Las altas cúpulas demócratas, empecinadas en combatir al sector progresistas de su partido, encabezado por Bernie Sanders, fortalecen con sus impertinencias los chances de ganar de Trump.
Cierta
parte
de la humanidad es consciente de que, como nunca, las elecciones de
noviembre de EEUU son cruciales para su
misma existencia, pues en ellas se juega no sólo el destino de ese país
sino, incluso, el de los seres humanos todavía no nacidos, pues la
reelección del Presidente Trump y su séquito pone en el tapete la
extinción de todo lo
vivo.
No es para menos, es que Trump con gran estrépito, cual inquilino
resabiado, mete sus narices en las casas del vecindario y en la suya
propia, causando gran tremor y crujido de dientes. Y si no las mete él, las mete
cualquiera de
sus compinches,
en particular, Pompeo, cuya tosquedad supera la de un basilisco.
Lo grave del asunto es que las
altas cúpulas demócratas, empecinadas en combatir al sector
progresistas de su partido, encabezado por Bernie Sanders, fortalecen
con sus impertinencias los chances de ganar de Trump, al seguirle la
corriente cuando se jacta de que va a derrotar en la elección a
Sanders, el comunista, palabra que les exorciza y les impele a imitar
a la Zamba Canuta.
No se exagera, bastó con que Trump llamara a Guaidó el más verídico presidente venezolano, para que se pusiera de pie la Sra. Pelosi, que un poco antes había roto ostensiblemente el mensaje presidencial, y aplaudiera a rabiar, acto que fue acolitado por otros altos miembros de su partido. Se ve que Alexandria Ocasio-Cortez conoce a Trump más que a su propia blusa, ya que no asistió al Congreso porque “nada de esto es normal y no lo legitimaré”. Bravo Alexandria, así se habla, Sanders tiene todas las de ganar con gente como usted, ya que pensar de esta manera os hará libres.
Cuando
Trump arribó a la cloaca, así llama él al mundo político de
Washington, parecía el enterrador del sistema bicéfalo
estadounidense, que había manipulado al mundo sin importar quien fuera el mandatario. Su mensaje sonaba divergente,
porque ofrecía mucho aunque cumplió poco; pero le bastó para
derrotar a la Sra. Clinton, digna representante del neoliberalismo,
que a su manera combatía Trump.
El
neoliberalismo es la doctrina de la total libertad económica y
comercial, de la fuerte reducción del gasto social y de la
intervención privada en las competencias del Estado, financiada con
impuestos a la población. Nació en 1938, luego de la Gran Crisis,
como una solución intermedia entre el liberalismo clásico y la
planificación estatal. En la década de los 80 fue introducida en
Chile por el General Augusto Pinochet, apoyado por la Sra.
Thatcher de Gran Bretaña y el Presidente Reagan de Estados Unidos.
Según expertos, la adopción de esa doctrina ha causado la actual
crisis política de Chile y el hundimiento del sistema financiero
internacional del 2008, cuando los
bancos de inversión estafaban
premeditadamente, vendiendo bonos con datos distorsionados. Lehman
Brothers, poco antes de colapsar, ocultó en sus balances 50.000
millones de dólares de activos con problemas. La crisis se
hizo patente cuando se evidenció la imposibilidad de cobrar los
créditos otorgados a deudores poco solventes; lo peor es que no
se conocía el monto de
los certificados que circulaban por el planeta ni la posibilidad de
cobrarlos.
La crisis actual es uno de los
efectos de la globalización, porque los productores de EEUU y la
UE, buscando minimizar
el costo de sus productos, se aprovecharon de los bajos salarios en
China y trasladaron sus
fábricas a ese país.
La elevada capacidad industrial de China está basada en las exportaciones de
los productos que Occidente ya no produce; este
desequilibrio es el factor determinante de esta crisis.
Como el estadounidense consume
más productos chinos que los chinos
productos norteamericanos, el déficit comercial
de EEUU con China es
enorme, lo que fue el pretexto para el inicio de la guerra comercial de Trump contra la
China.
Es patente y casi antagónica
la siguiente contradicción: EEUU intenta imponer a China nuevas reglas de juego y China busca mantener las actuales. Realmente, sus discordias no son sólo
arancelarias, de tipos de cambio o de tasas de interés sino mucho
más profundas, se
trata de que EEUU intenta frenar el desarrollo chino, pues no quiere
perder su liderazgo ni la correspondiente hegemonía, y China todavía no tiene
la capacidad para sustituirle. En esta lucha, ambos se han convertido en una
especie de hermanos siameses que no se soportan mutuamente.
