Cuando las agujas del reloj se acercan al viernes, los yemeníes y los observadores del Yemen se aproan a lo desconocido. Las informaciones sobre un acuerdo prospectivo entre Ali Salh y Ali Mohsen para dimitir de consuno inundan hoy las redes sociales virtuales, los hogares yemeníes la plaza de Taghyir, especulando esperanzadamente con la posibilidad […]
Cuando las agujas del reloj se acercan al viernes, los yemeníes y los observadores del Yemen se aproan a lo desconocido. Las informaciones sobre un acuerdo prospectivo entre Ali Salh y Ali Mohsen para dimitir de consuno inundan hoy las redes sociales virtuales, los hogares yemeníes la plaza de Taghyir, especulando esperanzadamente con la posibilidad de que eso pudiera ahorrar al país otro baño de sangre. Saleh desmintió esos rumores en una comparecencia televisiva el jueves por la noche: hosco y fosco el rostro, declaró que no se echaría atrás. Sin embargo, no está nada claro que las negociaciones tras las cortinas hayan terminado realmente, ni son obvias las razones de que, si así fuera, llevaron al fracaso. ¿Qué le resultaba a Salh inaceptable? ¿O fue Ali Mohsen quien, tras 30 años esperando a la sombra de Saleh, creyó que la probabilidad de llegar a la presidencia era demasiado era ya demasiaso alta como para tener que llegar a algún acuerdo?
Estas pasadas semanas, Ali Saleh y Hamid al-Ahmar han andado al estricote, batiendo sus respectivos tambores de guerra y jurando tener legiones de hombres armados dispuestos a combatir por ellos. La coalición de partidos de oposición, la Unión de Partidos (UP), se ha comportado como si representara a las masas protestatarias, a despecho de haber hecho todos estos últimos años el papel del bufón en la corte de Saleh. Ahora que los manifestantes han movilizado se han movilizado por centenares de miles, poniendo prácticamente de rodillas al régimen, la UP se ha metido a negociaciones con el régimen (rechazadas por los protestatarios), cual si representara o aun entendiera las reivindicaciones del pueblo en las calles y los cambios necesarios para apaciguar la protesta. Saleh sigue proponiendo «planes de transición» que no entrañan su inmediata partida como presidente, revelando con ellos su total incapacidad para comprender que la hora de su reinado ha llegado a su fin. Hamid al-Ahmar se ha coronado a sí propio como rey de la protesta y lanza repetidos mensajes desde su canal televisivo Suhail TV pontificando sobre el Yemen y Saleh y haciendo grandilocuentes declaraciones, como su oferta al Sur de la presidencia de la nación. Una de sus más recientes declaraciones era una advertencia a Saleh: «Deja la presidencia con tu dignidad y la de tu familia, o atente a las consecuencias». Saleh replicó con lo que él mismo describió como una oferta a los protestatarios y a la oposición, a sabiendas de que sería rechazada, pero precisado a hacerla para aliviar su consciencia. Sólo una pocas horas después, Saleh comenzó su intensificada campaña contra las protestas en Sanah, primero con el uso de gas venenoso y, en el clímax, con la introducción de francotiradores que, convenientemente apostados en la plaza, mataron a 52 personas e hirieron a más de 100.
El anuncio por parte de Ali Mohsen de su «cercanía» a la revolución el pasado lunes y la plétora de funcionarios y soldados que le secundaron alteraron los términos de la ecuación. Antes de ese anuncio, tanto los protestatarios como Ali Saleh pensaban que podían llegar a ejercer cierto control sobre la evolución de los acontecimientos. «Negociando» con la UP, por un lado, y prometiendo, por el otro, a los manifestantes que dimitiría en 2012 (la oferta de 2011 solo la hizo Saleh luego de la defección de Ali Mohsen), Saleh tuvo, en un momento dado, un lapsus linguae, y dejó dicho que el Yemen sólo vería un cambio de poder a través de las urnas, lo que sugería que estaba pensando en presentarse al cargo. Entretanto, muchos manifestantes estaban incómodos con el papel que seguía jugando Haimd al-Ahmar como autoproclamado líder de quienes exigían una dimisión inmediata (a diferencia de la oposición formal, que mostró su disposición a negociar una plan de dimisión más gradual). Los al-Ahmar han sido grandes beneficiarios del régimen de Saleh, de modo que el alineamiento de Hamid con la oposición a Saleh se ve con escepticismo: muchos lo consideran menos una oposición a la naturaleza antidemocrática y autoritaria del régimen que un intento de suplantar a Saleh en la cabeza del mismo. Sin embargo, no pocos participantes en la protesta popular vieron en la alianza con Hamid un desagradable medio para acabar con Saleh. Caído Saleh, se prometían, nos libraremos también de Hamid: pero no se ha visto hasta ahora ningún plan al efecto.
Con el anuncio el pasado lunes de Ali Mohsen de que él y las fuerzas armadas respaldarían a la Revolución hay menos margen para ese tipo de cálculos especulativos. Aun cuando Saleh pueda seguir contando con la lealtad de la Guardia Republicana, de las Fuerzas Especiales y de las fuerzas de la seguridad interior dirigidas por su hijo y sus sobrinos, incluso esas fuerzas han experimentado disensiones entre la alta oficialidad y motines de la soldadesca. O Saleh reconoce que el balance de armas y hombres le es ya desfavorable, o fantaseará dándose a entender a sí mismo lo que de ningún modo puede ya creer: que puede salir militarmente triunfante de la situación. En el peor escenario, Yemen se despeñará por una guerra civil que, arrancando en las calles de las grandes ciudades, se difundirá por todo el país. En otro escenario menos mórbido, Saleh dimitirá y las elites del poder que se han ido situando en primera fila de la revolución -Hamid al-Ahmar, Ali Mohsen o Abdul Majid al-Zindani- se auparán mayores problemas a la cúspide de un sistema político y económico del que ya son dirigentes. En el telón de fondo de esas pugnas de la elite de poder se hallan los protestatarios callejeros que siguen combatiendo -y muriendo- por el futuro soñado. Es una verdadera tragedia que sus anhelos no sean compartidos por quienes se hallan ahora mismo a pique de embargar a favor de sí propios el futuro del Yemen.
Lara Aryani es una estudiante de segundo año de la Emory University School of Law. Colabora habitualmente con Jadaliyya, la impresindible página del MERIP (Middle East Research and Information Project), de Washington.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/998/of-the-elites-by-the-elites-for-the-elites_an-upda
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench