Después de 16 años de reformas neoliberales acelerar el incremento de la productividad, la producción y el empleo es hoy, más que nunca, un triple desafío para Nicaragua. Si bien es cierto que las reformas estructurales a partir del decenio de 1990 proporcionaron estabilidad macroeconómica y permitieron poner coto a las presiones inflacionarias, existe un […]
Después de 16 años de reformas neoliberales acelerar el incremento de la productividad, la producción y el empleo es hoy, más que nunca, un triple desafío para Nicaragua. Si bien es cierto que las reformas estructurales a partir del decenio de 1990 proporcionaron estabilidad macroeconómica y permitieron poner coto a las presiones inflacionarias, existe un creciente consenso en que se precisan medidas adicionales para lograr un crecimiento sostenido del producto y reducir la pobreza. En realidad, crecimiento y pobreza siguen siendo asuntos cruciales para el país.
Al tratar de comprender las razones de este fenómeno, nuestra interpretación adopta una perspectiva de que la presencia de un sector informal (1) muy desarrollado en la economía nicaragüense es una barrera estructural para el crecimiento económico sostenido. El concepto de economía informal data de una misión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a Kenya en 1972; (2) en esa ocasión se le utilizó por primera vez para identificar a la enorme masa de trabajadores pobres que sobrevivían, producían y realizaban actividades de subsistencia fuera del marco legal, trabajando en el que entonces se denominaba «sector no estructurado».
El sector informal tiene su origen en la especialización del comercio internacional y en el consiguiente funcionamiento imperfecto del sector formal, que es incapaz de emplear y capacitar adecuadamente a la mano de obra. El sector informal constituye una suerte de refugio o estrategia de subsistencia para los grupos marginados, y contribuye a reforzar, si no a generar, la exclusión y las tensiones sociales. Así, desde el punto de vista macroeconómico, el sector informal dificulta el crecimiento económico y aumenta las disparidades de salarios.
El sector informal incluye actividades heterogéneas que van desde trabajos ambulantes de carácter precario hasta actividades por cuenta propia y trabajo asalariado. Sin embargo, una característica común e indiscutible de todas las actividades informales es la baja productividad, por el uso de tecnologías obsoletas y trabajo no calificado y por el tamaño reducido de las empresas. Hoy en día, tras dieciséis años de reformas neoliberales, la heterogeneidad sigue siendo una debilidad estructural del sistema productivo nicaragüense, y la concentración del progreso técnico no sólo persiste sino que se ha acentuado.
La progresiva erosión de la capacidad de absorber empleo que ha mostrado el sector formal ha aumentado el desempleo y ha nutrido al sector informal urbano, que ha ido absorbiendo la fuerza de trabajo residual. Por ende, la existencia simultánea de un sector moderno orientado al exterior que no provee suficiente empleo constantemente y de un sector informal de baja productividad donde el empleo se concentra, aparece como un rasgo peculiar de la heterogeneidad estructural. Las estadísticas sobre el empleo informal estiman que en Nicaragua, en el año 2005, el 63.9 por ciento del empleo urbano era informal. (3)
Es preocupante el crecimiento del desempleo abierto en Nicaragua, donde más del 60 por ciento de los trabajadores se encuentran en la economía informal. El trabajo informal ya no puede considerarse un asunto marginal o temporal ya que actualmente involucra a más de la mitad de los trabajadores. El fenómeno está creciendo rápidamente. El trabajo informal es sinónimo de ausencia de derechos, ingresos inseguros e inexistente protección social.
En Nicaragua, el porcentaje de empleo informal urbano creció del 50 por ciento del total del empleo urbano en 1990 a un 64 por ciento en 2005. La mayor parte de los nuevos empleos pertenecen a la economía informal. No hay duda de que aparte del desempleo abierto que afecta a 12 por ciento de la población, en términos muy gruesos, el trabajo informal es un factor que debe preocupar a las autoridades de gobierno.
Hay muchos desafíos desde la perspectiva del empleo en Nicaragua, y uno de ellos tiene que ver no sólo con el desempleo, que es el aspecto más visible del problema ocupacional, sino con todos los temas relacionados con la calidad del empleo, porque la economía informal es de gran tamaño en el panorama nicaragüense. Este problema es un reflejo de lo que ocurre en la economía real, ya que siete de cada diez nuevos empleos se crean en la economía informal.
La mayoría de las personas entra en la economía informal -que se desarrolla fuera de los marcos legales y jurídicos- porque no puede encontrar empleo en el sector formal y tampoco puede permitirse el desempleo absoluto. La lista de trabajadores informales es amplia: incluye a vendedores callejeros, limpiabotas, recolectores de basura, trabajadores domésticos por tiempo limitado, trabajadores a domicilio, trabajadores de fábricas explotadoras a «los que se hacen pasar por trabajadores asalariados» en cadenas de producción, a los trabajadores independientes de microempresas y a otros.
