Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El 23 de septiembre, los jefes neoconservadores de la página editorial del Washington Post se acongojaban, en un tono muy parecido al que se oye cuando muere un querido amigo, porque es probable que «un ataque militar de EE.UU. o Israel [contra Irán no tenga lugar] en los próximos meses.» Casi se podía escuchar un suspiro melancólico, mientras se quejaban de que los esfuerzos por detener el programa nuclear de Irán se han «escapado de la lista de prioridades de Washington… mientras Irán corre para acumular suficiente uranio para una bomba.»
Nos escapamos, esta vez, de los «hongos nucleares.» ¿Pero correr hacia una bomba? No importa que 16 agencias de la comunidad de inteligencia de EE.UU. hayan concluido en un Cálculo Nacional de Inteligencia formal en noviembre pasado que el trabajo en la parte relacionada con armas nucleares del programa nuclear de Irán se detuvo a mediados de 2003. Y no importa que Thomas Fingar, el adjunto del Director Nacional de Inteligencia, Mike McConnell para cálculos nacionales, recién haya reiterado esa valoración el 4 de septiembre. No importa que el propio Walter Pincus del Post haya informado el 10 de septiembre que Fingar agregó que Irán no ha reiniciado su trabajo de armas nucleares. Escuchad, los del editorial lo saben mejor.
La buena noticia es que a fin de cuentas del editorial del 23 de septiembre marca una de esas raras ocasiones en la que los editores de opinión del Post han logrado llegar a una conclusión correcta sobre Oriente Próximo. Es verdad que la probabilidad de un ataque israelí o estadounidense-israelí contra Irán ha disminuido en los últimos meses. Las preguntas más interesantes son (1) ¿por qué? y (2) ¿bajo qué circunstancias podría volver a ser probable un tal ataque?
El Post atribuye esta marcha atrás de Israel y EE.UU., a la «crisis financiera y al empeoramiento de la violencia en Afganistán y Pakistán.» Son dos factores que contribuyen pero, a mi juicio, no son los más importantes. No sorprende que el Post y otros socios fundadores de los Medios Serviles Corporativos (MSC) omitan o subestimen factores que prefieren no encarar.
Rusia y la disuasión
Más importante que el mercado bajista es el oso ruso que, después de hibernar durante 17 años, ha despertado con fuertes gruñidos ajustados a la creciente fuerza y resolución de Rusia. El catalizador fue el fiasco en Georgia, en el que los rusos vieron las manos de los neoconservadores en Washington y sus dobles, la extrema derecha en Israel.
Apenas sería de conocimiento público debido a la cobertura en los M SC, pero el fiasco comenzó cuando el presidente Mikheil Saakashvili orden ó a sus fuerzas armadas georgianas entrenadas por estadounidenses e israelíes que lanzaran un ataque contra la ciudad de Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, en la noche del 6 al 7 de agosto, matando no solo a numerosos civiles sino a una cantidad de observadores rusos.
Tal vez sea verdad que responsables del Departamento de Estado de EE.UU. hayan aconsejado a Saakashvili que no provocara al oso ruso, pero es suficientemente claro para todo el que preste atención a tales cosas que el Departamento de Estado es regularmente menoscabado/invalidado por funcionarios de la Casa Blanca como el archi-neoconservador Elliott F. Abrams (F. por Fiasco). Sus galardones incluyen los obtenidos por su papel crucial en otros importantes fiascos como el que produjo la desmesurada situación actual en Gaza. (Y todo porque el padre del presidente no dejó que Abrams se quedara en la prisión, en lugar de perdonarlo después de ser declarado culpable de perjurio en su testimonio ante el Congreso sobre el fiasco Irán-Contra.)
En todo caso, es casi totalmente seguro que el primer ministro ruso Vladimir Putin vio que gente como Abrams, el vicepresidente Dick Cheney, y sus homólogos israelíes estaban detrás del ataque contra Osetia del Sur. Durante siglos, los rusos han estado preocupados – llamémoslo paranoicos – respecto a amenazas provenientes de su blando bajo vientre sureño, y su reacción no debiera haber sido una sorpresa para cualquiera familiarizado con la historia rusa – o, por analogía, los familiarizados con la historia de EE.UU. y la Doctrina Monroe, por ejemplo.
