Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El reciente asesinato de cuatro niños en un ataque de EEUU y la desaparición y muerte de civiles a manos de las tropas ocupantes han provocado de nuevo indignación y protestas entre el pueblo afgano.
Con la guerra que EEUU lanzó inmersa ya en su doceavo año, la violencia contra la población del país sigue incrementándose. La oficina del presidente-títere de Afganistán, Hamid Karzai, confirmó el martes pasado los últimos incidentes. El peor de todos se produjo el domingo en la provincia oriental de Logar, justo al sur de Kabul.
Citando un informe del gobernador de la provincia, Mohammad Iqbal Azizi, portavoz de la oficina de Karzai, relataba: «Las fuerzas de la OTAN llevaron a cabo el sábado por la tarde una operación para detener a dos militantes armados pero lo único que lograron fue matar a cuatro niños que se hallaban apacentando el ganado».
La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de la OTAN (ISAF, por sus siglas en inglés) reconoció el martes que en el ataque podían haber muerto civiles. El General John Allen, alto comandante de EEUU en Afganistán, ofreció «sus condolencias a las familias» y dijo que iba a enviar a varios oficiales para que «ofrezcan una indemnización y hagan llegar nuestro más profundo pesar».
La matanza de los niños de Logar se produce solo una semana después de que la ISAF emitiera una disculpa formal por el asesinato de otros tres niños en un ataque aéreo perpetrado en el distrito de Nawa, en la provincia sureña de Helmand. Una muchacha y dos chicos murieron en el ataque del 14 de octubre, que, según el mando de la ocupación, iba dirigido contra unos «insurgentes» que estaban colocando dispositivos explosivos improvisados. Sin embargo, los testigos aseguraron que en el lugar solo se encontraron los cuerpos de los niños, que estaban recogiendo leña para el fuego.
Según las estimaciones de las Naciones Unidas, la guerra en Afganistán ha matado o herido a más de 578 niños en los primeros meses de 2012. Un informe de la ONU publicado en agosto había logrado averiguar que durante la primera mitad de este año, las dos terceras partes de las víctimas de los ataques de EEUU y la OTAN en Afganistán habían sido mujeres y niños.
En su debate con el candidato republicano Mitt Romney del pasado lunes por la noche, el Presidente Barack Obama habló de la intervención de EEUU como del «experimento para la construcción de una nación». En realidad, la guerra lo único que ha conseguido es dejar devastado el país, arrancando la mayor cifra de víctimas entre los niños afganos.
Aunque Washington ha derramado cientos de miles de millones de dólares en el país desde la invasión de 2001, Afganistán tiene aún la tasa de mortalidad infantil más alta del mundo, con uno de cada cuatro niños muriendo antes de alcanzar los cinco años.
En su comunicado del martes, Karzai declaró: «A pesar de los repetidos ruegos a la OTAN para que traten de evitar las víctimas civiles, seguimos perdiendo vidas inocentes, entre ellas las de muchos niños».
El segundo incidente condenado por Karzai fue una operación militar conjunta desarrollada el 13 de octubre por tropas estadounidenses y fuerzas-títere afganas en la sureña provincia de Zabul, cerca de la frontera con Pakistán. En el ataque, lanzado a media noche, se llevaron a cuatro civiles, según el comunicado del Presidente afgano, y tres de ellos están desaparecidos desde entonces.
Casi mil personas se manifestaron en lunes en Qalat, la capital de la provincia de Zabul, bloqueando la autopista que va de Kandahar a Kabul, para protestar contra esa operación y los continuos ataques nocturnos perpetrados por EEUU. Estos ataques, que, después de los ataques aéreos, son la principal causa de las bajas civiles que están infligiendo las tropas ocupantes, son profundamente impopulares en Afganistán.
Según la agencia Pajhwok Afghan News, la manifestación de Qalat se desencadenó tras un ataque más reciente en el que se llevaron arrestados a dos sastres. Abdul Qadir Qalatwal, uno de los organizadores de la protesta y miembro del parlamento local, manifestó que «habían arrojado los cuerpos decapitados en una zona desértica antes de dinamitarlos».
La agencia de noticias informó que la oficina del gobernador de Zabul había confirmado la muerte de los dos hombres y que estaba «tratando de aclarar las cosas con las fuerzas de la OTAN».
La ISAF confirmó que en ambos ataques habían detenido a civiles, pero alegó que, en el caso del incidente acaecido el 13 de octubre, los habían dejado libres, mientras que en la operación del 20 de octubre, se los habían «entregado a la policía afgana».
La pregunta obvia que se plantea en los dos incidentes es si las fuerzas estadounidenses están deteniendo a individuos sospechosos de apoyar la resistencia frente a la ocupación extranjera y si después se los entregan a un escuadrón de la muerte afgano para que los liquiden.
En su debate del lunes por la noche, tanto Obama como Romney insistieron en que el «incremento», que había triplicado el número de tropas estadounidenses desplegadas en Afganistán, era un éxito, y que la «transición» a la responsabilidad afgana de la seguridad en el país se completaría en diciembre de 2014, fecha en que las tropas estadounidenses volverían a casa.
Ambos hombres saben que eso es mentira. Los funcionarios de la administración Obama están actualmente negociando las condiciones de un Acuerdo Estratégico de Asociación con el régimen de Karzai que va a suponer que 25.000 efectivos, en su mayoría Boinas Verdes y otras unidades de Operaciones Especiales, se queden allí durante otra década o más.
Ambos partidos están comprometidos en la persecución de los objetivos que provocaron la invasión, los mismos de la posterior guerra contra Iraq: el uso de la fuerza militar para imponer la hegemonía de EEUU sobre las estratégicas reservas de energía de la Cuenca del Caspio y el Golfo Pérsico.
Mientras tanto, la mayor parte de los encargados de entrenar a las tropas y policía afganas siguen rechazando los optimistas pronósticos acerca de la disposición de éstas a asumir la responsabilidad en la cuestión de la seguridad.
El Washington Post, citando a funcionarios y oficiales militares, informaba el sábado que las afirmaciones que postulan que las fuerzas de seguridad afganas, que cuentan con 352.000 efectivos, están preparadas para la transferencia de poderes de la ocupación dirigida por EEUU son palmariamente falsas. Según el Post: «Ningún batallón del ejército afgano es capaz de actuar sin los asesores estadounidenses. Muchos policías pasan más tiempo estafando a la gente para que les den sobornos que patrullando. Las unidades de la línea del frente a menudo no reciben combustible, alimentos ni los recambios que necesitan para funcionar. Los servicios de inteligencia, aviación y sanitarios siguen en estado embrionario. Y puede que lo más alarmante sea que un número cada vez mayor de soldados y policías afganos vuelven sus armas contra sus socios estadounidenses y de la OTAN».
El artículo, elaborado a partir de las entrevistas con una docena de oficiales en activo que se dedican al entrenamiento de las fuerzas afganas, deja claro que con las prisas de incrementar los soldados y policías afganos hasta la cifra de 352.000, Washington ha fallado a la hora de proporcionar un entrenamiento adecuado o de investigar suficientemente si en esos efectivos están incorporándose simpatizantes de los talibanes o de otros grupos de oposición.
«El ejército es algo tan inestable que algunas de esas unidades se están viniendo abajo», le dijo al Post un mayor de las Fuerzas Especiales implicado en el programa de formación.
Bill Van Auken es un político y activista estadounidense del SEP (Socialist Equality Party), de tendencia trotskista. Fue candidato a las elecciones presidenciales estadounidenses de 2004.
Fuente: http://www.wsws.org/articles/2012/oct2012/afgh-o24.shtml