China es el incuestionable nuevo actor de la política internacional. No sólo es cortejado el país para que acuda en auxilio de la economía agonizante de los países europeos, sino que su política está siendo cada vez mejor acogida en un mundo que observa cómo se acelera el declive estadounidense y occidental. La política exterior […]
China es el incuestionable nuevo actor de la política internacional. No sólo es cortejado el país para que acuda en auxilio de la economía agonizante de los países europeos, sino que su política está siendo cada vez mejor acogida en un mundo que observa cómo se acelera el declive estadounidense y occidental. La política exterior china es la puesta en práctica de un modelo político y diplomático que prefiere desarrollar el «poder blando» -diplomacia, no injerencia y multipolaridad- en contraposición al modelo tradicional estadounidense y europeo de intervención militar, unipolaridad e interferencia política (1). Lo que viene ocurriendo en el Magreb y Oriente Próximo en los últimos tiempos, o lo sucedido con los procesos emancipatorios que se vienen desarrollando en América latina en los últimos años lo pone claramente de manifiesto.
Esta política, basada en lo que los académicos chinos denominan «el consenso de Beijing», está siendo desarrollada a gran escala a partir del año 2007 aunque desde mucho antes China ya venía tejiendo una cautelosa red de influencia en todo el mundo -de forma especial en África, Asia y América Latina- que ya preocupa de forma oficial a instituciones como el Banco Mundial. Este organismo acaba de hacer público un informe tremendamente esclarecedor sobre cómo América Latina está soportando la crisis económica mucho mejor que EEUU y Europa (2) en el que se afirma: «El fuerte crecimiento en la última década en América Latina y el Caribe ha tenido un nuevo impulsor clave, China, que ha demostrado ser una fuente importante de estabilidad, tanto durante la crisis económica mundial de hace dos años, la más grande desde la Gran Depresión, como durante la actual crisis del mercado que está ocurriendo en Europa y Estados Unidos».
Sin embargo, junto a esta evidencia que parece a primera vista un elogio, de inmediato aparece la gran preocupación: «el crecimiento en los países de América Latina y el Caribe parece estar cada vez más atado a los desarrollos en China y menos al de los países desarrollados», un hecho que no gusta lo más mínimo al BM que insiste en ello una y otra vez. Tomemos otro ejemplo: «a pesar de la desalentadora imagen de la actual conexión de América Latina y el Caribe con China, existen algunas señales esperanzadoras [para una política económica menos dependiente de las relaciones con China]. Las mejoras institucionales y en los marcos de políticas económicas de América Latina y el Caribe aumentan las oportunidades de evitar la maldición de los recursos naturales [en los que según el BM se asienta la presencia china en el continente americano] y aumenta las esperanzas de que se convierta en bendición. Además existe creciente evidencia de casos específicos en la producción de productos agrícolas de la región de amplia modernización tecnológica, efectos de agrupación y vínculos con otros sectores (por ejemplo, Argentina, Brasil, Chile y Uruguay)» que alejarían a los países latinoamericanos de los chinos.
Como no se puede tapar el sol con el dedo, todo el informe del BM ofrece una palada de cal y otra de arena. Así, mientras que se certifica que «China es lo suficientemente grande y crece lo suficientemente rápido para ejercer una influencia importante sobre la región», de inmediato se afirma que «todavía sigue siendo menos desarrollada que América Latina y el Caribe y por lo tanto no puede ser una fuente significativa de aprendizaje para la región». ¿Dónde, entonces, tienen que aprender estos países? Pues donde siempre: «el aprendizaje (producir más y mejor de lo mismo, y producir cosas nuevas) en una economía globalizada puede provenir de cualquier lado, no sólo del país al cual se exporta, siempre y cuando se tengan las instituciones y políticas adecuadas. La ausencia de estas últimas explica en parte porque América Latina y el Caribe no pudo capitalizar la estrecha relación que mantenía con los EE.UU. (una economía rica e innovadora operando en la frontera tecnología) durante la mayor parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial». El que fuese precisamente EEUU quien impidiese el desarrollo de esas instituciones apoyando y fomentando los golpes de estado y las dictaduras militares no está dentro de los parámetros del BM. No hay ni una sola referencia a ello en las 67 páginas del informe.
Se dirá que no es el cometido del BM. Pero da la casualidad que es justo con la desaparición de las dictaduras militares y la restauración de las incipientes democracias -que no se atrevieron a romper del todo con el legado de los golpistas- cuando se inició el crecimiento económico de América Latina, ahora tan alabado. Traducido en datos del BM, el continente ha aumentado un 25% su Producto Interior Bruto desde entonces, con un «brillo especial en los últimos 10 años» (sic). Es decir, con la llegada de los chinos al continente.
