Es cada vez más pertinente estudiar la política y filosofía de China. La República Popular está dejando atrás tradiciones de pensamiento occidentalistas y eurocéntricas que han sido dominantes durante siglos. Su énfasis en lo ‘popular’ sugiere un distanciamiento de la insistencia en las contradicciones entre clases que la literatura marxista tradicionalmente ha hecho. También recuerda que en la sociedad contemporánea el ‘proletariado’ se ha hecho sociedad. Las crecientes relaciones entre trabajo, conocimiento, educación y desarrollo a través del tejido nacional confunden –según la visión china– los intereses del ‘proletariado’ con el pueblo y con una función dirigente del Estado que la revolución comunista ha permitido.
China tiene como filosofía fomentar la armonía entre todos los países; abandonar el camino de la lucha; ser pilar de paz y estabilidad; y nunca actuar como líder. Acepta ideas occidentales pero sin someterse a ellas. Busca la institucionalidad internacional y la cooperación mediante el mercado. La planificación estatal y el mercado bien pueden coexistir, son formas de regular las fuerzas económicas. Deng Xiaping, dirigente de la ‘reforma y apertura’ a partir de 1978, sostuvo: si un país del tamaño y magnitud de China optara por la guerra y el capitalismo, sería un desastre para la humanidad; si opta por la paz y el socialismo, contribuirá a un nuevo desarrollo mundial. La estrategia insiste en una economía de mercado socialista, la democracia socialista, una cultura socialista avanzada y moderna, el desarrollo de la persona, y la protección de la ecología.
El Partido Comunista de China sostiene que ha abandonado los ‘principios fijos’ y propone ‘aprender haciendo’, en la práctica. La propiedad colectiva es centro de su economía socialista de mercado, que ha hecho suyos factores del mercado y métodos que se tildaban de capitalistas. Su adhesión al socialismo y la paz impide a China explotar a otros pueblos. Su aplicación del marxismo es el socialismo con características chinas. No busca hegemonismo ni expansionismo, sostiene, sólo su soberanía y unificación nacional. Se abre a ideas y aportaciones de países occidentales así como de los países emergentes.
China todavía está saliendo de la pobreza. Es un país en desarrollo. Si puede dar alimento y abrigo a toda su población, una quinta parte de la humanidad, habrá hecho un aporte importante a la humanidad, han dicho sus líderes. Procura la paz mundial, la ‘cooperación internacional con diferencias’, la reducción de la brecha entre ricos y pobres en el país, y el desarrollo de todos los países. Importa capital, gestiona tecnología y promueve la integración económica nacional e internacional.
Insiste en la cooperación multipartidista bajo la dirección del Partido Comunista en el estado, las autonomías étnicas regionales, el autogobierno a los niveles primarios, y la hegemonía de la propiedad pública sobre otras formas de propiedad que existen en la nación. Ya que el crecimiento económico y el progreso social a menudo provocan, irónicamente, inestabilidad y desorden social, y un crecimiento veloz puede traer efectos contraproducentes, China avanza poco a poco y con seguridad: ‘cruza el río sintiendo las piedras bajo los pies’. Aplica su ‘poder duro’ en la prosperidad económica, la seguridad, la armonía social y la alta calidad ambiental. Su ‘poder blando’ consiste en mostrar con el ejemplo la superioridad de su sistema socialista, su humanismo, y una forma de vida social que sea motivo de disfrute y de placer.
La dirigencia china aprecia la cuestión que narraba el historiador antiguo Tucídides: el ascenso comercial, económico y militar de Atenas preocupó y alarmó tanto a Esparta, que ésta reaccionó provocando una cruenta y larga guerra –del Peloponeso– que perjudicó a ambos bandos. Beijing propone la cooperación en lugar de la pugna. Los acuerdos de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, en que participan al menos 49 países, se basan en la cooperación y el beneficio mutuo. Incluyen inversiones, becas a estudiantes y apoyo a infraestructura en decenas de países en desarrollo. Parten del concepto chino de una economía mundial abierta e inclusiva, de comercio libre, flujo ordenado y eficiencia en la distribución. (Yuyan Zhang y W. Feng, El camino del desarrollo pacífico en China, Editorial Popular, Madrid, 2022.)
