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Cheney, el rey de las castañuelas

Fuentes: Rebelión

A pesar de la funesta situación que se vive en Iraq, Afganistán y Palestina, Cheney no pierde la sonrisa. Cheney está contento. Lo demuestra la cara de satisfacción con que bajaba el pasado 17 de marzo del avión que lo había llevado hasta suelo iraquí. «Analizando estos cinco años», dijo esa misma tarde en la […]

A pesar de la funesta situación que se vive en Iraq, Afganistán y Palestina, Cheney no pierde la sonrisa.

Cheney está contento. Lo demuestra la cara de satisfacción con que bajaba el pasado 17 de marzo del avión que lo había llevado hasta suelo iraquí. «Analizando estos cinco años», dijo esa misma tarde en la embajada estadounidense en Bagdad, «ha sido una empresa difícil y desafiante, pero no obstante fructífera (…) que ha merecido el esfuerzo». Cheney no concretó si con el «notable éxito» alcanzado por las tropas ocupantes en Iraq se refería a las más de 600 mil víctimas civiles que, según The Lancet, habrían muerto hasta fines de 2006, o a los cuatro millones de desplazados, aproximadamente la mitad de ellos refugiados en Jordania y Siria. Por no hablar de heridos y mutilados. Pero cuando se trata de luchar contra el terrorismo mundial, franquiciado o no con al-Qaeda, no es cuestión de perder el tiempo en detalles como los que revela el reciente informe Cinco años de matanza y desesperación de Amnistía Internacional: la mayoría de los iraquíes sufre carencias en materia de alimentación, suministro de agua y saneamiento, educación, atención médica y empleo, la situación de las mujeres ha empeorado y la violencia es más sectaria. Pese a ello, Cheney está «encantado de volver a estar aquí».

Cheney no puede ocultar su alegría. Sigue convencido de que el último contingente de refuerzo de 30 mil soldados está dando sus frutos. Por eso, al día siguiente de visitar la capital iraquí, se desplazó hasta la base estadounidense de Balad para dirigirse a los soldados desplegados sobre el terreno y recordarles que «nos pusimos a la cabeza de una coalición para liberar a este país de la tiranía. Y prometimos que no abandonaríamos al pueblo iraquí mientras éste construía instituciones libres y volvía a hacerse cargo de su propio destino. Estados Unidos ha hecho este tipo de trabajo antes, desde Europa a Asia, y nunca ha sido fácil». Un comentario más que destacable viniendo de alguien que consiguió eludir la leva a Vietnam en cinco ocasiones, solicitando exenciones por estudios, primero, y por matrimonio y paternidad, después. «En los años sesenta tenía otras prioridades que el servicio militar», le comentó Cheney en una ocasión a un periodista.

«Seguid con vuestro gran trabajo. Y gracias por todo lo que hacéis por todos nosotros.» Sin duda, con ese «todos nosotros», Cheney se refería principalmente a Lockheed Martin, Boeing y al resto de empresas privadas que capitanean la nómina del Departamento de Defensa, entre las que se encontraría también Halliburton, presidida por Cheney entre 1995 y 2000, y de la que seguía recibiendo beneficios -en forma de acciones y sueldos diferidos- tras asumir la vicepresidencia del país. En 2004, un senador le reprendió por los estrechos vínculos que seguía manteniendo con su ex empresa, y Cheney respondió dando buena muestra de la diplomacia que caracteriza al conjunto de su Gobierno: «que te jodan». Halliburton, que está siendo investigada en los Estados Unidos, entre otras cosas, por soborno, defraudar al ejército y lucrarse ilegalmente en Irán, trasladó el año pasado una buena parte de sus oficinas centrales a Dubai, un verdadero paraíso fiscal.

Cheney está como unas pascuas. Por eso, aprovechando que pasaba por allí, se dejó caer por Kabul para repetir el mismo discurso, pero donde dije Iraq, digo Afganistán. «Hace siete años, este país estaba sumido en la edad de la oscuridad y era la principal base para al-Qaeda», dijo Cheney. «Hoy, Afganistán tiene un gobierno elegido y una economía al alza.» En efecto, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la producción de opio en Afganistán en 2007 volvió a batir cifras récord, y equivaldría aproximadamente al 90 por ciento de la producción mundial y al 53 por ciento del PIB afgano. Para la mayoría de los campesinos y sus familias -en un país con una población eminentemente rural y devastado por décadas de conflicto armado-, el cultivo de opio es el único medio de subsistencia a pesar de la constante amenaza de erradicación por parte de las autoridades, presionadas a su vez por los países hacia donde se dirige la producción. Mientras tanto, ACBAR, el organismo a través del que se coordina la ayuda, denunciaba esta semana la falta de fondos prometidos por la comunidad internacional, la ineficacia de la ayuda, y la falta de coordinación y transparencia. Según esta misma entidad, «se calcula que el 40% del dinero gastado ha vuelto a los países donantes ricos, como los Estados Unidos, en forma de beneficios empresariales, salarios de asesores y otros costes que hacen aumentar en gran medida los gastos».

Cheney está entusiasmado. Y no es para menos. Antes de asumir la vicepresidencia, en 2000, formaba parte de la junta de asesores del Instituto Judío para Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA), un grupo neoconservador de cabildeo que trabaja para «educar al público estadounidense sobre la importancia de una capacidad de defensa eficaz» y apoya, según su propia web, «el papel que Israel puede desempeñar y desempeña en el fomento de los intereses estadounidenses, así como el vínculo entre la política de defensa estadounidense y la seguridad de Israel». Así que en estos días, aprovechando la gira por Oriente Medio, el vicepresidente puede explayarse a gusto con el primer ministro Olmert. «Somos aliados naturales», comentó Cheney el pasado 22 de marzo en referencia a Washington y Tel Aviv. «El compromiso de los Estados Unidos con la seguridad de Israel es imperecedero e inquebrantable, como lo es nuestro compromiso con el derecho de Israel a defenderse siempre en contra del terrorismo, los ataques con cohetes y otras amenazas de fuerzas entregadas a la destrucción de Israel». Ni una referencia a los aproximadamente 130 muertos palestinos en Gaza -la mitad civiles, al menos 22 niños, incluidos bebés- durante la incursión israelí del mes anterior. En confianza: todos los seres humanos son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Y por eso a Cheney no hay quien le agüe la fiesta. Es el rey de las castañuelas.

Beatriz Martínez es traductora del Transnational Institute.