A lo largo de los últimos tres años, los militares pakistaníes han acusado al ejército afgano de invadir territorio de su país, mientras el gobierno afgano ha protestado repetidamente por los ataques de tropas fronterizas pakistaníes. Resulta difícil verificar estas acusaciones, pero lo cierto es que las relaciones entre ambos países, al igual que las […]
A lo largo de los últimos tres años, los militares pakistaníes han acusado al ejército afgano de invadir territorio de su país, mientras el gobierno afgano ha protestado repetidamente por los ataques de tropas fronterizas pakistaníes. Resulta difícil verificar estas acusaciones, pero lo cierto es que las relaciones entre ambos países, al igual que las que mantiene Pakistán con India, no son buenas desde 1947, año en que se constituyó el Estado de Pakistán (Emadi 1990). Mientras que Afganistán fue el único país que se opuso a la entrada de Pakistán en las Naciones Unidas (Hasan 1962:16), tropas de ambos países tuvieron enfrentamientos fronterizos en 1949-1950 y 1960-1961, que en una ocasión dieron lugar a la ruptura total de relaciones diplomáticas. En la década de 1970, la situación volvió a tensarse, y en la de 1980 Pakistán se convirtió en un refugio de la subversión antiafgana. Es resto es una historia catastrófica en curso.
La Línea Durand y Pastunistán
En 1947, Kabul no aceptó la Línea Durand, trazada en 1893. Esta línea, que separaba Afganistán de la India británica, divide arbitrariamente a los pastunes. Lógicamente, muchos de ellos la consideran un insulto a la nación y al nacionalismo pastún. Al declarar su oposición al ingreso de Pakistán en las Naciones Unidas, un representante afgano declaró que «esta infeliz circunstancia se debe a que no reconocemos que la antigua Provincia Fronteriza del Noroeste forme parte de Pakistán mientras la población de esa provincia no tenga la oportunidad de determinar libremente, al margen de cualquier influencia, […] si desea ser independiente o entrar a formar parte de Pakistán» (citado en Chopra 1974: 311). El primer ministro afgano, Muhammad Hashim, se mostró incluso más cándido en una entrevista publicada en Statesman, donde expuso el punto de vista de su país: «Si no es posible crear un Pastunistán independiente, la provincia fronteriza debería unirse a Afganistán. Nuestro vecino Pakistán se dará cuenta de que nuestro país, con su población y su comercio, necesita una salida al mar, cosa que es fundamental » (citado en Emadi 1990: 1515).
Desde entonces, la posición afgana ha sido tan beligerante con respecto a la Línea Durand que Kabul se negó incluso durante el régimen propaquistaní de los talibán a reconocerla como frontera realmente existente (Rashid 2001: 254). En respuesta a las reclamaciones afganas, el primer jefe de gobierno paquistaní, Liaquat Ali Jan, declaró desafiante que «aunque el gobierno de Pakistán desea establecer relaciones amistosas con el gobierno real de Afganistán, no cabe esperar que siga apelando eternamente a la amistad, y aunque no ha abandonado la esperanza de que los dirigentes de Afganistán acaben entrando en razón, se ve obligado a reiterar de forma clara y sin ambigüedad que no entregará ni una pulgada de terreno a nadie» (citado en Chopra 1974: 313).
En 1949, Pakistán bombardeó la Zona Tribal de Administración Federal (FATA, en inglés) en un intento de poner fin a la resistencia tribal encabezada por Ipi Faqir. Algunas bombas cayeron en territorio afgano, provocando una enérgica respuesta por parte de este país. En 1949-1950 se habló por primera vez de choques fronterizos entre ambos países (Hasan 1962: 16). Sin embargo, las tensiones alcanzaron cotas nunca vistas en 1955, cuando Pakistán anunció la unificación de las provincias occidentales en una sola unidad administrativa (principalmente para contrarrestar la superioridad numérica de Pakistán Oriental, la actual Bangladesh). La embajada paquistaní en Kabul y los consulados de Kandahar y Jalalabad fueron saqueados y ambos países retiraron al personal diplomático (Chopra 1974: 315, Hasan 1962: 16, Emadi 1990: 1515). A resultas de los esfuerzos reconciliatorios de algunos países musulmanes, el deshielo de las relaciones permitió el intercambio de visitas de alto nivel. En 1956, el presidente paquistaní, Iskander Mirza, visitó Kabul y el primer ministro afgano, Sardar Daud, viajó a Pakistán. En 1957, el primer ministro de Pakistán, Hussain Shaheed Suharwardy, fue a Afghanistan y en 1958, el rey de Afganistán, Zahir Shah, visitó Pakistán. Tras el viaje de Zahir Shah se firmó un acuerdo de tránsito entre Afganistán y Pakistán (Hasan 1962:16).
