Un atentado con coche-bomba, del que todavía no se conocen con precisión los detalles, mató el pasado viernes a siete soldados rusos en un cuartel de Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur. Al parecer, una patrulla rusa perteneciente las llamadas «Fuerzas de pacificación de Osetia del Sur» interceptó en un control, próximo a un […]
Un atentado con coche-bomba, del que todavía no se conocen con precisión los detalles, mató el pasado viernes a siete soldados rusos en un cuartel de Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur. Al parecer, una patrulla rusa perteneciente las llamadas «Fuerzas de pacificación de Osetia del Sur» interceptó en un control, próximo a un enclave georgiano, dos vehículos que transportaban armas y material explosivo. Trasladados a la capital osetia, para proceder a su registro, uno de ellos hizo explosión.
El atentado tuvo lugar pocos días antes de que, en cumplimiento del plan acordado entre Sarkozy y Medvedev, las tropas rusas deban abandonar las franjas de territorio georgiano contiguas a Osetia del Sur y Abjasia, donde aún se hallan temporalmente desplegadas. Inmediatamente se produjo un intercambio de acusaciones. El Gobierno georgiano acusó a Rusia de provocar el incidente para retrasar el cumplimiento del plan. Desde Moscú se dijo que se trataba de otra muestra del terrorismo de Estado practicado por Georgia cuando atacó Osetia del Sur en agosto pasado.
Mientras tanto, ha comenzado el despliegue de la misión europea de observación, constituida por dos centenares de observadores procedentes de 22 países de la Unión Europea (UE). Tras algunos leves incidentes con las tropas rusas que ocupan las franjas antes citadas, causados por malentendidos o por el retraso en la transmisión de las órdenes, el primer día desplegaron en esas zonas 14 grupos de observación, constituido cada uno por ocho personas en dos vehículos todo terreno. Su primer informe señaló que no se habían advertido violaciones del alto el fuego acordado. El domingo pasado fueron testigos de la retirada de varios puestos de control ruso en territorio georgiano.
Si todo prosigue según lo previsto, el próximo 10 de octubre las tropas rusas habrán sido reemplazadas por los observadores europeos y se retirarán al interior de Osetia del Sur y de Abjasia, donde, por el momento, parece muy difícil, si no imposible, que penetren los observadores de la UE. Ni siquiera Javier Solana, en su visita al presidente georgiano el 30 de septiembre, fue capaz de confirmar que esto pudiera ocurrir. Preguntado al respecto, declaró: «De momento, la misión principal es lograr que las tropas rusas abandonen las franjas fronterizas. Después se resolverán otros asuntos». Queda, pues, pendiente un serio motivo para futuros enfrentamientos de mucho calado. Por un lado, Rusia ha reconocido oficialmente la independencia de las dos provincias separatistas georgianas (donde despliegan sus tropas en misión de pacificación) y, por otro, el Gobierno de Tiflis insiste en que EEUU, la UE y, si es preciso, la OTAN en el futuro le garanticen sus actuales fronteras.
El camino que queda por recorrer para llegar a la normalidad en esta zona caucásica está sembrado de obstáculos. Aunque parezca sorprendente, el más difícil ha sido creado por anteriores decisiones tomadas por EEUU y la UE. Se trata del doble rasero utilizado para abordar las tendencias secesionistas de Kosovo respecto al Gobierno de Belgrado, y las equivalentes de Abjasia y Osetia del Sur en relación con Tiflis. Otro doble rasero que no puede ignorarse es el atribuir brutalidad a la reacción rusa en Osetia, como ha hecho la Sra. Rice, afirmando que «el uso de la fuerza militar no es aceptable en el siglo XXI». Precisamente ella representa a un Estado que no ha cesado de utilizar esa misma fuerza, a menudo de manera totalmente ilegal, como hizo en Iraq nada más comenzar este siglo.
Otro importante obstáculo es la abrumadora desinformación que en los países occidentales, a remolque de los medios informativos de EEUU, se abate sobre la opinión pública. Se ha mentido sobre el inicio de la breve guerra ruso-georgiana de agosto pasado, atribuyéndolo a Rusia, cuando fueron las tropas del Gobierno de Tiflis las que arrasaron Tsjinvali, incluso utilizando misiles de modo indiscriminado contra la población civil, decidido aquél a poner fin por cualquier medio al prolongado independentismo osetio.
También se ha hecho caso omiso de que desde algún tiempo atrás Georgia viene sido rearmada por EEUU e Israel (cuyos observadores militares estaban presentes cuando se produjo la invasión georgiana de Osetia), a lo que se ha sumado una amplia propaganda basada en su inminente entrada en la OTAN. Todo esto ha producido en el Gobierno de Moscú una más que justificada alarma ante el cerco estratégico que percibe cerrándose en torno a Rusia. Sea o no cierto que EEUU aseguró a Gorbachov que no ampliaría la OTAN hacia el Este, a cambio de que éste aceptase la reunificación alemana en 1990, lo cierto es que no puede ignorarse esa percepción de acoso y cerco, con hondas raíces en la historia rusa. Es la que sin duda propició la rápida reacción militar ante el ataque georgiano contra Osetia del Sur.
Ni Rusia es hoy la URSS, ni la Guerra Fría tiene visos de reproducirse, al haber desaparecido los motivos que la hicieron posible. Aunque resulte cómodo para algunos políticos estadounidenses aplicar al actual conflicto los viejos clichés ya caducados, esto sólo llevará a nuevos fracasos y renovadas tensiones. Es deseable que no se vuelva a actuar sobre una realidad ficticia, como la que llevó al iluminado Bush a invadir Iraq. Europa deberá manejar esta crisis según criterios propios, no los confeccionados en Washington, y valorar en su justa medida todo lo que hoy la vincula con sus vecinos, entre los que Rusia ocupa un lugar no desdeñable.
* General de Artillería en la Reserva