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El sector obrero egipcio hace frente al Nuevo Orden Económico

Fuentes: CEPRID

Muhammad ‘Attar de 36 años de edad, ha trabajado durante los últimos 10 años en el departamento de acabado del complejo Misr Spinning and Weaving Company en Mahalla al-Kubra, en medio del Nilo Delta. Lleva a casa un salario base de aproximadamente 30 dólares (poco más de 19 euros). Con reparto de beneficios e incentivos, […]

Muhammad ‘Attar de 36 años de edad, ha trabajado durante los últimos 10 años en el departamento de acabado del complejo Misr Spinning and Weaving Company en Mahalla al-Kubra, en medio del Nilo Delta. Lleva a casa un salario base de aproximadamente 30 dólares (poco más de 19 euros). Con reparto de beneficios e incentivos, su salario neto es de casi 75 dólares al mes. Su esposa de 33 años, Nasra ‘Abd al-Maqsoud al-Suwaydi, gana cerca de 70 dólares al mes trabajando en la división de ropa terminada de la misma firma. Estos ingresos no alcanzan para alimentarse, vestirse, cubrir los gastos del hogar ni pagar por las lecciones obligatorias privadas tras terminar la escuela para sus tres hijos: Magdi (12 años), ‘Umar (10 años), y ‘Ali (5 años). El ingreso de la familia ‘Attar es casi el doble del de la línea de pobreza absoluta de 975 dólares anual (624 euros) por cada familia de cinco miembros en una zona urbana del Nilo Delta, pero muy por debajo de las líneas más altas y más bajas de pobreza internacional establecidas por el Banco Mundial.[1] Sayyid Habib empezó a trabajar en Misr Spinning and Weaving Company en 1964, cuando tenía 18 años de edad. Luego de 44 años de servicio gana el salario básico de cerca de 40 dólares mensuales, más participación en los beneficios e incentivos. Trabajadores como ‘Attar y Habib toleran esos salarios tan bajos porque la firma Misr es parte del gran sector público egipcio. El sector obrero y de oficina que trabaja en el sector público tiene empleo de por vida y el derecho a una pensión equivalente al 80% de su salario al momento de retirarse. Sin embargo, desde el 2004 el gobierno egipcio ha vuelto a insistir en sus esfuerzos por privatizar la industria textil. Los trabajadores temen que los nuevos inversionistas, muchos de ellos de la India, no les provean la seguridad laboral o los beneficios que ellos y otros trabajadores del sector público han disfrutado desde que la mayoría de empresas textiles, junto con otras grandes y medianas empresas de todos los sectores de la economía, fueran nacionalizadas a principios de los 60 bajo el mandato de Gamal Abdel Nasser. Estos temores han provocado una ola de huelgas salvajes sin precedente, que desde finales del 2004 se han centrado en el sector textil, y también se han expandido a otras industrias. A finales del 2006 y en el 2007, la ola de huelgas alcanzó un clímax particular. Desde la promulgación de la Ley de Trabajo Unificada de Egipto en el 2003, técnicamente se legalizó la huelga para el sector obrero, pero sólo si la aprueba la directiva de de la Federación General de Sindicatos. Desde que la Federación, así como demás comités sindicales y empresariales, están firmemente enganchados al Partido Democrático Nacional (NDP), que actualmente está en el poder, todas las huelgas desde el 2003 han sido «ilegales».

Muhammad ‘Atar y Sayyid Habib fueron parte de los líderes de la huelga de diciembre de 2006 en Mir Spinning and Weaving, una de las protestas más significativas militante y políticamente en la actual ola de huelgas. Este incremento de acción laboral colectiva se da en medio del fermento político que empezó en diciembre de 2004 con manifestaciones que rompieron el silencio hacia el Presidente Husni Mubarak, exigiéndole que no se lanzara como candidato a las elecciones en el 2005 (aunque lo hizo), y que su hijo Gamal no lo sucediera como presidente. La enmienda constitucional que permitió la primera elección presidencial con varios candidatos, generó expectativas de que las elecciones presidenciales y parlamentarias fueran justas y democráticas, pero no fue así. Aunque un gran sector del público, generalmente absorto en tratar de ganar algo para poder vivir, empezó a darse cuenta de la política.

