Este sábado 14 de noviembre se cumple el 45 aniversario de la firma del llamado Acuerdo Tripartito de Madrid, el nombre simplificado de la Declaración de principios entre España, Marruecos y Mauritania sobre el Sahara Occidental, que serviría para justificar la entrega del territorio a Marruecos y Mauritania.
Uno de los episodios más oscuros de la política exterior española y que, como analizamos en el libro de reciente publicación ¡Abajo el rey! Repúblicas, supuso una moneda de cambio fundamental en la restauración borbónica.
Dos semanas antes de aquellos Acuerdos de Madrid, apenas cinco días antes de que la Marcha Verde llegara al Sáhara español y con un Franco moribundo, Juan Carlos, en su calidad de jefe del Estado en funciones, reunió en la Zarzuela al Gobierno y a los jefes del Estado Mayor del Ejército para comunicarles que viajaría a El Aaiún. «Franco se encuentra a dos pasos de la muerte y yo soy el heredero… en funciones. Por lo tanto, voy a ir a El Aaiún para explicar a Gómez de Salazar (gobernador del Sáhara español) y a sus hombres lo que debemos hacer y cómo lo vamos a hacer. Vamos a retirarnos del Sáhara, pero en buen orden y con dignidad. No porque hayamos sido vencidos, sino porque el ejército no puede disparar contra una muchedumbre de mujeres y niños desarmados[1]«. La justificación de Juan Carlos era totalmente inconsistente, ya que los servicios secretos españoles y el propio Ejército español habían informado de la presencia de miles de soldados de las Fuerzas Armadas del Reino de Marruecos (FAR) en la Marcha Verde. Eso sí, la argumentación anticipaba el cinismo marca del futuro monarca.
Un cinismo que Juan Carlos repetiría al llegar a El Aaiún, esta vez ante los mandos militares destacados en el Sáhara. Según la propia transcripción oficial, el joven príncipe afirmó: «España cumplirá sus compromisos y deseamos proteger los legítimos derechos de la población civil saharaui». Dos semanas después, el 14 de noviembre de hace hoy 45 años, se firmaban en Madrid los Acuerdos Tripartitos por los cuales España entregaba unilateralmente el Sáhara Occidental a una administración tripartita formada por la propia España, Marruecos y Mauritania. El objetivo de los Acuerdos no era otro que legalizar la ocupación marroquí y mauritana del Sáhara. Una ocupación que para entonces ya estaba casi concluida y que iniciaría una sangrienta guerra que duró más de 15 años. La Asamblea General de las Naciones Unidas rechazó los llamados «Acuerdos de Madrid» así como la ocupación, presentando una resolución en la que se exigía el respeto a la legalidad internacional, llamaba a España a concluir el proceso de descolonización y reconocía el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.
Hay autores que señalan que el príncipe Juan Carlos entregó el Sáhara español ante el temor de embarcarse en una guerra colonial con incierto resultado. Y que en esa decisión pesó bastante la experiencia portuguesa en Angola y Mozambique, antesala de la posterior Revolución de los Claveles, muy presente en las decisiones y miedos de la jerarquía franquista y especialmente en el futuro monarca. Pero ese supuesto cálculo «estratégico» omite que siempre hubo una alternativa sobre la mesa: que España hubiese delegado sus responsabilidades como potencia descolonizadora, traspasando la administración del territorio a la ONU, quien de forma interina por un periodo de seis meses organizaría y supervisaría el referéndum de autodeterminación en el Sáhara comprometido por la administración española. Así se estipulaba en el Plan Waldheim que insistentemente ofreció el secretario general de la ONU para asegurar una solución que preservara los derechos del pueblo saharaui y permitiera a España cumplir sus compromisos internacionales. Una propuesta que Juan Carlos I, como jefe del Estado en funciones, directamente rechazó.
Pero todas las excusas que se han buscado para justificar la injustificable posición de Juan Carlos I y su gobierno en la entrega del Sahara Occidental saltaron por los aires cuando en enero de 2017 se desclasificaron 12 millones de páginas de la CIA, de las cuales 12.500 tratan sobre España. En muchas de ellas destaca el nombre de Juan Carlos I. Según la información revelada por el servicio de inteligencia norteamericana, el rey emérito se convirtió en uno de los informantes más valiosos de EE UU, facilitando información confidencial a su contacto en Madrid, el embajador norteamericano Wells Stabler. Pero, además, los papeles de la CIA detallan que el papel del ex monarca no se limitó a mediar para resolver un conflicto que terminó con la retirada del Sáhara del Ejército español, sino que «Juan Carlos pactó en secreto con Hassan II que la avanzadilla de la gigantesca Marcha Verde, con la que Marruecos se adueñó del Sáhara Occidental, pudiera entrar unos cientos de metros en la colonia española de cuya frontera norte se habría retirado previamente el Ejército español. También aceptó que una delegación de medio centenar de funcionarios y espías marroquíes entrase en esas fechas en El Aaiún, la capital del Sáhara. Esta doble cesión, que consumaba la conquista marroquí de la última colonia española, queda recogida en algunos documentos de la CIA desclasificados»[2].
