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El petróleo de Venezuela y las chimeneas de Massachussets

Fuentes: La Jornada

«How Venezuela Is Keeping the Home Fires Burning in Massachussets» (de qué manera Venezuela mantiene encendidas las chimeneas en Massachusetts) puede leerse en un aviso a toda página en un importante diario de Estados Unidos. El anuncio fue publicado por PDVSA, la compañía de petróleo estatal de Venezuela, y por CITGO, su subsidiaria establecida en […]

«How Venezuela Is Keeping the Home Fires Burning in Massachussets» (de qué manera Venezuela mantiene encendidas las chimeneas en Massachusetts) puede leerse en un aviso a toda página en un importante diario de Estados Unidos. El anuncio fue publicado por PDVSA, la compañía de petróleo estatal de Venezuela, y por CITGO, su subsidiaria establecida en Houston.

El aviso describe un programa, alentado por el presidente de Venezuela, Hugo Chavez, para vender combustible de calefacción con descuento a las comunidades de escasos recursos de Boston, el sur del Bronx y cualquier otra parte de Estados Unidos, uno de los gestos más irónicos jamás registrados en el diálogo norte-sur.

El acuerdo se concretó después que un grupo de senadores estadunidenses envió una carta a las nueve petroleras más importantes pidiéndoles que donaran una porción de sus recientes ganancias récord para ayudar a los residentes pobres a cubrir sus gastos de calefacción. La única respuesta provino de CITGO.

En Estados Unidos, los comentarios del acuerdo se formulan a regañadientes. Algunos dicen que Chávez, quien ha acusado a la administración de George W. Bush de intentar derrocar a su gobierno, está animado por fines políticos a diferencia, por ejemplo, de los programas de pura ayuda humanitaria de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos.

El combustible para calefacción ofrecido por Chávez es uno de los muchos desafíos a los planificadores de la gran estrategia de Washington que están surgiendo en América Latina. Las ruidosas protestas durante el viaje de Bush, el mes pasado, a la Cumbre de las Américas, en Argentina, muestran la amplitud del dilema.

Desde Venezuela hasta Argentina, el hemisferio esta yéndose completamente fuera de control, con gobiernos centro-izquierdistas a todo lo largo del camino. Inclusive en Centroamérica, que todavía sufre los efectos de la «guerra al terror» del presidente Ronald Reagan, apenas si se puede mantener la tapa cerrada.

En el Cono Sur, las poblaciones indígenas se han vuelto mucho más activas e influyentes, particularmente en Bolivia y Ecuador, ambos productores importantes de energía, ya sea oponiéndose a la producción de petróleo y gas o sosteniendo que debe ser controlado a escala local. Algunos están incluso propulsando una «nación indígena» en América del Sur.

Mientras tanto la integración económica interna se está reforzando, invirtiendo el aislamiento relativo que se inició con la conquista española. Y aún más, la interacción sur-sur está creciendo, con las principales potencias (Brasil, Africa del Sur, India) a la cabeza, especialmente en asuntos económicos.

América Latina en su totalidad está incrementando el comercio y otras relaciones con la Unión Europea y con China. Y aunque se han registrado algunos retrocesos, es posible una expansión, especialmente para los exportadores de materias primas, como Brasil y Chile.

De todos los países latinoamericanos, Venezuela es probablemente el que ha forjado relaciones más estrechas con China. En la actualidad proyecta vender crecientes cantidades de petróleo a Pekín como parte de un esfuerzo para reducir su dependencia de un gobierno estadunidense hostil.

Por cierto, el problema más espinoso en la región para Washington es Venezuela, que provee casi 15 por ciento de la importación de petróleo a Estados Unidos.

Chávez, elegido en 1998, exhibe el tipo de independencia que Estados Unidos traduce como desafío con el aliado de Chávez: Fidel Castro.

En 2002, Washington abrazó la visión de democracia del presidente Bush al apoyar un golpe militar que derrocó brevemente al gobierno de Chávez. La administración de Bush, sin embargo, tuvo que dar marcha atras debido a la oposición al golpe en Venezuela y en toda América Latina.

