«The New York Times» ha informado recientemente de que 158 familias han aportado la mitad del dinero recaudado para financiar la campaña presidencial en Estados Unidos. La mayoría de estas familias obtuvieron sus patrimonios en los sectores financiero y energético. Según cifras de la Comisión Europea, entre 2008 y 2010 los bancos de los países […]
«The New York Times» ha informado recientemente de que 158 familias han aportado la mitad del dinero recaudado para financiar la campaña presidencial en Estados Unidos. La mayoría de estas familias obtuvieron sus patrimonios en los sectores financiero y energético. Según cifras de la Comisión Europea, entre 2008 y 2010 los bancos de los países de la UE recibieron 1,6 billones de euros en ayudas públicas. Con ejemplos de estas características, la politóloga, activista y presidenta de honor de ATTAC-Francia, Susan George, teje su último libro, «Los usurpadores. Cómo las empresas transnacionales toman el poder» (Icaria), presentado ayer en la Universitat de València. El texto trata del poder, en concreto, el de las transnacionales, «que se basa en una ideología llamada neoliberalismo, que es profundamente ilegítima y antidemocrática».
En el antetítulo del libro, la autora de «Informe Lugano», «El pensamiento secuestrado» o «Sus crisis, nuestras soluciones», entre otros textos, advierte de que el Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos es actualmente «la amenaza que se cierne sobre Europa». De hecho, el 7 de octubre la iniciativa ciudadana «Stop TTIP», que agrupa a cerca de 500 organizaciones, entregó a la Comisión Europea 3,3 millones de firmas de 23 estados de la UE, para pedir la suspensión de las negociaciones sobre el Tratado. «Se trata de acuerdos confeccionados a la medida de las grandes corporaciones», apunta Susan George.
En julio de 2013 comenzaron en Bruselas las negociaciones en torno al TTIP. Sin embargo, «su meticulosa preparación es una tarea de décadas», afirma la activista y presidenta del Consejo del Transnational Institute de Amsterdam. «Tan pronto se secó la tinta que creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1994, las corporaciones comenzaron ya a prepararse para conquistas aún mayores». A los pocos meses, el Departamento de Comercio de Estados Unidos y la Comisión Europea convocaron el Diálogo Comercial Trasatlántico (TABD), foro en el que participaban líderes de 70 empresas a ambos lados del «charco», los secretarios de gabinetes ministeriales estadounidenses y los comisarios de la UE.
Detrás de instituciones como el TABD, que agrupa a gigantes farmacéuticos, químicos, petroleras y tabacaleras; la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT), que agrupa a los presidentes de 50 grandes empresas, el Consejo Empresarial Europeo-Americano (EABC) o la Cámara de Comercio de Estados Unidos (USCC), la mayor organización de lobby del mundo, se esconde lo que Susan George denomina la «corporatocracia»: grandes corporaciones que actúan «entre bambalinas», de modo gradual y a menudo poco perceptible. La prueba es que, según el Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO), en 119 de las 127 reuniones previas al lanzamiento del TTIP, entre enero de 2012 y abril de 2013, participaron grandes corporaciones y grupos de presión.
La autora de «Los usurpadores» pone el énfasis en la cláusula ISDS (Acuerdos sobre Disputas de Inversor a Estado), que permite a las corporaciones demandar a los estados si ven peligrar sus beneficios. Las grandes empresas pueden, en virtud del ISDS, llevar los casos en los que se consideren perjudicadas a tribunales de arbitraje, de carácter privado. Susan George pone el ejemplo de la aseguradora holandesa Achmea, que ganó 22 millones de euros al estado de Eslovaquia después que los médicos de este país paralizaran en 2011 la privatización de los hospitales. La transnacional Lone Paint también interpuso una demanda al gobierno de Quebec por 250 millones de dólares, después que el ejecutivo estableciera una moratoria al «fracking» en el río San Lorenzo.
Uno de los casos más notorios fue la demanda interpuesta en un tribunal de arbitraje por Occidental Petroleum contra el Estado de Ecuador. El tribunal estableció en 2012 que este país debía abonar una indemnización de 1.770 millones de dólares a la compañía, a la que había impedido realizar perforaciones en una reserva ecológica. En el año 2013 se registraron 560 casos en distintos tribunales de arbitraje, de los que 224 fueron dirimidos.