De esta forma, la restauración monárquica se inauguraba rindiendo pleitesía a los intereses de EE UU con la entrega demandada del Sáhara a Marruecos. Tal y como describe Bernardo Vidal, militar español destacado en el Sáhara y miembro de la Unión Militar Democrática (UMD), «la culminación de la era Franco, o el principio de la monarquía, según quiera tomarse, ha sido lo que se ha dado en llamar descolonización del Sáhara que en pura ética militar o política podría llamarse engaño o traición (…) humillante engaño a los militares españoles, que hemos hecho de marionetas al servicio de unos intereses muy concretos y de unos pocos que, recibiendo órdenes de USA, han vendido el Sáhara a Marruecos[3]. Porque, como sabía un Juan Carlos aspirante al trono y las élites políticas españolas que pilotaban la transición post-franquista, uno de los principales escollos para la restauración borbónica era la falta de legitimidad internacional, especialmente tras haberse negado a realizar una consulta popular que avalara la monarquía por miedo a perderla, como reconoció en un descuido el propio Adolfo Suárez. Y ahí es donde la Casa Blanca devolvió parte del favor del Sáhara a Juan Carlos, recibiéndole en EE UU en su primer viaje oficial como rey, con el consiguiente espaldarazo internacional que necesitaba. Así, la restauración monárquica y el régimen del 78 nacieron sobre la traición y la sangre del pueblo saharaui.
Un pueblo saharaui que, ante el incumplimiento sistemático del Plan de Paz por parte de Marruecos y la inacción cómplice de la comunidad internacional no ha dejado de luchar. El pasado viernes tropas marroquíes atacaron con fuego real a la población saharaui que de forma pacífica bloqueaba la ilegal carretera del Guerguerat, zona que se sitúa en el límite sur del territorio del Sáhara Occidental, entre el muro marroquí y la frontera con Mauritania. Una zona tapón según los acuerdos de paz de 1991 y, por tanto, bajo el control de la MINURSO, sin que las dos partes puedan hacer uso de ella. Sin embargo, y a pesar de lo establecido en aquel acuerdo de paz, hace tres años Marruecos comenzó la obra de asfaltado de una carretera en esta zona con el objetivo de continuar con el expolio de los recursos naturales del Sahara ocupado. La imposibilidad de alcanzar una solución pacífica y, por ende, la posibilidad del retorno a un conflicto armado es hoy en día un hipotético, pero no descartable escenario. En caso de que se produzca, las responsabilidades habrá que buscarlas entre quienes no han hecho nada o directamente han puesto palos en las ruedas de un proceso de descolonización incompleto que todavía tiene un referéndum y muchas deudas pendientes.
Por ello, resulta más importante que nunca recordar y denunciar cómo este sábado 14 de noviembre no solo se cumplen 45 años de la traición de las elites y de los diferentes gobiernos españoles al pueblo saharaui, sino que esa traición continúa hoy en día. Porque los Acuerdos de Madrid no solo pretendían legitimar la ocupación del Sahara, sino también liberar a España de sus responsabilidades como potencia colonizadora, algo ilegal dado que la ONU nunca ha reconocido la validez jurídica de estos acuerdos tripartitos. Lo que significa que, a todos los efectos, España sigue siendo hoy la potencia colonizadora y, por lo tanto, el Sáhara sigue siendo un territorio pendiente de descolonizar. Esto transfiere al Gobierno español una responsabilidad que ha sido sistemáticamente obviada en los últimos 45 últimos años, en los cuales se ha situado siempre del lado de la ocupación marroquí.
El actual Gobierno de coalición no solo rompió la tónica monocolor del bipartidismo reinante durante cuatro décadas, sino que levantó también esperanzas de cambio en la política exterior española y, en concreto, en la asunción definitiva de una responsabilidad histórica con el pueblo saharaui que ni hoy ni nunca debería ser negociable. Sin embargo, por el momento la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno no ha modificado un ápice la posición española cómplice con la ocupación marroquí. Pero esa irresponsabilidad no es exclusiva: si todas aquellas personas solidarias con nuestros hermanos y hermanas saharauis no nos movemos, seguramente nada cambie. Cansado de esperar, el pueblo saharaui lleva semanas movilizándose y reivindicando en el Guerguerat la desobediencia pacífica como motor de cambio. Marruecos recurre de nuevo a la represión, interviniendo militarmente en una zona desmilitarizada y, por lo tanto, incurriendo nuevamente en una ilegalidad internacional a los ojos de una comunidad que sigue mirando para otro lado. Con o sin Gobierno de España asumiendo finalmente su responsabilidad histórica y legal o siguiendo haciendo oídos sordos, no podemos dejar al pueblo saharaui solo frente al ocupante. 45 años de vergüenza ya son suficientes.
Notas:
[1] Barbulo, Tomás: «La historia prohibida del Sáhara Español.» Península 2017 pp 289
[2] www.vanitatis.elconfidencial.com/casas-reales/2019-07-23/hassan-ii-aniversario-20-muerte-juan-carlos-rey_2138847/
[3] Bárbulo, Tomás: «La historia prohibida del Sáhara Español.» Península 2017. pp 347