Los acuerdos firmados entre Washington y Kabul se presentan como el medio para que el pueblo de Afganistán se haga cargo de su propio destino y Estados Unidos ponga fin a la guerra que inició contra ese país hace casi 11 años. Pero una lectura más minuciosa sugiere lo contrario. Los dos gobiernos firmaron una […]
Los acuerdos firmados entre Washington y Kabul se presentan como el medio para que el pueblo de Afganistán se haga cargo de su propio destino y Estados Unidos ponga fin a la guerra que inició contra ese país hace casi 11 años. Pero una lectura más minuciosa sugiere lo contrario.
Los dos gobiernos firmaron una Asociación Estratégica Duradera con Afganistán y varios memorandos de entendimiento.
Pero el único acuerdo sustancial alcanzado, y bien oculto entre esos documentos, es el que autoriza a las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) de Estados Unidos a seguir efectuando redadas nocturnas contra domicilios particulares en territorio afgano, odiadas por la población de zonas pashtunes.
La presentación del acuerdo se hizo en un viaje sorpresa del presidente estadounidense Barack Obama a Afganistán, con un discurso en horario central de la televisión y varias conferencias de prensa que le facilitan presentarse en la reñida contienda electoral de su país como el mandatario que puso fin a una muy impopular guerra.
También el mandatario de Afganistán, Hamid Karzai, puede sostener que logró poner bajo control las redadas nocturnas de las SOF, además de conseguir un compromiso estadounidense de apoyo económico por 10 años.
Pero el texto real del acuerdo y del memorando de entendimiento sobre las batidas nocturnas -incluido en el pacto mediante una referencia- no ponen fin a la guerra en Afganistán, ni dan a Karzai el control sobre esas acciones.
La noticia real es que el gobierno de Obama consiguió disimular estos hechos.
Las decisiones de Obama sobre la cantidad de efectivos estadounidenses que permanecerán en Afganistán en 2014 y más allá y sobre la misión que tendrán, solo se tomarán en un Acuerdo Bilateral de Seguridad que todavía no se ha negociado.
Aunque los altos funcionarios no brindan datos específicos sobre esas negociaciones a los medios de comunicación, la Asociación Estratégica señala que se procederá a la firma del documento «con el objetivo de concluirlo en el plazo de un año».
Eso significa que Obama no tiene que tomar ninguna decisión sobre despliegue de tropas en Afganistán antes de las elecciones presidenciales de este año, lo que le permite enfatizar en la retirada de suelo afgano y eludir la cuestión de un compromiso militar a largo plazo.
Según el texto, el Acuerdo Bilateral de Seguridad sustituirá al «Estatuto de Fuerzas», firmado en 2003 con Afganistán y que confería inmunidad judicial a los soldados estadounidenses y no imponía limitaciones en cuanto a su despliegue y operaciones en territorio de ese país de Asia central.
El mes pasado, Estados Unidos se vio obligado a firmar el memorando de entendimiento sobre operaciones nocturnas a raíz de las reiteradas amenazas de Karzai de no suscribir la Asociación Estratégica a menos que Obama le diera el control sobre las redadas de viviendas particulares.
La insistencia de Karzai de poner fin a esos ataques nocturnos unilaterales y a la detención de afganos, retrasó varios meses el acuerdo de Asociación Estratégica.
Pero Karzai se puso así en conflicto directo con los intereses de uno de los elementos más influyentes de las Fuerzas Armadas estadounidenses: las SOF.
Tanto bajo el mando de los generales Stanley A. McChrystal como de David Petraeus, la estrategia bélica de Estados Unidos en Afganistán pasó a depender de la supuesta efectividad de las redadas nocturnas de unidades de las SOF para debilitar al movimiento extremista Talibán.
Los oficiales del Comando Central de Estados Unidos (Centcom) se negaron a detener estas operaciones y a ceder al gobierno afgano el control de las mismas, como informó IPS en febrero.
Ambas partes intentaron durante semanas redactar un acuerdo del que Karzai pudiera decir que cumplía con su demanda, pero que en realidad cambiaría muy poco.
