la base militar de los imperios y países que se disputan el mundo en Asia Central. Pero la geografía impone sus condiciones, así que la lejanía a todos los mares, los inmensos desiertos y altas montañas y las enredadas fronteras condicionan su trayectoria vital y su futuro. Si a la derrota y salida estadounidense de Afganistán le sumamos el carácter de encrucijada entre Oriente y Occidente tenemos el tablero de variables geopolíticas de amplio espectro y más difícil gestión.

Turkmenistán, el lobo solitario

Turkmenistán es una de las incógnitas mejor guardadas en el mundo. A la ignorancia generalizada sobre este país se suma la inmutabilidad y silencio de su gobierno sobre cualquier aspecto internacional y su vecino Afganistán no es la excepción. Tienen más de 700 km de frontera y una minoría étnica común. Turkmenistán ha sido el único país de la región que dice mantenerse neutral en el conflicto de Afganistán, por eso no permite a los refugiados afganos cruzar la frontera común.

Pero aunque su interés actual es proteger la frontera de nuevos refugiados, tiene petróleo y gas en abundancia y la mejor manera de sacarlo al mundo sería a través de un oleoducto-gasoducto a través del “Estado Tapón”, y superar ese gran obstáculo para cualquier política propia, liberando tensiones que permitirán a los estados centroasiáticos a agilizar sus realizaciones. Es válido para todos.

Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores de Turkmenistán, Rashid Merédov, sorprendió con su llegada a Kabul el 30 de octubre, para reunirse con líderes Talibán y tratar las relaciones económicas bilaterales, días después de que los países vecinos de Afganistán en una Conferencia celebrada en Teherán, llamasen a la creación de un Ejecutivo inclusivo.

Fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores del Emirato Islámico (como se autodenomina el Gobierno talibán), Amir Khan Mutaqi. El portavoz talibán Bilal Karimi, que hizo las declaraciones, añadió que las discusiones estarán centradas en «proyectos económicos, comercio, tránsito y exportaciones e importaciones».

El Gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI), nacido en 2015 por iniciativa de Turkmenistán con el objetivo de llevar gas desde sus yacimientos de Galkinish hasta la India para 2019, también figurará en la agenda.

Tukmenistán es el único de los países exsoviéticos del Asia Central que no hace parte de la Organización de Cooperación de Shanghai, ni de otros organismos internacionales reconocidos.

Tayikistán, la máxima tensión

Tayikistán, vecino al norte de Afganistán, ha declarado públicamente que no tiene la intención de reconocer un gobierno talibán «formado a través de la opresión», sino incluye a representantes de su etnia en el gobierno definitivo. El presidente Emomali Rahmon ha criticado a los talibán por sus acciones y ha exigido más derechos para los tayikos en Afganistán, el segundo grupo étnico más grande después de los pashtún. Sin embargo, las cosas se complican para el presidente porque no todos los tayikos buscan el apoyo de Tayikistán.Además, Qari Muhammad Hanif, también tayiko, fue nombrado en el gobierno provisional como ministro interino de Asuntos Económicos, un puesto muy importante.

Tayikistán es un centro creciente de presencia de exiliados políticos y de la resistencia afgana, entre ellos los no muy bien reputados jefes de la Alianza del Norte y de Panjshir. El ex vicepresidente y miembro de la CIA Amrullah Saleh, dirigente de la falsa “resistencia” en Panjshir, opera con Masoud por Twitter desde Tayikistán.

No es fácil discernir entre los comunicados oficiales y los de los exiliados. Hay informes de acciones para formar un “gobierno afgano alternativo” en la capital de Tayikistán, Dushambe; que solo profundizaría las hostilidades verbales entre los vecinos.

Mientras tanto, el ruido de sables de Tayikistán también refleja la posición interna del eterno presidente Rahmon, quien lleva 30 años en el poder. Al otro lado de la frontera, Ghani Baradar, primer viceprimer ministro interino de los talibán, acusó a Tayikistán de interferir en los asuntos internos afganos y señaló que «por cada acción hay una reacción». Guerra verbal.

