Cada 20 de noviembre se celebra en todo el mundo la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño que tuvo lugar en 1989. Es el Tratado Internacional más ratificado de la Historia: lo han suscrito todos los países del mundo menos Estados Unidos. Su puesta en marcha marcó un antes y un después […]
Cada 20 de noviembre se celebra en todo el mundo la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño que tuvo lugar en 1989. Es el Tratado Internacional más ratificado de la Historia: lo han suscrito todos los países del mundo menos Estados Unidos. Su puesta en marcha marcó un antes y un después en la manera en que los gobiernos y las sociedades tratan -o deberían tratar- a sus ciudadanos más jóvenes.
La Convención, como primera ley internacional sobre los derechos de los niños y niñas, es de carácter obligatorio para los Estados firmantes y ha servido para reforzar el reconocimiento de la dignidad humana fundamental de la infancia así como la necesidad de garantizar su protección y desarrollo.
Desde su aprobación se han producido en todo el mundo avances considerables en el cumplimiento de los derechos de la infancia a la supervivencia, la salud y la educación; así como un reconocimiento cada vez mayor de la necesidad de establecer un entorno protector que defienda a los niños y niñas de la explotación, los malos tratos y la violencia.
En UNICEF centramos nuestros esfuerzos en hacer cumplir la Convención: que todos los niños y niñas del mundo estén donde estén vean cumplidos sus derechos. Y con su respaldo hemos avanzado mucho en las últimas décadas: el número de personas que viven en la extrema pobreza en todo el mundo es casi la mitad que en la década de 1990; las tasas mundiales de mortalidad de menores de cinco años se han reducido en más de la mitad en los últimos 20 años; han mejorado la nutrición y el acceso a agua potable; hoy más niños y niñas que nunca van a la escuela y reciben una educación que les permitirá romper el círculo de la pobreza.
Pero a pesar de esos avances el mundo sigue siendo un lugar muy injusto y peligroso para millones de niños que se enfrentan a una vida de pobreza y de falta de oportunidades: 15.000 niños menores de 5 años siguen muriendo cada día -5,6 millones al año- por causas que se pueden prevenir, como la diarrea, la neumonía o la malaria; 535 millones de niños -1 de cada 4- viven en países afectados por los conflictos, desastres naturales, epidemias y otras emergencias; 385 millones de niños viven en extrema pobreza; 264 millones de niños y adolescentes están fuera de la escuela; 168 millones de niñas y niños de entre 5 y 17 años trabajan; de ellos, 85 millones en labores peligrosas.
Y las perspectivas no son nada halagüeñas. A menos que intensifiquemos la velocidad de los progresos, en el año 2030, 167 millones de niños vivirán en la extrema pobreza, 69 millones de niños menores de 5 años morirán por causas evitables y 60 millones de niños en edad de asistir a la escuela seguirán sin escolarizar.
En este Día Mundial de los Niños necesitamos más que nunca compromiso político, recursos y voluntad colectiva. Y necesitamos también escuchar y dar la voz a los niños. Eso es lo que hemos hecho: les hemos preguntado -en una encuesta realizada a más de 11.000 niños de entre 9 y 18 años de 14 países- por lo que les preocupa. Y nos han dicho que la violencia, el terrorismo, el acoso escolar y la educación; que les inquieta el trato que se profesa a las personas refugiadas y migrantes; y que los líderes mundiales deberían abordar y dar soluciones a estos temas y a otros como la pobreza.
La sociedad tiene -tenemos- la obligación de escuchar a los niños. Tenemos la obligación de dejarles un mundo mejor, de respetar y hacer cumplir sus derechos. Se lo debemos. La Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 debe servirnos como eje canalizador para lograrlo.
Hoy los niños alzan su voz. El resto del año no podemos olvidar que siguen ahí, porque no hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana. Como dijo Nelson Mandela: «No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que se trata a sus niños».
Carmelo Angulo Barturen, presidente de UNICEF Comité Español