Acentuando las aflicciones de Washington, las relaciones entre Cuba y Venezuela se han vuelto muy cercanas. Esos gobiernos practican el sistema de trueque, cada uno apoyándose en sus puntos fuertes. Venezuela provee petróleo a bajo precio mientras que Cuba organiza programas de alfabetización y salud, y envía miles de maestros y médicos que, como en otras partes, trabajan en las áreas más pobres, que habían sido previamente descuidadas.

Los proyectos conjuntos de Cuba y Venezuela también están teniendo impacto considerable en otros países del Caribe, donde, bajo un programa llamado Operación Milagro, médicos cubanos proveen atención a personas que no tenían esperanzas de recibirla, con fondos proporcionados por Venezuela.

Chávez ha ganado reiteradamente elecciones y referendos monitoreados por organizaciones internacionales, pese a la abrumadora y enconada hostilidad de los medios de comunicación.

El apoyo al gobierno electo ha aumentado durante los años de Chávez. El veterano periodista Hugh O’Shaughnessy, en un informe para el Irish Times, explica: «En Venezuela, donde la economía del petróleo ha producido una rutilante elite de supermillonarios, una cuarta parte de quienes tienen menos de 15 años están hambrientos, por ejemplo, y 60 por ciento de la gente por encima de los 59 años de edad carece de todo ingreso. Menos de 5 por ciento de la población goza de la seguridad social. Solamente ahora con el presidente Chávez… la medicina ha comenzado a ser algo real para una mayoría de pobres en la rica pero profundamente dividida sociedad venezolana (…) Desde que llegó al poder en elecciones democráticas y empezó a transformar el sector de salud y de asistencia social que ha satisfecho tan mal a la población en masa, el progreso ha sido lento, pero perceptible…»

Ahora Venezuela se está uniendo al Mercosur, el bloque líder de comercio de América del Sur, que ya incluye a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y presenta una alternativa al llamado Tratado Libre de Comercio de las Américas (ALCA), patrocinado por Estados Unidos.

Lo que está en juego en la región, como en todas las otras partes del mundo, son modelos sociales y económicos alternativos. Movimientos populares enormes y sin precedentes se han desarrollado para expandir la integración a través de las fronteras yendo más allá de las agendas económicas para abarcar los derechos humanos, las inquietudes sobre el medio ambiente, la independencia cultural y los contactos de pueblo a pueblo.

Son ridículamente llamados «antiglobalización» porque favorecen una globalización dirigida en favor de los intereses de los pueblos, no a los de los inversionistas o a los de las instituciones financieras.

Los problemas de Estados Unidos en las Américas se extienden tanto al norte como al sur. Por razones obvias, Washington ha intentado confiar más en Canadá, Venezuela y otras fuentes de petróleo que no correspondan a Medio Oriente.

Pero las relaciones de Canadá con Estados Unidos son más «tirantes y combativas» de lo que nunca lo fueron antes como resultado, entre otros asuntos, del rechazo de Washington a las decisiones del NAFTA que favorecen a Canadá.

Como Joel Brinkley informa en The New York Times, «parcialmente como resultado, Canadá está trabajando muy fuerte para construir su relación con China (y) algunos funcionarios dicen que Canadá debe traspasar una porción significativa de su comercio, particularmente el petróleo, de Estados Unidos hacia China».

Estados Unidos necesita verdadero talento para alienar incluso a Canadá. Sin embargo, la política de Washington en América Latina solamente está incrementando el aislamiento de Estados Unidos. Un ejemplo reciente: durante 14 años seguidos, la Asamblea General de Naciones Unidas votó en contra del embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba. En la más reciente votación, la resolución fue aprobada por 182 países. Cuatro votaron en contra: Estados Unidos, Israel, Islas Marshall y Palau. Micronesia se abstuvo.

* Noam Chomsky es profesor de linguística en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge y autor del libro, de reciente publicacion, Imperial Ambitions: Conversations on the Post 9/11 World