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El fin próximo del mundo unipolar

China y el ocaso del Tio Sam

Fuentes: Rebelión

«China no será más un país humillado, nos hemos puesto de pie» estas proféticas palabras fueron emitidas hace casi 62 años un 1ro. de Octubre de 1949 por Mao Tsè Tung en el acto de proclamación constitutiva de la nueva República Popular China, para ese entonces un atrasado país rural con una economía básicamente semifeudal, un […]

«China no será más un país humillado, nos hemos puesto de pie» estas proféticas palabras fueron emitidas hace casi 62 años un 1ro. de Octubre de 1949 por Mao Tsè Tung en el acto de proclamación constitutiva de la nueva República Popular China, para ese entonces un atrasado país rural con una economía básicamente semifeudal, un desarrollo industrial muy escaso y prácticamente aislado en las relaciones internacionales. Recién concluía una prolongada guerra interna que dejo una sociedad endeble, altamente dividida y enfrentada, el país estaba sumido en una severa crisis económica sin precedentes, los conflictos sociales hacían muy difícil la conformación de una base política que diera soporte a un nuevo proyecto de país, sin embargo a partir de ese momento comenzó un proceso lento de cambio político, económico, social y educativo que seis décadas más tarde convirtieron a China en la segunda economía mundial que ostenta un nivel de desarrollo que le confiere sin lugar a dudas una posición privilegiada y geoestratégica de potencia mundial emergente de primera línea.

China comienza seriamente su salto al desarrollo en 1978 modificando drásticamente su economía planificadamente centralizada para dar paso un modelo más abierto y participativo, se implantaron cambios en la legislación económica y con ello en la producción agrícola, industrial y de servicios, así como en el comercio externo, igualmente se promovió un vigoroso programa para el fomento de la inversión privada interna y extranjera en muchos sectores de la producción industrial, en el área financiera y en los servicios. En 1992 las autoridades chinas definieron su modelo de desarrollo como una economía socialista de mercado basado en un moderado nivel de libre competencia económica con un estructurado y modernizado sistema de orientación y control estatal a fin de garantizar una equilibrada libertad económica de los ciudadanos chinos, una sana competencia mercantil y por ende una mayor nivel de bienestar social, se pretendió con esta estrategia promover la creatividad y el esfuerzo productivo de las personas y a su vez limitar el libertinaje de la dinámica capitalista neoliberal. Incentivaron la promoción de amplísimos cambios tecnológicos y condicionaron la entrada de inversiones extranjeras a transferir tecnología de avanzada a fin de desarrollar áreas de producción importantes orientadas en principio hacia los mercados de exportación. Algunos sectores económicos de vital importancia como ciertas industrias básicas, telecomunicaciones, energía y una parte importante del sector financiero se reservaron a manos del estado pero compiten entre ellos y con sus similares del sector privado, el estado no interfiere determinantemente en la competencia, es el mercado el que básicamente rige la actividad pero bajo ciertas reglas y orden. El Gobierno Chino definió en 2003 un programa para eficientizar aún más el sistema de economía socialista de mercado al estructurar la aplicación de un modelo de desarrollo nacional equilibrado entre los ciudadanos y las fuerzas productivas del país con el fin de mejorar la competitividad, el comercio, la producción y la distribución de los recursos y las riquezas generadas para garantizar una seguridad social y económica más amplia a fin de conformar un desarrollo socioeconómico sostenible y una sociedad más justa, todo lo cual permitió un gradual pero seguro proceso de incorporación de China a la economía mundial con amplias ventajas competitivas. 