Al final, Karzai tuvo que ceder. Y lo que se hizo para disimularlo lleva a un nuevo grado de ingenio el engaño sobre el verdadero sentido de un acuerdo internacional sobre operaciones militares de Estados Unidos.
El memorando de entendimiento fue reportado por las cadenas de noticias como un cambio radical de la conducción de las operaciones militares. Pero una lectura minuciosa del texto revela que prácticamente no habrá alteración del statu quo.
El acuerdo fue negociado entre el comando militar estadounidense instalado en Kabul y el Ministerio de Defensa afgano. Abogados de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos incluyeron una disposición clave que modifica sustancialmente el significado del resto del documento.
En el primer párrafo, sobre la definición de los términos, el memorando plantea que las operaciones especiales son aquellas «aprobadas por el Grupo Afgano de Coordinación de Operaciones y efectuadas por las fuerzas afganas con apoyo de tropas estadounidenses de acuerdo con las leyes afganas».
Esa frase, cuidadosamente redactada, significa que las únicas redadas nocturnas comprendidas por el memorando son aquellas que el comandante de las SOF decida realizar con previa consulta al gobierno afgano. Por lo tanto, las efectuadas sin consultar a las autoridades afganas quedan fuera del acuerdo.
La cobertura que los principales medios periodísticos sobre el memorando, indicando que la participación de unidades de las SOF dependería del gobierno afgano, simplemente ignoró esa disposición.
Pero el portavoz del Departamento de Defensa, John Kirby, dijo el 9 de abril a periodistas que Karzai no tendría poder de veto sobre las redadas nocturnas. «No se trata de que Estados Unidos esté cediendo la responsabilidad a los afganos», declaró.
Kirby no comentó si esas unidades de las SOF que operan en forma independiente se verían afectadas por el memorando, confirmando de manera implícita que no lo harán.
El portavoz del Pentágono explicó que el acuerdo «codifica» lo que se viene haciendo desde diciembre de 2011: las fuerzas afganas especiales dirigen la mayor parte de las operaciones nocturnas, es decir son las que ingresan a los hogares y recintos de las familias de ese país.
Sin embargo, las fuerzas estadounidenses siguen capturando o matando afganos en esos operativos.
El conflicto entre la realidad de lo acordado y lo expuesto por el gobierno de Estados Unidos recuerda las declaraciones de Obama de 2009 y 2010 sobre el retiro de Iraq y el fin de la guerra en ese país, cuando las unidades de combate permanecieron activas mucho después del 1 de septiembre de 2010, fecha límite que el mandatario había fijado para el repliegue.
Pasado ese plazo, en 2010 y 2011 murieron 58 militares estadounidenses en Iraq.
Pero hay una diferencia fundamental entre los dos casos de manipulación de la información que llega al público.
El acuerdo de retiro de Iraq de 2008 volvió políticamente difícil, si no imposible, que el gobierno iraquí pudiera mantener soldados estadounidenses en su territorio luego de 2011. En el caso de Afganistán, los acuerdos ahora firmados no imponen ninguna restricción a los militares estadounidenses.
Y aunque Obama promueve su política de terminar la guerra, sus Fuerzas Armadas y el Pentágono han dicho públicamente que esperan mantener miles de efectivos de las SOF en suelo afgano hasta mucho después de 2014.
El presidente esperaba conseguir que los jefes del Talibán aceptaran iniciar negociaciones de paz, lo que hubiera hecho más fácil vender la idea del repliegue, mientras sigue la guerra. Pero el movimiento islamista no cooperó.
En su discurso en Kabul, Obama no podía amenazar a los talibanes con la continuación de la cacería nocturna casa por casa si no aceptaban negociar la paz con Karzai. Eso hubiera revelado lo que en realidad negociaron los dos países.
Pero Obama debe suponer que el Talibán entiende lo que el público estadounidense no: las redadas nocturnas van a seguir más allá de 2014, no importa cuánta resistencia se presente a las odiadas tropas estadounidenses.
Gareth Porter es historiador y periodista de investigación especializado en seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, «Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam» (Peligros del dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam), fue editado en 2006.