Sin embargo, no pasó mucho tiempo y las relaciones bilaterales volvieron a deteriorarse. En 1960, la nueva crisis estalló a raíz de la acción de Pakistán contra el gobernador pastún del principado de Dhir. Afganistán forzó el aterrizaje de dos aviones de guerra pakistaníes en la base de Kandahar, alegando que habían violado el espacio aéreo afgano. En una dura nota diplomática, Kabul señaló que previamente se habían producido 30 violaciones de su espacio aéreo. Pakistán lamentó el incidente y declaró que se trataba de una violación accidental del espacio aéreo afgano. En el calor de la confrontación, Kabul anunció que desviaría el cauce del río Kabul, hipotecando de este modo el proyecto Warsak, cuyo coste ascendía a 60 millones de rupias. Antes de que la polémica pudiera calmarse, Pakistán acusó al ejército afgano de haber atacado con soldados disfrazados de irregulares las zonas tribales pakistaníes, señalando que la tribu mohmand, en alianza con las tribus charamangui y sularzai, habían repelido la agresión (Chopra 1974: 315-317). En 1961, cuando el consulado afgano de Quetta y los consulados paquistaníes de Jalalabad y Kandahar fueron atacados en un toma y daca militar, Kabul rompió relaciones diplomáticas Pakistán el 6 de septiembre (Chopra 1974: 318, Emadi 1990: 1515).
La ruptura diplomática hizo que EE UU multiplicara sus gestiones con el fin de restablecer las relaciones entre ambos países. En el contexto de la guerra fría, Washington no quería que Kabul estrechara lazos con Moscú (Chopra 1974.) Por otro lado, en la élite dirigente afgana se produjo un cisma cuando Pakistán cerró la vía de tránsito a Afganistán, la situación económica comenzó a deteriorarse, precipitando una crisis económica y política. Triunfó una facción liderada por el rey Zahir, interesada en reanudar los lazos con Pakistán, y el primer ministro Sardar Daud tuvo que dimitir después de diez años en el cargo [1953-1963] (Emadi 1990: 1515). El gobierno Kennedy delegó la misión de establecer la relación entre Afganistán y Pakistán al sha de Persia, quien visitó ambos países en 1962, mientras que la dimisión de Daud, considerado un nacionalista pastún de la línea dura, le facilitó la tarea. Las relaciones diplomáticas se restablecieron en 1963.
Durante los siguientes diez años -hasta que Sardar Daud, al amparo de un golpe organizado por los comunistas afganos, recuperó el poder−, las relaciones se mantuvieron en calma relativa. En 1965, el general Ayub visitó Kabul (Chopra 1974: 325), contribuyendo a preservar el status quo. Cuando Sardar Daud derrocó a su primo el rey Zahir, Pakistán también se hallaba en crisis. El gobierno Bhutto disolvió el gobierno del Estado de Baluchistán, que estaba en manos del National Awami Party (NAP), provocando la dimisión del gobierno de la Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP), controlado igualmente por el NAP. La dirección de este partido fue encarcelada entre las protestas de Kabul. Sin embargo, las credenciales nacionalistas de Daud eran motivo de preocupación en Islamabad. Mientras que por un lado Bhutto recibía con los brazos abiertos a los enemigos de Daud que se exiliaban, entre ellos a Gulbadin Hekmatyar, por otro el gobierno Daud acusó a Pakistán de fomentar una revuelta tribal en Pansheer en 1975 (Ali 1983: 130, Emadi 1990: 1516).
Al triunfar el golpe de Estado en 1973, Sardar Daud prometió crear el Gran Afganistán, que incluía partes de Irán. Debido a ello, el sha también desconfiaba de él, y durante el periodo de Daud se produjeron choques fronterizos entre tropas iraníes y afganas.
Otro motivo de desconfianza por parte de Irán y de Pakistán era la cercanía de Daud con respecto a Moscú. A pesar de que en círculos de izquierdas afganos fuera conocido por el apodo de «príncipe rojo», los comunistas afganos acabaron con él: fue asesinado después de que las relaciones entre Pakistán, Afganistán e Irán se normalizaran de nuevo a raíz de intensos esfuerzos diplomáticos. Hay teorías de la conspiración que sostienen que murió a manos del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) por alejarse de Moscú y simpatizar con Occidente. Sin embargo, cuando el PDPA se hizo con el poder, también prometió extender el Gran Afganistán desde el río Oxus hasta el Pamir abasino y Bolan, negándose a reconocer la Línea Durand como frontera internacional (Emadi 1990: 1516).