21 de 33
En apenas diez años China ha establecido relaciones diplomáticas y económicas con 21 de los 33 países latinoamericanos y caribeños y la inversión china en ellos es ya de 50.000 millones de dólares (unos 35.000 millones de euros). Pero China ha hecho algo especial con América Latina: ha comenzado a otorgar créditos al desarrollo. Eso implica un compromiso profundo y a largo plazo con el continente latinoamericano que no aparece en el informe del BM.
En una época de débil crecimiento económico, de caída de los precios de los productos básicos y con restricciones en el acceso a créditos la presencia china ha sido recibida con alborozo en países como Venezuela, Brasil, Bolivia, Paraguay, Colombia, Ecuador y Argentina. Los casos de Venezuela, Brasil y Argentina son especialmente significativos. En estos países, China está invirtiendo en el área de exploración de recursos naturales y de explotación de los mismos. China se ha convertido, además, en el mayor socio comercial de Brasil, superando a los EEUU. Más del 60% de las importaciones chinas de soja provienen de Brasil y Argentina, principalmente; la harina de pescado llega en un 80% de Perú y Chile (en este último país la industria del salmón es de matriz china) y los vinos y las uvas también llegan desde Chile en un 45%.
La magnitud de las inversiones chinas en América Latina es asombrosa. Principal socio comercial de Brasil y Chile, segundo socio comercial de Perú y Argentina según el Banco Interamericano de Desarrollo. Las importaciones chinas de América Latina aumentaron el 1.153% en la década de 2000-2010, mientras que las exportaciones lo hicieron en un 1.800%. Sólo en los diez primeros meses de 2010 el volumen de operaciones chinas en América Latina y el Caribe alcanzó la cifra de 22.740 millones de dólares (16.844 millones de euros), también según el BID. Entre esas exportaciones hay electrodomésticos, teléfonos y aparatos de aire acondicionado que muy pronto tendrán fábricas de ensamblaje en Cuba y Venezuela.
Este último país ha abierto una línea de crédito de 20.000 millones de dólares (14.890 millones de euros) a cambio de petróleo: 200.000 barriles diarios en 2010, 250.000 barriles en 2011 y 300.000 en 2012. Esto significa que en una década Venezuela estará en condiciones de exportar a China un millón de barriles diarios, más o menos la cantidad que exporta a EEUU (el total de la producción de petróleo de Venezuela es de 3 millones de barriles diarios). De ahí la importancia de las elecciones presidenciales recientemente adelantadas por Chávez a ese año. Su triunfo garantizará una aceleración de todo este proceso y un significativo avance de la independencia económica de Venezuela respecto a EEUU.
Otro tanto ocurre con Bolivia, país con el que China ha llegado a un acuerdo para construir un satélite de comunicaciones que va a proporcionar cobertura en todo el país y que tiene de los nervios a las hasta ahora grandes corporaciones como Intelsat o Hispasat, por mencionar sólo algunas. El no depender de las estaciones occidentales es vital para la supervivencia del gobierno de Evo Morales, que evita así injerencias descaradas en su política interna.
Como es lógico, no todo es un camino de rosas. En países como Argentina las críticas a los acuerdos con China se han producido, en especial en la provincia de Río Negro, al firmar un acuerdo para la compra de unas 320.000 hectáreas de la mejor tierra de cultivo para producir maíz, trigo, cebada, soja, cebolla, patata, frutos secos y vides para la exportación a China. En otros países (Ecuador, Perú en menor medida) también hay críticas similares que no son objeto de este artículo. Sin entrar en tantas cifras concretas el BM recoge esta realidad, a su manera, al afirmar que el aumento del PIB fue «considerable» en países como Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay añadiendo en el mismo grupo a Panamá, República Dominicana, Guyana y Surinam, aunque matizando que en el caso de estos últimos países haya habido otro factor, además del chino: «tal vez aprovechando su proximidad con Brasil». Estos países suponen el 71% del PIB de América Latina y el Caribe y serían el motor del crecimiento económico del continente. El BM establece con el resto dos grupos, uno digamos intermedio, en el que estarían El Salvador, México, Venezuela y los países del Caribe y en la parte más baja se situarían la mayoría de los centroamericanos que tenderían un crecimiento más moderado, de un 7% inferior al que tenían antes de lo que el BM denomina pre-crisis (años 2003-2007).
