La economía china es un laboratorio único para estudiar la evolución de una economía capitalista. Procesos que tardaron siglo y medio en otros países se han llevado a cabo en unos cuantos años en China. Desde el triunfo de la contrarrevolución en los turbulentos años ochenta y el inicio de las «reformas», hasta este periodo de […]
La economía china es un laboratorio único para estudiar la evolución de una economía capitalista. Procesos que tardaron siglo y medio en otros países se han llevado a cabo en unos cuantos años en China. Desde el triunfo de la contrarrevolución en los turbulentos años ochenta y el inicio de las «reformas», hasta este periodo de crisis y reacomodos estructurales, el proceso de acumulación en China ofrece lecciones importantes que permiten reinterpretar el pasado de la economía capitalista mundial. Especialmente importante es la información que nos proporciona la evolución de su sistema financiero.
La reciente devaluación del yuan es un signo de que las autoridades chinas toleraron mal el dato sobre la caída de 8,3 % en las exportaciones del gigante asiático anunciado la víspera. El crecimiento del PIB se ha desplomado y hoy no debe ser superior a 5 % (el dato oficial de 7% es poco confiable y la reducción es mayor).
En realidad, la devaluación es una confesión de que el muy anunciado cambio del modelo de crecimiento para dar más importancia al mercado doméstico ha fracasado. El consumo doméstico no despega porque en el modelo capitalista chino la explotación de la mano de obra y los salarios miserables siguen siendo una fuente clave de rentabilidad.
En 2009, cuando la crisis mundial se intensificaba, el banco central chino lanzó un paquete de estímulo de más de 4 mil millones de yuanes para apuntalar el crédito. Desde esa fecha, la adicción al crédito se ha hecho cada vez más intensa y hoy se necesita cada vez más crédito para generar menos crecimiento. Entre 2007 y 2014 el crédito como proporción del PIB pasó de 130 a 200 %. La contraparte de esta expansión en el crédito es un endeudamiento desmedido por parte de casi todos los agentes en la economía china. Sin embargo, el crecimiento siguió su tendencia a la baja.
El desarrollo del sistema bancario en China sigue un camino tortuoso. Por un lado los bancos comerciales están sujetos a una reglamentación que se antoja severa. La restricción más importante es que los bancos no pueden otorgar préstamos por encima de 75 % de sus depósitos. Pero esta restricción ha comenzado a frenar el crédito, sobre todo ahora que los bancos comerciales compiten con las instituciones del llamado sistema de bancos sombras. Mientras este sistema nació hace más de tres décadas en Estados Unidos y Europa, en China su desarrollo comenzó en 2000, pero su crecimiento ha sido rápido. La definición del sistema de bancos sombras es algo imprecisa, pero incluye operaciones muy importantes: préstamos por cuenta de terceros, créditos por empresas que no forman parte del sistema financiero, garantías y aceptaciones bancarias, transferencias de beneficios de fideicomisos y, desde luego, un abanico de operaciones con derivados financieros sin registro en los estados financieros de bancos y otras instituciones.
Aunque los bancos sombras no están sujetos a la regulación del sistema formal, dicha reglamentación obliga a que las operaciones sombras pasen a través de la banca formal comercial. Por eso se puede afirmar que las operaciones en la sombra son en realidad un disfraz de créditos otorgados por los bancos del sistema convencional. El sistema sombra es, desde este punto de vista, una fuente de operaciones y un canal de crédito que el banco central no puede controlar. De frenar y sujetar este sistema paralelo, la economía china sufriría una contracción todavía más severa.
El tamaño del sistema sombra en China es pequeño: sus activos representan 31 % del PIB (en Estados Unidos e Inglaterra esos activos alcanzan 150 y 648 %, respectivamente). Pero una lección de la historia de los sistemas bancarios y financieros es que los bancos convencionales y los bancos sombras mantienen relaciones simbióticas. Mientras las instituciones sombra necesitan los canales de los bancos formales, éstos mantienen niveles de exposición significativos en las operaciones del sistema sombra. Para mejorar su competitividad, los bancos formales sirven de cortina para el sistema sombra.
El crecimiento en China se ha ralentizado y el panorama de la economía mundial no indica que sus mercados vayan a crecer como lo hicieron en el pasado. Mantener tasas de rentabilidad «adecuadas» será cada vez más difícil. Desde muchas direcciones se incrementará la presión para liberalizar más el sistema financiero y bancario en China. El paso inmediato es la introducción de reformas que permitan incrementar la profundidad del sistema bancario sombra. La especulación, la sobreinversión y la aparición de burbujas se van a incrementar.
En su idolatría de la rentabilidad, el sueño de un capitalista es obtener ganancias sin pasar por un proceso productivo real. China no es una excepción. Es un sueño de difícil realización, pero hace tiempo que los capitalistas descubrieron que la gallina de los huevos de oro vive en un espacio donde los sueños se hacen realidad: es el ecosistema de las sombras y de la especulación.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/19/opinion/024a1eco