Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El referéndum de noviembre de 2018 en Kanaky vino a recordar que el colonialismo francés todavía era una realidad viva. El resultado, que refleja el estado de una relación de fuerzas en un momento dado, pone de relieve que para la gran mayoría de las personas canacas su país sigue siendo una colonia que conviene liberar por medio del horizonte de una independencia nacional. Si todavía no existe esta mayoría en otras colonias francesas, eufemísticamente llamadas DROM (siglas en francés de «departamentos y regiones de ultramar») y TOM (siglas en francés de «territorios de ultramar»), una simple mirada a sus economías permite concluir que se mantiene la relación colonial entre el Hexágono * y este Ultramar. Del mismo modo, las manifestaciones públicas en una decena de países africanos en 2018 contra la moneda colonial que es el franco CFA ponen de relieve que tras el discurso de la «cooperación» se oculta otra forma de la dependencia, el neocolonialismo. A pesar de las profesiones de fe de cada nuevo presidente de la República francesa sobre el fin de la Françafrique ** las pancartas y consignas de las personas que se manifiestan indican una nueva toma de conciencia anticolonialista. En nuestra opinión, colonialismo y neocolonialismo no son sino dos formas fechadas históricamente del sometimiento a la dependencia. Se inscriben en una historia en la que la primera forma fue mayoritaria durante todo un periodo antes de ceder este carácter mayoritario a la segunda bajo los embates de las luchas populares y las relaciones de fuerza mundiales. La serie de artículos que componen este libro trata por una parte de sintetizar para cada colonia francesa las razones y mecanismos de este sometimiento a la dependencia y por otra de resumir las herramientas y procesos del neocolonialismo francés en África. Como destaca Césaire en la cita que abre esta introducción, es esencial comprender las invariantes del sometimiento a la dependencia más allá de la mutación de sus formas.
La primera edad del colonialismo como «edad prehistórica del capitalismo»
Con el desembarco el 12 de octubre de 1492 de un centenar de soldados dirigidos por Cristóbal Colon en la isla de Guanahani (la actual San Salvador) la historia mundial entra en una nueva era, sin comparación con ninguna de las precedentes. Sin duda la historia humana había conocido anteriormente imperios, conquistas y sumisiones. Por supuesto, ya habían existido «colonias» con un mayor o menor grado de dependencia de unas periferias respecto a un centro. Por descontado, ya se habían producido poblamientos por la fuerza y producido expropiaciones de pueblos indígenas. Con todo, en adelante todas las partes del mundo entran en contacto por medio de una Europa en la que un nuevo modo de producción económica, el capitalismo, intenta emerger sin lograrlo por falta de capitales.
El saqueo de los recursos, y en particular del oro, de las civilizaciones injustamente denominadas «indias» por una historia todavía muy eurocentrada suplirá en gran parte esta carencia. En efecto, lo que Karl Marx denomina «acumulación primitiva» se basa, según él, en dos pilares: la expropiación del campesinado europeo y el saqueo de las civilizaciones de las Américas (pero también de Bengala). Por consiguiente, es en una Europa caracterizada todavía por una economía precapitalista donde se despliega la acumulación primitiva, una de cuyas facetas esenciales será el colonialismo. «La producción capitalista presupone […] la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo 2 «, destaca Marx. André Gunder Franck, por su parte, resume de la siguiente manera la «contribución» de los pueblos colonizados a esta «acumulación primitiva» a la que Marx todavía denomina «edad prehistórica del capitalismo»:
«Los «siete años útiles» de vida de una persona esclava en las diversas partes del Nuevo Mundo, la caída brutal de la cifra de la población india (de 25.000.000 a 1.500.000), el diezmar totalmente a la población indígena de las Antillas en medio siglo, los estragos del hambre en Bengala tras el saqueo del país por parte de los británicos y el descenso no menos generalizado de la reproducción de las poblaciones tras su incorporación al proceso de acumulación de capital dan testimonio en todas partes de la sobreexplotación, característica de las relaciones de producción en el seno de esas formaciones sociales durante el proceso de acumulación en su etapa preindustrial 3 «.
