Han pasado más de once años en que ustedes se levantaron en contra del mal gobierno, en contra del TLC, y desde las tierras del sureste mexicano hicieron ver a la nación mexicana y al mundo entero que los pueblos originarios de este continente y, especialmente, de México están presentes y son parte viva de […]
Han pasado más de once años en que ustedes se levantaron en contra del mal gobierno, en contra del TLC, y desde las tierras del sureste mexicano hicieron ver a la nación mexicana y al mundo entero que los pueblos originarios de este continente y, especialmente, de México están presentes y son parte viva de la sociedad mexicana. En todo este tiempo, su forma de resistir y sus iniciativas han enriquecido la lucha de los trabajadores, de los campesinos y demás sectores que al igual que ustedes se han opuesto a las políticas neoliberales. En este ir y venir de los que resistimos hemos tenido aciertos y errores, pues defender la patria y lograr que nuestro pueblo tenga los mínimos satisfechos no es cosa fácil.
Y en cada lucha que hemos dado, tanto ustedes como nosotros, hemos tenido que reflexionar si hicimos bien las cosas, en qué estuvimos mal y cómo se han fortalecido los neoliberales y qué grado de integración han tenido con los poderes trasnacionales, qué cambios se han dado en la llamada clase política y los grupos y sectores que se reclaman de izquierda. Todo ello nos ha parecido necesario para saber qué terreno estamos pisando y buscar los mejores caminos para lograr la emancipación de nuestro pueblo, y contribuir a la lucha de los pueblos contra el neoliberalismo que tantos males ha causado a la humanidad.
Mirando las cosas de lo que ha ocurrido abajo, podemos decir que desde principios de 1994, fecha de su alzamiento, una tras otra de sus iniciativas de convertirse en un referente organizativo a nivel nacional no han tenido el éxito que se esperaba. Habría que preguntarse cuáles fueron las causas, pues de tales reflexiones se desprenderán los esfuerzos de unidad de los movimientos sociales y de la izquierda, análisis que debemos abordar en el transcurso de la resistencia conjunta. En cambio, las juntas de buen gobierno, que es una respuesta a la traición del gobierno foxista y de los partidos políticos que no aprobaron los Acuerdos de San Andrés, es una experiencia valiosa que habrá que retomar para dar solución cabal a las demandas de autonomía de los pueblos indios a nivel nacional. Se entiende que desde su surgimiento, las juntas de buen gobierno fueron sometidos a una estrategia de guerra de baja intensidad y a pesar de ello han logrado sobrevivir con la firmeza de las comunidades zapatistas y el apoyo nacional e internacional. Pero se necesita un cambio radical del régimen para que, al igual que la autonomía de los pueblos indígenas, otras demandas del pueblo de México se hagan realidad.
Por acá, se ha luchado en contra de la privatización de la UNAM, de la industria eléctrica, de la privatización de la salud pública, en contra de la reforma a la legislación laboral, evitar que se extienda el IVA a las medicinas, a los alimentos, en contra de que se graven las prestaciones de los trabajadores, y los sectores de la Coordinandora Nacional de Trabajadores de la Educación se han movilizado por la defensa de la educación pública y por la democracia sindical; en algunas se han tenido triunfos parciales, pero tampoco han sido suficientes. Al igual que ustedes hemos entendido que no basta oponernos a las políticas neoliberales, sino que es necesario luchar por un nuevo país y organizarnos con otras fuerzas. Producto de esta necesidad fue la construcción del Frente Sindical Social Indígena y Popular y la convocatoria a un primer y segundo diálogo nacional, en donde se aprobó la Declaración de Querétaro como una primera propuesta de un Proyecto de Nación Alternativo al Neoliberalismo. Antes y después organizamos caravanas que recorrieron las principales ciudades del país, en unas para difundir y llamar al pueblo a luchar en contra de las reformas estructurales, y otras para dar a conocer la Declaración de Querétaro.
Ustedes y nosotros, por qué no decirlo, hemos tenido experiencias nada halagadoras sobre el papel jugado por senadores y diputados; no se nos ha olvidado cuando éstos, en complicidad con el ejecutivo, aprobaron una ley indígena contraría a la de San Andrés. Tampoco podemos dejar de señalar que un bloque de senadores y diputados sí estuvieron y están en contra de que se apruebe una reforma constitucional que legalice y profundice la privatización de la industria energética. Las movilizaciones que se realizaron en contra de las reformas a los artículos 27 y 28 Constitucional y la oposición en el Congreso de diputados y senadores impidieron que los gobiernos de Zedillo y de Fox se salieran con la suya para reformar dichos artículos. No podemos decir lo mismo de la reforma a la Ley del Seguro Social, pues a pesar de las grandes movilizaciones y la oposición de algunos senadores y diputados, esta reforma se impuso, aunque están pendientes otras batallas en el terreno contractual de los trabajadores del IMSS y la reforma de la Ley del ISSSTE. Como podemos ver y ateniéndonos a nuestra experiencia, la movilización de los trabajadores en combinación con la lucha parlamentaria no está cancelada.
