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Primera parte: el terreno de las relaciones internacionales y lo militar

Diplomacia y guerra: Una relación dialéctica en el tablero mundial (I)

Fuentes: Rebelión

En este artículo presentaremos un balance de coyuntura sobre la situación de la guerra en Ucrania. Lo haremos desde un punto de vista estratégico que articula los diferentes planos de la guerra, especialmente la articulación de diplomacia y combate militar, ampliando nuestro foco y solo bajando al terreno en lo indispensable para aclarar el panorama. Teniendo en cuenta la situación general del momento actual, vemos que la guerra se encuentra en una situación donde el militar juega fuertemente en el terreno de la diplomacia y esta última aparece con grandes dinamismos. Así la diplomacia el terreno central donde se despliega el esfuerzo político en la coyuntura. No es que hayamos pasado del terreno de la guerra al de la diplomacia, sino que la guerra y la diplomacia juegan interrelacionadas, se co-determinan y especialmente en este momento cada pequeño o gran triunfo, aunque sea un combate aún no definido, refuerza o debilita a las partes en la mesa de negociaciones o sea la coyuntura militar pesa estratégicamente en la mesa diplomática cuando esta está en el centro de la escena global. Debemos señalar que esta interrelación no es novedosa, sino que es una regla, una parte de las operaciones militares de la segunda guerra mundial, estuvieron determinadas por necesidades externas a consideraciones militares estrictas o para ser jugadas en mesas de negociaciones, tanto por los aliados occidentales o por la URSS, como por Alemania.

Veamos brevemente algunas distinciones entre lo que es “diplomacia”, “relaciones internacionales” (RRII) y “geopolítica”. Esta última es una ciencia que estudia las determinaciones e interrelaciones entre geografía y política en las comunidades políticamente organizadas (CPO), tomando en cuenta la historia y el conjunto de la formación económico social, esto permite tendencia de largo plazo que trascienden a regímenes o épocas. Las RRII son el conjunto de relaciones económicas, políticas, culturales, públicas o privadas, entre CPO. Y, por último, la diplomacia (nuestro objeto en este artículo) es el conjunto de relaciones establecidas entre cuerpos políticos con poder soberano y reconocido formalmente, mediante cuerpos de funcionarios, con reglas establecidas y tratados de diversa obligatoriedad que regulan las relaciones entre estados y estructuran organismos internacionales. A lo largo de esta breve nota utilizaremos en forma tipológica a riesgo de ser simplificadoras, las categorías Globalistas/idealistas/liberales vs. realistas/nacionalistas o trumpistas, etc. en diversos casos; ambas tendencias no son homogéneas ni se manifiestan como bloques estables. Aunque en términos más teóricos sí podemos afirmar que el realismo vs. el liberal-idealismo son marcos conceptuales doctrinales de las RRII. Además, en este texto, al no ser académico, nos tomaremos algunas licencias de redacción y opinión.

Si la diplomacia se encuentra en el centro de la cuestión actual de la guerra es debido a dos razones centrales. Una: los actores ven gran dificultad en una victoria militar contundente que sea lograda mediante la confrontación total contra un enemigo sólido y unido en un plazo razonable. Y dos porque en el campo occidental se produjo un cambio sustancial en la orientación de la política de los EEUU.

Desde la asunción de Donald Trump la política de Washington se caracteriza por una serie de iniciativas que deterioraron, o al menos confundieron, la voluntad del bloque Otanista de apoyar a Ucrania. No fue solo esto lo que afectó Trump, sino que desarrolla una serie de medidas características de una confrontación comercial, fueron anunciadas con espectacularidad el recientemente pasado 2 de abril del 2025 como “Dia de la Liberación”, o “día de la independencia económica”. Estas se caracterizan como una guerra arancelaria prácticamente con todos los países del mundo especialmente varios de sus aliados más destacados, aunque el objetivo final sea fortalecer a EEUU contra China.