Profundidad estratégica
Hasta comienzos de la década de 1980, la política afgana de Pakistán estuvo centrada en gran medida en la Línea Durand, pero a finales de la década se produjo un cambio: con la esperanza de consolidar el gobierno de los muyaidines, Islamabad (en realidad, el ejército pakistaní) comenzó a considerar Afganistán como patio trasero del que podría sacar provecho de diversas maneras. Por supuesto, comúnmente se entiende que uno de los objetivos era mantener Afganistán como espacio de profundidad estratégica en caso de una eventual invasión india. Los grandes designios de estilo imperial de los militares también tenían en cuenta la importancia estratégica de Afganistán en la Asia Central postsoviética. Asimismo podía servir de santuario para los combatientes que se entrenaban para impulsar la yihad en Cachemira. Tal vez todo esto no estuviera previsto de antemano, no en vano el ejército pakistaní no es famoso por su planificación inteligente. Sin embargo, las cosas sucedieron realmente así. Irónicamente, sin embargo, ni el régimen de los muyaidines, encabezado temporalmente por Gulbadin, apadrinado por el servicio secreto paquistaní ISI, ni el régimen de los talibán estaban dispuestos a someterse a Pakistán en la cuestión de la Línea Durand. Tras los atentados del 11 de Septiembre, Pakistán perdió la apuesta afgana. El resto, como ya se ha señalado, es una historia catastrófica en curso.
La «hostilidad» afgana hacia Pakistán y su beligerancia en torno a la Línea Durand, especialmente de 1947 a 1988, se ha atribuido a las maquinaciones de India y Rusia (véase, por ejemplo, Hasan 1962, Tahir-kheli 1974). Otros atribuyen la defensa afgana de Pastunistán, particularmente durante los mandatos del rey Zahir y de Sardar Daud, a motivos internos. Emadi (1990), por ejemplo, dice que mientras la euforia antipaquistaní podía ayudar a detener a los activistas de la oposición acusándolos de ser «agentes paquistaníes», el nacionalismo pastún podía ayudar a concitar el apoyo de la franja pastún afgana y denegar la igualdad de derechos a los grupos étnicos no pastunes. Asimismo, empezando en 1947, y teniendo en cuenta la opinión dominante, es posible que Afganistán creyera que Pakistán no sobreviviría y por eso mantuvo su reivindicación sobre la franja pastún de Pakistán con vistas a cualquier eventualidad futura (véase, por ejemplo, Hasan 1962). El hecho de que esto ocurriera en el punto álgido de la guerra fría complicó todavía más la situación. Por ejemplo, en octubre de 1954, Sardar Daud envió a su hermano Muhamamd Naeem a EE UU a comprar equipamiento militar estadounidense. Dos meses después, Washington explicó a Kabul que no le prestaría ayuda militar hasta que Kabul resolviera la disputa sobre Pastunistán con Pakistán. Enfurecido, el gobierno afgano convocó una Loya Jirga, a la que asistieron mil delegados, que decidió pedir ayuda a Moscú y emitió un firme mensaje antiestadounidense al anunciar la suspensión de todos los proyectos de desarrollo financiados por EE UU (Emadi 1990; 1515). Moscú se apresuró a responder positivamente a las peticiones de Kabul. Del mismo modo, cuando Pakistán endureció su postura, Washington estaba preocupado de que ello incrementara la dependencia de Afganistán con respecto a la URSS. El caso es que Afganistán nunca ha tenido fuerza suficiente para desmembrar a Pakistán. Por mucho que las reivindicaciones afganas en relación con la Línea Durand y el apoyo a Pastunistán causaran la lógica preocupación en un Pakistán que acababa de lograr la independencia, la posterior política agresiva hacia Afganistán ha sido contraproducente. La injerencia en los asuntos afganos a partir de 1979 ha contribuido a potenciar el odio hacia Pakistán en la población afgana (cf. Baloch 2014). Es necesario que Pakistán revise radicalmente su política afgana. No solo hace falta que se abstenga absolutamente de cualquier injerencia, sino que un enfoque elástico del tema de la Línea Durand ayudaría sin duda a rebajar la tensión y a generar confianza a ambos lados.
Bibliografía:
Ali, Tariq (1983): Can Pakistan Survive. Penguin Books.
Baloch, Hina (2014), Afghans and Pakistanis, friends turned foes? Daily dawn. Visitado el 14.7.2014: http://www.dawn.com/news/1083088
Chopra, Surrender (1974), Afghan Pakistan Relations – The Pakhtoonistan Issue. The Indian Journal of Political Science. Vol 35, n.º 4.
Emadi, Hafiullah (1990), Durand Line and Afghan-Pak relations. Economic and Political Weekly. Vol 25, n.º 28
Hasan, Khurshid (1962), Pakistan-Afghanistan relations. Asian Survey. Vol 2, n.º 7, p.14-24.
Rashid, Ahmed (2001) Taliban. Edición en urdu. Lahore: Mashal.
Tahir-Kheli, Shirin (1974), Pakhtoonistan and its international implications. World Affairs. Vol 133, n.º 3, p. 233-245.
Traducción: VIENTO SUR