Han de coincidir también con nosotros, que en la imposición del modelo neoliberal uno de los sectores más golpeados, o clase social para hablar en términos «ortodoxos», ha sido el de los trabajadores; en las décadas de los ochenta y noventa se dio una ofensiva brutal en contra del movimiento obrero independiente, se golpeó a los sindicatos y a sus contratos colectivos manejados por el charrismo sindical, y de paso a los derechos de los trabajadores para hacer más competitivo al capital nacional y extranjero, sin el estorbo de las relaciones labores que impiden que el capital explote a su antojo la fuerza de trabajo abaratando los costos de producción, condición mínima para insertarse en el mundo globalizado. Poco a poco el movimiento obrero ha venido recuperándose, el charrismo sindical sobrevive pero ya no igual. Los espacios de resistencia hoy lo están ocupando una serie de sindicatos nacionales, corrientes y grupos sindicales que, además de luchar por reivindicaciones específicas, están presentes en la lucha en contra de las reformas estructurales y por un proyecto de una nueva nación.
No se desconoce que al margen y por encima de la legislación laboral se ha venido imponiendo nuevas relaciones de trabajo; cientos de miles de trabajadores son contratados sin las garantías mínimas que establece nuestra legislación laboral: jornadas de más de ocho horas, con salarios miserables y sin prestaciones sociales, es la nueva realidad en que se encuentran un amplio sector de trabajadores, que si no se detiene será lo que prive en forma mayoritaria en el mundo del trabajo acompañado de millones de desempleados. Esta situación la hemos venido discutiendo para acordar acciones de lucha y soluciones que están plasmadas en la Declaración de Querétaro. De todo esto, una cosa es indudable: los trabajadores o mejor dicho un sector de ellos, poco a poco se han venido recuperando de los golpes del neoliberalismo y están ocupando el lugar que les corresponde en la lucha por un país diferente al que se nos ha impuesto por gobiernos alejados de los trabajadores y al servicio de los grandes capitales.
La clase política se encuentra bastante desprestigiada. No sólo la que representa la derecha, que por su propia naturaleza tiene que recurrir a una serie de mentiras para justificar sus políticas, sino también la que se dice de izquierda, que en su afán de llegar al poder naufraga en sus compromisos con la clase dominante y comercializa con la militancia, alejándose cada ves más de los intereses que dice representar. Por eso, a igual que ustedes, no confiamos que en los partidos se encuentre la solución a los problemas de México, que el sistema político y, más específicamente, el sistema de partidos y los procesos electorales sean la vía para lograr las demandas de los trabajadores, ya que estos procesos se encuentran sujetos a una partidocracia que limita el derecho de votar y ser votado como lo establece la Constitución. Es indudable que necesitamos nuevas relaciones políticas en donde se ejerza una verdadera democracia, no para unos cuantos sino para todos. El problema es cómo le hacemos para arribar a una nueva Constitución y leyes reglamentarias que garanticen estos derechos, amén de recorrer el país llamando al pueblo y organizarnos para lograr este objetivo, que no es poca cosa. Y se entiende que esto no es para las elecciones del 2006.
Mientras, millones de mexicanos acudirán a las urnas y otros más se abstendrán en este proceso, pues para ejercer el voto sólo tendrán tres opciones, el PRI, PAN y el PRD y sus diferentes coaliciones. Para hacer frente a este proceso electoral, ¿no sería conveniente participar con candidatos independientes, rompiendo el esquema de partidocracia, ejerciendo nuestro derecho constitucional de votar y ser votado, con la propuesta de un proyecto alternativo de nación frente al neoliberalismo y planteando la necesidad de una nueva Constitución?; ¿no sería conveniente que desde este proceso electoral digamos ante el pueblo qué tipo de país queremos, qué tipo de presidente, diputados y senadores queremos? Queremos representantes que manden obedeciendo, planteado la demanda de revocación de mandato de los gobernantes cuando éstos no respeten la voluntad del pueblo. Esta forma de entender una nueva relación de ejercer el poder público es diferente a la de los partidos políticos, es una nueva forma de participar en las contiendas electorales, que hoy son monopolios de la clase dominante y de sus partidos. Es salirle al paso a los neoliberales y a aquéllos que dan por hecho de que no es posible cambiar las reglas de juego, y se sirven de éstas para reciclar el sistema y vivir de él.