Con la elección de los 88 miembros de los Hermanos Musulmanes en el 2005, el parlamento egipcio normalmente adormecido adquirió un bloque de oposición substancial que ejerce una continua presión sobre el régimen. El gobierno, novato en participar en debates públicos serios, ha empezado de manera enfermiza a tomar fuertes medidas contra los disidentes – desde los Hermanos Musulmanes, hasta bloggers y periodistas. La aprobación en marzo del 2007 de una segunda ronda de enmiendas constitucionales hace más difícil para grupos independientes y para los Hermanos Musulmanes postularse como candidatos políticos y los obligará a aceptar prácticas policíales abusivas que han sido nominalmente ilegales o admisibles sólo bajo el estado de emergencia «temporal» vigente desde 1981. Incluso antes de que el régimen tomase estas fuertes medidas hubo una notable disminución en la actividad del conocido movimiento de izquierda Kifaya y de otras formas de oposición extraparlamentarias. Pero la ola de huelgas y otras formas de acciones colectivas del sector obrero continúan sin disminuir. Eso representa la forma de resistencia mas substancial y externa ante el régimen, que debe ser manejada de manera muy delicada si Hosni Mubarak insite en mantener la «estabilidad» que necesita para pasarle la presidencia a su hijo, como la mayoría del pueblo egipcio está convencido que intenta lograr.

ESPÍRITU DE LUCHA

Los 24.000 trabajadores del Mahalla al Kubra, del complejo Misr Spinning and Weaving, estuvieron encantados de recibir la noticia del 3 de marzo del 2006, de que el primer ministro Ahmad Nazif, había decretado un aumento de 100 libras egipcias (17 dólares) a dos meses de salario en los bonos anuales que recibe el sector manufacturero. La última vez que se había aumentado el bono anual, había sido en el año 1984, de 75 a 100 libras. «Leímos el decreto, y empezamos a difundir la propuesta en la fábrica», dijo ‘Attar. «Irónicamente, hasta los oficiales de los sindicatos pro gubernamentales, publicitaron la noticia como uno de sus logros». Continua: «Cuando llegó diciembre (mes en el que se pagan los bonos), estábamos esperándolo, pero descubrimos que fuimos estafados, sólo nos dieron el mismo monto de 100 libras, que para ser más precisos, son realmente 89 libras, ya que hay deducciones por impuestos». [2] En el ambiente había un espíritu de lucha. Durante los dos días siguientes, en protesta, algunos grupos del sector obrero rehusaron a aceptar sus salarios. Luego, el 7 de diciembre, se empezaron a reunir miles de trabajadores del turno de la mañana, en Mahalla’s Tal ‘Harb Square, en dirección hacia la entrada de la fábrica. El ritmo de trabajo de la fábrica era lento, pero la producción se detuvo totalmente cuando cerca de 3.000 mujeres costureras dejaron sus puestos de trabajo y marcharon hacia las secciones de hilado y tejido, donde sus colegas hombres aun no habían parado sus máquinas, y les gritaron furiosas, consignas como » ¿Donde están los hombres? Aquí están las mujeres!» y los hombres, apenados, se unieron a la huelga. Cerca de 10.000 trabajadores y trabajadoras se reunieron en la sede de la empresa gritando «¡dos meses! dos meses!» para reclamar por los bonos que se les había prometido. Los escuadrones antimotines fueron desplegados rápidamente alrededor de la fábrica y por toda la ciudad, pero no actuaron para sofocar la protesta. «Se sorprendieron por la cantidad de gente», dijo ‘Atar, «esperaban que nos esfumáramos en la noche o al día siguiente». Con el impulso de la seguridad del estado, la administración ofreció un bono de pago de 21 días. Pero, como recordó ‘Atar sonriente, «las mujeres trabajadoras, casi despedazaban a cada representante de la administración que venía a a negociar». Al caer la noche, dijo Sayyid Habib, «fue muy difícil para los hombres, convencer a las mujeres para que regresaran a sus hogares. Ellas querían quedarse y dormir ahí. Nos tomó horas convencerlas para que volvieran con sus familias y regresaran al día siguiente «. ‘Atar agregó, sonriente, «las mujeres eran más militantes que los hombres. Resistieron a pesar de haber sido sometidas a intimidaciones y amenazas de parte de la seguridad». Antes del momento de la oración del alba, la policía antimotines irrumpió en la fábrica donde dormían setenta trabajadores que se habían encerrado ahí, incluyendo ‘Atar y Habib. «Los oficiales de la Seguridad del Estado nos dijeron que éramos pocos, y que lo mejor era que saliéramos de ahí», dijo ‘Atar. «Pero no sabían realmente cuántos de nosotros había dentro, así que mentimos y les dijimos que éramos cientos de trabajadores». ‘Atar y Habib despertaron rápido a sus camaradas, y todos los trabajadores juntos empezaron a golpear fuertemente los barriles de hierro y hacer ruido. «Despertamos a todos en la empresa y en la ciudad. Gastamos todo el crédito de nuestros teléfonos móviles, porque llamamos a nuestros familiares y amistades de afuera para pedirles que abrieran sus ventanas y les hicieran saber a la seguridad que todos estaban viendo lo que pasaba. También llamamos a todos los trabajadores que conocíamos para que vinieran a la fábrica rápidamente». Ya en ese momento la policía había cortado el servicio de agua y electricidad en la fábrica. Y agentes del estado corrieron a las estaciones del tren para decirles a los trabajadores que venían de fuera de la ciudad que la fábrica había cerrado por un problema de electricidad., pero su intento fracasó. «Acudieron más de 20 mil trabajadores», dijo ‘Atar. «Tuvimos una manifestación masiva, e hicimos simulacros del funeral de nuestros jefes. Las mujeres nos trajeron comida y cigarros y se unieron a la marcha. La seguridad no se atrevió a intervenir. Alumnos de las escuelas cercanas de primaria y secundaria tomaron las calles en apoyo a los manifestantes». El cuarto día de la toma de la fábrica, los oficiales del gobierno, ya entrados en pánico, ofrecieron un bono de 45 días y nos aseguraron que la compañía no seria privatizada. Entonces se suspendió la huelga, y el sindicato de trabajadores controlado por el gobierno fue humillado por el éxito de las acciones «no autorizadas».