Paralelamente a este pulso, en septiembre 20-22 se realizó en Dushambe, capital de Tayikistán, la Cumbre de la OCS, donde Afganistán centró la atención de los participantes asiáticos y se comprometieron en buscar una solución pacífica y estable para las difíciles condiciones del pueblo afgano y de Asia Central.

Si bien es poco probable que se produzca un enfrentamiento militar, las tensiones permiten que la OCS con China y Rusia a la cabeza ejerzan su mayor influencia sobre la región a través de un papel de mediación entre la ex república soviética y los nuevos gobernantes de Kabul. 

Uzbekistán, el vecino exsoviético “fuerte”

Con una frontera de solo 137 km se destaca por su vitalidad. En la guerra entre islamistas fue clave la participación de la Alianza del Norte dirigida principalmente por uzbecos y tayikos. El exgeneral afgano de etnia uzbeca Rachid Dushtom fue la figura predominante como señor de la guerra en la Alianza, pero hoy está retirado en medio de sus riquezas. Hoy no resuenan los tambores de guerra de otras épocas.

Desde Taskent, la capital, el gobierno de Shavkat Mirziyóyev ha afirmado que apoya las declaraciones de las partes afganas sobre la formación de un gobierno «inclusivo» y que la transición de poder «se lleve a cabo pacíficamente sobre la base de un consenso común, teniendo en cuenta las normas universalmente reconocidas del Derecho Internacional».

Asimismo, Uzbekistán ha reafirmado su «compromiso» de mantener las «tradicionales relaciones amistosas y de buena vecindad con Afganistán» y ha reafirmado su intención de no interferir en sus asuntos internos.

El presidente uzbeko Mirziyóyev, abogó por que los países de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) continúen el diálogo con los talibán en Afganistán y llamó a descongelar los activos de ese país en bancos extranjeros para prevenir una crisis humanitaria.

Estas son las declaraciones de un estado que conoce el juego político regional: «Ha surgido una nueva realidad en este país. Nuevas fuerzas han llegado al poder. Este es un hecho consumado. En este sentido, es necesario desarrollar enfoques coordinados sobre la situación en Afganistán, así como desarrollar un diálogo con las nuevas autoridades del país», dijo durante la cumbre de la OCS en Dushambe.

De “la Guerra contra el terrorismo” a la contención agresiva de China y Rusia

La derrota estadounidense en Afganistán lo obliga a recomponer su política exterior y el nuevo objetivo no es la “guerra contra el terrorismo”, sino desvalorizar el papel del poderío nuclear de Rusia y contener el poder económico-financiero de China en el continente euroasiático y el mundo. Por tal razón el Imperio del Caos seguirá intentando aislar a Rusia y acosar a China por todos los medios para obstaculizar la expansión del proyecto las Nuevas Rutas de la Seda.

La política china de “La Franja y la Ruta” que ya lleva ocho años ejecutándose y hasta hoy, mas de 130 países socios han firmado con China documentos de cooperación en el marco de «la Franja y la Ruta». Esta iniciativa se ha convertido verdaderamente en la plataforma de cooperación internacional más amplia y de mayor escala del mundo y no un tablero de juego para la geopolítica.

También ha puesto en evidencia la ausencia de una política exterior americana o mejor de la total ausencia de propuestas para el mundo, que no sean las invasiones o amenazas militares para cualquier país que no siga la batuta americana. Es la consecuencia inevitable de su decadencia como hegemón y la reacción mecánica al surgimiento de muestras de un mundo multipolar donde ya no brilla ni encandila con su furia imperialista.

Asesores de EEUU, entre ellos Brzezinski, vaticinaron que quien controle esta inmensa masa continental estará en condiciones de disputar la preeminencia global a EEUU por lo que conminaban a Washington a impedir la aparición de cualquier poder desafiante en dicha región. China es ese rival que Washington aún no sabe cómo enfrentar.