En un plano cuantitativo algunas obras se han centrado en evaluar esta «contribución» del recién colonizado continente a que se reunieran las condiciones que hicieron posible la revolución industrial en Europa. Por ejemplo, al estudiar la historia de los precios en la España medieval el historiador y economista estadounidense Earl J. Hamilton destaca que entre 1503 y 1660 solo a la ciudad de Sevilla llegan 185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata 4. «Como si fueran monos levantan el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, […] se les ensanchaba el cuerpo por eso, tiene hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro 5«, testimonia un indígena nahuatl citado en el libro clásico de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Estos recursos irrigaron el conjunto de las fortunas bancarias europeas por medio de un proceso que Galeano describe así:
«Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible. […] Los españoles tenían la vaca, pero eran otros quienes bebían la leche. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, destinadas a guardar bajo tres llaves y en tres manos distintas los tesoros de América. La Corona estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi todos los cargamentos de plata a los banqueros alemanes, genoveses, flamencos y españoles 6 «.
Las masacres de la conquista, el sometimiento a la esclavitud y las epidemias (sarampión, viruela, gripe, enfermedades venéreas, etc.) traídas por los europeos provocan un auténtico genocidio 7. Rápidamente la necesidad de mano de obra lleva al crimen contra la humanidad que es la trata de personas esclavas. Eric Williams describe admirablemente en su libro Capitalismo y esclavitud 8 la aportación de la trata de personas esclavas a la «acumulación primitiva» y el papel que desempeña en la financiación de la revolución industrial debido a su efecto multiplicador en la constitución del capital bancario e industrial. Ilustra y tasa cuantitativamente lo que Marx ya había resumido de la siguiente manera:
«Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista 9«.
Por lo que se refiere a Francia, la traducción colonial de esta era de la acumulación primitiva adopta la forma de lo que se ha denominado «primer espacio colonial francés» o «viejas colonias»*. Pertenecen a este espacio todos los territorios que todavía hoy están colonizados por la República francesa. En la historia de estas naciones aparecen todas las características antes descritas: genocidio de los pueblos indígenas, saqueo que hace posible la acumulación primitiva y reúne las condiciones de la industrialización del Hexágono, trata de personas esclavas, etc. Esta primera edad colonial pide, por supuesto, una ideología de legitimación que se formalizará en el racismo biológico, el cual comienza así su historia de varios siglos. Los «confetis del imperio 10» que constituyen los DROM y TOM hoy siguen estando profundamente marcados por el conjunto de las características de la relación colonial: expropiación de la tierra, extraversión de la economía en función de las necesidades de la economía francesa, trato de excepción y jerarquías raciales, etc.
La segunda edad del colonialismo y la revolución industrial
Césaire recuerda en su Discurso sobre el colonialismo dos características intrincadas del capitalismo que ya habían mencionado anteriormente Marx o Lenin: su carácter competitivo y su tendencia a expandirse en nuevas zonas geográficas, es decir, su tendencia a la globalización. El capitalismo solo puede funcionar expandiéndose:
«¿Qué es la colonización en su principio? […] admitir de una vez por todas, sin voluntad de eludir las consecuencias, que el gesto decisivo es aquí el del aventurero y el del pirata, el del buscador de oro y el del comerciante, el del apetito y el de la fuerza, que tienen detrás la sombra amenazadora y maléfica de una forma de civilización que en un momento de su historia se descubre obligada interna mente a extender a escala mundial la competencia de sus economías antagónicas 11 «.
Atenazado por la competencia entre las diferentes potencias industriales, cuando el capitalismo llega a la madurez necesita nuevos espacios para garantizar su reproducción ampliada. La colonización de los continentes africano y asiático proporcionará estos nuevos espacios. Si la destrucción de las civilizaciones indígenas americanas y la esclavitud crean las condiciones de la acumulación primitiva, la colonización de África y Asia permite la revolución industrial europea. Así, la colonización también se puede describir como la exportación y generalización de las relaciones comerciales y capitalistas a unas zonas hasta entonces caracterizadas por una economía comunitaria.