Susan George plantea los hechos en términos de urgencia histórica para los países agrupados en la denominación «Occidente». «Deben escoger entre la herencia de la Ilustración, desarrollada a partir del siglo XVIII, y la Gran Regresión Neoliberal». La politóloga se declara optimista: «Cuando a finales de los años 60 nos manifestábamos para que Estados Unidos abandonara Vietnam, todo el mundo nos entendía, no hacía falta grandes discursos». ¿Cómo explicar a la gente común el TTIP? «Si coges a un vampiro y lo expones a luz del día, se muere; el Tratado de Libre Comercio no puede soportar la luz del día».
El mundo del poder y del los grupos de presión se halla estrechamente vinculado a la gran recesión. Estimulados por la expansión del neoliberalismo, desde mediados de los 80 las multinacionales estadounidenses de la banca y los seguros, entre otras, emplearon a cerca de 3.000 personas e invirtieron unos 5.000 millones de dólares. El objetivo, liquidar la legislación aprobada por Roosevelt en los años 30, que protegía en cierto modo a los Estados Unidos frente a los cataclismos financieros. Así pues, recuerda Susan George en el libro «Los usurpadores», «desde la caída de Lehman Brothers no se ha hecho prácticamente nada para volver a regular las finanzas». De hecho, el comercio de derivados financieros ha alcanzado los 2.300.000.000.000 de dólares diarios, cantidad un tercio superior a la de 2007. El comercio de divisas se ha triplicado desde el inicio de la crisis, y ha alcanzado los cinco billones de dólares diarios.
En la Unión Europea la situación no es muy diferente, ya que estimaciones informales apuntan que entre 10.000 y 15.000 lobbistas se codean diariamente con europarlamentarios y funcionarios de Bruselas. En ocasiones aparecen personajes icónicos en el mundo de los grupos de presión, como el estadounidense Richard Berman, quien, detalla Susan George, «ha defendido a las destilerías de bebidas alcohólicas y a las elaboradoras de comida basura, además de preparar campañas de las grandes corporaciones contra los sindicatos». Los notables despachos de abogados, como los de Estados Unidos con delegación en Bruselas, también celebran las nuevas oportunidades de negocio. El libro «Los usurpadores» da cuenta de las piruletas de «foei gras» bañadas de chocolate fundido con las que se discutía sobre los potenciales beneficios del TTIP.
Además de acuñar neologismos como «corporatocracia», la politóloga y activista innova calificativos como «teo-liberales», quienes a pesar de lo que apuntan las estadísticas (la gente común vive cada vez peor), continúan «diseminando con éxito sus ideas». «Los sumos sacerdotes de esta doctrina se encuentran en Bruselas, los misioneros itinerantes en Davos, sus practicantes en la sala de juntas de las grandes empresas…». Esta religión del dinero, este culto a lo privado y esta deificación del individualismo puede expresarse en términos macroeconómicos: en los años 70, en Europa, el Trabajo representaba en forma de salarios en torno al 70% del PIB, mientras que el 30% restante correspondía al Capital. Actualmente el Capital acumula al menos el 40% del PIB y el Trabajo cerca de un 60%. A esa diferencia del 10% (1,3 billones de euros) en la correlación capital-trabajo es a lo que Susan George denomina «regresión neoliberal».
El poder de las empresas transnacionales no se topa con límites ni regulaciones en la aldea global. Penetran en cualquier «nicho» susceptible de cerrar un lucrativo negocio. Y lo hacen de manera sutil, sigilosa, como afirma Susan George, difícilmente la «Corporatocracia» tiene su origen en decisiones oficiales explícitas. En septiembre de 2011 la Asamblea General de Naciones Unidas organizó un encuentro para abordar las enfermedades mortales más significativas. Entre los invitados figuraban grupos de presión como la Asociación Internacional de Alimentos y Bebidas o la Federación Internacional de Asociaciones de Industrias Farmacéuticas. El influjo de las transnacionales no entiende de regulaciones ni barreras. «Se han asegurado un papel prácticamente oficial en las negociaciones de la ONU sobre el clima; han enmarcado los debates de tal modo que su concepción de una Economía Verde es la que prevalece».
Nota:
Susan George es presidenta honorífica de ATTAC Francia y del Transnational Institute de Amsterdam (aquí, su ponencia sobre el TTIP en Espacio Público).
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