Irak, Siria, Somalia, Libia, el Mediterráneo y ahora en el mismísimo Estambul, son los lugares donde en los últimos años el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, saca músculo para mostrarse en el mundo un nuevo sultán, para conseguir el resurgimiento de un nuevo Imperio Otomano, quien se derrumbó con el fin de la Primera Guerra Mundial y que prácticamente había regido al mundo musulmán desde el 1300.
El autócrata turco, acaba de colocar una nueva perla a su corona, en este caso nada menos que la Hagia Sophia (Santa Madre Sofía) a la que por medio de un decreto del pasado viernes 10, la convierte una vez más en mezquita. Transfiriendo su control a la Dirección de Asuntos Religiosos, y eliminando su estatus de museo.
La Hagia Sophia o Ayasofya, en turco, desde su construcción en el siglo VI, como catedral bizantina, acompañó los cambios políticos y militares que sacudieron a Estambul, convirtiéndose en un símbolo de rivalidad cristiano-musulmán, pasando de ser de catedral a mezquita, durante el Imperio otomano, hasta que con la secularización impuesta a partir de 1923 por el presidente Kemal Atatürk, fue declarada museo, el que congrega viajeros de todo el mundo, convirtiéndose en el punto de mayor atractivo turístico del país llegando a recibir casi cuatro millones de visitantes por año. La catedral, construida por el emperador bizantino Justiniano I, fue el foco del cristianismo durante casi mil años, hasta que el emperador Mehmed II, el Conquistador, conquistó Constantinopla y convirtió a Santa Sofía en mezquita, por lo que durante los siguientes 500 años fue uso de los principal centro de devoción del Imperio Otomano.
Con esta decisión Erdogan, una vez más atrae no solo a sus partidarios locales, sino a millones de musulmanes de todos los rincones del Islam, que con ese acto se sentirán revindicados tras ochenta años de ostracismo y sin duda peregrinaran hasta la vieja catedral con devoción vindicativa.
Con el cambio de estado del monumento, Erdogan sabía que iba a provocar reacciones opuestas las que no tardaron en llegar, y obviamente las primeras que se conocieron partieron desde Grecia, país con el que Turquía tiene un largo y sangriento entredicho, además de cristianos de todo el mundo, entre ellos el Papa Francisco, quien acaba de declarar estar “muy dolido por la conversión” a los que hay que sumar al Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo y el Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Quienes no lo creía capaz de semejante decisión y apenas se conoció que en el máximo nivel de Ankara, se estaba estudiando la decisión, incrédulo salieron a decir que: “Erdogan ha planteado la cuestión de restaurar como una mezquita a Hagia Sophia, cada vez que se enfrenta a una crisis política, en procura de despertar partidarios en los sectores religiosos, nacionalistas y conservadores”.
Es cierto que el presidente turco está viviendo momentos de zozobra, acuciado por la derrota electoral en el Ayuntamiento Metropolitano de Estambul, la mayor alcaldía del país, en las elecciones municipales del año pasado, en que el sector más conservador, perdió la vieja capital del país tras 25 años de control a manos del partido socialdemócrata, en la repetición electoral de los comicios celebrados en marzo y luego anulados. El entonces candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Ekrem Imamoglu consiguió el 54 por ciento de los 8.800 mil votos. El nuevo alcalde de Estambul, de cincuenta años, que hasta hace poco más de un año era prácticamente un desconocido en el mundo político del país, hoy se yergue como una grave amenaza para el Sultán, quien gobierna Turquía desde hace 18 años con sus muy “particulares conceptos de la democracia” al tiempo que su espacio político Adalet ve Kalkınma Partisi o AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) cae en las encuestas por su mal manejo frente a la Pandemia, que con casi 122 mil infectado y 5 mil muertos, está destruyendo importantes sectores de la economía.
El pasado dos de julio, un tribunal administrativo había dictaminado darle a la Hagia Sophia su condición de mezquita, revocando un decreto de ochenta años que la había declarado: “un museo bajo el estado secular de Turquía”.
