«Los estudiantes marxistas, los nuevos enemigos del Gobierno chino» es el título del artículo que Macarena Vidal Liy [MVL] publicó el pasado martes en El País [1] . Conviene no hacer mucho caso… de entrada. El subtítulo de su nota: «Pekín ve con inquietud la alianza entre trabajadores y universitarios ideológicamente ultraortodoxos» [1]. Tampoco vale […]
«Los estudiantes marxistas, los nuevos enemigos del Gobierno chino» es el título del artículo que Macarena Vidal Liy [MVL] publicó el pasado martes en El País [1] . Conviene no hacer mucho caso… de entrada. El subtítulo de su nota: «Pekín ve con inquietud la alianza entre trabajadores y universitarios ideológicamente ultraortodoxos» [1]. Tampoco vale la pena detenerse en este «ultraortodoxos». ¿Qué será la ortodoxia para la autora del artículo? En la edición en papel se dio con otro titular: «China encuentra un nuevo enemigo en el marxismo». Peor aún. Todo o casi todo vale para arremeter, sin matices, contra el gobierno chino. Los del País suelen estar hechos de esta pasta.
En todo caso, tomo pie en esa nota, con riesgos sin duda, para una breve reflexión que no entra en consideraciones generales sobre el desarrollo económico y político chino ni tampoco en asuntos geopolíticos. Antes de ello, un breve apunte sobre la celebración del bicentenario de Marx en la República Popular.
Marx y el marxismo siguen rigiendo las designios de la política en China. Este fue el mensaje que transmitió el presidente Xi Jinping en mayo de 2018 [2], en una conmemoración del bicentenario del nacimiento del revolucionario de Tréveris. «El marxismo, como un amanecer espectacular, ilumina el camino de la humanidad en su exploración de las leyes históricas y en la búsqueda de su propia liberación». Dejemos lo de las leyes históricas (¿problemas de traducción tal vez?), pero esas (o parecidas) fueron palabras del presidente chino en una ceremonia celebrada en el Gran Palacio del Pueblo. Xi Jinping se deshizo en elogios sobre la obra del autor de El capital, sin olvidarse de alguien que no cabe olvidar: su amigo y compañero Friedrich Engels.
Otro de sus comentarios: «Doscientos años después, debido a los enormes y profundos cambios en la sociedad humana, el nombre de Karl Marx es todavía respetado en todo el mundo y su teoría aún resplandece con la brillante luz de la verdad». Respetado en todo el mundo no significa respetado por todo el mundo. En la misma línea, Xi Jinping no dudó en calificar a Marx como «el más grande pensador de los tiempos modernos» en su calidad de «profesor de la revolución del proletariado». No hace falta darle más grandeza de la que ya tiene Marx pero dicho queda, incluso lo de haber sido y seguir siendo «profesor de la revolución socialista o de los trabajadores». No está mal aunque no fue exactamente eso: aprendió y enseñó, no sólo esto último.
Xi ha promovido también el estudio teórico del marxismo entre los altos cargos políticos de la República Popular para lograr un «regreso a las raíces». Veremos qué tipo de regreso y de qué raíces se habla. Además, el bicentenario del nacimiento marxiano se ha conmemorado en China con numerosas actividades: desde la organización de exposiciones a la reedición en editoriales públicas de clásicos de la tradición. El capital por ejemplo (d esconozco el nombre del traductor o traductora ) . El interés chino por Marx se ha hecho notar también fuera del país: en la localidad natal del filósofo, en Tréveris, se levanta una estatua del esposo-compañero de Jenny von Westphalen donada por la nación asiática. Todo un detalle, significativo además.
Pues bien, parece ser que algunos ciudadanas y ciudadanos chinos han tomado nota, buena nota, de las palabras de su presidente, de sus referencias al profesor de la revolución socialista, del regreso a las raíces, del interés sin trampas y engaños por la obra y compromiso del coautor del Manifiesto Comunista.
Xiao Lan (nombre ficticio de una estudiante, señala MVL) empezó a sentir curiosidad por «el marxismo como doctrina durante el bachillerato, cuando cayó en sus manos la novela Germinal, de Émile Zola». El relato de la huelga de unos mineros en la Francia del siglo XIX (la película, por cierto, no está a la altura de la novela), «cautivó su imaginación y su sentido de la justicia», de tal modo que al comenzar una carrera científica, ¡y en una de las grandes universidades de Pekín!, «se apuntó a la asociación de estudiantes marxistas, uno de los grupos de actividades extracurriculares que se encuentran en cualquier centro de estudios superiores en China». Conviene remarcarlo: asociaciones marxistas en cualquier centro de estudios superiores (La historia de mi compañera, en España, ella es física y cosmóloga, es muy parecida).