La relación social característica de esta nueva edad no es la esclavitud, que queda obsoleta debido a los embates de las revueltas de las personas esclavas y de los progresos tecnológicos. Un cambio de forma de la relación de dependencia está a la orden del día. El Código del Indígena* será la nueva versión de esta relación social al servicio de la reproducción de la dependencia, la cual mantiene todas las características esenciales de la fase anterior (colonización de las Américas y su corolario en términos de relación social, la esclavitud): expropiación de la tierra, extraversión económica y trato de excepción.
Del mismo modo que nunca ha cesado la resistencia indígena y después de las personas esclavas, la resistencia a la conquista y después al sometimiento a la dependencia caracterizan el conjunto de la era colonial. Si las formas varían en función de las relaciones de fuerza, el rechazo de la dependencia nunca cesa y adopta múltiples formas. Esta resistencia constituye uno de los factores esenciales que obligarán a la relación de dependencia a mutar una vez más tras la Segunda Guerra Mundial y el cambio de la relación de fuerzas que significa. Después de haber intentado reinstaurar tal cual el modelo anterior a la guerra, las potencias coloniales se ven obligadas a adaptarse pretendiendo reformar la relación colonial para hacerla más aceptable. La primera consecuencia de ello será una mutación de las formas del racismo, que pasa de un argumentario biológico a un argumentario culturalista. Frantz Fanon resume así esta mutación:
«Este racismo que se quiere racional, individual, determinado, genotípico y fenotipico, se transforma en racismo cultural. El objeto del racismo ya no es el hombre particular, sino determinada forma de existir. […] El recuerdo del nazismo, la miseria común de hombres diferentes, la servidumbre común de grupos sociales importantes, la aparición de «colonias europeas», es decir, la institución de un régimen colonial en pleno territorio de Europa, […] todo ello modificó profundamente el aspecto del problema 12«.
La segunda consecuencia es política y en el caso del colonialismo francés se traduce en una serie de transformaciones: abolición del Código del Indígena en 1946, instauración en 1956 de la ley marco y de la Unión Francesa que crea una «autonomía», y establecimiento en 1958 de la Comunidad Francesa que reconoce a las diferentes colonias un estatuto de Estado aunque sin disponer de los poderes unidos a varios ministerios soberanos. To do esto, según Fanon, suponía un intento de dejar entrever una posible independencia sin cuestionar el pacto colonial, esto es, unas relaciones de dependencia económica. Al denunciar la Comunidad Francesa promovida por de Gaulle Fanon hacía la siguiente pregunta: «¿Cómo espera Francia conciliar a la vez el mantenimiento del pacto colonial y la existencia nacional de los Estados africanos? 13«.
Estas rápidas mutaciones intervienen debido al temor a una radicalización de las protestas anticoloniales que en Argelia y Camerún ya han adoptado la forma de una lucha armada. Ha llegado el momento de una nueva mutación de las formas de las relaciones de dependencia. El colonialismo da paso al neocolonialismo a través de unas independencias fuertemente constreñidas por unos «acuerdos» económicos, culturales y militares. Pensemos de nuevo en Frantz Fanon que cuando Lumumba fue asesinado declaraba respecto a las mutaciones del colonialismo: «Nuestro error, el de los africanos, es haber olvidado que el enemigo nunca recula sinceramente. Nunca comprende. Capitula, pero no se convierte 14«.
La tercera edad del capitalismo y la imposición del intercambio desigual
Las antiguas colonias francesas de África acceden a la independencia, pero se enfrentan a varias trabas que obstaculizan su soberanía. La primera, compartida con los Estados surgidos de todos los demás Imperios coloniales, es la de la estructura del mercado mundial en el que se insertan sus economías. Unos años después, en 1969, el economista Emmanuel Arghiri forjará la noción de «intercambio desigual 15«. Según este enfoque, los intercambios internacionales son fundamentalmente desiguales debido a que los países industrializados imponen una división internacional del trabajo que especializa a los llamados países «subdesarrollados» en determinadas producciones y se reserva las producciones que requieren una tecnología más avanzada. El desfase en la industrialización heredada de la historia colonial produce y reproduce así la dependencia permanente por medio del simple juego de la fijación de los precios internacionales, lo que lleva a una diferencia cada vez mayor entre los precios de los productos procedentes de países industrializados y los de los llamados países «subdesarrollados». Otro economista, Samir Amin, forjará un poco después los conceptos de «centro», que fija las reglas del juego, y «periferia», cuyas riquezas se drenan al centro por medio del intercambio desigual 16. Por consiguiente, solo una revalorización importante de los precios de las materias primas, una política de industrialización y un desarrollo autárquico pueden permitir salir de la dependencia estructural. El «desarrollo», que se centra en unas actividades de exportación (agrícolas, mineras o en hidrocarburos) sin transformación en las que se invierten los capitales del centro se convierte así en un «desarrollo del subdesarrollo», según expresión de Amin.
