NAIROBI – A pesar de la abundancia de reservas pesqueras a lo largo de la exuberante ribera del condado de Kwale, en la costa sur de Kenia, los pescadores ya no pueden lanzar una red más allá del arrecife de coral y confiar en una extracción cuantiosa de cangrejos o camarones.
La pesca es la base de la comunidad cuya economía depende de ella al menos en 80 %. Sin embargo, Mwanamvua Kassim Zara, una vendedora de pescado de la zona, dijo a IPS que la población de peces ha disminuido significativamente..
El precio del pescado está en su punto más alto, especialmente el del dagaa (Atherinomorus lacunosus, el pejerrey cabezón), un pequeño pez plateado y el alimento básico en los hogares del pueblo de Vanga, en la bahía del mismo nombre. Esta bahía es uno de los 40 sitios de desembarco de botes en el condado costero de Kwale.
“Le compro a los pescadores un balde de pescado por 40 o 45 dólares, que antes valía unos 20 o 25. El alto precio luego se traslada a nuestros clientes que compran un kilogramo de pescado hervido, seco y salado a tres dólares, en lugar de los dos de antes”, comentó la pescadera.
Los expertos dicen que estos son efectos del cambio climático impulsados y acelerados por la actividad humana… y las comunidades como Vanga están sintiendo el recalentamiento.
«Los intentos de la población de diversificarse hacia el cultivo de maíz y arroz no han tenido éxito debido a las mareas muy altas del océano Índico y la consiguiente inundación de los caminos adyacentes y las granjas de arroz. Otro efecto del cambio climático”, señaló Richard Mwangi, del Servicio Forestal de Kenia.
Hace más de 20 años, esto no era así. La primera línea de defensa de la comunidad contra las catástrofes relacionadas con el océano Índico estaba intacta debido a los extensos bosques de Vanga que cubren más de 4428 hectáreas.
Desde hace un cuarto de siglo se han perdido aproximadamente 18 hectáreas de manglares cada año, debido a su sobreexplotación para usar la madera como combustible y material de construcción económico, según el Servicio Forestal de Kenia, un país del este africano, con unos 48 millones de habitantes.
«A pesar de una disminución en la población de peces y la escasez de ciertas especies, Vanga todavía depende de la pesca y los comerciantes de pescado a pequeña escala solo usan leña para hervir la dagaa para la venta. Al menos 87 % de los hogares de esta comunidad dependen de la madera de mangle para obtener energía”, dijo Mwangi a IPS en Nairobi, la capital.
La destrucción del bosque ha comprometido significativamente los ecosistemas oceánicos de la bahía de Vanga, afirmó la profesora Jacinta Kimiti de la Facultad de Medio Ambiente, Agua y Recursos Naturales de la Universidad del Sudeste de Kenia.
«Los ecosistemas costeros son extremadamente importantes para capturar las emisiones de carbono y sustentar medios de vida como la pesca y el turismo. Es importante destacar que los bosques de manglares son un área de reproducción para los peces”, agregó a IPS.
Vulnerable y expuesta a una miríada de desafíos relacionados con el cambio climático, la comunidad está eliminando la presión sobre el bosque de manglares al plantar al menos dos hectáreas de especies de árboles de rápido crecimiento para satisfacer las necesidades energéticas locales de la comunidad. Estos nuevos terrenos forestales serán utilizados por tres pueblos colindantes: Vanga, Jimbo y Kiwegu.
La pescadera Zara dice que la comunidad está abierta a tecnologías de preparación de pescado más efectivas para proteger los manglares, ya que los métodos actuales se basan en fogatas abiertas a tres piedras que consumen mucha madera de mangle. Cuenta que un simpatizante donó recientemente una gran estufa de bajo consumo para uso comunitario.
Según Mwangi, del Servicio Forestal, el combustible de madera es igualmente fundamental para la vida local en África, especialmente en la zona subsahariana.
El especialista enfatiza que, como ya ha descubierto la comunidad de Vanga, los actuales sistemas de dendroenergía (la producida con biomasa vegetal) no son sostenibles y constituyen una gran amenaza para sus próximos medios de subsistencia.
Según el Centro Internacional para la Investigación Forestal (Cifor, en inglés), más de 63 % de las personas en África no tienen otra opción que la madera, y dependen de este combustible como su principal fuente de energía. Aproximadamente 90 % de la extracción de madera en África se utiliza como combustible.
En su perspectiva energética para el continente, la Agencia Internacional de Energía advierte que el combustible de madera seguirá siendo fundamental para su futuro y se mantendrá como principal fuente de energía, ya que las alternativas más limpias o los combustibles sostenibles siguen estando fuera de su alcance.
Julius Ecuru, gerente de BioInnovate Africa en el Centro Internacional de Fisiología y Ecología de los Insectos (Icipe, en inglés), explicó a IPS que el combustible sostenible es aquel que se obtiene de materias primas biológicas como la madera, cultivos como sorgo y caña de azúcar, o algas, así como otros residuos agrícolas.
“Podemos utilizar esta materia prima también para producir combustible que tenga la misma composición química y calidad que el combustible fósil utilizado en motores a reacción o aviones. Cuando se se utiliza de esta manera para motores a reacción, nos referimos a él como combustible aeronáutico sostenible», analizó.
En ese sentido, sostuvo que también en el caso doméstico «los combustibles sostenibles se pueden preparar o mezclar de formas específicas, pero esto aún tiene que cobrar impulso”.
“Mientras tanto, con respecto a la madera natural o combustible de madera, se puede alentar a los hogares y las comunidades a plantar árboles de rápido crecimiento o madurez, como el roble plateado (Grevillea robusta), que tiene múltiples usos», analizó.
Ecuru detalló que «sus ramas podadas regularmente pueden, por ejemplo, usarse como leña», mientras que el árbol «también tiene buenas propiedades de conservación del suelo».
Otros casos como Vanga en África
Una investigación realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) determina que, al igual que los bosques de Vanga, la zona boscosa de Miombo, un ecosistema de bosque de tierras secas africanas, corre el riesgo de una sobreexplotación y la consecuente destrucción de los medios de subsistencia de sus pobladores.
La zona boscosa abarca aproximadamente 2,7 millones de kilómetros cuadrados en la parte centro-sur del continente. Se trata del bosque tropical más extenso de África y forma un amplio cinturón de ecorregiones en países como Angola, la República Democrática del Congo, Malawi, Mozambique, Tanzania, Zambia y Zimbabue.
Según la FAO, el magnífico cinturón de ecorregiones proporciona una fuente importante de resiliencia para aproximadamente 100 millones de pobladores rurales en situación de pobreza y 50 millones de localidades urbanas.
Expertos como Mwangi advierten que los bosques están amenazados por la conversión a pequeñas explotaciones agrícolas, la tenencia de ganado, la producción de carbón y la tala.
El funcionario keniano enfatiza que la urbanización solo aumentará la amenaza debido a una dependencia excesiva del carbón vegetal como la principal fuente de energía para los hogares urbanos.
La FAO considera que las alternativas energéticas más limpias, como la energía solar o eólica, aún no son viables porque la mayoría de los hogares y los gobiernos «no pueden pagar el precio por kilovatio hora o el alto costo de la infraestructura requerida».
El keniano Mwangi insta a las comunidades a trabajar con el gobierno para proteger y conservar los bosques y señala que Vanga, por ejemplo, se está asociando con el Servicio Forestal del país a través de la Ley de Gestión y Conservación de Bosques, establecida en Kenia en 2016.
La ley promueve la participación de la comunidad y tiene como objetivo detener una mayor degradación y la consiguiente destrucción de los medios de subsistencia.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
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