Estas estrategias permitieron que el PIB de China creciera a una tasa promedio de más del 9% en los últimos 30 años luego de crecer entre 1950 y 1978 a un promedio entre 3 % y 4 % lo que equivale a casi un 300% de incremento lo cual es por mucho el mayor nivel de crecimiento económico en el mundo para ese periodo. La proporción de su PIB en el Producto Bruto Mundial aumento asombrosamente desde un 3,4% en 1980 a casi 16% en 2010 y seguramente podría llegar al 20% en 2020 por encima del PIB de los Estados Unidos y del PIB de toda la Unión Europea en su conjunto. Para 2030 muchos especialistas estiman que podría llegar a un sorprendente 25%. Durante la última década la economía China creció a un promedio cercano al 10% mientras que la economía estadounidense lo hizo a 1,8 % una diferencia abismal. En 1990 la economía China ocupo el lugar No. 11 en el mundo, para el año 2000 ya ocupaba el lugar No. 6 y para el 2010 fue la No. 2 detrás de los Estados Unidos, para 2020 el FMI y muchos especialistas vaticinan que la economía del gigante asiático tomara el liderazgo mundial en términos de valor del PIB, flujos comerciales y de capital, capacidad interna de demanda y receptor de inversiones foráneas y aún más se estima que para 2050 la India se proyecta como la segunda economía mundial. En 1985 el déficit comercial de EE.UU con China fue de 6 millones de dólares, hoy en un solo mes este déficit puede rondar los 30 mil millones de dólares, es evidente que se han invertido los flujos comerciales en favor de la economía China. En la actualidad los estadounidenses gastan algo más de 5 dólares en productos «Made in China» por cada dólar que los chinos compran en bienes y servicios «Made in USA» Las opiniones generalizadas de grandes instituciones financieras y económicas perciben a China como la locomotora económica del mundo aunque están concientes de que los Estados Unidos mantienen todavía la supremacía en la esfera militar y tecnológica.

En China todo está cambiando y modernizándose, estos cambios son muy rápidos y en todos los sentidos, desde un desarrollo espacial pujante y tecnológicamente autosustentable hasta la consolidación de un sólido mercado de modas o un amplio mercado de turismo emisivo fruto de la creciente capacidad de consumo que está acumulando vertiginosamente la cada vez más expandida clase media china la cual se estima será mucho más grande que toda la población de los Estados Unidos o de Europa en el 2020, esto significara tener a la mano un determinante factor de transformación interna, de negociación internacional y de crecimiento económico con el cual afianzará su liderazgo y su condición de potencia económica. Este creciente mercado doméstico con amplia capacidad de compra, aprox. 550 millones de personas con ingresos anuales entre 25 mil y 35 mil dólares anuales, modificara la producción mundial para satisfacer la amplísima demanda y los particulares gustos chinos de bienes y servicios de toda índole, el mercado estadounidense en un futuro cercano dejara de ser la prioridad mundial, las grandes corporaciones industriales y mercantiles se orientaran sin lugar a dudas hacia la seguridad del expansivo mercado chino buscando mejores y más estables ganancias.

La actual crisis económico-financiera que azota con fuerza a Europa y USA no ha afectado en casi nada a la economía China, el gobierno y sus estrategas económicos se dedicaron en la última década a fortalecer su amplísimo mercado interno aumentando el poder de compra de la población. El crecimiento económico sin duda ha significado mejores niveles de vida y por supuesto mejores salarios y beneficios para su mano de obra todo lo cual ha incrementado la demanda agregada interna que se ha convertido en un factor de muchísima importancia para mantener el crecimiento del PIB en más de un 8 %  y un altísimo nivel de empleo mientras la economía mundial permanece estancada y en muchos casos en retroceso. China hoy está mirando hacia adentro lo cual disminuye la posibilidad de distorsiones y estancamientos económicos originados por la inestabilidad de los mercados internacionales o por efecto de guerras económicas planificadas que hoy son tan comúnmente usadas por las grandes potencias occidentales en contra de países que no se amoldan a sus intereses.