A fines de los 70, dirigido por el grupo de Deng, el Partido Comunista abandonó el ‘totalitarismo’ estatal de exclusiva planificación de la economía y repudió la Revolución Cultural de los años 60 y 70, sus ‘faltas de respeto a los intelectuales’ y su desenfreno hacia una radicalización absoluta, veloz y voluntarista del proceso social, que subestimaba la construcción y unificación de la nación y el desarrollo económico. China entonces asumió como prioridad el desarrollo de las fuerzas productivas como motor del socialismo. Es uno de los ‘tres beneficios’, junto a construir el poder del estado socialista y elevar el nivel de vida de las grandes mayorías.
China ha burlado la trampa de la división internacional del trabajo del sistema capitalista, en que los países pobres se quedan en una gama baja de la manufactura, ajenos a las tecnologías avanzadas, y son explotados por los países ricos. Aspira a una sociedad china ‘moderadamente próspera en todos los aspectos’, que camine hacia el socialismo en el siglo XXI. Su desarrollo ha de incluir la riqueza cultural de sus 5 mil años de historia, esto es, la ‘cultura tradicional’ de la nación. El rejuvenecimiento de la nación integra la cultura china antigua.
El partido ha retomado una idea que Mao Zedong formuló durante la lucha contra el colonialismo y el feudalismo: formar un partido antiguo y moderno, chino y extranjero, o sea, que se enriqueciese con las experiencias y contribuciones de los diversos pueblos y las literaturas e historias del presente y el pasado. El Libro de la historia, uno de los textos más antiguos de China, sostiene que ‘si los cimientos son sólidos, el estado gozará de paz’. Los comunistas chinos aprecian al pensador Confucio (del siglo 4 Antes de Nuestra Era), para quien ‘el pueblo es el agua y el monarca es el barco’ y ‘la misma agua que mantiene el barco a flote, puede hundirlo’. Confucio proponía armonía y prosperidad moderada y gradual, lo cual contraviene el ‘error’ de la Revolución Cultural de tomar como clave la lucha de clases.
El Partido Comunista debe ‘servir al pueblo’, una filosofía que en China es antigua. Conlleva un estatalismo al servicio de los trabajadores, campesinos y las mayorías, que coexiste con el ‘espíritu revolucionario’. El partido es indomable y no se deja intimidar, mientras asume el conservadorismo relativo implicado en ser gobierno, lo que puede traer, entre otros problemas, corrupción. Abraza la inclusividad, la apertura y la libertad educativa. Reitera la idea que defendieron Mao y Deng, de ‘la búsqueda de la verdad en los hechos’, es decir, fundarse en la experiencia y la práctica más que en cánones fijos. Su enfoque es ‘holístico’, integral, aprecia las determinaciones y contradicciones que conforman la totalidad. Incluye la necesidad de rectificar y abandonar vías equivocadas. Una visión realista reclama constante autoevaluación.
Son diversas las fases de la modernización. En 1980 China se propuso duplicar el Producto Interno Bruto (PIB) nacional durante la siguiente década y lograr que todos los ciudadanos tuviesen al menos vestido y alimento. En 1990 se propuso nuevamente duplicar en la siguiente década el PIB de ese año. Diez años después se propuso cuadruplicar el PIB en la década siguiente y llevar el país al nivel de los países moderadamente desarrollados, y consolidar esta modernización básica antes de seguir avanzando.
Desterrar la pobreza no será nada rápido. China aspira a una ‘prosperidad relativa’ y un ‘consumo moderado, en todos los renglones’. La proporción del PIB de China en el Producto Mundial Bruto (PMB) subió de 1.8 por ciento al comienzo de la ‘reforma y apertura’, en 1978, a 15.2 por ciento en 2017, una contribución de más de 30 por ciento al crecimiento económico mundial. China privilegia la innovación tecnológica y científica sobre la invención; mejorar contribuciones previas más que dedicarse a inventar. China es el fabricante más grande del mundo, el importador y exportador más grande, el segundo consumidor más grande y el segundo país receptor de capital extranjero. Su ‘revolución’ después de la reforma ha consistido en liberar el desarrollo de las fuerzas productivas. (Zheng Bijian, La cultura tradicional de China y el Partido Comunista de China, Editorial Popular, 2022.)