En el caso de las antiguas colonias francesas las condiciones impuestas por las independencias se añaden a esta dependencia estructural respecto al mercado mundial. Estas condiciones orientan las economías heredadas de la colonización hacia una dependencia no solo del mercado mundial, sino también y en primer lugar de la economía francesa. Se han previsto e implementado todas las armas del sometimiento a la dependencia (económicas, monetarias, culturales, militares, etc.) para hacer un sistema. La primera etapa de implementación del sistema fue la organización sistemática de la balcanización en el momento de las independencias. Desde la ley marco de 1956 la «autonomía» propuesta concierne a cada uno de los Estados y no a los conjuntos regionales que constituían desde hacía mucho tiempo el África Occidental Francesa (AOF) y el África Ecuatorial Francesa (AEF). De 1956 a mediados de la década de 1960 el Estado francés se afana en destruir todas las iniciativas y a todos los líderes que se oponen a la balcanización del antiguo Imperio colonial: represalia contra el Estado guineano en 1958 por rechazar la Comunidad Francesa, asesinato del centroafricano Barthélémy Boganda en marzo de 1959, detención del senegalés Mamadou Dia en diciembre de 1962, asesinato del togolés Sylvanus Olympio en enero de 1963, golpe de Estado que destituye al maliense Modibo Keita en noviembre de 1968, etc. Así pues, la balcanización deja a cada uno de los antiguos territorios en un cara a cara desigual con la antigua potencia colonial.
La segunda etapa está constituida por los acuerdos de cooperación que el primer ministro Michel Debré resume así al futuro presidente gabonés Léon Mba:
«Se concede la independencia a condición de que, una vez independiente, el Estado se comprometa a respetar los acuerdos de cooperación firmados anteriormente: hay dos sistemas que entran en vigor al mismo tiempo: la independencia y los acuerdos de cooperación. Lo uno no va sin lo otro 17«.
Estos famosos acuerdos de cooperación, a los que consagramos una serie de capítulos en esta obra, son casi similares para el conjunto de los nuevos Estados: la zona franco permanece intacta y Francia conserva un derecho de veto en los institutos «africanos» de emisión de moneda; el Tesoro francés sigue controlando los activos financieros; las empresas francesas conservan los privilegios aduaneros, el monopolio del acceso a los minerales estratégicos, las exenciones que vienen de antiguo y la libertad de transferencia de los beneficios, y obtienen garantías contra la nacionalización; se garantiza el mantenimiento de la presencia militar, etc.
Los acuerdos de cooperación mutilan gravemente la soberanía de los nuevos Estados y aún más peligrosamente la de las poblaciones, como resume con toda justicia François-Xavier Verschave al destacar que «en el momento de su independencia los países francófonos del sur de Sáhara se vieron atados en una serie de acuerdos de cooperación política, militar y financiera que los situó bajo tutela 18«.