El Gran Golpe Poco después, activistas como ‘Attar y Habib resolvieron dar lo que podría ser el golpe más grande a toda la federación. Lanzaron una campaña para impugnar a los oficiales de sindicatos locales que se habían opuesto a la huelga y que, según los activistas, disfrutan de vínculos estrechos con los servicios de seguridad. Para finales de enero de 2007, cerca de 12.800 empleados habían firmado una petición dirigida al Sindicato General de Trabajadores Textiles, en la que pedían impugnar al sindicato local de Mahalla y realizar nuevas elecciones. Los trabajadores de Misr dieron como limite al Sindicato General hasta el 15 de febrero para despedir a los oficiales del sindicato local, si no, enfrentarían renuncias masivas en la Federación General. Este fue el primer paso de los trabajadores hacia la construcción de un Sindicato independiente. La directiva de la Federación se opuso firmemente a la demanda de impugnación por temor a que desencadene una oleada de iniciativas similares en otros lugares. En cambio, los negociadores del Sindicato General asomaron la idea de un «comité de representantes» que trabajarían mano a mano con el comité que los trabajadores trataban de impugnar. Este Comité de Representantes incluiría cerca de 105 obreros electos directamente desde la planta. Uno de los trabajadores activistas que asistió a la reunión dijo que representantes de la Federación implicaba que el viejo Comité seria «marginalizado» y que el Comité de representantes eventualmente tendría «más derecho de opinión en la manera en la que se llevarían las cosas en la planta». Sin embargo, la Unión General no quiso dejar nada por escrito. Los trabajadores, explicó ‘Attar «tenían el presentimiento de que los representantes serían realmente los conserjes de los funcionarios del sindicato». Desde que fracasaron estas negociaciones, los obreros han estado enviando diariamente sus renuncias al Sindicato General de Trabajadores Textiles, explicaron ‘Attar y Habib. Estiman que a principios de marzo se habrían enviado 6.000 renuncias. Hubo un enfrentamiento entre los trabajadores y la directiva a finales de marzo, porque para entonces el sindicato tuvo que dejar de descontar de sus salarios la afiliación al sindicato.
Repercusiones El resultado de esta batalla podría determinar perfectamente el curso de los movimientos de trabajadores en los próximos años. La victoria alcanzada por los huelguistas de Mahalla ha tenido repercusiones en el sector textil. Durante los tres meses luego del paro de diciembre de 2006, cerca de 30.000 trabajadores de más de diez empresas textiles en el Nilo Delta y Alejandría participaron en protestas que iban desde paros y disminuciones del ritmo de trabajo, hasta amenazas de acciones colectivas si no se les daba lo que consiguieron los huelguistas de Mahalla. Prácticamente en todos los casos el gobierno perdió la batalla. Al igual que en Mahalla al-Kubra, los escuadrones antimotines fueron desplegados alrededor de las textileras y rodearon los recintos, pero en ningún caso cumplieron sus amenazas de romper la huelga a la fuerza. En la mayoría de los casos, la directiva de los sindicatos locales se oponía a las huelgas e intentaban hacerlas fracasar. En las textileras de Misr en Kafr al-Dawwar los manifestantes «detuvieron» a la directiva del sindicato dentro de la fábrica para obligarlos a unirse a la huelga. Aunque prevalece la hostilidad hacia la burocracia de los sindicatos en todos lados, sólo los huelguistas de Kafr al-Dawwar y de la empresa Shibin al-Kum Spinning han presionado con la demanda de Mahalla de impugnar a la directiva de los sindicatos locales. Se habló de esta demanda en otras regiones, pero hasta ahora no se ha materializado. En un caso, los obreros