El asunto del déficit fiscal es el primer gran problema de Barack Obama después de su triunfo en las elecciones. Demócratas y republicanos prometen llegar a un acuerdo para evitar el anunciado precipicio fiscal, pero parecen no hablar el mismo idioma cuando tratan de explicar la forma en que concretarán ese acuerdo. En una entrevista, […]
El asunto del déficit fiscal es el primer gran problema de Barack Obama después de su triunfo en las elecciones. Demócratas y republicanos prometen llegar a un acuerdo para evitar el anunciado precipicio fiscal
, pero parecen no hablar el mismo idioma cuando tratan de explicar la forma en que concretarán ese acuerdo. En una entrevista, un legislador demócrata aseguró la disposición de su partido para llegar a un acuerdo, siempre y cuando se incrementara la tasa impositiva a quienes más ganan y no se recortara el gasto en las partidas que benefician a los más necesitados, por ejemplo en salud. En esa misma entrevista el republicano, después de asegurar también que habría un acuerdo, agregó que la condición era no aumentar impuestos, pero si recortar el gasto en aquellas partidas que hay un mayor déficit, por ejemplo, en el plan de salud. Extraña forma de referirse a un posible acuerdo.
Cada vez son más los economistas que coinciden en que la deuda fiscal de EU no es ni con mucho un problema de una magnitud tal que, de no solucionarse antes de terminar el año, pondría en peligro la estabilidad financiera del país. Al contrario de recortar el gasto, como pretenden los congresistas republicanos, es necesario aumentarlo para reactivar la economía. Para ello se requiere, sí, ajustar el gasto, pero también aumentar impuestos a quienes más ganan. Robert Shiller, profesor de economía de la Universidad Yale, lo describe en términos simples y accesibles a cualquier mortal. El déficit fiscal se calcula, por un lado, en unidades monetarias y por el otro se usa una medida de tiempo que para determinar su importancia. Por ejemplo, se dice que la deuda de Grecia corresponde a 153 por ciento del PIB de ese país. Puesta en esos términos, la deuda tiene una magnitud desproporcionada. Pero, por ejemplo, si se toman 10 años como medida de tiempo, el peso de la deuda de Grecia se reduce al 15 por ciento de su producto anual, concluye Shiller. Para decirlo en términos aún más simples, si el préstamo hipotecario para comprar una casa se comparara con el ingreso anual, jamás se podría adquirir un compromiso de tal magnitud. Pensar en un desarrollo sin déficit es ignorar la importancia fundamental que tiene el crédito para el crecimiento.
La pretensión de los conservadores al hablar de precipicio fiscal
es reducir impuestos como medida para restringir el gasto del gobierno y su peso en la conducción de la economía, lo que no es nada nuevo. Durante toda su campaña de relección Obama prometió aumentar impuestos a quienes más ganan, suprimir subsidios como medida para reducir el déficit, fortalecer el gasto social e invertir más para promover el empleo. Pareciera que los conservadores no sólo están animados por un principio ideológico cuando hablan de los peligros del precipicio fiscal
, sino que intentan poner obstáculos para que Obama cumpla con esas promesas como un remedio para curar las heridas de su contundente derrota.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/12/03/opinion/018a1pol