Es parte de una política destinada a recuperar la centralidad productiva material de los EEUU. Si bien esta cuestión no es objeto de este artículo debemos tenerla en cuenta, ya que como parte de la política de RRII de los EEUU hoy la cuestión de la amenaza comercial está en el centro más que la militar, ya que en muchos casos esta guerra comercial se realiza contra aliados. Aunque como sabemos por la historia “lo comercial” es una parte de los conflictos y lo militar otra (la diplomacia de las cañoneras, por ejemplo). Pero la clave a pensar aquí se encuentra en la acción de EEUU respecto de la guerra de Ucrania (y las guerras en general).

EEUU busca eliminar de sus preocupaciones internacionales los conflictos que no hacen a su estrategia principal: la recuperación del rol de EEUU como principal potencia, aunque este rol sea en un mundo de varias potencias de primero o segundo orden. Así Trump responde a la amenaza china de superarlo en todos los aspectos que hacen a la base del poder: producción industrial, vanguardia en las industrias clave del periodo, vanguardia en tecnología, investigación… etc. lo que lleva al poder militar e influencia internacional. Ucrania y Rusia están para Trump fuera de esa ecuación. De hecho (y no se equivoca en esto) la guerra perjudica la política de EEUU (aunque lo beneficie económicamente, como siempre si se asume como el “arsenal de la democracia”) y ayuda a en su posición y libertad de acción internacional China (que sería desde la perspectiva occidental liberal “el arsenal de las autocracias” jaja).

Esta lectura es clave para entender el rol de Trump en Ucrania respecto a Rusia y Europa. No es que Donald quiera la derrota de Kiev, o que sea indiferente a la posibilidad de que las tropas de Rusia conquistaran Kiev, o un cambio de gobierno que implique la incorporación de Ucrania a la esfera de influencia rusa (una “retroversión” del “Euromaidan”); todo lo contrario.

Sin embargo, a diferencia de los Globalistas (la mayoría de los gobiernos europeos, los demócratas de EEUU, el capital financiero sin base territorial y su brazo armado la OTAN) Trump y los suyos parten de una visión de las RRII y la geopolítica distinta. Frente a liberal/Idealismo de los progresistas, aparece el Realismo de los “nacionalistas”, “conservadores”, “patriotas”, “fascistas” “imperialistas clásicos” o cualquier calificativo que se le pueda a uno ocurrir según las usinas ideológicas del liberal progresismo. Para estos últimos la clave es el poder nacional y el balance real de fuerzas en un mundo de múltiples poderes, donde cada uno lucha por tener la mejor posición en todos los planos, a partir de una visión cercana al materialismo histórico. Así un estado (o poder equivalente que aspire a la soberanía) puede aliarse o enfrentarse, convivir o no, con diversos regímenes y estados sin importar demasiado su forma de gobierno o sus intereses regionales, siempre y cuando puedan establecerse “fronteras geopolíticas” aceptadas. Y para Trump eso es lo que debe negociarse en Ucrania: un reparto acorde a la realidad del poder.

Para ser justos debemos señalar que esta discusión estuvo presente en el campo del “occidente geopolítico”1 desde el inicio de la guerra (o desde el inicio formal en el 2022). Mas allá de que Putin siempre fue claramente “realista” en sus propuestas para Europa de cómo construir un orden regional no así sus interlocutores. En occidente geopolítico en el mismo foro de Davos, existió en el 2022 un debate notorio entre dos nonagenarios de extrema influencia intelectual: George Soros (un financista más que un intelectual en sentido estricto), y Henry Kissinger. Mientras que el primero abogaba por derrotar a Rusia a como fuera para salvar el mundo progresista, sus reglas de RRII nacidas de la caída de la URSS, su orden económico, cultural y político. El famoso Kissinger señalaba, rememorando su rol en los acuerdos entre Nixon y Mao, que había que negociar y ceder a Rusia algo que satisficiera de mínima sus intereses, ya que la guerra era muy difícil de ganar y de hecho perjudicaba al conjunto de occidente, debilitando la capacidad sostener el rol de las potencias occidentales en un orden mundial en transformación y ante el ascenso de China.

Esta es la razón que impulsa (con su estilo particular) a Trump a intentar imponer una paz o tregua en la guerra. Y por ello ha roto con la voluntad guerrerista de los “globalistas”. Dos advertencias; los que acá simplificamos llamando “globalistas” han demostrado una muy limitada visión de lo que es la guerra en concreto (como se vio en la suicida ofensiva suicida ucraniana de Zaporiya del 2023, que los “capitostes” de este grupo empujaban y festejaban en forma irresponsable). Su voluntad de “derrotar a Rusia” en el campo de batalla (no es otra cosa que esto “volver a las fronteras de 2022”) no parece estar acompañada de las medidas militares, de RRII, industriales, etc. que permitieran sostener una guerra de este tipo con posibilidades de victoria en un plazo razonable, teniendo en cuenta que Ucrania sin dudas sufre mucho más la guerra que Rusia. En realidad, es impulsar la guerra sin posibilidades de éxito en las condiciones actuales.

Lo cierto es que la “sorpresa” del cambio de política de EEUU a partir de Trump, recién ahora comienza a instalar la discusión política seria de lo que debería ser un “rearme europeo” para una “guerra prolongada”, algo extraño para quienes pretenden que Ucrania venza a Rusia…. Siendo que Kiev es una extensión material de la voluntad guerrera de ellos. Con esto no queremos sostener que no existe en Ucrania amplios sectores de la población mayoritarios que ven en Rusia a un agresor, y que sostienen el esfuerzo de guerra: Ucrania no es un simple títere, pero es indudable que no hay estrategia ni grandes operaciones militares que se realicen sin la aprobación y consulta de occidente, con el material occidental, el sostén económico y el apoyo en inteligencia. O sea, de hecho, Ucrania entra en la categoría “proxi”.

Segundo insistimos, EEUU busca una salida que sea un compromiso en el cual Rusia deba ceder aspectos de sus motivaciones geopolíticas centrales. Lo que parece en este caso no ser completamente entendido. Rusia no “quiere conquistar provincias”2, sino lograr un equilibrio de seguridad que respete lo que considera su espacio de influencia irrenunciable que es desde los zares una constante. Y Ucrania, o la mayoría de esta nación, es ese espacio. Solo vemos la historia, no es un capricho de Putin. Si los europeos parecen anclados en una idea del mundo que ha quedado atrás: el globalismo noventista unipolar, el mundo acorde a normas con valores occidentales liberal democráticos. Trump (quien no comparte esos valores claramente) se encuentra en la dificultad de imponer a Rusia una salida que le obligue a resignar parte de sus aspiraciones geopolíticas, en una situación en la que (si bien es una potencia determinante ya no dominante) no conduce en forma plena al bloque occidental. Y Ucrania no es un simple proxi que equivalga a títere, sino que se mueve entre los posibles apoyos que le permitan resignar los menos posible. Aunque es claro que su insistencia en no renunciar a territorios de hecho dificulta cualquier conversación. Recordemos que los territorios que Rusia reclama y ha incorporado a su estructura, son poblados mayoritariamente por gente que se identifica como rusa, y que tanto las fronteras como la nacionalidad ucraniana es difusa, con espacios más definidos y otros ambiguos e históricamente de distinta formación.

Esta composición étnica se ha alterado a partir del 2014 con procesos de nacionalización compulsiva

Pero es de destacar un problema para la juridicidad de posguerra. Una decisión de la pos segunda guerra mundial es que, después de impresionantes modificaciones de fronteras y limpiezas étnicas masivas, los límites de los estados no debían cambiar. Aunque sea llamativo si miramos Yugoeslavia, donde occidente mide las cosas con otra vara, lo cierto es que la modificación de las fronteras internacionalmente reconocidas por medio de una guerra, aunque este mediado de reclamos de población local o plebiscitos, atenta contra todo el statu quo. A pesar de que nosotros sepamos que las fronteras no las delineó Dios el domingo mientras descansaba, sino que son productos histórico sociales que cambian con el tiempo, lo cierto es que la modificación de fronteras por la guerra contra la voluntad del occidente geopolítico es algo a tener en cuanta hacia el futuro.

