Exponemos aquí algunos apuntes para contribuir al debate del paradero de la situación internacional en tiempos de crisis económica y COVID-19.
Tendencias y cifras internacionales
A nivel internacional el escenario en general viene muy fluido. Los anuncios del FMI y de la OCDE afirmando que nos encontramos en una recesión mundial es parte de eso mismo –ya no lo pueden negar-, en donde además los índices de desempleo vienen aumentando en diversas partes del mundo. Es aquí en donde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha anunciado una cifra histórica en la que se producirán alrededor de 195 millones de despidos.
Sin embargo, es necesario aclarar una pregunta que muchos nos realizamos ¿La crisis económica se debe a los efectos del Coronavirus? De partida debemos anunciar que el coronavirus aceleró la crisis económica. Es decir, que diversos organismos internacionales venían alertando sobre una recesión mundial que proyectaban para el 2021 o 2022. Es aquí en donde los medios de comunicación tradicionales y los gobiernos, han inundado la prensa con una campaña desinformativa de que la crisis que se presenta hoy es producto de una catástrofe natural de la pandemia, pero nada dicen que se trata de que es una crisis que se avecinaba incluso desde la crisis del 2008.
En definitiva se trata de una crisis combinada, es decir, una crisis que se puede evidenciar a simple vista con todas las implicancias sanitarias del COVID-19, sumado a la crisis económica, la cual se fraguaba desde la crisis del 2008 con el desplome de los bancos Lehman Brothers, fenómeno que marcó el punto de inflexión a nivel global de la supuesta estabilidad neoliberal, sumado a las crisis orgánicas que hay en diversos Estados, la cual además ya se encuentra en su fase de depresión económica mundial. ¿Qué quiere decir esto? Una sostenida caída de la producción y consumo, acompañada de desempleo, la restricción del crédito, reducción de la producción y de la inversión, varias quiebras, cierres de empresas, montos reducidos de comercio, etc.
La situación es tal que diversos analistas han anunciado que América Latina entrará en una situación de crisis económica que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial -en donde Chile entraría a una contracción del PIB a cifras similares a las de la crisis del 82-83-. A esto se suman las proyecciones realizadas por el Deutsche Bank en relación a la economía de EE.UU, en donde la depresión económica mundial comienza a anunciar que será lo más parecido a la crisis económica de 1929-1930, periodo que se conoce históricamente como “la gran depresión”. En EE.UU. hay casi 10 millones de desempleados que han pedido la prestación (seguros de cesantía) en los últimos 20 días. Son cifras que no se vían desde 1982, cuando se registraron 685.000 peticiones, y que además afectó de manera contundente esta semana en la Bolsa de Nueva York, la cual cerró su peor trimestre desde la crisis financiera de 2008. A esto se suman los 3,5 millones de desempleados en España o incluso lo señalado recientemente por diversas encuestas aplicadas en Chile, en donde el temor a la pérdida del empleo se ubica como uno de los principales debates y preocupaciones de la población, sumado a la campaña del terror de la Cámara Nacional del Comercio, afirmando qu el 87% de las empresas no aguantarán más de tres meses sin vender, es decir, preparando el terreno para comenzar con una ola de despidos.
Es frente a esto que el secretario general de la OCDE ha afirmado que «no sabemos cuánto tiempo llevará arreglar el desempleo y el cierre de millones de pequeñas empresas: pero es una ilusión hablar de una recuperación rápida». Este mensaje tiene un doble sentido. Por un lado un llamado de aliento a los empresarios a nivel internacional para comenzar -y mantener- la ola de despidos, mientras que por otra parte, va en una lógica de “afírmense que esto va para largo”.
Y es que las proyecciones tampoco son “alentadoras” para la recuperación pronta de la economía capitalista, en donde Michael Roberts (importante economista marxista), afirma que es probable que el PIB a nivel mundial se contraiga más que en La Gran Depresión. El mismo Henry Kissinger, uno de los autores intelectuales del golpe de Estado del 73, ha afirmado que el fracaso de la burguesía internacional en contener la crisis “podría incendiar el mundo”.
En definitiva, se trata de una situación que se avecina que tiene muchos puntos de similitud con la crisis del 1929, sin embargo, también tienen rasgos que son más profundos que la de esa misma crisis. Sobre esto, Roberts también se refiere a la plata que han inyectado los gobiernos para salvar a los empresarios, afirmando que: “a nivel mundial, calculo que los gobiernos han anunciado paquetes de “estímulo” fiscal de alrededor del 4 % del PIB y otro 5 % del PIB en garantías de crédito y préstamo para el sector capitalista. En la Gran Recesión, los rescates fiscales totalizaron solo el 2 % del PIB mundial.” Sin embargo, “ninguna de estas medidas evitará la depresión y son insuficientes para restaurar el crecimiento y el empleo en la mayoría de las economías capitalistas durante el próximo año.”
La tónica a nivel general es el rescate de los bancos. Por dar un ejemplo EE.UU. ha inyectado 2,2 billones de dólares de la reserva federal de EE.UU para las grandes empresas. Esta cifra es más de 4 veces el PIB de un país como Argentina. A esto se suman los 3.500 millones de pesos que ha inyectado Alberto Fernández -presidente de Argentina- para las PYMES. En todo esto se debe considerar también el alto endeudamiento de las corporaciones internacionales o de los mismos Estados. Sólo Chile cuenta con una deuda externa de $195.283 millones de dólares sólo para el 2019, lo que es equivalente al 71,8% de todo lo producido en el año (PIB).
Se trata de un fenómeno que, a diferencia del Estallido Social, pone las problemáticas obreras al centro. Es decir, la crisis internacional, la precariedad de los trabajos, el empuje de los empresarios a que los trabajos se mantengan pese a los riesgos y altos contagios en todo el mundo, o incluso el que se acelerara la crisis económica, evidencia que bastó que los trabajadores se ausentaran por un tiempo a sus espacios de trabajo para que los empresarios comenzaran a sudar la gota gorda y sus analistas comenzan a alertar de la mayor crisis en los últimos 91 años, frente a la cual se espera que la “recuperación” de la economía capitalista se proyecta para dentro mucho más de seis meses, en donde en estos meses la economía entrará en su fase de mayor caída.
Hipótesis abiertas que maneja la burguesía
En cuanto a las hipótesis económicas abiertas por la burguesía se barajan dos: Una de una pronta recuperación en el plazo de los próximos dos meses. Esto tomando el ejemplo de la crisis del 2008, en donde la expansión económica de China, lo que permitió que los “mercados emergentes” no se contrajeran. Sin embargo hoy la situación es completamente distinta. Si bien el rol de China permitió que no se contrajeran los “mercados emergentes”, hoy China vive un golpe en su economía producto de los embates de la crisis sanitaria. Esta hipótesis deja el rol “salvador” en EE.UU, la principal potencia económica internacional, sin embargo, esta hipótesis se torna imposible, ya que Donald Trump debiese tomar mayores medidas “socialistas” que las que promueve Bernie Sanders, como afirma David Harvey.
Por otra parte, y la hipótesis más real, es que la economía entre en una depresión -la cual ya se encuentra en curso- similar a la crisis de 1929, con los dineros del Estado destinados a los bancos y las empresas, mientras que los Estados con mayores cantidades de dinero destinen bonos a los cesantes, los cuales desde ya serán insuficientes para la clase obrera.
Expresiones políticas internacionales frente a la crisis
Comienzan a surgir diversos debates en los medios de prensa, y se vuelve a hablar de capitalismo en un nivel de masas, es decir, que después de décadas vuelve a estar en los titulares de los medios de prensa tradicionales y en el debate de la intelectualidad, en donde hay un debate muy interesante entre Slavoj Zizek y Byung-Chul Han sobre qué es lo que pasará post-COVID-19.
Ahora, no es menor que Henry Kissinger, la mano derecha de Richard Nixon para desplegar una de las invervenciones imperialistas más sangrientas que se han visto en América Latina con los múltiples golpes de Estado para hacer de Latinoamérica el laboratorio del neoliberalismo, afirme que en caso de que las burguesías no puedan manejar la crisis el mundo intero se pueda incendiar.
Y es que hay que considerar que en el mundo dentro de los últimos 2 años se han visto procesos de revueltas y movilizaciones históricas, como en Argentina, Nicaragua, Perú, Colombia, Puerto Rico, Haití, Hong-Kong, la huelga petrolera en Brasil y los profundos cuestionamientos a Bolsonaro, Francia, el movimiento independentista Catalán en Estado Español, así como el estallido social en Chile. Así mismo, se han producido procesos por derecha, como el golpe de Estado en Bolivia, la injerencia imperialista en Venezuela, entre otros.
Es decir, se trata de un proceso político muy dinámico, fluido, que se viene a encontrar con una crisis sanitaria y una crisis económica, sumado a las crisis orgánicas que se viven en distintas partes del mundo. Es decir, se trata de una fragmentación de la hegemonía internacional, una falta de dirección que logre influenciar a los diversos Estados en medio de esta situación, por lo que está en disputa quién se ubicará como la principal potencia imperialista pos-COVID-19, pues la guerra comercial entre EE.UU y China aún se mantiene en curso, en donde tampoco podemos descartar que se abran procesos de conflictos bélicos productos de la depresión económica y por la disputa de la economía.
Parte de esta fragmentación de la hegemonía internacional se explica también por la relación turismo-salud. Es decir, que con la crisis actual se da cuenta de que las prioridades del capital han estado en el enorme crecimiento de la industria del turismo en desmedro de la salud. Esto permitió una rápida propagación del COVID-19, lo que se suma al desmantelamiento y privatización sistemática de la salud. Un dato de esto es que las visitas internacionales aumentaron de 800 millones a 1.400 millones entre 2010 y 2018, sumado a los datos entregados por el Banco Mundial en donde en 1970 habían 3,1 camillas por cada 100 mil habitantes, mientras que en la actualidad sólo hay 2,7 camillas cada 100 mil habitantes. Es decir, la humanidad ha retrocedido en estos aspectos gracias al capitalismo.
Expresión de esta fragmentación de la hegemonía es el llamado a huelga general en Italia, o incluso con los llamados a rebelión en el sur del mismo país. Así como los saqueos producidos allí, o los saqueos que se han producido en EE.UU, por nombrar algunos fenómenos dentro de la misma coyuntura del Coronavirus.
Es dentro de este contexto que debemos situar lo que está pasando en Chile. Las encuestas publicadas a finales de marzo demuestran que una de las principales problemáticas que persive la población es el temor a perder el emplo. La foto de Antofagasta de las personas que han ido a cobrar su seguro de cesantía es una clara evidencia de esta situación, y los casi 10 millones de desempleados en EE.UU demuestran que esa será la formula de la burguesía para enfrentar la crisis, a la par de la tendencia a la bonapartización de los Estados, con militares en las calles y mayores cámaras de vigilancia con reconocimiento facial o diversos métodos de control social (sólo en China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, capaz de reconocer incluso los lunares del rostro).
Aquí debemos considerar, como afirma Franck Gaudichaud, que Chile es el espejo de las contradicciones mundiales que se viven a nivel internacional. Se trata de un país que viene de un estallido social histórico, en donde además el gobierno busca que la gente se vaya contagiando de a poco con el COVID-19 para hacer a la población “inmune” a costa de “18.000 muertos” como ha afirmado Mañalich, en donde además “Piñera, que forma parte de la oligarquía financiera, está completamente controlado por las grandes empresas y no tiene intención de empezar a agravar a los dominantes.” Y es probable que en Chile de aquí a los próximos seis meses veamos cifras de desempleo que superen los dos dígitos, con una situación económica que se asemeje a la del 82-83; crisis que abrió procesos de movilizaciones obreras y populares en medio de la dictadura, las cuales fueron posteriormente desviadas con el Plebiscito del Sí y el No.
En definitiva, y como hemos afirmado anteriormente, se trata de un proceso de convulsión social que nunca antes hemos visto, en donde además los casos de los diversos países como Francia, Nicaragua, Argentina, Perú, Colombia, Puerto Rico y Chile hacen más real la hipótesis de que se abran mayores situaciones pre-revolucionarias en distintas partes del mundo, por lo que la construcción de una organización revolucionaria que logre transformar esa incertidumbre y rabia frente a la crisis en un ataque certero y mortal en contra del capitalismo.
¿Se encuentra Chile en camino a una situación a la italiana, con crisis sanitaria y económica, con llamados a huelgas y rebelión, considerando que el estallido social se encuentra en pausa? ¿Será el movimiento obrero el que cobre protagonismo en medio de esta coyuntura considerando las históricas cifras de desempleo? ¿Hay algún punto de contacto entre los problemas denunciados por la clase obrera, como el desempleo, las condiciones de salud, la explotación, con las denuncias estudiantiles frente a la educación, que permitan una unidad obrero-estudiantil para esta nueva coyuntura? ¿Se abrirá un nuevo curso de ascenso de las luchas obreras a nivel internacional, que traigan remembranzas de los años 30 y que pongan en cuestión además el modelo productivo a desarrollar?
Estas son algunos cuestionamientos que toda persona, toda organización que se llame a sí misma de izquierda y/o revolucionaria debe plantearse. El curso de la historia comienza a tomar un rumbo decisivo, y debemos estar preparados.