Hasta el neoconservador Randy Scheunemann, asesor de política exterior del senador John McCain y ex cabildero para Saakashvili de Georgia, lo habría sabido. Y esto presta credibilidad a la especulación de que es precisamente el motivo por el cual se dice que Scheunemann incitó al presidente georgiano a emprender su operación. La reacción de Rusia fue totalmente previsible, y posibilitó que McCain «se enfrentara a Rusia» con una retórica muy fuerte y sugerencias no demasiado sutiles de que su experiencia en política exterior asegura una importante ventaja sobre su oponente para enfrentar el creciente peligro de una Rusia resurgente.
Es probable que los dirigentes rusos hayan visto en la provocación de Saakashvili, en el intento de obtener la membresía en la OTAN de Georgia y Ucrania, en el despliegue de defensas antimisiles en Polonia y en la República Checa, y en el apresurado reconocimiento estadounidense de un Kosovo independiente, indignidades que Rusia ya no debiera tolerar.
Puedo imaginar que los generales rusos hayan dicho a Putin:
«¡Basta! Mire a los debilitados estadounidenses. Han destruido lo que queda de su Ejército y de su Cuerpo de Marines, desparramándolos y desmoralizándolos en dos guerras que no pueden ser ganadas. Sabemos lo difícil que es con solo una guerra que no se puede ganar. No ha pasado tanto tiempo desde Afganistán. Pero, Vladimir Vladimirovich, antes de que nos dejemos tentar por la alegría por el mal ajeno, considere lo que presagian tales acciones – un tipo de irreflexión total pocas veces vista en Washington.
«¿Quién puede asegurarnos que «los locos» – la cábala Cheney-Abrams-Bush – no aliente a los israelíes a precipitar el tipo de provocación armada contra Irán que «justificaría» que EE.UU. salga a defender a su «aliado» bombardeando y atacando a Irán con misiles? Usted conoce la importancia del lobby de Israel, y como los políticos estadounidenses compiten por mostrar cuál es el más apasionado en su amor por Israel.
«Intentos periódicos del Congreso para pedir al presidente Bush que busque su aprobación antes de ordenar un ataque contra Irán han fracasado miserablemente. De modo que sus manos están libres para otra «guerra preventiva» antes de que deje el poder. Después de todo, Bush ha prometido públicamente a los israelíes que encarará la «amenaza iraní» antes esa fecha. Además, nuestros analistas políticos sugieren que Bush y Cheney podrían pensar que una guerra ampliada podría ayudar a los republicanos en la elección de noviembre.»
A ningún oso grande le gusta que le pellizquen la nariz. Pero la reacción rusa frente a Georgia no fue sólo por disgusto. Se convirtió en una acción estratégica bien planificada para sacar de su error a Israel y a EE.UU. de que Rusia pudiera quedarse tan quieta ante un ataque contra Irán, un país muy importante en la cercanía general de Rusia. Después de Georgia, los rusos estaban determinados a barrer «de la mesa» planes semejantes, por decirlo así, y parecen haber tenido éxito.
Las señales de una nueva determinación rusa son de dominio público, aunque los MSC no les han dado mucha prominencia. Lo que es más revelador es el efecto sobre Israel y EE.UU. Desde principios de agosto ha habido una aguda disminución en las frases hechas utilizadas en la retórica contra el «camino hacia las armas nucleares» de Irán, especialmente entre los responsables políticos de EE.UU. y en los medios estadounidenses, después del conflicto en Georgia y la expiración del último «ultimátum» notificado a Irán para detener su programa nuclear.
El cambio en las declaraciones oficiales israelíes fue el más pronunciado. Después de una actitud permanentemente agresiva hacia Irán, el presidente de Israel, Shimon Peres dijo al Sunday Times de Londres a principios de septiembre:
«Hay dos maneras [de encarar la amenaza nuclear de Irán], una militar y una civil. No creo en la opción militar – cualquier tipo de opción militar… un ataque puede provocar una guerra mayor.»
Y luego vino la devastadora sorpresa de Ehud Olmert en su entrevista de despedida aparecida en el periódico israelí Yediot Ahronot el 29 de septiembre. Olmert argumentó que Israel ha perdido su «sentido de proporción» al creer que podría ocuparse de Irán con medios militares.
No sólo Rusia
En un giro curioso, pero para su gran crédito, altos oficiales militares, como el almirante William Fallon, quien se retiró en lugar de permitir que se le convirtiera en el receptor de una orden para atacar a Irán, y el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, se opusieron y siguen librando una acción en la retaguardia contra los sueños y planes de «los locos» en la Casa Blanca de atacar Irán. Fallon hizo la famosa declaración de que los militares de EE.UU. no iban a «terminar con Irán mientras yo esté presente» como comandante de Centcom.