desecharon la demanda luego de finalizar la huelga; en otro, incoaron una demanda [3], pero no hubo movilización para apoyar tal acción legal. Según trabajadores activistas de Kafr al Dawwar, Mahalla al-Kubra y El Cairo, la mayoría de los líderes de la huelga no pertenecen a ninguna organización política, más bien desconfían de ellas. Tampoco hay evidencia de una coordinación logística entre las tiendas, aunque los manifestantes reciben con entusiasmo las noticias de triunfo en cualquier parte. De acuerdo con un reporte desde Kafr al-Dawwar, «al recibir las noticias de sus colegas en Zifta, (los manifestantes) celebraron su victoria sosteniendo «Huelga hasta la muerte!, Huelga hasta el pago!»»[4] La huelga de Misr Spinning and Weaving ha hecho eco en los esfuerzos de los trabajadores fuera del sector textil, aunque no ha habido una coordinación activa. En diciembre de 2006, empezaron huelgas en fábricas de cemento de Helwan y Tura. Al mismo tiempo, trabajadores de Mahalla al-Kubra simularon una huelga y una manifestación pacifica. En enero de 2007, ingenieros del ferrocarril empezaron una huelga bloqueando las áreas de primera clase del tren Turbini del Cairo a Alejandría, que transporta principalmente profesionales y personas de negocios. Luego amenazaron con un paro nacional, hasta que el gobierno aceptó la mayoría de sus demandas y prometió consentir en otras. Durante la huelga del ferrocarril, los conductores del metro del Cairo disminuyeron la velocidad de sus trenes, de 55 a 20 millas por hora, en solidaridad. Los huelguistas del ferrocarril hablaron de cómo «les animó la victoria de Mahalla». También hubo huelgas de parte de conductores de camiones y microbuses, granjeros avícolas, colectores de basura, jardineros públicos y trabajadores de sanidad. Hay señales de que los trabajadores textiles militantes están impulsando un mecanismo de cooperación nacional. Un mes después de la victoria de la huelga en Kafr al-Dawwar, se distribuyó en la fábrica una declaración firmada por «los Trabajadores por el Cambio en Kafr al-Dawwar», en la que se hacía un llamado a «expandir la coordinación entre los trabajadores de las empresas que estuvieron en huelga junto a nosotros, para crear alianzas de solidaridad necesarias e intercambiar experiencias.»
La historia familiar de la militancia La compañía Misr Spinning and Weaving en Mahalla al-Kubra cuenta con una larga historia de militancia de la clase trabajadora desde 1930, incluyendo una feroz huelga entre septiembre y octubre de 1947, en la que se demandaba un sindicato independiente.[5] Las victorias ganadas por los trabajadores frecuentemente tenían repercusiones mucho mas allá de Mahalla. Desde que se estableció en 1927, la textilera de Misr ha sido considerada como la piedra angular del esfuerzo de industrialización de Egipto. Ha contratado a generaciones de campesinos de las comunidades de los alrededores y los ha convertido en trabajadores «modernos», mientras procesaban algodón, primer producto agrícola de Egipto, para producir vestimenta terminada. No es por accidente que el conglomerado de Misr, cuya empresa principal era la textilera Spinning and Weaving, haya sido la primera en ser nacionalizada bajo el régimen de Gamal Abdel Nasser en 1960, cuando se empezaba a adoptar el «Socialismo Árabe». Algunos de los manifestantes de hoy día, cuentan con una herencia de activismo en sus propias familias. El padre de Sayyid Habib, después de casarse, dejo su pueblo Tala, para trabajar en el departamento de tejido de la empresa Misr Spinning and Weaving, justo el año en que esta abrió sus puertas. Su sueldo mensual inicial era de 90 piastres (un piastre es un centésimo de una libra). Después de la nacionalización de la empresa, las