Publicamos aquí un artículo sobre la política conjunta de represión en Bahrein. Nos limitamos a este aspecto, sin arriesgamos a hipotéticas consideraciones geopolíticas sobre las relaciones entre chiítas y sunitas a escala de la región. Recordemos en todo caso que los Estados Unidos disponen de una base militar en Bahrein: la Naval Support Activity Bahrain. […]
Publicamos aquí un artículo sobre la política conjunta de represión en Bahrein. Nos limitamos a este aspecto, sin arriesgamos a hipotéticas consideraciones geopolíticas sobre las relaciones entre chiítas y sunitas a escala de la región. Recordemos en todo caso que los Estados Unidos disponen de una base militar en Bahrein: la Naval Support Activity Bahrain. (Redacción de La Brèche)
Desde hace al menos varias décadas, distintas consideraciones geopolíticas, económicas, territoriales e ideológicas han conducido a grandes tensiones, e incluso a querellas abiertas entre los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo [CCG, organización regional que agrupa a Arabia Saudí, Oman, Kuwait, Bahrein, los Emiratos Arabes Unidos y Qatar]. En las últimas semanas, sin embargo, los regímenes del CCG han mostrado a sus ciudadanos que cuando está en cuestión el poder autoritario dejan de lado sus diferendos y construyen un frente único. Al parecer, una situación excepcional requiere medidas excepcionales. La CCG se ha adherido a la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, resolución que autoriza «todas las medidas necesarias» en Libia, incluida la zona de exclusión aérea. Y así, mientras algunos Estados miembros del CCG han manifestado su acuerdo en enviar fuerzas para derrocar al brutal dictador de Libia, otros ya han enviado a Bahrein a sus militares, entrenados por Estados Unidos, para mantener en el poder a otro dictador inamovible e igual de brutal. Es lo que ocurre cuando algunos de los dictadores más opresores a escala mundial se unen, no ya para combatir a un conocido adversario regional del norte [de su región], sino para aplastar un levantamiento popular pacífico y democrático [en Bahrein].
Las fuerzas armadas del CCG -compuestas sobre todo por saudíes, aunque también por tropas de Qatar y los Emiratos- entraron oficialmente en territorio de Bahrein el 14 de marzo de 2011. Aunque el objetivo declarado de esta presencia fue proteger al gobierno de Bahrein y las instalaciones petroleras, el grado de violencia estatal contra civiles desarmados durante los primeros días no tenía precedentes. Informes de primera mano y extractos de vídeos muestran que las fuerzas de seguridad del Estado de Bahrein utilizaron granadas lacrimógenas, balas de caucho, metralletas, tanques y otras armas contra civiles y periodistas sin advertencia previa. Esto ha ocurrido en muchas localidades, sobre todo en Sitra y Quadhan, no sólo en la capital Manama. En uno de los incidentes, un ciudadano indio que trabajaba para una empresa privada de seguridad en Bahrein resultó muerto mientras estaba de servicio, el martes 16 de marzo por la noche. Fue alcanzado por una bala disparada desde un helicóptero militar que apuntaba a los manifestantes.
El ministro de Asuntos Exteriores de Bahrein, Cheikh Khalid bin Ahmed al-Khalifa, en una rueda de prensa ofrecida la noche del viernes 18 de marzo, negó que el régimen hubiera tomado parte en ninguna violencia sistemática contra civiles. Caracterizó el ascenso de la violencia en Bahrein como una consecuencia inesperada de la «situación volátil» creada en el momento en que las fuerzas de seguridad intentaban «restaurar el orden». Aunque se ha hablado de cierta «calma» en algunas regiones de Bahrein, muchos barrios y pueblos sufren acciones militares de extrema brutalidad por parte de la policía y los militares. Es particularmente inquietante que infraestructuras médicas hayan recibido disparos y que los equipos sanitarios hayan sido objeto de hostigamiento y detenciones. Según el periódico bahreiní Al-Wasat, el complejo médico Salmaniya estuvo asediado durante varios días y al menos dos de sus médicos fueron detenidos. La familia del doctor Nada Dhaif, que apareció en la cadena Al-Jazeera la pasada semana, ha denunciado su desaparición. Lo mismo ocurre con el doctor Mohamed Said, miembro del Centro para los derechos humanos de Bahrein, uno de los 25 detenidos políticos que habían sido liberados a comienzos del mes de febrero en un intento de concesión del rey Hamad. La desaparición del doctor Said fue anunciada desde la mañana del 17 de marzo. Se ha informado de diversos ataques contra los equipos médicos, entre otros, ataques a latigazos contra enfermeras en el campus de la Universidad de Bahrein. Hospitales de Bahrein han realizado llamamientos a la comunidad internacional, dado el elevado número de heridos. Sin embargo, se prohibió la entrada al país a equipos médicos que se dirigían a Bahrein en respuesta al llamamiento de la Creciente Roja, incluido un equipo médico de más de 30 kuwaitíes que fue bloqueado y devuelto al aeropuerto de Bahrein.