Con frecuencia, los trabajadores y los empresarios del sector informal son objeto de acoso, chantaje y extorsión practicados por funcionarios corruptos y tienen que hacer frente a costos prohibitivos y a procedimientos burocráticos muy complejos para establecer y gestionar las empresas. Por otra parte, también es importante señalar que quienes se encuentran en la economía informal no pagan impuestos directos ni contribuyen a la seguridad social.
La expansión de la economía informal se vio favorecida, a partir de la década de los noventa, por las políticas de ajuste estructural y estabilización que produjeron el crecimiento de la pobreza, el desempleo y el subempleo. La pobreza es uno de los factores del crecimiento de la economía informal. Es la pobreza la que fuerza a la mayoría de las personas a aceptar puestos de trabajo poco atractivos en la economía informal.
Los bajos ingresos que se obtienen de estos empleos crean un círculo vicioso de pobreza. Sin embargo, trabajo informal no siempre equivale a pobreza. Existen trabajadores informales, especialmente por cuenta propia, que ganan más que los trabajadores poco calificados del sector formal. Pero esta es la excepción: la economía informal concentra a los trabajadores más pobres, especialmente de las zonas rurales.
Luego de más de dieciséis años de aplicación de las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), privatizaciones y rampante corrupción, la mitad de la población económicamente activa está sin empleo o tiene problemas en el trabajo. Unos 800 mil están desocupados/as y otro tanto hace trabajos precarios o temporales que no cubren el mínimo de horas semanales indispensables para la subsistencia.
Los problemas de precariedad laboral prevalecen en primer lugar en la economía informal. El grueso de las personas que están en la economía informal no son asalariados, muchos trabajan por cuanta propia o son familiares no bien remunerados, y ahí se concentra el tema de la precariedad laboral y de la baja calidad del empleo, porque es personal que no tiene acceso a derechos ni a la seguridad social. La precariedad laboral también se presenta en muchas pequeñas y medianas empresas de la economía formal y moderna.
De acuerdo a las cifras proporcionadas por el Banco Central de Nicaragua (agosto 2006), el crecimiento del número de personas ocupadas fue 271 mil personas entre 2000-2005 (seis años), (4) lo que significa que el incremento promedio fue de 45 mil personas ocupadas por año. Teniendo en cuenta que el número de jóvenes que incorporan al mercado de trabajo es de 100 mil por año, significa que 55 mil personas se incorporan al desempleo por año. El total de personas que no consiguieron empleo alcanzó la cifra de 330 mil personas, número mayor a los que alcanzaron obtener algún tipo de ocupación.
El número de trabajadores afiliados al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) ha tenido un crecimiento de 72 mil personas entre 2000-2005, lo que significa un incremento promedio anual de 12 mil personas. Esto quiere decir, solamente el 26 por ciento de las personas que lograron una ocupación se afiliaron al INSS, el 74 por ciento de las personas obtuvieron un trabajo informal.
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el crecimiento de la economía informal en los países en desarrollo está ligado a factores demográficos como el exceso de mano de obra, de ahí que sea importante tener en cuenta las corrientes migratorias del campo a la ciudad, las migraciones transfronterizas y la creciente incursión de la mujer en las actividades económicas. «Ya sea por elección o necesidad, más y más mujeres entran en el mercado laboral, pero muy a menudo acaban en trabajos situados en lo más bajo de la economía informal, bebido a que suelen tener peor preparación en términos de educación y formación, tienen menos acceso a los recursos, aún debe hacer frente a diversas formas directas e indirectas de discriminación y soportan la carga de las responsabilidades familiares», explica el documento de la OIT.
El crecimiento del sector de «tecnología de punta» y la consiguiente demanda de personal altamente especializado relega a las personas no cualificadas en el sector formal y se ven obligadas a buscar trabajo en la economía informal. Por otro lado, los salarios del sector público y privado en muchos países en desarrollo son insuficientes para mantener una familia, por lo que los trabajadores o sus cónyuges se ven obligados a buscar ocupación en la economía informal.
Nicaragua es uno de los cuatro países latinoamericanos en que más bajo es el salario. La brecha de renta existente entre los países receptores (Estados Unidos, Costa Rica y El Salvador) y Nicaragua sigue siendo amplia, al tiempo que las bolsas de pobreza se mantienen en niveles elevados. Esta es una de las razones que estimula la emigración, un fenómeno que crece y que seguirá en aumento en los siguientes años. La aparente bonanza en la economía no es percibida con optimismo por núcleos importantes de la población, una situación que tenderá a elevar las tasas de migración hacia países limítrofes.
En Nicaragua se vive una paradoja. Por un lado, la economía pasa por un periodo de crecimiento como no se había observado en la última década del siglo XX. En 2006, el país habrá acumulado tres años consecutivos de un crecimiento mayor a 4 por ciento anual, lo que no ocurría desde principio de la década de los noventa. Sin embargo, los datos reflejan la persistencia en movimiento de emigración hacia países con mayor desarrollo, como Estados Unidos o Costa Rica.