Señalamos que en esta etapa de la guerra la diplomacia juega un rol clave, es el epicentro de la atención. Todos los focos como el “ojo de Sauron” concentra su mirada hacia las instancias que con energía plantea Donald Trump. Pero también como en la famosa saga, los combates se desarrollan y son fundamentales en la resolución final, tanto de la línea de combate como de las posibilidades de negociación diplomática misma, quien se debilite en el terreno de combate por falsas expectativas o dudas puede perder resquebrajar su frente. Si Rusia llega a la mesa con un espíritu de victoria (no de relato hacia el mercado interno, sino un claro escenario de operaciones que innegablemente la favorece en la coyuntura de la mesa de negociaciones) podrá pararse con más firmeza en sus reclamos más avanzados. Si los Ucras mostraran la capacidad de neutralizar e impedir los avances estabilizando la línea de frente (descartamos al menos con los datos que tenemos, cualquier posibilidad de una real contraofensiva victoriosa de Kiev) las posiciones occidentales se pueden reforzar.

Ciertamente esto no es todo. De hecho, la diplomacia también actúa en la guerra (como la economía, la propaganda, las acciones hibridas de diverso tipo) y en ese terreno los rusos, desde nuestra visión, están logrando victorias. En primera instancia ganan tiempo en un escenario militar que les es favorable por ahora, y es ahora que debe aprovechar su “tempo”. Mantienen a los occidentales divididos y potencian sus vacilaciones, parecieran haberle “tomado el tiempo a Trump”. Es lógico, así como nosotros presentamos aquí las opciones de los EEUU actualmente y sus necesidades y expectativas, los rusos, su diplomacia que es muy profesional y con cuadros de envergadura, también lo hace. Y así juega ganado tiempo e intentando mantener el factor Trump a su favor. Aunque esto no puede ser eterno hasta ahora le ha dado resultado.

Aquí podemos ver en la cumbre de Alaska del 15 de agosto como Rusia salió favorecida. Una reunión secreta sin siquiera traductores, con el mismo Putin en territorio de los EEUU, dando por tierra todas las “capturas” y demás “tonterías para perdedores” de las instituciones globales. Una reunión en que hablaron en inglés cuyas conclusiones, acuerdos o desacuerdos serán solo sabidas por los mismos protagonistas de máximo nivel que estuvieron presentes. El resultado en términos de acuerdo concreto pareció insulso. Ni tregua, ni alto el fuego, ni plan de paz, ni fechas. Sin embargo, no lo fue en lo que hace a seguir manteniendo las mesas de negociaciones, la expectativa y división de occidente geopolítico, dando a Rusia aire frente a una intensificación posible del apoyo a Ucrania. Y Ucrania cada vez parece más débil y necesitar más apoyo a medida que el tiempo pasa, con desmoralización de sus fuerzas, carencia de reemplazos y agotamiento de su población. No es sorprendente que el relativo éxito de Rusia se haya dado en un momento en que todas las fuentes de información hablaban de una posible ruptura del frente ucraniano (que no sucedió).

Un par de aclaraciones. El frente diplomático occidental, como ya indicamos, no se encuentra sólidamente unido. Pero creemos que más allá de malentendidos o medias verdades, ni siquiera los EEUU (el actor determinante y partidario de terminar el conflicto con la concesión a rusia de territorios) acepta las que aparecen como “reivindicaciones de seguridad de Rusia respecto de Ucrania”: en sencillo, el desarme de Ucrania, la exclusión de cualquier fuerza extranjera occidental de su territorio, la eliminación de partidos, doctrinas, versiones de la historia, etc. contrarias a Rusia, la definición de cláusulas que haga a Rusia parte de los garantes de seguridad ucraniana, etc. O interpretan esto de otra manera. Trump pareciera estar convencido que el hecho de ofrecer pingues negocios basta, y Putin parece haber comprendido la visión económica del líder yanqui y hacerla valer, al hablar en la conferencia de prensa de la multitud de negocios posible en Rusia Ucrania etc. que podría traer la paz.