Mientras el régimen de Bahrein afirma que sigue estando a favor del diálogo, sus fuerzas de seguridad han lanzado un ataque sistemático contra muchos miembros de la oposición formal, contra manifestantes y contra quienes han criticado públicamente a la familia real. Las fuerzas de seguridad han ocupado las casas de miembros del Grupo de los 25 [miembros de la oposición chiíta, perseguidos por el régimen y amnistiados el 21 de febrero, después de lo cual algunos de ellos fueron detenidos de nuevo]. Según la BBC, desde el 16 de marzo han desaparecido 60 personas. Por su parte, Al Manama Voice eleva este número a 115, de los cuales han sido reencontrados 35 y no hay ninguna información sobre los 80 restantes. Como dice un mensaje en Twitter: «Conforme Bahrein detiene a los dirigentes de la oposición, ya no queda nadie para un diálogo». Dos militantes, Abdoul-Jalil Alsingace y Mohamed Sultan -miembro del Centro para los Derechos Humanos y afectado por un tumor en el cerebro- fueron detenidos. Ali Abdulemam, uno de los animadores de un conocido blog, y Ali al-Yasin, que acusó a la TV de Bahrein de incitar al sectarismo [anti-chiíta] y de mantener un black-out sobre lo que ocurre en Bahrein, se encuentran desaparecidos. Isa Al-Radhi desapareció durante cinco días hasta que el viernes 18 de marzo el hospital militar contactó con su familia para que fuera a buscar su cuerpo. Otros muchos, cuyos nombres no son conocidos, han tenido la misma suerte. Hasta ahora, Amnistía International y Human Rights Watch han condenado la detención de al menos ocho militantes y dirigentes del movimiento de protesta. Conforme se desvelan los detalles sobre desapariciones y detenciones, se confirma una política sistemática de tortura, aplicada a quienes han sido hecho presos por el régimen, con el objetivo de hacerles renunciar a cualquier actividad política y también para obtener información de otras personas sospechosas de desaprobar al régimen. Las fuerzas represivas de Bahrein, imitando a sus acólitos saudíes, han intensificado las violencias y hostigamientos sectarios [contra los chiítas]. Esto recuerda a las matanzas de Beirut durante la larga guerra civil, en base a datos sobre los carnets de identidad. Oficiales de Bahrein golpean y detienen a civiles en check-points simplemente por su acento. Los barrios chiítas en particular han sido blancos de ataques policiales y militares y se han multiplicado las acusaciones contra la actitud de la televisión de Bahrein incitando a las violencias sectarias.
Parece que los Estados del CCG, de predominio sunita, no manifiestan mucha simpatía ante lo que perciben como una toma del poder por los chiítas de uno de los Estados miembros. Una de las consecuencias de la intervención del CCG ha sido el desarrollo de un violento movimiento sectario y de una política represiva contra civiles chiítas, incluso contra quienes no participan en las manifestaciones democráticas.
Los disparos, las torturas, las detenciones, las desapariciones no son ni mucho menos «daños colaterales» de un intento del régimen por «restaurar la seguridad». Forman parte de un plan para aterrorizar, hacer callar y en cierta medida eliminar a la oposición democrática dentro de las fronteras del país. La destrucción el 19 de marzo del monumento de la plaza de la Perla, que en el último mes se había transformado de símbolo ligado a la historia de la monarquía y su industria de la perla, en símbolo de las manifestaciones contra el régimen autoritario de Al-Khalifa, es otro ejemplo de violencia estatal ejercida contra la memoria y los elementos materiales del levantamiento. Rediseñando el espacio donde se encontraba el monumento de la plaza de la Perla, el régimen de Al-Khalifa muestra su voluntad de borrar este mes de revuelta de su historia y asegurar que esta plaza, en un futuro, ya no será lugar de reunión como una vez lo fue.
Hoy día, el pueblo de Bahrein manifiesta su fuerza ante la represión creciente contra el levantamiento popular democrático. Este 19 de marzo, los bahreiníes han desafiado el estado de urgencia y la prohibición de reunión pública, y bajado a la calle (…) La palabra resiliencia [resistencia de un material al choque] simboliza hoy la voluntad del movimiento pacífico por la democracia y la justicia contra el ataque de «su» propio gobierno, ayudado por un conglomerado de los regímenes teocráticos más autoritarios del mundo y de sus clientes occidentales.
No es posible afirmar si la oposición de Bahrein sobrevivirá a esta campaña de destrucción sistemática. Las implicaciones no son estrictamente locales, sino regionales, porque el levantamiento de los bahreiníes representa la principal expresión de la «primavera árabe» en las monarquías del Golfo. El hostigamiento y la intimidación contra periodistas, escritores, blogueros, para hacer que se callen, vuelve difícil su batalla y no la harán más fácil las palabras del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon acusando al régimen de «posibles violaciones de la ley internacional», ni tampoco las declaraciones de la Casa Blanca que se dice «profundamente conmovida por el tratamiento infligido a civiles y manifestantes en Bahrein». Por nuestra parte sólo podemos manifestar nuestra modesta empatía con los ciudadanos de Bahrein, atrapados por la máquina militar sectaria del CCG, que manifiestan toda su resiliencia.
* Artículo publicado en Jadaliyya.
La Breche www.alencontre.org/
Traducción de Viento Sur http://www.vientosur.info/