La teoría convencional sobre el comercio exterior (léase: occidental) le asigna a este sector tres funciones fundamentales: (a) como medio para la completa realización de las mercancías, (b) como mecanismo para el ajuste de las deformaciones estructurales derivadas de la división internacional del trabajo, mediante el cambio de la composición material del producto disponible y […]
La teoría convencional sobre el comercio exterior (léase: occidental) le asigna a este sector tres funciones fundamentales: (a) como medio para la completa realización de las mercancías, (b) como mecanismo para el ajuste de las deformaciones estructurales derivadas de la división internacional del trabajo, mediante el cambio de la composición material del producto disponible y (c) como elemento que contribuye a una mejor distribución de la renta nacional entre acumulación y consumo y, por consiguiente, a la reproducción de las economías nacionales.
No obstante, una aproximación a la evolución seguida por el comercio exterior de los países africanos revela la falsedad acerca de las supuestas bondades del sector para las naciones africanas y que, por el contrario, éste ha contribuido a un empeoramiento de su situación económica.
El logro de la primera de las funciones resulta extremadamente difícil para la inmensa mayoría de las naciones africanas debido a que la especialización productiva que las potencias coloniales impusieron a las naciones (subdesarrolladas) africanas ha conllevado un alto grado de competencia entre ellas en los mercados internacionales, para no hablar del hecho de que, en determinadas producciones, también deben competir con las producciones de naciones desarrolladas.
Tal es el caso de algunas exportaciones de productos agrícolas de países africanos que tienen competidores en producciones de naciones desarrolladas como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia y otros. La teoría convencional soslaya referirse a que la peculiar estructura de las exportaciones e importaciones africanas, fruto de una división internacional capitalista del trabajo que los países del continente no han podido modificar, lleva al deterioro de la relación de términos de intercambio.
Las naciones africanas se especializan en producciones primarias que, salvo contadas excepciones como el petróleo, el gas, los minerales y los metales, son productos que suelen tener bajos precios en los mercados mundiales debido a que la demanda de éstos tiende a estancarse o a decrecer.
Esta desfavorable estructura del comercio exterior explica una parte de las importantes pérdidas de ingresos que los países africanos sufren por la vía de los déficit de los saldos de las balanzas comerciales.
A modo de ejemplo podría indicarse que, si exceptuamos el comportamiento de la balanza en cuenta corriente de los países exportadores netos de combustibles debido a la particular coyuntura mostrada por los precios de su principal producto de exportación en los últimos años, observaremos que la de los países importadores netos de combustibles ha observado una tendencia sostenidamente deficitaria e, incluso, creciente.
Estos déficit -que deben ser cubiertos mediante la concertación de préstamos en los mercados financieros internacionales- constituyen una de las causas del endeudamiento externo observado en las naciones africanas. Y por ello, una revisión de las relaciones entre los saldos de las balanzas comerciales o de cuenta corriente y el nivel de la deuda externa arrojaría una relación bastante estrecha entre ambos indicadores.
Se crea así un dramático círculo vicioso consistente en que las naciones africanas deberán dedicar, algunas veces, importantes porcentajes de sus ingresos por exportaciones para pagar el servicio de la deuda externa.
La segunda tesis de la teoría convencional del comercio exterior afirma que el sector coadyuva a que las naciones africanas solucionen las deformaciones estructurales de las economías.
Pero para obtener mediante el comercio exterior los bienes que los países africanos no producen, éstos deben poseer ingresos suficientes a partir de sus exportaciones
Sin embargo, la realidad es que las naciones africanas se enfrentan a las diferencias existentes en los procesos de formación de precios de sus productos de exportación e importación.
El control logrado por las corporaciones transnacionales en la producción y el comercio mundiales les permite influir decisivamente en el proceso de formación de los precios tanto de los productos manufacturados como en el de los productos primarios. En el primero de los casos tenderán a mantenerlos altos, mientras que los precios de los segundo tratarán de bajarlos al máximo posible.
Cuando se revisan las políticas comerciales de las naciones industrializadas se aprecia que éstas tratan de dificultar el acceso a sus mercados de los bienes que poseen más valor agregado, mientras que dan mayores posibilidades a las mercancías sin procesar.
Ello explica los bajos ingresos obtenidos por las naciones africanas procedentes de sus exportaciones.
A lo anterior debe sumarse que, luego del estallido de la crisis de la deuda externa en las naciones africanas en los años 80, éstos se vieron sometidos a las políticas económicas neoliberales impulsadas por el FMI y el BM, las cuales de tradujeron en una acentuación de las deformaciones estructurales de las naciones africanas porque aquellas debieron aumentar los volúmenes de producción y exportación de productos primarios para poder pagar su deuda.
Desde mediados del pasado decenio, con la transformación del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas inglesas) en la Organización Mundial de Comercio (OMC), el impulso al librecomercio a ultranza ha sido llevado adelante por las principales potencias mundiales, insistiendo en la supuesta «necesidad» de eliminar todo tipo de acuerdo comercial preferencial.
De esta forma, las naciones africanas han debido enfrentar desde el año 2002 -y, especialmente, desde el 2005- las presiones de la Unión Europea (UE) para que negocien los denominados Acuerdos de Asociación Económica (AAE), cuyos únicos beneficiarios serán las naciones desarrolladas europeas que podrán inundar los mercados de las naciones africanas con la enorme cantidad de mercancías que fabrican, mientras que las africanas aún ven limitado su acceso a los mercados de aquellas naciones debido a la existencia de una gran cantidad de barreras no arancelarias sobre las cuales la OMC prácticamente no se pronuncia.
El pobre aporte del comercio exterior de los países africanos a su crecimiento económico, es otra de las consecuencias derivadas de la evolución seguida por el sector. El informe World economic situation and prospects 2007, editado por la ONU, señalaba lo siguiente: «Entre 1998 y 2006, solo 7 países de un total de 52 naciones monitoreadas por la Comisión Económica para Africa (CEPA) alcanzaron un PIB real promedio de más del 7%, considerado por algunos como la tasa mínima de crecimiento requerida para reducir a la mitad la pobreza extrema en la región en el 2015. (1)
A manera de conclusión puede decirse que queda demostrado que debido a los numerosos problemas detectados, la evolución seguida por el comercio exterior de los países africanos revela la imposibilidad de las naciones africanas de poder realizar una modernización de sus procesos productivos que les permita mejorar su competitividad e inserción en las relaciones comerciales internacionales (lo cualitativo) y/o desarrollar simples procesos de reproducción ampliada (lo cuantitativo).
Referencias:
(1) UN, World Economic Situation and Prospects 2007, New York, 2007, p. 103.
Silvio Baró es director del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).