En su asociación, XL estudió obras y escritos de Marx, Engels, Lenin y Mao Zedong (¡también las de Mao, que tampoco es un perro muerte e inservible!), y durante el curso académico ella y sus compañeras y compañeros ayudaron a los trabajadores de «las cantinas universitarias a limpiar mesas, cuidaron a sus hijos y escucharon las historias de los trabajadores inmigrantes de la construcción». Con palabras de la estudiante: «Cuando empecé a ser consciente de la situación de los trabajadores me convertí en activista. Soy hija de una familia de obreros, pero hasta entonces no me había parado a pensar». ¡No se había parado a pensar…! Hace algunos años a eso le llamábamos tener o adquirir consciencia (humanista) de clase (el humanista es añadido mío). Entonces nosotras éramos maoístas.
XL vive ahora tiempos convulsos cuenta la periodista de El País. «Ha pasado la semana mirando su móvil y leyendo mensajes en sus redes sociales. El fin de semana pasado, una docena de jóvenes activistas marxistas, como ella, quedaron detenidos en una serie de redadas en las principales ciudades chinas«. De repente, afirma, los grupos de universitarios «rojos», muy minoritarios pero en alza, se encuentran en el punto de mira del régimen chino. Habría que verlo pero en todo caso no está mal. De hecho muy maoísta: luchar contra lo viejo, contra los privilegios de los situados en posiciones de poder.
«El marxismo que [el Partido Comunista de China] enseña en las escuelas no es el verdadero; está seleccionado y reinterpretado para adaptarlo a sus propios fines», afirma Eric Fish, autor de China´s Millenials: The Want Generation. Convendría comprobarlo, probablemente sea así (sea lo que sea el marxismo «verdadero»). Por su parte, la investigadora Simone van Nieuwenhuizen, del Instituto de Relaciones Australia-China en la Universidad de Tecnología de Sydney, ha señalado que «el aumento de la desigualdad y otras cuestiones sociales en China han llevado a una decepción en ciertos sectores hacia el programa de ‘reforma y apertura’, y hay una percepción de que el Partido Comunista ha abandonado sus orígenes socialistas.» Si es así, y una desea que sea así, son buenas señales.
Sea como fuere, es un excelente ejemplo, el verano pasado decenas de estudiantes procedentes de todo el país viajaron a Huizhou, en el sureste del país, «para solidarizarse con los trabajadores de Jasic Technology, que protestaban contra lo que consideraban un «trato de esclavos» por parte de esta fabricante de maquinaria para soldar». La periodista de El País nos recuerda de paso que en China, las protestas laborales no son ni mucho menos infrecuentes. «Solo en lo que va de año, la ONG China Labour Bulletin, con sede en Hong Kong, ha contabilizado más de 900 huelgas por todo el país y en todo tipo de sectores, desde el taxi a la minería». Pero, sin duda, que estudiantes de universidades de élite viajen miles de kilómetros para solidarizarse con trabajadores de una fábrica de manufacturas no es cualquier cosa, no es un simple grano de sal o de anís. Es mucho más: puede ser inicio de grandes esperanzas, de futuros cambios sustantivos, de menos desarrollismo, de más equidad y justicia, de menos desastres ecológicos.
«La combinación del activismo de los trabajadores y del de los estudiantes es exactamente la fórmula con la que prevaleció el Partido Comunista de China en su día. Por tanto, en su experiencia, ahora que está en el poder no puede permitir que se repita», afirma el historiador Zhang Lifan. Puede ser así… o de otro modo. Puede no depender de su voluntad o de su conservadurismo.
XL, nuestra estudiante rebelde e inquieta, asegura que no le preocupa que crezca la presión. «No tengo miedo. Pueden intentar obligarme, pero yo no voy a renunciar». Y, según parece, ha citado en su explicación el dicho atribuido a Galileo al ser forzado por la Inquisición a renunciar de la teoría copernicana: «eppur’ si muove» («y, sin embargo, se mueve»).
A Marx le hubiera encantado el recuerdo de Galileo. Lo mismo que a muchos marxistas. A Rosa Luxemburg por ejemplo. No olvidemos que los dos héroes preferidos de Marx fueron Espartaco y Kepler, un científico también copernicano. XL seguro que ha reparado en el vínculo, en el decisivo vínculo, Espartaco-Marx.
En síntesis: el viento del Este parece resurgir de nuevo con fuerza, poca o mucha, no importa ahora. Y con claridad, humanismo, consciencia de clase, viejas alianzas, fraternidad… y sin miedos, sólo los apuntados por la prudencia que no inmoviliza ni aliena.
Notas
1) https://elpais.com/internacional/2018/11/16/actualidad/1542395115_330148.html
2) https://elpais.com/internacional/2018/05/04/actualidad/1525421065_191538.html
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