En 2017 la revista Time –del establishment estadounidense– informaba, refiriéndose a la Iniciativa de la Franja y la Ruta: ‘es una nueva versión de la antigua Ruta de la Seda, mediante un asombroso y ambicioso plan de construir una red de expresos, trenes y gasoductos que vincule Asia, Oriente Medio, Europa y el sur por vía de África. La “franja” económica terrestre lleva la carga desde Korgos (Kazakstán) a Eurasia. Una “ruta” marítima conecta las ciudades de la costa de China con una serie de puertos de África y el Mediterráneo. Cerca de novecientos proyectos independientes están en marcha a un costo de 900 mil millones de dólares, según el Banco de Desarrollo de China. Carreteras, ferrovías y gasoductos eventualmernte conectarán el puerto de hondo calado de Lamu, en Kenya, con el sur de Sudán y Etiopía, que no tienen salida al mar, y también cruzarán África desde Kenya hasta el puerto de Douala en Camerún. Un gasoducto de 7.3 mil millones de dólares llevará a China, desde Turkmenistán, 15 mil millones de metros cúbicos de gas anualmente. Desde que las hordas de Guengis Kan cabalgaron hacia el oeste en el siglo XIII no habían emanado de China tales imponentes ambiciones transnacionales, aunque en vez de cenizas y osamentas, esta vez los invasores planean dejar muelles, gasoductos y trenes de alta velocidad. “El intercambio reemplazará el distanciamiento, el aprendizaje mutuo sustituirá la hostilidad, y la coexistencia reemplazará las ínfulas de superioridad”, dijo Xi Jinping durante un foro sobre la Franja y la Ruta en mayo pasado en Beijing’. (Time, ‘Ports, Pipelines, and Geopoitics: China’s New Silk Road Is a Challenge for Washington’, 23 octubre 2017.)
En 1990 Deng Xiaoping sostenía: ‘Algunos países en desarrollo quisieran que China fuese líder del Tercer Mundo. Pero no podemos hacer eso, en lo absoluto; esta es una de nuestras políticas de estado básicas. No podemos darnos ese lujo y además no somos suficientemente fuertes. No hay nada que ganar jugando ese rol; más bien perderíamos mucha de nuestra iniciativa. China siempre estará del lado de los países del Tercer Mundo, pero nunca trataremos de impartir hegemonía sobre ellos o hacernos su dirigente. Pero no podemos estar sin hacer nada en las cuestiones internacionales; tenemos que contribuir. ¿De qué manera? Creo que debemos ayudar a promover el establecimiento de un nuevo orden político y económico internacional. No le tenemos miedo a nadie, pero tampoco debemos ofender a nadie.’
Añadía: ‘Debemos entender teóricamente que la diferencia entre capitalismo y socialismo no es de economía de mercado versus economía planificada. El socialismo se regula por medio del mercado, y el capitalismo se controla por medio de la planificación. ¿Creen que el capitalismo tiene libertad absoluta sin ningún control? El status de “nación más favorecida” es también una forma de control. No hay que pensar que si tenemos alguna economía de mercado estamos tomando el camino capitalista. Eso simplemente no es cierto. Son necesarias la economía planificada y la economía de mercado. Si no tuviéramos economía de mercado no tendríamos acceso a información de otros países, y tendríamos que resignarnos a quedar rezagados. No tengamos miedo a tomar nuevos riesgos. Hasta ahora hemos desarrollado la capacidad de correr riesgos. ¿Por qué pudimos controlar la inflación tan rápido, sin que se afectara el mercado o la divisa? Porque hemos estado llevando a cabo la reforma y apertura durante once o doce años. En la medida en que avancemos en la reforma y nos abramos más al resto del mundo, estaremos en mejores condiciones de abordar los problemas cuando surjan. No tengamos miedo a correr riesgos; no se puede lograr nada sin correr algunos riesgos’. (‘Seize the Opportunity to Develop the Economy’, 24 diciembre 1990, The Selected Works of Deng Xiaoping; Modern-Day Contributions to Marxism-Leninism, Vol 3 (1982-1992), Beijing.)
El autor es profesor jubilado de la Universidad de Puerto Rico.
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