En este contexto se enmarcan
las contradicciones políticas de Trump con la UE, sus rabietas hacia
Rusia y China, su agresividad contra Nicaragua, Cuba y Venezuela, sus
zalamerías a la India, su apoyo irrestricto a la derecha mundial y
su imposición de
sanciones contra todo el mundo.
Así las cosas, se espera el
desenlace de la geopolítica actual. ¿Se
liberará, finalmente, la UE de
la férula estadounidense o agacharán la cabeza y mantendrá el rabo
entre las piernas? De lo que no cabe duda es que la paciencia y la
experiencia de la milenaria China, unida a la sapiencia y la valentía de Rusia, por el bien de la especie, no
serán derrotadas jamás, porque lo cierto es que EEUU perdió, o
está por perder, el primer lugar que tenía en el plano económico
mundial, pues ya es o pronto va a ser superado por China y, por encontrarse militarmente
detrás de Rusia, ha perdido la superioridad
militar que le
garantizaba la hegemonía universal.
La predica del Presidente
Trump de que volvería a EEUU un país grande consistió en optar por
el proteccionismo a raja tabla, lo que va contra las
reglas del neoliberalismo y poco
a poco disminuirá la competitividad del sistema productivo estadounidense.
Las discordias entre demócratas y republicanos son dos
posturas del capitalismo norteamericano,
la neoliberal y la nacionalista, que prefiere el
desarrollo de su país. Son dos caras de la
misma moneda, que busca recuperar la hegemonía perdida por la
globalización de su industria y el fracaso de sus aventuras
militares.
Un
tema que casi no tocan los políticos estadounidenses, que aspiran a
la presidencia, es el de la inmensa deuda de su país. Se trata de
una sociedad donde todos, incluido el Estado, gastan más de lo que
ganan, aunque la lógica indique que tal sistema está condenado al
fracaso. Y como un problema que no se resuelve se complica, la gente
vive al filo de la navaja. ¿Hasta cuándo? ¡Hasta que el mundo
soporte o reviente! ¿Cuándo? No se sabe, pero todos ruegan que el
colapso se dé cuando no estén vivos para contar el cuento. Según
el excongresista republicano Ron Paul, la Reserva Federal, FED,
“imprime dinero de la nada”, lo que genera un problema peliagudo
debido a que el sistema no puede trabajar en una economía real de
mercado. Por
algo Putin les acusó de tener una economía parasitaria.
Los
problemas actuales son más complejos que los que generaron la crisis
financiera del 2008, cuando la FED intervino indicando que “se
conserva la probabilidad de que la situación se salga del control,
sin que nos demos cuenta. Eso será un gran problema para nosotros y
no está claro qué hacer con ello”. En otras palabras, se
desconoce cómo resolver el asunto. Expertos de la revista Financial
Times dicen que el techo de la deuda “amenaza potencialmente con un default en EEUU”. Paul
C. Roberts, exsecretario del tesoro del gobierno de Reagan, niega la
posibilidad de que un presidente de EEUU “pueda cambiar las cosas,
porque en la política estadounidense, los grupos de interés son más
poderosos que los políticos electos… La
humanidad no tiene futuro a menos que despierte y se dé cuenta de
que el mal total lleva las riendas de Occidente”.
La
situación económica de EEUU es mala sin que importe lo que diga el Presidente Trump, está en quiebra aunque disfracen sus problemas y no informen al público sobre otras grandes facturas. Si a la deuda oficial se
sumara el pago a la seguridad social, la brecha fiscal real sería igual a
tres veces el PIB del mundo. La crisis
global es inevitable, sólo no se sabe cuándo va a estallar y si el
dólar en su caída va a arrastrar consigo al sistema financiero
mundial. Esto
nos debería obligar a repensarlo todo, a cambiar de rumbo para evitar lo peor, el colapso de la civilización.
Por algo Bernie Sanders afirma: “Si el Congreso no puede regular a Wall Street, sólo queda una alternativa… acabar con esos ‘bancos demasiado grandes como para quebrar’ para que así nunca más puedan destruir los puestos de trabajo, los hogares y los ahorros de la gente americana… Si una institución financiera es demasiado grande como para quebrar, es demasiado grande como para existir”; también aboga por elevar las cuotas a la Seguridad Social, para disminuir el creciente número de ancianos que viven bajo el umbral de pobreza, situación que califica de “regresiva, injusta y absurda”. ¡Ojalá que gane! Todos lo necesitan.