No obstante, para el BM «los países de crecimiento alto, que están cada vez más conectados con China, se encuentran actualmente chocando contra las restricciones de capacidad para un crecimiento no inflacionario» y, en consecuencia, alerta sobre las consecuencias de la inflación de cara al sobrecalentamiento económico y al aumento en los precios de los alimentos y combustibles en un futuro no lejano si, a su juicio, no se corrige la política macroeconómica actual y se evita una «excesiva apreciación» de las monedas locales de cara al aumento y alta volatilidad en los precios de las materias primas e ingresos de capital. Es decir, un argumento muy similar al que se difunde desde EEUU sobre el «redimensionamiento» de la moneda china, a quien se presiona para que baje su valor y de esta manera facilite la exportación y así se recupere la economía estadounidense. Al mismo tiempo, el tener un dólar fuerte -fortaleza que pierde cuando otras monedas se revalorizan- otorga a EEUU una ventaja considerable para lidiar con los problemas actuales y le permite endeudarse a un bajo costo incluso en circunstancias de alta incertidumbre para el sistema capitalista como las actuales.
La relación China -América Latina y Caribe es cada vez más estrecha y de difícil vuelta atrás. Los gobiernos más conservadores y proclives a los intereses imperialistas (con el caso más paradigmático de Colombia) están buscando reforzar sus vínculos económicos con China. De ahí que el rol chino como una fuente independiente de influencia sobre las economías latinoamericanas se refuerce día a día, a medida que se acentúa el declive de EEUU y sus aliados europeos. La realidad es que América Latina crece y Europa decrece, razón por la cual el BM establece que hay un «desacoplamiento» de la economía del sur del continente americano respecto de las «economías avanzadas» y, por el contrario, unos lazos cada vez más fuertes con las «economías emergentes».
A pesar de las evidencias, el BM discute la relación «no muy alentadora» entre China y América Latina para la promoción del crecimiento a largo plazo de la región y establece una comparación entre Japón y la parte este de Asia, donde el país nipón fue el motor del desarrollo de los denominados «tigres asiáticos». El BM juzga como un factor negativo para la continuidad del crecimiento latinoamericano el alejamiento geográfico de China. Por eso contrapone el caso chino al japonés y hace constantes referencias a que los latinoamericanos tendrían que tener más presente a EEUU, aunque la situación económica que atraviesa este país no ayuda y eso lo reconoce el BM. Esta es la razón por la que, una y otra vez, a lo largo del informe se vierten las críticas junto con los elogios. Si bien se concluye afirmando que China se ha convertido en la última década en un importante polo de crecimiento para América Latina y el Caribe y que no se han cumplido las preocupaciones iniciales -se supone que del propio BM- sobre que la producción China desplazaría la producción de América Latina y el Caribe a mercados terciarios (reconociendo que la relación con China se ha caracterizado por la gran complementariedad entre la abundancia de recursos naturales de América Latina y el Caribe y el modelo de desarrollo chino, altamente dependiente de los recursos naturales), se afirma que «la conexión con China no debe tomarse con complacencia» porque al estar basada «en gran medida» en la exportación de recursos naturales y productos agrícolas, «plantea la incertidumbre de si esta conexión puede convertirse en una maldición para el crecimiento de largo plazo en lugar de la bendición que representa en el corto plazo».
El BM acusa a China de beneficiarse de los recursos naturales en América Latina, pero no invertir lo suficiente en la región, que sería de unos 4.000 millones de dólares anuales (2.900 millones de euros). Una «cuantía modesta», para el BM comparada con la que realizan EEUU y la UE a pesar de la crisis que sufren. Pero China refuta dichos datos afirmando que la inversión directa no financiera es el triple de la que dice el BM, 11.000 millones de dólares (8.100 millones de euros), el 3’5% de lo que destina en Inversión Directa Exterior en todo el mundo (3). La cifra total de la inversión china en el exterior es de 317.200 millones de dólares (235.000 millones de euros), muy por encima de países como Japón y Gran Bretaña.
Notas:
(1) Alberto Cruz, «China inicia el cambio en la geopolítica internacional», http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article793
(2) Banco Mundial, «Crecimiento a largo plazo de América Latina y el Caribe. ¿Hecho en China?», septiembre de 2011. http://siteresources.worldbank.org/LACINSPANISHEXT/Resources/Annual_Meetings_Report_LCRCE_Spanish_Sep17F.pdf
(3) Hong Lei, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, 22 de septiembre de 2011. Agencia Xinhua.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último libro, actualmente en imprenta, es «La violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi»», editado por La Caída con la colaboración del CEPRID.