pensiones estaban sujetas al incremento del costo de la vida, por lo que su último sueldo, al morir en 1996, era de 182 libras. El padre de Habib, solía contarle a sus hijos historias de las luchas de los trabajadores de antaño. «Hizo un buen trabajo», dijo ‘Attar sonriendo. Justo luego de que fuera nacionalizada la firma Misr, todas las textileras de más de 200 trabajadores pasaron al sector público. La nacionalización era como una ola que crecía cada vez más. Los empleados con mayores beneficios ganaban 7,5 libras al mes. (Hasta hace poco, la libra egipcia había estado altamente sobrevaluada, y no se podía cambiar libremente en el mercado monetario internacional, por lo que resulta difícil establecer una cifra equivalente en dólares). «(Cuando empecé a trabajar) las condiciones de trabajo eran mejores que las de hoy día», dijo Sayyid Habib. «Solía ganar 2’05 libras al mes, por una jornada diaria de 8 horas. Los trabajadores apoyaron la nacionalización, porque aumentaba el salario y se garantizaba el seguro social. Otro logro de la nacionalización fue la fundación de una cafetería para los trabajadores. Para ese entonces un desayuno costaba un piastre, y contenía una taza de te, un plato de abas (granos), ensalada y una rueda de pan. El almuerzo, que consistía en dos trozos de carne o un cuarto de pollo, mas arroz, vegetales y frutas, costaba 2 piastres». A mediados de los 60, recuerda Habib con una sonrisa, «mi madre iba al mercado a comprar todo lo que hacia falta en la casa por 20 piastres al día». La cafetería de los trabajadores se cerró en 1994, dijo Habib. Y añadió ‘Attar con amargura, que «todavía esta abierta, pero sólo para la elite» – gerentes y sus amiguetes. Para finales de los 60, los sueldos empezaron a quedarse por debajo del costo de la vida. Esa tendencia se exacerbó a finales de los 70, cuando el presidente Anwar al-Sadar sucedió a Nasser, y los recursos eran destinados a la preparación militar para la guerra de 1973. Sin embargo, Habib sintió que «cuando Sadat anunció la política económica de «puertas abiertas» (en 1974), la situación estaba mejorando. La compañía tenía 184 clientes internacionales; la materia prima y la mano de obra eran económicas, y había cerca de 40.000 trabajadores en la textilera». En respuesta al decadente salario, en 1975 Habib participó en una manifestación pacífica, que terminó en un incremento del salario de 9 a 15 libras diarias para todo el sector público de producción en Egipto. Los trabajadores de Mahalla tenían sentimientos encontrados con respecto a Sadat. Tenían dudas sobre la política de las puertas abiertas, a pesar del progreso que veían en la textilera. Apreciaban los bonos que Sadat distribuía cuando estaba de visita, y cansados de las sucesivas guerras con Israel, tuvieron que aceptar el acuerdo de paz de 1979, el Camp David. Pero seguían desconfiando de Israel, y la conclusión del acuerdo no le dió popularidad a Sadat. Habib relató una anécdota de su colega Gabr, quien «preparó una jarra de sharbat ponche» para sus compañeros de trabajo cuando Sadat fue asesinado en 1981. «Fue detenido por la Seguridad». «Cuando Nasser murió, las mujeres trabajadoras se vistieron de negro; cuando murió Abd al-Halim Hafiz (cantante legendario), también se vistieron de negro. Pero cuando murió Sadat, nadie se vistió de negro». En octubre de 1985, Habib fue arrestado y detenido por 12 días por planificar una huelga para demandar incremento de las bonificaciones homogéneas de trabajo y los incentivos de pago. Después de dos meses y medio, participó en una huelga que logró que se pagaran los días festivos semanales y que se pagara el doble por trabajar los viernes. Estas medidas también se aplicaron a todos los trabajadores del sector público.

