La guerra fría terminó, según algunos, con la disolución de la Unión Soviética. En realidad esta prosigue pero de una manera más matizada, menos evidente. Se trataría de una guerra de terciopelo en la cual Vladimir Putin trata de mantener a flote lo que queda del imperio soviético, mediante alianzas y cabildeos, y los halcones […]
La guerra fría terminó, según algunos, con la disolución de la Unión Soviética. En realidad esta prosigue pero de una manera más matizada, menos evidente. Se trataría de una guerra de terciopelo en la cual Vladimir Putin trata de mantener a flote lo que queda del imperio soviético, mediante alianzas y cabildeos, y los halcones de Bush intentan rodear a Rusia de un cinturón de estados hostiles. Es sabido que la promotora de esa política es la rusóloga Condoleezza Rice, ahora promovida a Secretaria de Estado.
En Georgia, tras una breve revuelta popular el presidente, Edouard Shevarnadze, se vio obligado a renunciar. La ciudadanía enfurecida tomó el parlamento y amenazó con lanzarse sobre la casa presidencial. Tras el motín se hallaban los asalariados de operaciones especiales de la CIA, atizando al populacho, pagando esbirros soliviantadores. Estados Unidos tiene un enorme interés en Georgia pues está construyendo un oleoducto que llevará el petróleo del Mar Caspio hacia los puertos de Turquía.
El líder oposicionista Mijail Sakachvili, educado en Estados Unidos, se apoderó del timón del Estado. Lo ocurrido en Georgia fue un episodio más de la maniobra de Estados Unidos por apoderarse del petróleo del Oriente Medio y sus vías de comunicación y comercio. Lo que fue maquillado por los medios de prensa occidentales como una nueva «revolución de terciopelo» (en alusión a la contrarrevolución checa), y como un triunfo de la democracia fue, en verdad, otro zarpazo de las transnacionales petroleras.
Otro tanto está sucediendo en Ucrania donde las recientes elecciones dejaron un resultado indeciso con el triunfo del candidato oficialista Víctor Yanukovich, quien obtuvo el 49% de los sufragios y la derrota del opositor Victor Yuschenko, con el 46%. Los pretendientes acusan de fraude al actual presidente Leonid Kuchma. Han organizado protestas y hay un conato de huelga general.
La Unión Europea ha convocado una reunión de las partes en La Haya buscando un arbitraje que complazca a ambos contendientes. Pese a que Kuchma accedió a Estados Unidos enviando 1,600 soldados al ejército de ocupación que oprime a Irak, es evidente el apremio de la Casa Blanca por lograr el triunfo para su predilecto Yuschenko. Colin Powell ha amenazado a los ucranianos con sanciones de la Unión Europea si no permiten que prevalezca la «democracia», es decir, que tome el poder el peón de su preferencia.
La situación en Ucrania ha entrado en declinación desde que Kuchma llegó al poder en 1995. El ingreso per cápita de cada uno de sus 48 millones de habitantes bajó en un 42%.El ejército, compuesto de medio millón de hombres debió licenciar a casi la mitad y se ha visto reducido a 300 mil. Ucrania era la quinta potencia atómica con 1,300 ojivas nucleares. Ahora las fuerzas armadas se han visto obligadas a la vergonzosa confesión de que han perdido varios centenares de esos misiles.
Ucrania se ha movido entre un coqueteo con la OTAN y la supeditación a la esfera de influencia rusa. La Unión Europea les ha concedido 1.3 billones de dólares en créditos, pero Rusia les vende el petróleo a precios preferenciales. A Putin no le interesa entrar en conflicto con Europa porque el 55% de las exportaciones rusas van hacia el oeste europeo.
Vladimir Putin siempre trató de lograr que Ucrania, cuna del primer estado ruso cristianizado (La Rus de Kiev), volviese al redil. El imperialismo zarista fue armando el Estado ruso con la absorción de estados limítrofes, buscando áreas de influencia al norte y al sur, hacia los pueblos escandinavos y los musulmanes, accesos al Báltico, al Caspio, al Mar Negro, al océano Pacífico, al petróleo del Cáucaso, alcanzando la salida al Mediterráneo a través del Bósforo y los Dardanelos. Solamente era posible mantener la cohesión de este gigantesco rompecabezas mediante un firme absolutismo como el de los Romanov o el de Stalin. Los ucranianos dieron muestras de autonomía durante la Segunda Guerra Mundial, colaborando con los alemanes.
Estados Unidos ha logrado que los países bálticos alienten fuertes sentimientos anti rusos. Georgia saltó la barda del lado imperial. Bielorrusia se mantiene firme junto al Kremlin. Esta pugna de poder en Ucrania, parte de la guerra de terciopelo, determinará si la Casa Blanca logrará cerrar un cerco de púas en torno a Rusia