Detrás de esto se encuentra el hecho de que las diferencias entre Nicaragua y los países mencionados continúan siendo muy grandes y que el proceso de concentración de la riqueza ha sido muy alto durante la actual etapa neoliberal. El salario mínimo anual en dólares en Estados Unidos es 10 mil 500 dólares; mientras que en Costa Rica es de unos mil 100 dólares anuales y en Nicaragua de 360 dólares anuales, según datos del Departamento de Estado de Estados Unidos.
De acuerdo al informe presentado por el Presidente del Banco Central de Nicaragua, Mario Arana S., el incremento porcentual del salario promedio real, en córdobas de 1994, entre 2001 y 2006 (seis años) es de 19.0 por ciento; lo que significa un incremento promedio del salario real fue de 3.2 por ciento anual.
Mientras que la inflación acumulada nacional fue entre el 2001-2006 (seis años) de 43.1 por ciento, lo que significa un incremento promedio de 7.2 por ciento anual. Esto quiere decir que la perdida del salario real para los asalariados fue del 24.0 por ciento en seis años, lo que explicaría el deterioro del nivel de vida de «los de abajo».
La vigencia de un modelo de crecimiento económico «sin empleo» ha agudizado el trabajo informal. En este contexto, se han implementado políticas que tienden a favorecer a la inversión extranjera, así como a las grandes empresas manufactureras, descuidando el sector agrícola, la pequeña y mediana empresa del que dependen la mayoría de habitantes de los países centroamericanos.
Finalmente, mientras un número importante de ciudadanos no encuentre en su propio país un entorno económico y social que le permita su pleno desarrollo y bienestar e incentive su permanencia en el país, habrá condiciones para emigrar al exterior. Uno de los logros reales de los gobiernos neoliberales ha sido la creciente expulsión de mano de obra -calificada y no- a lo largo de los últimos dieciséis años (1990-2005), durante el cual alrededor de 38 por ciento (800 mil) de la población económicamente activa (PEA) total del país habrá cruzado la frontera para buscar la vida fuera de su lugar de origen. Durante los gobiernos neoliberales emigraron cada año, en promedio, más de 50 mil personas.
Cada vez más la informalidad es un rasgo persistente de la economía nicaragüense. No solo tiene efectos adversos en el desempeño de la economía en términos de exclusión, marginalización, precariedad y disparidades de salarios, sino que afecta directamente la productividad agregada y por ende el crecimiento económico, reduciendo la productividad media de la economía. Las actividades informales son de baja productividad y la concentración de la fuerza de trabajo en el sector menos productivo hace caer la productividad agregada. Se estima que a fines del decenio de 1990 la productividad del trabajo en el sector informal era solo el 20% de aquella en el sector formal, y que el sector informal concentraba más de la mitad del empleo total.
El hecho de que más del 50 por ciento del empleo se concentre en el sector informal debe tener considerables consecuencias sobre el crecimiento agregado. El análisis de las dinámicas de dicho sector puede ayudar a entender por qué Nicaragua no crece más, o no todo lo que debiera. El deterioro del empleo en el sector formal ha aumentado el desempleo y el empleo informal.
Aunque el empleo informal, la pobreza y la desigualdad son tres problemas estructurales diferentes de la economía nicaragüense, ellos están íntimamente relacionados. En realidad, en el decenio de 1990 casi el 60 por ciento de los pobres de América Latina trabajaba en actividades informales. (5)
Notas:
1) El sector informal se compone de actividades de baja productividad e incluye las siguientes categorías: servicio doméstico, trabajadores asalariados no profesionales, trabajo familiar no remunerado, y personas empleadas en microempresas con menos de cinco trabajadores.
2) Organización Internacional del Trabajo (OIT), Employment, Incomes and Inequality: A Strategy for Increasing Productive Employment in Kenya, Ginebra, Suiza, 1972.
3) Banco Central de Nicaragua, Generación de empleo y coyuntura económica, Conferencia de Prensa del Presidente del BCN Mario Arana Sevilla, Managua, Nicaragua, agosto de 2006, p. 3 y 4.
4) Banco Central de Nicaragua, Generación de empleo y coyuntura económica, Conferencia de Prensa del Presidente del BCN Mario Arana Sevilla, Managua, Nicaragua, agosto de 2006, p. 3 y 4.
5) V. E. Tokman, Informalidad y pobreza: progreso social y modernización productiva, El trimestre económico, vol. 61(1), Nº 241, México DF, Fondo de Cultura Económica, enero/marzo 1994.
* Oscar René Vargas es nicaragüense su último libro publicado se titula: ‘Elecciones 2006: La Otra Nicaragua Posible’.