Resquebrajando el régimen social de Nasser La memoria colectiva de las mejorías en los salarios y condiciones de trabajo ha animado el activismo de los trabajadores, mientras que el régimen de Mubarak continua destrozando el compacto social establecido bajo el mandato de Nasser. Desde mediados de los 80, se ha intensificado la crisis estructural de la industria textil egipcia, a medida que se deterioran los salarios y las condiciones de trabajo. La proporción de trabajadores textiles con respecto a la fuerza de trabajo industrial, empezó a decaer en 1960; el numero total de trabajadores textiles empezó a decaer en 1976.[6] El índice de salarios reales de los trabajadores textiles bajo de 100 en 1986, a 61 en 1994, un declive aun mas precipitado que el de la fuerza de trabajo industrial. 7] . Debido a la falta de inversión de capital, la productividad de la industria textil egipcia era mas baja en 1999 que en 1985. Y ahora es mucho mas baja que la de los países vecinos como Tunes o Turquía. Un cuarto de la maquinaria es obsoleta y necesita ser renovada o remplazada.[8] La guerra del Golfo de 1991 creó las condiciones para que Egipto firmara un acuerdo de «ajuste estructural» con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Este acuerdo abrió el camino hacia la privatización del sector público, paso en el que las instituciones financieras internacionales insistían desde más de una década. Después de resistir a la privatización desde 1974, la directiva de la Federación General de Sindicatos Egipcios terminó suscribiéndolo. Como consecuencia, varias firmas textileras del estado se vendieron a inversionistas egipcios y extranjeros a mediados de los 90, generando 12% de todos los fondos de la venta de las empresas del sector público. De 1992 al 2000 la participación de mercado del hilado de algodón en el sector privado aumento de 8% a 58%.[9] La privatización no mejoró la situación de los trabajadores. Los salarios de los trabajadores textiles egipcios están entre los más bajos en el mundo: 85% de los sueldos en Pakistán y 60% de los sueldos en la India. El oficio de tejer en una empresa privada bien administrada tiene un sueldo estipulado de cerca de 1.000 libras al mes; el de hilado, cerca de 880 libras al mes. Y las hiladoras peor pagas son en su mayoría mujeres. Estos salarios son el doble de lo que ganan los trabajadores en los mismos oficios en el sector publico, pero los trabajadores del sector textil privado trabajan por turnos de 12 horas (a diferencia del sector publico, que trabaja 8 horas diarias) y casi nunca reciben seguro de salud o cualquier otro beneficio que les corresponda por ley10] . Es difícil obtener información precisa de las condiciones de trabajo en las textileras privadas, así como pasar por las empresas de prendas de vestir. De acuerdo a Muhammad ‘Attar, «los trabajadores del sector privado están bajo condiciones terribles; cuando ingresan a la empresa, deben firmar tres documentos: su carta de renuncia, sin fecha; un cheque en blanco, y una carta aceptando el empleo». El hijo de Sayyid Habib fue a trabajar en la Compañía al Maisiri en el 2005. «Yo le advertí», dijo Habib, «y cuando fue y vio la situación, (la cartas de renuncia sin fecha que debía firmar), se rehusó a trabajar en la textilera». Ya para 1999, 137 de 314 firmas del sector público que se habían declarado aptas en 1991, habían sido privatizadas. Y como la legislación de 1991 prohibía despidos masivos luego de que se privatizara la empresa, los gerentes de las firmas del sector público reducían la mano de obra para que sus empresas fueran más atractivas al momento de la venta. Así, las preocupaciones sobre el desempleo y otras consecuencias posibles de la privatización provocaron la reanudación de las huelgas y acciones colectivas a mediados de los 90, siendo las huelgas de mayor trascendencia las de Misr Fine Spinning and Weavind en Kafr al-Dawwar en noviembre de 1994 y las de Misr Helwan Spinning and Weaving en agosto de 1998. El resultado de esta última fue que se le dio a toda la fuerza laboral (8.700 empleados) tres semanas de vacaciones. Los rumores decían que la empresa sería vendida a un inversionista privado. [11] Al principio de la actual ola de huelgas, en Qalyoub cerca de 4.000 empleados se manifestaron pacíficamente en su empresa desde febrero hasta junio del 2005 protestando por la venta de su firma a un inversionista privado porque ni el gobierno, ni el nuevo dueño, les iba a garantizar el nivel de sus salarios, beneficios y pensiones. Pocas firmas del sector privado están sindicalizadas. Hubo intentos de organización de los trabajadores en dos textileras privadas en Mahalla. En el 2003 se estableció un sindicato en la compañía Samuli, de 3.500 empleados. El dueño al principio aceptó negociar con el sindicato, pero luego de varias confrontaciones despidió a 18 empleados, incluyendo a los tres representantes electos del sindicato. En la firma Abu al-Siba’i, de 1.500 empleados, el dueño intentó sobornar a los tres representantes del sindicato con pagos de 20.000 libras cada uno, pero fracasó. A pesar de los bajos salarios y la gran «flexibilidad» de los gerentes al privatizar las firmas, la industria textil egipcia continúa siendo incompetente en el mercado mundial. Las exportaciones empezaron a descender en 1990, exacerbadas por la recesión global textil del 91. Dada la falta de inversión, sea publica o privada, en el 2001 el valor de la producción total alcanzo el nivel mas bajo desde que se empezaron a archivar las estadísticas por el gobierno en 1996 – 1997.[12]

El panorama general de los manifestantes Los trabajadores de Mahalla, junto a miles de otros trabajadores, aprovecharon la oportunidad de la apertura política lograda por las manifestaciones contra el régimen de Mubarak del 2004 – 2005 para presionar por sus reclamos. El régimen de Mubarak, a pesar de su compromiso con la privatización, no se puede dar el lujo de alienar a ese sector de la población tan grande e importante estratégicamente. El régimen es especialmente cauteloso con los trabadores de Mahalla, por su desafío a la directiva de la Federación General de los Sindicatos Egipcios, porque la federación es su principal medio para hacer movilizaciones de apoyo en las calles. Los «seguidores» del Partido Nacional Democrático que fueron movilizaron a las zonas de votación en las provincias para llenar las urnas de votación en las elecciones parlamentarias de noviembre del 2005, eran principalmente obreros del sector público con sueldos miserables, rodeados por burócratas del sindicato, afiliados al PND. Los jefes de los trabajadores también impulsan los saludos masivos «espontáneos» al presidente cuando visita pueblos, así como las «manifestaciones masivas», como la protesta aprobada por el régimen contra la guerra de Irak, en el Estadium del Cairo en febrero del 2003. En el pasado, la Federación General (junto a la Unión Socialista Árabe, organización predecesora del PND), suministró la infantería para los encuentros «masivos» pro – Nasser, luego de la derrota de Egipto en la guerra de 1967, y para los encuentros «populares» contra la «intifada del pan» de enero de 1977. En encuentros públicos y entrevistas privadas, los obreros activistas y líderes de huelgas del sector textil y ferroviario mencionan con frecuencia la frase: «sindicato nacional paralelo de trabajadores». Aunque hasta ahora no haya ningún acuerdo concreto, varias organizaciones de izquierda hablan de construir algo similar: los Revolucionarios Socialistas Trotskistas, el Partido Naserista Karama, lo que queda del Partido Comunista Egipcio, el Partido Socialista del Pueblo, El Centro de los Sindicatos y los Derechos de los Trabajadores, los Comités de Coordinación de los Trabajadores. Lla «izquierda legal», Partido Tagammu esta casi ausente de tal deliberación. El éxito de tales esfuerzos dependerán de varias condiciones: si se mantiene la militancia en las industrias, si los activistas políticos pueden intervenir en las manifestaciones, y si los trabajadores pueden establecer una coordinación efectiva entre sí. Además, dependerá de si los trabajadores de Misr Weaving and Spinning realmente logran salirse de su sindicato dominado por el gobierno. Si logran la victoria contra la burocracia del sindicato, otros trabajadores se animarán a hacer lo mismo, porque no es un secreto que hay una tremenda frustración hacia los líderes de los sindicatos entre la gente común en los ferrocarriles y otros sectores. Debido al alto precio del petróleo y los ingresos por las ventas de las firmas del sector público, el gobierno cuenta con significativas reservas de dinero para satisfacer las necesidas de «pan y mantequilla» de los obreros. Y lo ha hecho con la esperanza de que los trabajadores regresen felices a sus trabajos, pero algunos trabajadores, no está claro cuantos, han empezado a relacionar sus billeteras vacías con las circunstancias políticas y económicas de afuera – el afianzamiento de la aristocracia, la difundida incompetencia y corrupción del gobierno, el servilismo del régimen hacia los Estados Unidos y su inhabilidad para ofrecer un apoyo significativo a la población palestina, o una oposición significativa contra la guerra de Irak, el alto desempleo y la lamentable pero obvia brecha entre los ricos y pobres. Muchos egipcios han empezado a hablar abiertamente sobre la necesidad de un cambio real, Los trabajadores del sector público están bien posicionados para jugar su papel si se pueden organizar en una base nacional.