Todo parece indicar que el PRI se perfila como el posible ganador en la contienda por la presidencia en el 2006 y no sólo eso, sino que en alianza con el PAN pretende dar el último jalón para aprobar las reformas estructurales en este año y limpiar el camino para que el próximo Presidente y el Congreso de la Unión no tengan la tarea de impulsar las privatizaciones y las reformas que no pudieron llevarlas a cabo los gobiernos de Zedillo y Fox. Ante las pretensiones de aprobar dichas reformas, tenemos claro que hay que salir a las calles e incluso preparar un segundo paro nacional. Tenemos claro de que hay que llamar al pueblo de México a repudiar y movilizarse para impedir esta nueva ofensiva en contra de la nación y de los derechos de los mexicanos. En cuanto a las elecciones, cuál va ser nuestra posición: ¿llamar a boicotear el proceso electoral recuperando la experiencia de otros países, abstenernos, impulsar candidatos independientes y, en su momento y si la situación lo requiere, establecer alianzas con un candidato menos neoliberal que impida que los grupos más recalcitrantes del neoliberalismo lleguen al poder? Ésta, desde nuestro punto de vista, es una discusión que tenemos que abrir a la par que recorremos el país para escuchar a los trabajadores e ir difundiendo la necesidad de reconstruir la nación y la necesidad de una nueva Constitución.
En lo que llevamos de neoliberalismo se han dado cambios significativos dentro de la «sociedad civil». Sin olvidar al cardenismo, recordemos que el primero de enero de 1994 cientos de miles de mexicanos nos manifestamos en contra de la guerra de exterminio que el gobierno de Salinas de Gortari había desatado en contra del movimiento zapatista; esta movilización obligó a que el gobierno y ustedes entraran en una etapa de negociación. Y si bien el gobierno no cumplió con los compromisos pactados, lo cierto es que se abrió una nueva etapa de lucha política en el país en donde ustedes han jugado un papel importante; más tarde, en la lucha en contra de las privatizaciones, los trabajadores han estado en las primeras filas y en el 2004 se realizó una jornada de lucha que desembocó en una falta colectiva en donde participaron alrededor de cuatrocientos mil trabajadores cercando el recinto legislativo de San Lázaro el día del informe presidencial; y en este año, el 29 de abril, más de un millón de ciudadanos se volcaron a las calles para detener el desafuero que el gobierno, el PRI y PAN habían instrumentado en contra del Jefe del Gobierno de la Ciudad de México. Estas manifestaciones y otras que se están dando por todo el territorio nacional y el gran descontento que existe en el pueblo mexicano, son hechos que no podemos ignorar y constituyen el piso de nuestras iniciativas políticas y de nuevas jornadas de lucha que emprendamos.
Una nueva izquierda que respete «…la autonomía e independencia de organizaciones, a sus formas de lucha, a su modo de organizarse, a sus procesos internos de toma de decisiones, a sus representaciones legítimas, a sus aspiraciones y demandas»; y tenga «… un compromiso claro de defensa conjunta y coordinada de la soberanía nacional, con la oposición intransigente a los intentos de privatización de la energía eléctrica, el petróleo, el agua y los recursos naturales», como lo manifiestan en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, es una necesidad de los trabajadores y del pueblo de mexicano en la lucha consecuente contra el neoliberalismo. En esta búsqueda, cientos de organizaciones sindicales, campesinas, sociales, organizaciones políticas e intelectuales, nos dimos cita en la ciudad de Querétaro el 5 de febrero de este año y aprobamos un programa mínimo no negociable, que en esencia coincide con lo que ustedes manifiestan y que es, desde nuestro punto de vista, el hilo conductor: el Proyecto de Nación de todos aquellos que luchan por un México con libertad, justicia y democracia.
El esfuerzo por construir organizaciones y frentes que luchen consecuentemente, primero contra las privatizaciones y más tarde arribar a un proyecto de nación alterno al neoliberalismo, no ha sido fácil; más aún, nos falta mucho camino por recorrer. En este proceso hemos tenido que ser tolerantes, saber escuchar y escucharnos, y, efectivamente, respetar todas las «formas de lucha». Pero una cosa es indudable: en nuestro país no somos los únicos que nos hemos organizado y estamos luchando, existen otros proyectos, otras organizaciones, otras experiencias, otros puntos de vista que es necesario ir al encuentro para dar respuesta y poder enfrentar los nuevos retos en este periodo e ir más allá del 2006. Sin olvidar que, querámoslo o no, la conformación de una nueva izquierda es un proceso que tendrá que tomar en cuenta los grupos ya existentes y compartir los riegos, y las iniciativas políticas en un trato de iguales.
Por ello, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, la Declaración de Querétaro y otras iniciativas pueden ser el punto de partida para unir las resistencias por un México con libertad, justicia y democracia.
Antonio Martínez Torres es miembro de la ANT y Delegado Académico del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM)