Son bien conocidos los vínculos entre China y Venezuela (1), desarrollados con gran intensidad durante el mandato de Hugo Chávez (1998-2012). Tras las elecciones venezolanas del 14 de abril último, asistimos a la exploración de un nuevo impulso evidenciado en la pronta multiplicación de visitas de alto nivel de dirigentes de ambos países. En mayo […]
Son bien conocidos los vínculos entre China y Venezuela (1), desarrollados con gran intensidad durante el mandato de Hugo Chávez (1998-2012). Tras las elecciones venezolanas del 14 de abril último, asistimos a la exploración de un nuevo impulso evidenciado en la pronta multiplicación de visitas de alto nivel de dirigentes de ambos países. En mayo fue el vicepresidente Li Yuanchao quien se personó en Caracas para expresar su apoyo a un Nicolás Maduro cuestionado por lo ajustado de su victoria. Li fue de los primeros líderes extranjeros en visitar Venezuela. Con posterioridad, dirigentes como Diosdado Cabello o el vicepresidente Arreaza fueron recibidos en Beijing. Ambos son la avanzadilla que prepara la gira que en septiembre realizará Maduro al gigante asiático.
En la visita que el presidente de la Asamblea Nacional venezolana Diosdado Cabello realizó a Beijing este mes, Li Yuanchao calificó a Venezuela como el mejor amigo de China en América Latina. Cabello visitó la Escuela Central del PCCh y mostró interés por anudar las relaciones entre el PSUV y el PCCh.
La visita del vicepresidente Arreaza tuvo un perfil más económico, con tres ejes esenciales. En primer lugar, alargar el espectro de una cooperación diversificada pero también muy centrada en los sectores energético o tecnológico, abriéndola a otros campos, y muy concretamente al agrícola. Venezuela dispone de unos 30 millones de hectáreas con potencial para la agricultura y la seguridad alimentaria es una cuestión clave que preocupa a ambos países. La Misión AgroVenezuela para elevar la producción agrícola no ha dado los resultados esperados. China ha desarrollado en los últimos años múltiples mecanismos de cooperación en este campo con países de África, América Latina o Rusia, incluyendo el alquiler o la compra de tierras para producir alimentos destinados a su enorme población en un contexto de reducción de las tierras de cultivo por causa del impulso a la urbanización. Venezuela ansía un socio que le permita desarrollar con éxito un sector agroalimentario propio.
En segundo lugar, las zonas económicas especiales, un modelo que facilitó la apertura de China al exterior en los años ochenta y que reviste interés para Venezuela, aunque las autoridades asiáticas han advertido de la necesidad de ajustar la propuesta a las circunstancias de cada país. China ideó estas zonas francas como un instrumento para captar recursos financieros, tecnológicos y expertise. Se abre ahora un tiempo de análisis de estas zonas para dictaminar su idoneidad y requerimientos de adaptación, caso de adoptarse una fórmula similar en Venezuela.
En tercer lugar, la negociación de un nuevo préstamo por valor de 5.000 millones de dólares. Venezuela es uno de los principales receptores de préstamos de China en América Latina. Suman un monto total de 44.500 millones de dólares. Dicha deuda es compensada en barriles de petróleo, del orden de 270.000 barriles diarios. Para el próximo año, las necesidades de petróleo de China se estima que crecerán en un 5%. En China, Venezuela encuentra la manera de sortear las dificultades de financiación en bancos estadounidenses o europeos, o en instancias como el Banco Mundial o el BID. La exportación diaria de barriles de petróleo al mercado chino podría alcanzar en pocos años la cifra de un millón.
La decisión sobre la concesión de este nuevo préstamo podría estar próxima, aunque probablemente no se dé a conocer antes de que Caracas resuelva con garantías el escándalo por un desfalco de 84 millones de dólares del Fondo Chino-Venezolano, creado en 2007 por ambos países para financiar diversos proyectos tanto en el orden social como productivo. En 2009, este Fondo se reforzó con el llamado Fondo Gran Volumen Largo Plazo, con una aportación de 20.000 millones de dólares.
China comparte con Venezuela el afán por impulsar vías autóctonas de desarrollo y la defensa a ultranza de la soberanía nacional. Beijing, aun conservando simpatías políticas o ideológicas, guarda distancias respecto al tono antiestadounidense del discurso bolivariano. Por otra parte, le preocupa la estabilidad de la política venezolana. Su preferencia consiste en priorizar el pragmatismo y el mutuo beneficio, dotando de contenido una relación que será tanto más efectiva cuanto menos se alarde de ella.
Tras la evaluación reciproca de los avances experimentados en la cooperación bilateral, las relaciones sino-venezolanas podrían entrar en una nueva fase, ciertamente más madura e integral. Y en paralelo, también las relaciones de China con otros socios bolivarianos, un tema que podría figurar en la agenda de la cumbre del ALBA de Guayaquil celebrada el 30 de julio, con la matizada excepción de Nicaragua, que mantiene el reconocimiento diplomático de la República de China (Taiwán).
Nota:
1. Una aproximación puede encontrarse en: Ríos, Xulio, China and Venezuela: Ambitions and Complexities of an Improving Relationship, en East Asia, December 2012, vol 29, número 4.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China y autor de «China pide paso. De Hu Jintao a Xi Jinping» (Icaria editorial).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.