Tampoco el frente europeo se encuentra unido. Sus líderes (salvo Georgia Meloni que es la única que aparece sólida, y que pertenece a la nueva generación de políticos europeos) son líderes cuyas bases internas tiemblan y que cuentan con muchas dificultades para el consenso “democrático”, manipulando alevosamente el sistema para reproducir su línea en el poder. Por debajo las fuerzas “patrióticas”, “fascistas”, “alternativas” etc. Disputan en todos los países el poder y mantienen una línea respecto de la Guerra muy distinta a la elite globalista. De hecho, no es que estas fuerzas alternativas sean “prorrusas” como los globalistas las acusan. Son en realidad emergentes realistas que manifiestan una conciencia de grandes masas sobre que “Europa” es de una elite ajena, que la política internacional no es beneficiosa a las naciones europeas y su desarrollo, y que los valores “progresistas” son molestos a las tradiciones nacionales y culturales de los pueblos europeos.

Por otro lado, las diferentes regiones de Europa son disímiles. Europa del Este otrora dominada por la URSS y con una cierta conciencia histórica de miedo al gigante del este, las bases sociales y políticas respecto de la guerra son más belicistas (de hecho, no es claro si las nuevas fábricas ucranianas que producen masivamente drones y misiles, se encuentran bajo tierra en Ucrania o al menos algunas se encuentran en Polonia). Pero estos estados son débiles y ni siquiera están unidos. De hecho, países como Eslovaquia y Hungría manifiestan otra línea distante de los Ucras3. Los mismos Balcanes en el Este sur, aparecen como otro foco de disensiones para el occidente geopolítico, en Rumania por ejemplo las instituciones supranacionales europeas apoyar una acción contra fuerzas que se veían triunfantes, de forma que en cualquier país fuera de su espacio sería considerado un golpe de estado institucional. Es el occidente tradicional y Alemania quienes deciden.

Por otro lado, la sociedad ucraniana está manifestando sus límites respecto de una guerra que pronto tendrá cuatro años de duración y un desangre nacional que excede con mucho las sin dudas enormes bajas en el campo de batalla. No es que los ucranianos que hoy viven en las Ucrania con capital en Kiev, sean “prorrusos”. Muy probablemente la guerra haya acentuado el peso de las posiciones nacionalistas ucranianas. Sumado a que la emigración fue masiva y que las zonas “prorrusas” en gran parte son hoy rusas. Sino que es evidente, por más propaganda de guerra sobre la población, que esta se está tornando interminable, que no se avanza todo parece indicar que no se va a poder avanzar, y el que defiende siempre y retrocede paso a paso si además es más pequeño sufre más las perdidas: al final, tarde o temprano será derrotado (como señaló Trump hace dos días, el que no ataca nunca no gana). Si a esto le sumamos que evidentemente los ucranianos tomarán nota de la realidad diplomática y las vacilaciones e imponencia de Europa más el accionar de Trump…. Es lógico que el mínimo sentido común acompañe el deseo de terminar el asunto lo mejor posible y desaliente a mandar hombres a morir en una guerra que no se va a ganar.

Por último, Si bien Rusia está aprovechando un tempo militar favorable. No debemos exagerar con su éxito, como veremos más adelante sus avances siguen siendo lentos y como señalamos anteriormente en otros artículos, el objetivo de una guerra de desgaste no es el desgaste en sí mismo, sino que este lleve al derrumbe del enemigo y/o a generar en el bando opuesto rupturas del frente que permitan avances de características operacionales al menos.

Y por ahora el desgaste continúa, si bien se anuncia periódicamente una ruptura en ciernes ante cada esfuerzo ruso, los ucras, o recomponen el frente cediendo espacio, o contraatacan localmente con algún éxito, o abandonan una posición luego de meses de sangrientos combates reconstruyendo otra unos km más atrás otras posiciones. Siendo así la prolongación de la guerra en exceso no es un buen augurio para Rusia. El tiempo diplomático favorable puede cambiar negativamente. El frente geopolítico puede mostrar retrocesos en otros espacios (como ha sucedido en el Cáucaso o Siria, y no son espacios de menor importancia). O puede ser que la relación de fuerzas frente a China se deteriores en favor del gigante asiático del cual Rusia puede depender cada vez más. O puede la situación económica interna deteriorarse dada la presión acumulada por la guerra. Situación que los responsables económicos del gobierno ruso ya advierten. Por eso “ganar tiempo” para seguir aprovechando la situación militar favorable es una estrategia que está dando éxito, pero no deberían confiar solo en eso. De hecho, la situación no se asemeja a una ofensiva Vístula Oder de 1945, cuando loa soviéticos demolieron en semana a los alemanes empujándolos desde Varsovia a las puertas de Berlín, ni por aproximación.