En suma, muchos países son conscientes del valor estratégico de estas rutas comerciales y de la importancia vital que Eurasia tiene en el mundo del siglo XXI, siguiendo las enseñanzas geopolíticas de Mckinder hace un siglo. Pero ha sido China quien ha revivido la gran gesta histórica de la Ruta de la Seda y ha echado a andar ese entramado de autopistas, ferrocarriles, oleoductos, gasoductos y puertos que hoy conocemos como la Franja y la Ruta, la nueva Ruta de la Seda.

Para Mackinder, cualquier potencia que controlase la Isla Mundial controlaría más de la mitad de los recursos del mundo y por tanto obtendría una posición central. En 1919, Mackinder resumió su teoría con esta frase lapidaria: “Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla Mundial; quien gobierne la Isla Mundial controlará el mundo”. Pero EEUU no oye, no cambia, ni aprende.

De acuerdo a su libreto actual, así quedó configurado el nuevo eje del mal, serían Talibán-Pakistán-Irán-China-Rusia. El nuevo gran juego de Eurasia se está configurando sin su presencia activa. La caída de Kabul es un momento culminante del desalojo occidental del continente y la inauguración de un “orden regional” organizado por los propios asiáticos y que tuvo su expresión máxima en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), en Dushambe, el 20 de septiembre pasado.

El verdadero objetivo estadounidense por el cual se recompone son China y Rusia, por eso Pekín y Moscú están gestionando meticulosamente la reinserción de Afganistán en la geopolítica regional y global. Esto significa que la OCS está gestionando por etapas el proceso.

Lo realmente importante es que Rusia y China están muy activos labrando vías internas paralelas de diálogo diplomático con los Talibán. Es necesario recordar que Rusia alberga a 25 millones de musulmanes y China al menos 35 millones. Estos serán convocados para apoyar el inmenso proyecto de reconstrucción afgana y reintegración total de Eurasia.   

Para el Kremlin, una desestabilización de Tayikistán podría tener un impacto grave en Rusia, que es el principal destino de los trabajadores migrantes de Tayikistán. Para Rusia es más importante que la población musulmana siga una forma tradicional del Islam, en lugar de una versión extrema como la que dicen, tuvo el talibán. Por eso Moscú apoya firmemente a Rahmon y su política de laicismo activo en Tayikistán.

China, con su particular capacidad de no dejarse provocar sigue con sus planes de conectar al mundo y conectarse con él. Parece hacer suyas las palabras de Don Quijote: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”.

Reordenamiento geopolítico y escenarios posibles

La conclusión principal del gestante mapa geopolítico asiático es que la estabilización de Afganistán es de interés para todos. Dada la concordancia de intereses comunes, Rusia y China están coordinando las posiciones de los países regionales para evitar un choque de intereses dentro de Afganistán. La reunión de la OCS en Dushanbe expresó esa política.

Es significativo también que Irán haya dado prioridad a la seguridad y la estabilidad de Afganistán, mientras que Uzbekistán y Turkmenistán están dispuestos a encontrar un terreno común con los talibán. De hecho, Tayikistán tiene algunas razones históricas y recientes para adoptar una postura dura hacia los talibán, pero Dushanbe también mantiene la cooperación con China y Rusia por esos objetivos comunes.

Los escenarios afganos en disputa, según cada autor

No obstante el optimismo cauteloso que se expresa mayoritariamente en Asia, siempre debe ser olfateado. Pero a la vez, es evidente que el pronóstico occidental de que está estallando una lucha geopolítica despiadada en el panorama afgano es bastante inadmisible y tiene como objetivo confundir y relajar sus responsabilidades. Por tanto, es necesario visualizar los posibles escenarios de acuerdo a los intereses que representan.

La hipótesis apocalíptica de varias personalidades occidentales de que el gobierno talibán se debilita o se desintegra, no es necesariamente descartable. ¿Qué pasaría si es así? Ciertamente, sería un escenario peligroso que podría afectar a toda la región porque el papel del terrorismo no se puede desconocer. En tal escenario, es totalmente concebible que puedan resurgir enclaves controlados por estructuras terroristas internacionales en Afganistán como ISIS (así sucedió en Siria y Libia). ¿A quién sirve eso? Al Imperio del Caos.