El imparable ascenso de China sin duda es el peor dolor de cabeza para los estrategas políticos y militares de Washington, los próximos tres lustros serán claves en su consolidación definitiva como potencia económica dominante muy a pesar de los intereses estadounidenses que se verán más temprano que tarde desplazados frente al arrollador empuje económico y tecnológico chino lo cual es hoy un drama de preocupación relevante para la elite imperial norteamericana. Estados Unidos no puede impedir el ascenso de las potencias emergentes, la única opción que disponen y están implementando es el reforzamiento de su aparataje militar como pretendido mecanismo de disuasión frente al cual China ha demostrado no amilanarse, ya en este sentido ha desafiado a la Casa Blanca con la declaración hace unos meses en favor de defender a Pakistán frente a cualquier aventura de guerra abierta contra este país por parte de las fuerzas militares estadounidenses o la OTAN, esto no es más que la evidencia de la creciente preponderancia de Beijing en su área de influencia directa como es el Asia, sin embargo Washington se apresta a retar la estrategia china fortaleciendo su proyección militar y política sobre esta área como respuesta a la determinante influencia que ejerce la nueva potencia emergente todo lo cual augura una nueva etapa de «Guerra Fría» con la diferencia que China es un contrincante mucho más fuerte y Estados Unidos manifiesta hoy signos evidentes de debilidad económica y política lo cual le confiere evidente desventaja frente a la potencia asiática. 

Muchos analistas dan por sentado y están en lo cierto, que la hegemonía del imperio estadounidense está en franco declive, el nuevo orden en la economía del mundo se está orientando con fuerza hace dos décadas desde y hacia el continente asiático con China y la India a la cabeza seguidos por Corea del Sur, Malasia, Indonesia y el resto de las emergentes economías del área, las ventajosas posiciones estratégicas de los Estados Unidos forjadas al amparo de la 2da. Guerra Mundial se están erosionando rápida e inexorablemente en parte frente al empuje de la poderosa economía China y es por esta causa que Washington pretende a toda carrera reforzar sus posiciones militares a fin de tratar de impedir su creciente pérdida de influencia. Es evidente que China usara sus ventajas económicas, financieras y tecnológicas para configurar un nuevo escenario político y geoestratégico no solo en su área de influencia directa sino que seguramente extrapolara dichas ventajas hacia el resto del mundo a fin de conformar un nuevo modelo emergente que beneficie no solo sus intereses sino los intereses de sus socios internacionales. Sin lugar a dudas creemos que habrá dentro de muy pocos años un orden multipolar más justo y equilibrado, China basa el eje de sus relaciones internacionales en el respeto por la autodeterminación y la soberanía de los pueblos sin intervenir política o militarmente en otros países al contrario de la dinámica imperial de los Estados Unidos y sus aliados que a fuerza de cañones, bombardeos y amenazas le han impuesto a muchos países sus designios e intereses políticos y económicos que preferencialmente les benefician. China no dicta a otros países la forma como deben manejarse sus asuntos políticos o económicos no busca la subordinación y la dependencia y esta es una diferencia determinante que más temprano que tarde le reportara solidas alianzas y beneficios a largo plazo como de hecho está ocurriendo.

Todo esto está conformando una peligrosa concepción militarista en las cúpulas dominantes del imperio en la cual se considera a China como una amenaza a su supremacía global y a la seguridad de sus estados, en razón de este razonamiento prepotente se están planificando estrategias militaristas y generando tensiones que seguramente se agudizaran en muy pocos años las cuales se evidencian en las constantes declaraciones de altos funcionarios norteamericanos en contra de las políticas del Gobierno Chino en materia monetaria, comercial y de derechos humanos que no tienen otro origen sino en el temor que sienten frente la creciente influencia y preponderancia mundial del gigante asiático y en general hacia las grandes economías emergentes que han demostrado no estar supeditadas a las órdenes de Washington. Estamos en presencia de una lenta pero sin pausa transición del poder mundial en donde una potencia emergente que nace fuera del ámbito de influencia del imperio dominante se posiciona con fuerza en los predios del dominador, ni Estados Unidos ni Europa están en capacidad de hacer mucho para frenar este ascenso que significara el fin de la hegemonía unipolar del imperio estadounidense y sus más cercanos agregados.