Con ese falló Erdogan también muy en lo personal, y más allá de las gestualidad política se sentirá revindicado ya que desde que se convirtió en alcalde de Estambul en 1984, pretendió dejar su marca en su ciudad natal, por la que Guadi estado trabajando para dejar su sello en su querida ciudad natal. Limpió las aguas del Cuerno de Oro, el estuario del estrecho del Bósforo, que divide a la ciudad; construyó un sistema de puentes y túneles agilizando el tránsito entre la parte occidental y oriental de Estambul, al tiempo que levantó mezquitas en los sitios más estratégicos. Pero no pudo, lo que ahora, islamizar la Hagia Sophia, que ocupa un lugar de central, no solo en el casco urbano, sino en la historia del país.
Yo, el califa.
La conversión de la Hagia Sophia en mezquita, forma parte de la estrategia de Erdogan, para que se convierta en el tercer lugar más sagrado del islam, después de la Masjid al-Haram (Gran Mezquita) de La Meca y la Masjid a al-Aqsa (mezquita de al-Aqsa) en al-Quus, el nombre árabe de Jerusalén, desplazando incluso a Masjid al-Nabawi de la ciudad de Medina, lo que lo convertía, en un referente más allá de lo político, también en lo religioso, más cuando la casa reinante en Arabia Saudita, los Saud, parecen ya haber alcanzado su cenit y precipitarse hacia la decadencia a fuerza de la corrupción, el despotismo, la guerra en Yemen y la financiación de infinidad de bandas terroristas de corte wahabita, que golpean desde Nigeria a Filipinas, camino que inició alentado el desmantelamiento de las normas seculares instaurada por Atatürk, en un intento de restaurar la era otomana. Por lo que para el nuevo califa, escuchar habrá sonado a un canto celestial, que por primera vez en 80 años, un imán leyera la azora (capitulo) cuarenta y ocho del Corán titulada al-Fattah (Victoria) que celebra nada menos que el Hudaibiyah el tratado de entre la gente de La Meca y Medina, en el 628, por lo que se le permitía al profeta Mahoma, ingresar a esa última ciudad. Lo que sin duda a oídos de Erdogan y los suyos no deja de estar cargado de simbolismos.
Ese acto, irritó a muchos, principalmente al gobierno griego quien se considera el heredero natural del Imperio bizantino, de habla griega, tras lo que catalogó el hecho como una violación del estado de Hagia Sophia, patrimonio mundial de la UNESCO.
Lina Mendoni, ministra de cultura helena, definió la situación condenó la decisión de Turquía como un “desafío directo para todo el mundo civilizado”, para terminar agregando que “el nacionalismo de Erdogan había retrasado al país seis siglos”.
Por su parte el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, líder espiritual de la Iglesia Ortodoxa Oriental cuya sede se encuentra en Estambul, al conocer las intenciones de Erdogan de cambiar el destino de la Catedral una vez más, dijo que: “la conversión decepcionaría a millones de cristianos en todo el mundo y dividiría a musulmanes y cristianos cuando lo hubiera hecho”.
Mientras que expertos en arte e historiadores temen por lo que podría pasar con los mosaicos medievales del interior de la Hagia Sophia, que representan a la Sagrada Familia y los retratos de los emperadores cristianos, que podrían ser destruidos por los más ortodoxos, dada la prohibición de reproducir la figura humana en las leyes islámicas. Las empresas turísticas a la vez, teme que la entrada sea vedada para no musulmanes, cortado de cuajo una de sus más grades fuentes de ingresos.
Hagia Sophia es el cuarto museo de la iglesia bizantina en ser reconvertido en mezquita en lo que va del gobierno de Erdogan, aunque claro este es el de mayor importancia, la última de la reconvenciones se había producido en noviembre pasado con el monasterio de Chora de Estambul.
Tras conocerse públicamente la promulgación del decreto, más de un millar de fundamentalistas llegó a las puertas de la Hagia Sophia, al grito de Allah akbar» (Dios es grande) mientras la policía colocaba barreras en la entrada del monumento.
Se cree que la inauguración oficial se podría realizar el próximo el 15 de julio en conmemoración del cuarto aniversario del frustrado golpe de estado contra Erdogan,
El presidente turco en el Twitter, en el que daba a conocer el decreto de reconvención lo terminaba agregando Hayırlı olsun (Felicitaciones), si explicar a quién.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.