Aparte de su franca oposición a la apertura de un «tercer frente» en el área de Iraq y Afganistán, Mullen ha hecho mucho entre bastidores para hacer entrar en razón a los israelíes. Por la prensa israelí sabemos que Mullen llegó a advertir a sus homólogos israelíes que ni llegaran a pensar en otro incidente como el del 8 de junio de 1967, cuando aviones de guerra israelíes y torpederas israelíes hicieron deliberadamente lo posible por hundir al barco recolector de inteligencia USS Liberty frente a la costa del Sinaí.
Una acción audaz. Los israelíes saben que Mullen sabe que ese ataque fue deliberado – no alguna especie de error desafortunado. Mullen no podría haber evocado un tema más neurálgico al disparar un tiro de advertencia para quien pudiera estar pensando en algún tipo de provocación en el Golfo Pérsico.
Hay que quitarse el sombrero ante los nuevos almirantes… que eclipsan a almirantes predecesores que se inclinaron ante la presión del presidente Lyndon Johnson para que mostraran los ataques israelíes por aire y con torpedos contra el USS Liberty, que costaron la vida a 34 marineros estadounidenses e hirieron a más de 170, como si hubieran sido un error en la neblina de guerra – a pesar de evidencia irrecusable de que fueron deliberados.
Hay que quitarse el sombrero, asimismo, ante los movimientos de base que lograron anular resoluciones en ambas cámaras del Congreso que pedían el equivalente de un bloqueo de Irán. Varios miembros realmente retiraron su anterior patrocinio de la resolución bajo la presión pública. Muchos de ellos llegaron a comprender que facilitar una nueva guerra podía llevar a que fueran vulnerables ante acusaciones de poco sentido común – el tipo de acusaciones que sabotearon a la senadora Hillary Clinton, quien, irónicamente, pensó que había sido muy astuta desde el punto de vista político al votar para dar autoridad al presidente para que atacara Iraq.
El peligro no ha desaparecido por completo
Sigue habiendo mucho «locos» entre los dirigentes israelíes, así como aquí en Washington – locos que creen que hay que atacar a Irán mientras la pista esté en buen estado. Y nunca estará en tan buen estado como con Bush y Cheney en la Casa Blanca. Si los Randy Scheunemann de este mundo son capaces de incitar a gente de la índole de Saakashvili para que actúe irresponsablemente, pueden tratar de hacer lo mismo con una palmadita en la espalda a los locos en Tel Aviv.
El que la campaña McCain/Palin parezca estar seriamente en peligro es un incentivo adicional para la imprudencia. Si, como parecen pensar todos, un evento terrorista de algún tipo pudiera representar una ventaja para McCain, muchos podrían argüir que el mismo resultado podría ser logrado con una guerra más amplia que incluyera a Irán, requiriendo el liderazgo más maduro, experimentado de alguien que ha «llevado uniforme.»
Y hay un incentivo más para que Bush y Cheney favorezcan un ataque contra Irán… un incentivo muy personal. Es una apuesta segura que si pierde John McCain, Bush y Cheney y otros se verían plagados por varias acciones legales en su contra por los crímenes de guerra por los que son evidentemente responsables. Serían también posibles bajo un presidente McCain o una presidenta Palin – pero mucho menos probables.
Pero atacar a Irán sería demencial, diríais. No es por nada que se han referido a muchos de los que rodean a Bush y Cheney como «los locos» desde comienzos de los años ochenta. Algunos siguen ahí; y hacen cosas.
En abril de 2006, uno de mis colegas en Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la Cordura (VIPS), en una conversación con el general de Marines Anthony Zinni, preguntó al general si él pensaba que EE.UU., o EE.UU. junto con Israel, atacarían a Irán. Zinni negó con la cabeza vigorosamente, diciendo: «Sería una locura.» Luego se detuvo y rápidamente agregó que tenemos que ver con «los locos.»
Ray McGovern trabaja con Tell the Word, el brazo editor de la ecuménica Iglesia del Salvador en Washington, DC. Ex oficial del ejército y analista de la CIA, trabajó en Alemania durante cinco años, es cofundador de los Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la Cordura.
Este artículo apareció primero en Consortiumnews.com.
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