Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Nuevas informaciones del New York Times, publicadas en línea el martes, revelan que aunque el gobierno de George W. Bush empleó afirmaciones falsas sobre un programa de armas químicas activo para justificar su invasión del Irak de Sadam Hussein en el año 2003 (ningún programa semejante existía) – la realidad es que algunas reservas de armas existían dentro del país.*
Sin embargo, según el Times, porque esas armas «abandonadas» provenían de la década de los 80 -cuando EE.UU. y otras naciones occidentales actuaban como aliados de Irak y suministraban armas y agentes químicos a Hussein durante su guerra contra Irán- soldados estadounidenses que finalmente encontraron esas armas, recibieron la orden de destruirlas y se les dijo que mantuvieran silencio sobre lo que habían encontrado, incluso cuando su propia salud y la de otros fue puesta en grave peligro.
Como informa el periódico, antiguos soldados estadounidenses que participaron en la eliminación de semejantes armas durante la larga ocupación de Irak, dijeron que el gobierno de Bush, incluyendo el Pentágono, ocultó su existencia por varias razones, «incluyendo que el gobierno se inquietaba por más reconocimiento de su error».
«Necesitaban algo para decir que después del 11 de septiembre Sadam utilizó munición química», declaró al Times Jarrod Lampier, un mayor del ejército recientemente retirado quien estuvo presente en el mayor descubrimiento de armas químicas de la guerra. Su unidad, dice, encontró más de 2.400 cohetes con gases nerviosos desenterrados en 2006 en un antiguo complejo de la Guardia Republicana, pero agregó, «todo esto provenía de la era pre 1991.»
Según el Times:
Los descubrimientos de esas armas químicas no confirmaban la justificación del gobierno para la invasión.
Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Mr. Bush insistió en que Mr. Hussein estaba ocultando un programa activo de armas de destrucción masiva, desafiando la voluntad internacional y poniendo en peligro el mundo. Inspectores de las Naciones Unidas dijeron que no pudieron encontrar evidencia para esas afirmaciones.
Luego, durante la larga ocupación, tropas estadounidenses comenzaron a encontrar viejas municiones químicas en escondites ocultos y bombas al borde de la ruta. Eran típicamente obuses de artillería de 155 milímetros o cohetes de 122 milímetros, residuos de un programa de armas que Irak se había apresurado a producir en la década de los 80 durante la guerra Irán-Irak.
Todo había sido manufacturado antes de 1991, dijeron los participantes. Sucia, oxidada o corroída, una gran parte no pudo ser rápidamente identificada como armas químicas. Algunas estaban vacías, aunque muchas todavía contenían potente gas mostaza o residuos de sarín. La mayoría no podría haber sido utilizadas según su diseño, y cuando se rompían dispersaban los agentes químicos sobre un área limitada, según los que recolectaron la mayor parte.
Caso tras caso, dijeron los participantes, los análisis de esas ojivas y obuses reafirmaron las fallas de la inteligencia. Primero, el gobierno de EE.UU. no encontró lo que había estado buscando desde el comienzo de la guerra, luego no preparó sus tropas y cuerpo médico para las armas envejecidas que encontró.
Como resultado, Murtaza Hussain, periodista de The Intercept, respondió a la historia tuiteando, «Lo nuevo en la historia es que el gobierno de Bush fue tan desdeñoso respecto a vidas estadounidenses como si fueran iraquíes».
Lo que es más, según la investigación «En cinco de seis incidentes en las que soldados fueron heridos por agentes químicos, las municiones parecieron diseñadas en EE.UU., fabricadas en Europa y llenadas en líneas de producción de agentes químicos construidas en Irak por compañías occidentales».
Para los que interpretaron las revelaciones del New York Times como una especie de vindicación de la justificación que condujo a la invasión estadounidense de 2003, Jessica Shulberg de The New Republic fue uno de los que contradijeron rápidamente la narrativa emergente.
«El debate sobre la legitimidad de la Guerra de Irak nunca tuvo que ver con si o no Sadam Hussein poseyó armas de destrucción masiva en algún momento en la historia», escribe Shulberg. «Es bien sabido que Sadam Hussein utilizó una variedad de armas químicas contra Irán durante la guerra Irán-Iraq de la década de los 80 – y que EE.UU., ansioso de lograr la destrucción de la naciente República de Irán, le ayudó en la creación del programa».
Sigue diciendo:
Aunque el llamado de Bush a la comunidad internacional no consiguió la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, utilizó esta retórica como justificación para invadir Irak y derrocar a Sadam Hussein. No estaba declarando la guerra sobre la base de un programa de armas químicas de decenios de antigüedad, sino por un supuesto programa nuevo y operativo que podría ser utilizado para destruir masivamente poblaciones civiles.
Si el descubrimiento posterior de 2003 de un programa de armas químicas descompuestas podía ser utilizado como prueba de que la invasión estaba justificada, la Casa Blanca de Bush habría aprovechado la oportunidad para proclamarlo. En 2005, inspectores de armas de la CIA concluyeron en un informe de 92 páginas que la investigación de armas de destrucción masiva había «llegado hasta donde era posible» sin encontrar evidencia de un programa activo de armas. El informe de la CIA incluía un apéndice: «Fuerzas militares en Irak pueden continuar encontrando pequeñas cantidades de armas químicas degradadas – probablemente extraviadas o destruidas inadecuadamente antes de la Guerra del Golfo de 1991».
Las tasas de aprobación de Bush, que llegaron a su punto máximo de 70% durante la invasión de marzo de 2003, habían caído a 48% para cuando intervino la CIA. El gobierno podría haber utilizado un ejemplo de «¡Miren, teníamos razón!» Pero en lugar de alardear del descubrimiento de los restos de armas químicas de la década de los 80, el Pentágono hizo todo lo posible por encubrirlo. No se contaba con el daño que esas armas podían causar a soldados de EE.UU. y las heridas que sufrieron como resultado eran embarazosas. […]
La existencia de armas químicas envejecidas en Irak nunca constituyó la justificación para la invasión de Bush, ni fue un secreto. El secreto fue el daño que estaban causando a tropas estadounidenses y el hecho de que posteriormente no hayan sido atendidas.