El término «neocolonialismo» expresa adecuadamente la naturaleza de esta nueva edad del colonialismo que aboca a las mismas consecuencias de sometimiento a la dependencia con un os medios y una forma renovados. Vuelven a aparecer las tres consecuencias esenciales destacadas más arriba para las edades anteriores: expropiación de la tierra, extraversión económica y trato de excepción. Sin embargo, hay que señalar una diferencia importante: en adelante los actores políticos encargados de garantizar estas tres características ya no son, al menos oficial y públicamente, europeos sino ciudadanos nacionales. También es nueva la relación social que caracteriza este neocolonialismo. Después de la relación de propiedad esclavista y de la relación de dependencia colonial del Código del Indígena llegan los tiempos de la igualdad formal. Oficialmente se establecen relaciones entre Estados y pueblos soberanos, pero en el seno de un dispositivo cuyas desiguales reglas de funcionamiento producen inevitablemente una dependencia sistémica. Por último, también muta el rostro del racismo. Al tiempo que permanece en un registro culturalista, se centra ahora en ciertas características que se presentan como «culturales» y que supuestamente explican el carácter duradero de la desigualdad de desarrollo y de nivel de vida: tribalismo, clientelismo, nepotismo, fatalismo, relación con las temporalidades, estatuto de la mujer, etc. Estas herencias y producciones de la dependencia se transmutan a sí en causas del famoso «subdesarrollo». El conjunto de estas mutaciones permite la persistencia de la dependencia sin la que no se habría podido producir el proceso de emergencia de grandes grupos multinacionales industriales y financieros franceses. Si el sometimiento del continente africano y la esclavitud permitieron la acumulación primitiva, si la colonización de África y Asia financió la revolución industrial, el neocolonialismo y sus acuerdos de cooperación suministraron los fondos que permitieron la creación de las multinacionales francesas.
Este repaso un tanto rápido de la historia de las invariantes y de las mutaciones del sometimiento a la dependencia era necesario para comprender los desafíos del discurso dominante que presenta el colonialismo y el neocolonialismo como una realidad actualmente superada. De forma recurrente se esgrime contra quienes rechazan este discurso la acusación de repetir de forma insana una historia superada. También se les imputa frecuentemente una política de resentimiento que caricaturiza el pasado, lo proyecta excesivamente sobre el presente y produce unos odios en el seno de la sociedad francesa que amenazan su futuro. Sin duda las valoraciones sobre el pasado colonial se han visto obligadas a tener en cuenta, muy a su pesar, las independencias del siglo pasado pero, no lo olvidemos, con reapariciones regulares de una tentación revisionista a imagen de la Ley del 23 de febrero de 2005 que mencionaba «la obra positiva de la colonización». Desde entonces nuestros jefes de Estado no dejan de destacar se de forma regular por unas representaciones y unos marcos interpretativos que datan de esta fase particular de la historia de la humanidad que ha sido la colonización, la cual sucedió, también ella, a una fase igual de específica, la del sometimiento a la esclavitud durante varios siglos, con un carácter sistémico y una magnitud industrial inéditas. Del «hombre africano [… ] que todavía no ha entrado lo suficiente en la historia» del que habló Sarkozy en Dakar en 2007 al «de siete a ocho hijos por mujer» de Macron, que se suponen explican la pobreza de las personas que habitan el continente, el mismo imaginario culturalista sigue irrumpiendo regularmente para explicar el escándalo de la pauperización que persiste seis décadas después de las independencias. En nuestra opinión, no se puede reducir este imaginario a una simple persistencia del pasado. No es una supervivencia de una época pasada o una huella heredada abocada a desaparecer por el agotamiento del tiempo. Constituye una producción del presente en tanto que reflejo ideológico y traducción ideal, producto y productor, de las relaciones de dominación que las antiguas potencia coloniales mantienen e imponen a sus colonias actuales o antiguas y a sus pueblos. El único objetivo de este libro al presentar por una parte la situación de las últimas colonias francesas y, por otra, los mecanismos de la dependencia colonial que impone el Estado francés a sus antiguas colonias es contribuir modestamente a la toma de conciencia y a las movilizaciones que permitan mellar el orden injusto del mundo antes de poder transformarlo radicalmente en el sentido de la igualdad.
Notas:
1. Aimé Césaire, «Le colonialisme n’est pas mort», La Nouvelle Critique, n° 51, enero de 1954, p. 29.
* El «Hexágono» es el nombre con el que se conoce también a la Francia continental europea debido a la forma hexagonal de su perímetro (N. de la t.).
** El término Françafrique designa el conjunto de las relaciones entre Francia y sus antiguas colonias africanas. Françafrique está constituida de redes de influencia y lobbys de actores franceses y africanos que intervienen en los dominios económico, político y militar para apropiarse tanto de las riquezas relacionadas con las materias primas como de la ayuda pública al desarrollo. (N. de la t., tomado de la interesante definición del término en http://www.toupie.org/Dictionnaire/France_afrique.htm).