En la parte siguiente de este artículo avanzaremos en una presentación de lo militar, donde pondremos el foco en por que cuales de las operaciones concretas se interrelaciones con la lucha diplomática en sentido fuerte, como lo hacen y que representación hacen de ellas los actores.

Notas:

1 Cuando hablamos de “occidente geopolítico” no nos referimos a una categoría estrictamente geográfica. Sino a un ordenamiento. Occidente geopolítico es sin dudas Europa occidental y EEUU, pero también la anglósfera (Australia y Nueva Zelandia), Japón, Corea del Sur, Taiwán. Lo geopolítico debe distinguirse del “occidente histórico” o cultural, nadie puede dudar que el este de Europa reúne características de occidente) cristianos para empezar, pero sus ideas, cultura, etc. es parte de un entramado común del mundo occidental. O América latina, pero esta no es “Occidente geopolítico” claramente a pesar de su ubicación geográfica (por más que muchos lideres se esfuercen), aunque si cultural e histórico.

2 Mas allá del debate semántico entre si la anexión de los cuatro oblast de Donetsk, Luhansk, Zaporiya y Jerson, es una conquista militar pura y dura o una reivindicación de la población local, desde el punto de visita geopolítico, históricamente, Rusia manifestó su necesidad de disponer de fronteras seguras en el oeste. La esfera geopolítica de seguridad de Rusia está marcada por la necesidad de contrarrestar vulnerabilidades geográficas históricas, como la falta de barreras naturales en su frontera occidental, y por la búsqueda de un estatus de gran potencia para mantener su soberanía e integridad territorial. Señalamos que el corazón de Rusia (formado desde Pedro el Grande en el siglo XVII) una línea que va desde San Petersburgo, pasa por Moscú y desciende hasta Rostov, es el corazón de Rusia allí se encuentra la mayoría de la población, el centro político, cultural y económico de la nación. Hacia el este están los Urales y la despoblada Siberia (cuyas amenazas son otras), hacia el oeste en cambio solo hay llanuras y poderosos estados y formaciones sociales al menos competitivas. Desde la misma formación de Rusia duras guerras con Polonia, Suecia, Alemania, Turquía, disputaron esos territorios de población mezclada y ambigua en muchos casos. Y desde allí vieron las grandes invasiones desde los suecos en el siglo XVIII, pasando por Napoleón, los polacos, los alemanes dos veces… (bueno, desde la otra trinchera se vería al revés, es importante señalarlo). O sea, Rusia sea Zarista, Soviética o Republicana, siempre manifestó la necesidad de seguridad que implica la existencia de un espacio colchón entre Berlín y Moscú: una serie de estados tapón satélites o neutralizados. O la incorporación a Rusia de los espacios más afines. Por eso los rusos hoy no rescatan a la URSS o a Stalin por ser comunista o por ser un dictador muy duro, sino por haber alcanzado las máximas aspiraciones geopolíticas de Rusia: corrido la “frontera geopolítica” hasta el Oder.

3 Por ejemplo, tanto Eslovaquia como Hungría manifiestan en forma permanente su distancia con Kiev. Y de hecho presionan a la UE para que obligue a Ucrania a dejar de atacar la infraestructura energética rusa (que es parte de la estrategia militar ucraniana clave en esta etapa de la guerra y aspira a ir incrementando estas acciones), especialmente claro es el caso de los ataques al envió de gas ruso a Europa que afecta muy específicamente ambos países del Este. Peor estos en vez de pedir a Europa y EEUU que repongan sus pérdidas, centran sus críticas y acciones diplomáticas contra Kiev: eso es una posición clara en este escenario.

Guillermo Martín Caviasca. UBA/UNLP

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