Notas

[1] La pobreza absoluta se define como el ingreso inadecuado para proveer del alimento, cobijo y vestimenta necesaria para preservar la salud. La cifra que se da aquí, es específica de Egipto. El Banco Mundíal utiliza líneas de referencia de pobreza internacional establecidas en 1,08$ y 2,15$ en 1993 en términos de igualdad de poder adquisitivo. Lo que significarían 1,971$ y 3,924$ para la familia ‘Attar.

[2] Los autores entrevistaron a a Muhammad ‘Attar y Sayyid Habib en Mahalla al-Kubra el 9 de marzo del 2007, y están profundamente agradecidos por su disposición de compartir sus experiencias y puntos de vistas.

[3] Al-Masri al-Yawm, 10 de febrero de 2007.

[4] Ver «Díary of a Working Class,» (Diario de una Clase Trabajadora) Memorias recogidas por el Comité de Coordinación Nacional de Trabajadores el 6 de febrero de 2007. Disponible en el sitio: http://arabist.net/arabawy/2007/02/06/díary-of-a-working-class/

[5] Ver Joel Beinin y Zachary Lockman, Workers on the Nile: Nationalism, Communism, Islam and the Egyptian Working Class, (Trabajadores en el Nilo: Nacionalismo, Comunismo, Islam y la Clase Trabajadora Egipcia) 1882-1954 (Cairo: Universidad Americana en Cairo Press, 1998).

[6] Tamer Abdel-Kader, «State, Capital and Workers’ Protests in Egypt» (Estado, Capital y Protestas de los Trabajadores en Egipto). (Tesis de maestría no publicada, Universidad Americana del Cairo, 1998), p. 79.

[7] Ibid., p. 84.

[8] Camara Americana de Comercio en Egipto, The Textile and Clothing Industry in Egypt (La industria Textil y de Ropa en Egipto) (Cairo, agosto 2004), p. 70.

[9] Jolynn Khamky, «Liberalization to Divestment: Egypt, 1960-2000» (Liberalizacion para el Deslinde: Egipto, 1960 – 2000) (Tesis no publicada, Departamento de Historia, Universidad de Stanford, 2003), pp. 50, 65.[10] Entrevista con el dueño de una empresa del sector privado textil, que desea permanecer anónimo, Cairo, 19 de marzo del 2005.

[11] Agnieszka Paczynska, «Globalization and Pressure to Conform: Contesting Labor Law Reform in Egypt,» University of Maryland, October 23, 2002.

*Joel Beinin es colaborador editor del Middle East Report y es director de Estudios del Medio Oriente en la Universidad Americana del Cairo.
*Hossam el-Hamalawy es periodista radicado en El Cairo y blogger.