2. Karl Marx, Le Capital, Libro 1, capítulo. 26, en Œuvres complètes, t. 1, París, La Pléiade, 1963, p. 1167. [Tomamos la cita en castellano de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm (N. de la t.)].
3. André Gunder Franck, «Sur l’accumulation qu’on appelle primitive», L’Homme et la Société, n° 39-40, 1976, p. 49.
4. Earl J. Hamilton, American Treasure and the Price Revolution in Spain (1501-1650), Harvard University Press, Cambridge, 1934, p. 70.
5. Eduardo Galeano, Les Veines ouvertes de l’Amérique latine, Plon-Pocket, París, 1981, p. 31. [ En castellano originalmente, Las venas abiertas de América Latina, México, Siglo XXI, 2004, septuagésima edición revisada y corregida, de donde hemos tomado esta cita y la siguiente, http://static.telesurtv.net/filesOnRFS/news/2015/04/13/las_venas_abiertas_de_amxrica_latina.pdf (N. de la t.)].
6. Ibid., p. 37.
7. Félix Reichlen, Les Amérindiens et leur extermination délibérée, París, Pierre-Marcel Favre, 1987.
8. Eric Williams, Capitalisme et esclavage, París, Présence africaine, 1968. [En castellano Capitalismo y esclavitud, Madrid, Traficantes de Sueños, 2011, traducción de Traficantes de Sueños sobre la traducción de Martín Gerber].
9. Karl Marx, Le Capital, Libro 1, cap. 31, en Œuvres complètes, t. 1, París, La Pléiade, 1963, p. 12121213. [Tomamos la cita en castellano de http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf].
* «Vieilles colonies» («viejas colonias») es una expresión que designa las colonias del primer espacio colonial francés (1534-1815) antes de la nueva oleada de colonización de la Tercera República (1870-1940) (N. de la t.).
10 Jean-Claude Guillebaud, Les Confettis de l’empire: Martinique, Guadeloupe, Guyane française, La Réunion, París, Le Seuil, 1976.
11 Aimé Césaire, Discours sur le colonialisme, Paris, Présence africaine, 2004, p. 9. [En castellano Discurso sobre el colonialismo, Tres Cantos (Madrid), Akal, 2006].
* El Código del Indígena fue un conjunto de leyes que estableció un estatus legal inferior para las personas originarias de las colonias francesas desde 1887 ya que distinguía a los «ciudadanos» franceses (con orígenes europeos) de los «sujetos» franceses (los indígenas), a los que se privaba de la mayoría de sus derechos políticos. Se implementó primero en Argelia y posteriormente en todo el Imperio colonial francés hasta 1944-1947. (N. de la t.).
12. Frantz Fanon, «Racisme et culture», dans Pour la révolution africaine, Paris, La Découverte, 2001, p. 40-41. [En castellano http://www.inkorruptibles.com/2017/06/racismo-y-cultura-frantz-fanon.html]
13. Fanon, «Appel aux Africains», dans ibid., p. 156.
14. Fanon, «La mort de Lumumba: Pouvions-nous faire autrement?», dans ibid., p. 222.
15. Emmanuel Arghiri, L’Échange inégal. Essai sur les antagonismes dans les rapports internationaux, París, François Maspero, 1978. [En castellano El intercambio desigual: Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas internacionales, Madrid, Siglo Veintiuno de España, 1972, traducción de Jorge Eduardo Navarrete y Sergio Fernández Bravo, Revisada por Julio Moguel].
16. Samir Amin, L’Accumulation à l’échelle mondiale, Paris, Anthropos, 1970. [En castellano La acumulación a escala mundial: Crítica de la teoría del subdesarrollo, Madrid, Siglo XXI de España, 1974, traducción de Rosalía Cortés y León Mames].
17. Michel Debré, «Lettre adressé à Léon Mba», fechada el 15 de julio de 1960, citada en Alfred Grosser, La Politique extérieure de la 5e République, París, FNSP, 1965, p. 74.
18. François-Xavier Verschave, La Françafrique. Le plus grand scandale de la République, París, Stock, 1998, p. 86.
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