Un fracaso o debilitamiento del gobierno talibán podría conducir a la desintegración de un país ya fragmentado, con la inevitable violencia que eso conllevaría, pero con un efecto dominó en los demás países de Asia Central. 

También se podrían desarrollar otros conflictos: el enfrentamiento entre las minorías étnicas del norte y los pashtún del sur (poco probable militarmente), así como entre sunitas y chiítas hazaras (poco probable por la amnistía declarada por el Talibán y que ha cumplido rigurosamente). Es decir, de darse este escenario, el conflicto se catapultaría y se volvería más complejo. Todos los países mediadores como Rusia, China, Irán y Pakistán podrían verse atrapados en él.

En el peor escenario, si el gobierno talibán colapsase, muchos disidentes podrían radicalizarse y Afganistán se podría convertirse en un refugio seguro para las organizaciones terroristas y extremistas del Asia Central y China. Puede fortalecerse la presencia del Estado Islámico y hasta el resurgimiento de al-Qaeda.

Pero de acuerdo al análisis que he venido sustentando, existe una gran posibilidad de que con el paso del tiempo el gobierno talibán inclusivo cree un sistema de gobierno relativamente eficaz que mitigue la crisis, mantenga la unidad del país e integre a la oposición. Los afganos han dado muestras históricas de poder actuar unidos ante las circunstancias decisivas y ésta es la gran oportunidad, los mueve la necesidad de paz y estabilidad ante 42 años de guerras. Sus concepto de tiempo y espacio, de gobierno y destino son en esencia diferentes a los de Occidente. 

De ser así, la coordinación limítrofe Irán-Paquistán se vuelve crucial, y Moscú y Beijing también deben alinear y postear los intereses de los estados regionales para evitar cualquier intervención externa.

Es plausible considerar que hay muchas posibilidades de que se desarrolle el escenario favorable: la gran crisis humanitaria y las múltiples amenazas actuales que surgen de la situación heredada persistirán al principio, pero tenderán a disminuir en los próximos años. 

La importancia crítica de reconocer al gobierno talibán victorioso a pesar de todos sus defectos y deficiencias y evitar cualquier estratagema que lo debilite, no puede soslayarse. Se está llevando a cabo una campaña viciada por la “incapacidad” de los talibán para impedir los atentados de ISIS. Esta es una campaña perversa para sembrar confusión e indefensión. El contraataque juicioso a tal malicia debería ser reconocer al gobierno talibán.  

Se debería rechazar la tesis occidental del apocalipsis y, en cambio, pensar positivamente y esforzarse por centrar la atención en las formas y medios de prevenir la erosión y el colapso de las estructuras estatales y sociales afganas.

Ésta debería ser la máxima prioridad en este momento: ayuda humanitaria masiva, levantamiento de embargos internacionales, formación de cuadros y amnistía para los que quieran regresar, asistencia en materia de seguridad y educación pública, ver el regreso de la comunidad diplomática internacional a Kabul, etc. 

Se debe promover la interacción y la cooperación con el gobierno Talibán sobre una base bilateral y multilateral, particularmente dentro de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y demás mecanismos regionales de defensa y solidaridad.

En la comunidad internacionaloccidental la postura hacia los talibán ha empezado a suavizarse y la idea de tener que involucrar a Afganistán en la cooperación internacional ha pasado a primer plano. Sin embargo, es aún prematuro pensar que algunos países reconocerán rápidamente al gobierno talibán, pero inevitablemente lo tendrán que hacer, si de ayudar a la reconstrucción del país lo requiere. EEUU será el primero en hacerlo en Occidente, siguiendo lo acordado -mas no firmado- en Doha de que se formaría un gobierno interino en Kabul que, por supuesto, Ashraf Ghani y su camarilla sabotearon adecuadamente. Hoy se sigue hablando de gobierno inclusivo, que muy seguramente también se dará.

¡Afganistán tiene futuro!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.