Según el gobierno chino, ya tendría controlada la pandemia de tal forma que ya no hay nuevos casos en el epicentro de la misma: Wuhan. Y Xi Jinping, después de una cuarentena de dos meses, ya habría dado la orden para el retorno gradual al trabajo en ciudades como la mencionada donde funcionan más de 300 monopolios como Google, Amazon y Microsoft. Y ahora lo que les preocupa es como superar la imagen endeble que se brindó, gracias, además, a la contra campaña de Trump.
Y es que ni porque vivimos tiempos de pandemia las tensiones entre el gigante asiático y la potencia yanqui dejaron de acentuarse. El punto más álgido se alcanzó cuando Trump declaró que la crisis se debe “al virus chino” (france.24, 19/03/20), mientras que el gobierno de Xi Jinping expulsó a varios periodistas norteamericanos (del New York Times, Wall Street Journal y el Washington Post), a la vez que sugirió, a través de su canciller, Lijian Zhao, que el “patógeno podría tener origen estadounidense” (BBC, 18/03/20).
No obstante, y como se viene caracterizando la guerra comercial entre ambos países, Xi y Trump han vuelto a “dialogar”, en nombre de la lucha contra el virus. Según la agencia Xinhua,“el líder chino pidió una respuesta colectiva de la comunidad internacional…China no perdió el tiempo y compartió inmediatamente la secuencia genética del virus con Estados Unidos y la OMS”, mientras que Trump, manifestó tras la charla, que “China ha desarrollado una sólida comprensión del virus” y que los dos países están trabajando “estrechamente juntos”, para derrotar al virus (El País, 27/03/20), que ha contagiado a casi un millón de personas en el mundo y ha causado la muerte a más de 23.000.
Es así como la administración Xi Jinping pareciera comenzar a diseñar la imagen de una nueva fase de marketing y de poder que está acompañada de la producción masiva de máscaras, aviones chinos llevando ayuda humanitaria a otros países como en el caso de España, Italia y Perú (aunque Vizcarra hasta ahora no dice en qué exactamente consistiría este apoyo). Sin embargo, según el oficialista National Bureau of Statistics, “el desempleo urbano alcanzaría un record de 6,2%, mientras que la industria se contrajo un 13,5%, junto con una retracción del 24% en las inversiones de capital, lo cual implicaría que el PBI chino pueda haber caído casi el 15% en el primer trimestre de 2020”. (Izquierda diario, 23/03/20).
Un escenario no visto desde la muerte de Mao, el arresto de la “banda de los cuatro” y el fracaso de la revolución cultural en 1976 (acompañado del terremoto de Tangshan), y cuyo desarrollo está en función de la crisis mundial que algunos gurúes como Nouriel Roubini, caracterizan como “una recesión más profunda que la de la crisis financiera del 2008”, (A Greater Depression?, Proyect Syndicate, 24/03/20), y que pone en cuestión la estrategia de acumulación de capital chino, con el fin de, entre otras cosas, cambiar su dependencia de exportación de bienes de bajo valor agregado por el de bienes de alta tecnología como el 5G (que es el temor de los yanquis y que produjo la captura de Meng Wanzou, hija del dueño de Huawei), denominada La Ruta de la Seda.
Una crisis sin precedentes, que junto con el factor coronavirus está poniendo en aprietos a Trump ya que el pronóstico de 20% de desempleo por recesión (según Steven Mnuchin, secretario de Estado), así como los más de 100 mil contagiados y 1.500 muertos por el virus, respectivamente, ponen en la agenda no solo la cuestión de que EE.UU. se convierta en el nuevo país-epicentro de la pandemia (tal vez superando a China e Italia), sino la reelección y las protestas sociales por doquier así como la intensificación de la guerra en Medio Oriente (como ensayo general de lo que podría ser una guerra catastrófica para la humanidad) y el desarrollo de nuevas correlaciones de fuerza (como el acercamiento de China a Francia). Ya anteriormente, Trump, hizo un llamado a capitales yanquis en China a través de políticas proteccionistas y estímulos tributarios, siendo la respuesta rotundamente negativa (“La guerra chino-norteamericana”, 15/07/17), ya que el 65% de las exportaciones chinas son de transnacionales, lo que a la vez potencia la crisis en la Casa Blanca.
Una perspectiva que según el periodista Henny Sanders, podría colocar a China (no redujo sus tasas de interés), como el destino de capitales occidentales por haber superado el Covid-19, manteniendo además al yuan más estable que el dólar. No obstante, a pesar que la potencia yanqui (que emergió hegemónica post derrumbe de la URSS), se encuentra en serios aprietos y ve debilitado su rol de gendarme, China, no alcanza todavía el nivel político-militar yanqui como para poder suplantarla.
En otras palabras, el equilibrio yanqui generó un nuevo desequilibrio mundial que la burocracia restauracionista y la burguesía china no pueden equilibrar todavía porque el Imperio del Norte necesita barrer a toda la nomenclatura china de su rol como clase dirigente y ésta a la vez no puede superar al dólar a pesar que ostenta la mayor parte de la deuda yanqui (de más de $14 billones). El imperio yanqui es visto con recelo por el primer mundo, pero a la vez las potencias europeas lo necesitan como ordenador de la crisis. Así las cosas, la pelea por la hegemonía política mundial, estarían caracterizadas por la volatilidad, desestabilización, miserias, revueltas sociales, y mayores escaladas belicistas.
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).